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Burundi

Perseguidos por sus órganos, los albinos burundeses viven en el terror

Fuentes: Umoya

Alertado por sus vecinos, Richard, 19 años, ha huido de una banda de asesinos que le pisaban los talones, se ha ocultado dos días en el bosque antes de llegar a Ruygi, en el este de Burundi, donde las autoridades han decidido proteger a los albinos aterrorizados, que se han convertido en el objetivo de […]

Alertado por sus vecinos, Richard, 19 años, ha huido de una banda de asesinos que le pisaban los talones, se ha ocultado dos días en el bosque antes de llegar a Ruygi, en el este de Burundi, donde las autoridades han decidido proteger a los albinos aterrorizados, que se han convertido en el objetivo de asesinatos rituales. «Han sido los vecinos los que me previnieron de que una banda de asesinos pretendía matarme y he corrido con todas mis fuerzas», dijo sonriendo, a pesar de su » terror». «Se dice que las partes del cuerpo extraídas de los albinos se venden en Tanzania. Se los pone sobre minas de oro y este oro sale a la superficie y no hay mas que recogerlo. O los pescadores los utilizan para atraer grandes pescados que tienen oro en su vientre», explica.

Richard Ciza beneficiado en adelante de la protección de las autoridades que decidieron agrupar a los 45 albinos censados de la provincia para salvarles de la suerte trágica de dos de los suyos, asesinados a finales de septiembre en la región.

El 22 de septiembre, Spès, una joven muchacha de 16 años, era asesinada en su pueblo de Nyabitsinda luego desmembrada, sus verdugos se llevaron sus brazos y piernas. Algunos días más tarde, un hombre sufría exactamente la misma suerte en su pueblo de Bweru.

Hemos tenido una reunión de crisis con la administración, la policía, los cargos electos de nuestra provincia y representantes de los albinos (…) hemos decidido reunir a los 45 albinos para garantizar su seguridad», explica el fiscal de la República de Ruyigi, Nicodème Gahimbare. Esperando que la administración se haga cargo, el Sr. Gahimbare alberga desde hace una semana a los albinos en su casa rodeada de un muro de seguridad de 3 metros de alto.De siete los primeros días, son ahora 25 los que han respondido a la llamada.

Encontrado en la carretera principal que conduce a Ruyigi, Ephrem, un pequeño muchacho de ocho años, que aparenta cuatro, acaba de recorrer difícilmente 10 Km. a pie con su padre, desde su domicilio de Nyabitsinda.

«Los que tienen su mismo color de piel (albinos)son perseguidos porque se han vuelto objeto de comercio para algunos. Así que he decidido poner a salvo a mis dos niños que tienen su mismo color de piel», explica con vergüenza Protais Muzoya, padre de 10 niños de los que dos son albinos.

«No lejos de mi casa, unos criminales mataron a una muchacha que se parece a mis niños, ellos le cortaron los brazos, recogieron toda su sangre. Tengo miedo por mis niños», murmura. Un coche se detiene entonces al borde de la carretera y el conductor propone amablemente escoltar al padre y a su hijo, pero este último se pone a gritar y pelear.

«Mi hijo está aterrorizado por lo que ha oído, está aterrorizado por frases como » he aquí una fortuna que pasa» que se pronuncia a su paso», se lamenta su padre, decidiendo proseguir su viaje a pie. «Las amenazas contra los albinos son totalmente reales. Richard por ejemplo fue perseguido por cuatro asesinos armados con fusiles y pasó dos días en el bosque», afirma el fiscal.

«Estas partes del cuerpo se venden en Tanzania. Esta gente dice que van a ganar 600 millones de chelines (380.000 euros) por cada cuerpo de albino», prosigue, reconfortando en sus brazos a un pequeño muchacho también afectado por esta anomalía genética que causa una ausencia total de pigmentación de la piel y el cabello.

«La cuestión de los albinos debe convertirse en una cuestión nacional ya que de ahora en adelante sobrepasa el marco de nuestra provincia», avisa al fiscal. «Lo que pasa es espantoso porque los albinos en adelante están considerados como fuente de ingresos en este país donde cualquiera puede matar por 10.000 francos burundeses( siete euros).