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Perogrullo, la privatización, la Muerte y la impunidad

Fuentes: Rebelión

«Perogrullada (Verdad de Perogrullo): Verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla.» (Diccionario de la R.A.E.) En plena euforia mundialera, los españolitos todos conmocionados por el desgarrador suceso de la estación de Castelldefels Platja. Podríamos centrarnos en analizar porqué la muerte colectiva de 12 chavales en Catalunya nos impacta más […]

«Perogrullada (Verdad de Perogrullo): Verdad o certeza que,

por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla.»

(Diccionario de la R.A.E.)

En plena euforia mundialera, los españolitos todos conmocionados por el desgarrador suceso de la estación de Castelldefels Platja.

Podríamos centrarnos en analizar porqué la muerte colectiva de 12 chavales en Catalunya nos impacta más que la de 80 iraquíes en Bagdag (considerablemente más frecuente). Pero no seremos demagogos ahora; para bien o para mal, la tragedia afecta más en inversa proporción a la distancia. Esto es así, es humano y todos lo sabemos. Aceptémoslo, y: al grano, pues.

Con los fragmentos de los cadáveres (y los de los supervivientes mutilados) todavía humeantes y esparcidos por las vías, las «Autoridades Competentes» se apresuran a exhibir -en una chirriante pirueta de hipócrita politiquería-, por una parte, su manifestación de estupor y solidaridad. Y, por otra, un homenaje a los higiénicos hábitos de Poncio Pilatos.

Resumiendo: «nos solidarizamos con las familias de los muertos… pero ¡ellos se lo buscaron! « ; «Declaramos Día de Luto Oficial… pero, ¡oye!: que se jodan

Con familiares todavía nadando en la incertidumbre, entre la esperanza y el abismo del dolor infinito; con amigos, novios y novias que, todavía en vela, siguen rememorando en bucle obsesivo la imagen de la horrible muerte de sus queridos, grabada a fuego en sus retinas….

En medio de todo esto, decíamos, la Oficialidad manda un mensaje claro, tan cristalino y rotundo como el descubrimiento de la rueda: «La causa de la tragedia fue… (¡TACHÁN!) la imprudencia de las víctimas».

Bravo. «Cráneos previlegiados«, que diría Valle-Inclán. ¿Quién lo discute? La insistencia en esta solemne perogrullada por parte de políticos y responsables de RENFE-ADIF no es (únicamente) fruto de la imbecilidad; hay un enorme interés en culpar al muerto y salvar el propio culo.

«Iban borrachos»; «Eran jóvenes e inconscientes»; » Cuando estamos en un grupo y alguien con quien nos identificamos se atreve a romper las normas, tendemos a imitarlo, confiando en que si a él no le ha ocurrido nada, nosotros tampoco correremos peligro»… Éstas y demás memeces similares han sido eructadas sucesivamente por políticos, medios de comunicación, psicólogos y parte de la opinión pública. Todos ellos, adictos al Régimen.

Han parido así una repulsiva sarta de perogrulladas destinadas a convencernos de que todo va bien, y si te han jodido, es porque te lo mereces.

Fijando la atención en el hecho concreto y obvio, indiscutible y perogrullesco de la «imprudencia», pretenden disimular su responsabilidad. Sin embargo, testigos y supervivientes han coincidido unánimes en una serie de factores determinantes:

1.-La salida «de toda la vida» (durante décadas y hasta hace sólo unos meses) estaba bloqueada, lo que provocó desconcierto general;

2.-La iluminación del apeadero era insuficiente (tirando a nula);

3.-El nuevo paso subterráneo no estaba suficientemente indicado. Y sufrió grave aglomeración, lo que provocó impaciencia, pues la playa (donde se celebraba la verbena) se encontraba a escasa distancia del apeadero;

4.-No se hallaba en el recinto ningún miembro del personal de RENFE que ofreciera información, ni guardias de seguridad que controlaran el movimiento de la gente.

Ha salido a la luz que, recién finalizadas las obras de remodelación del apeadero (ahora enarboladas por Montilla como garante y prueba del óptimo estado de las instalaciones), una concejal de la oposición denunció reiteradamente ante el Pleno del Ayuntamiento que dicha remodelación convertía el apeadero -poniendo como premonitorio ejemplo la verbena de Sant Joan– en una «ratonera».

Y es que en verdad no es necesario haber sufrido la traumática experiencia de presenciar semejante masacre para saber que las estaciones de tren son, en el Estado Español, un desolador, cutre y postmoderno decorado kafkiano.

Cualquier usuario habitual (concretamente de cualquier estación de esa línea ferroviaria tantísimamente concurrida, pues recorre el litoral del área metropolitana de Barcelona) sabe que, incluso en plena hora punta de cualquier día de labor, todas las diversas máquinas funcionan deficientemente, los relojes están atrasados o sencillamente parados, los accesos son arquitectónicamente surrealistas, y nunca hay nadie a mano para aclarar dudas o atender reclamaciones.

– – – –

¿Por qué? Pues, sencillamente: gracias al Neo-Liberalismo y sus Sacrosantas Privatizaciones. La famosa filosofía del máximo beneficio al menor coste : inevitablemente lícita en una empresa privada; satánica cuando se aplica a un servicio público.

Las máquinas expendedoras de billetes ahorran miles de sueldos en taquilleros; las vallas y los torniquetes de acceso y salida ahorran miles de sueldos en revisores; el Jefe de Estación es un invisible ser mitológico y enigmático, atrincherado en una inaccesible oficina; el frecuentemente cerril personal de «seguridad» tan sólo se ocupa de vigilar que todo Cristo pague, y de multar a los infractores.

Y ¿qué pasa cuando se pone el Sol? Pues, ¡mejor todavía!: la estación queda desierta, ahorrando así miles de sueldos en personal que haga turno de noche, pues las maquinitas ya se apañan solas (sobre todo en materia de cobrar. O, como prefieren decir ellos: «prevenir el fraude»).

Obras de remodelación como la que denunciaba la edil meses antes de la tragedia y ahora loan Montilla&Co. tienen como único objetivo blindar las estaciones para impedir que nadie viaje sin haber comprado billete. Absolutamente nada que ver (¡bien al contrario, como demuestran los hechos!) con la «seguridad de los viajeros».

Y una ancestralmente tradicional noche de verbena, con su inevitable jolgorio y masificación, ¿ha de alterar las perspectivas anuales de beneficio de una empresa como RENFE-ADIF, obligándola a contratar más personal o bien a adaptar especialmente sus instalaciones a las circunstancias? ¡De ninguna manera! Eso contravendría las excelsas y Eternas leyes del Libremercado.

– – – –

Por todo ello: ¿Fue una imprudencia? Obvio. Nadie en sus cabales cruza las vías por gusto o deporte -y menos aún sin luz-, a menos que no encuentre opción mejor. ¿Eran jóvenes e irresponsables? Obvio. Pero eso no los hace merecedores de una muerte espantosa. ¿Se abalanzaron sobre la vía como un rebaño siguiendo al perro pastor? Obvio. El Ser Humano es todavía un animal gregario. ¿Estaban borrachos? Obvio. No en vano, en una noche como la de Sant Joan, cuerpos policiales, sanitarios y bomberos refuerzan sus efectivos, abarrotan las calles y no duermen porque, ¡señores!: es noche de fiesta, todo el mundo lo asume. ¡Perdón!: todo el mundo… salvo RENFE-ADIF.

Supongo que a nadie se le ocurriría decir a los familiares de un Guardia Civil víctima de ETA que «son gajes del oficio», que «él se lo buscó» o que «fue irresponsable al escoger su profesión». Entonces, ¿por qué tamaña incongruencia?

Pero lo que más vómito -que no «sorpresa»- provoca es ver a los políticos (para colmo, ¡pretendidamente «socialistas»!) defendiendo los intereses de una empresa privada que se ha hecho con el Monopolio de un servicio tan exageradamente básico para el normal funcionamiento de un país como es el transporte público.

Es natural, pues ellos son cómplices. Y, para colmo, son tan nauseabundamente cínicos como para poner las banderas a media asta mientras le echan la mierda al muerto; y que, todo junto, se lo coman los allegados.

Y, como siempre, llegará la impunidad. Nadie dimitirá (como mucho, algún mindundi chivo expiatorio). Nadie pedirá disculpas por su infinito cinismo y su monumental falta de empatía y sensibilidad. Nadie volverá a nacionalizar el ferrocarril. RENFE-ADIF seguirá recortando gastos a costa de la calidad del servicio, aumentando el precio de los billetes y llamándonos «clientes» (en lugar de «usuarios» o «viajeros»)…

¡Como si fuéramos «clientes» por voluntad propia!; ¡como si pudiéramos elegir (el Dios Mercado así nos prometió) entre un gran abanico de compañías ferroviarias que compiten entre ellas en precio y servicios!; ¡como si el diario e ingrato trayecto de ida y vuelta al puesto de trabajo fuera un viaje de placer que contratamos en una empresa de yates!…

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Y, mañana: los medios habrán cubierto ya el cupo de morbo e indignación popular. Y La Roja ganará un partido. Y Su Majestad será muy campechano. Y el Gobierno anunciará una ley muy progre

…Y, de golpe: ¡Ups! … «¿Te acuerdas de lo que pasó en aquella estación de tren en Catalunya, cerca de Sitges?»; «Sí, ¡me suena! Pero, ¡hace mogollón de tiempo, ¿no?! ¡Murió un montón de peña, porque cruzaron la vía sin mirar!…» . Y, en definitiva: el vivo, al bollo; y el muerto, al hoyo.

Y todos los supervivientes, familiares, amig@s, novi@s y testigos presenciales arrastrarán su dolor ya anónimo y olvidado. Y se preguntarán, como tantos otros usuarios:

«¿Porqué RENFE-ADIF sigue cada año subiendo el precio del billete que obligadamente compro para ir a currar cada maldito día?. Total: ¡para subir a un tren que llega abarrotado y tarde, provocando la ira de mi jefe, que no me tolerará una impuntualidad más, bajo amenaza de despido…!».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.