A un pobre no le des un pez, enséñale a pescar. Las viejas recetas no sirven. Al menos, no para los pobres. Los peces gordos, los pescanovos, tienen la exclusiva. Pescar, arrasar. Una faena. Un robo. A un pobre no le des un pez, enséñale a patrullar. El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, lo ha […]
A un pobre no le des un pez, enséñale a pescar. Las viejas recetas no sirven. Al menos, no para los pobres. Los peces gordos, los pescanovos, tienen la exclusiva. Pescar, arrasar. Una faena. Un robo. A un pobre no le des un pez, enséñale a patrullar. El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, lo ha explicado esta semana en Madrid. «Busco un socio para vigilar las aguas senegalesas y acabar con la pesca clandestina». Necesitamos guardamares.
«Esos jóvenes que vienen a España en cayucos son en muchos casos pescadores que no pueden pescar ni un solo pez en las aguas de mi país, expoliadas por buques europeos y asiáticos», denuncia el presidente de Senegal. «Teníamos uno de los bancos pesqueros más ricos del mundo, pero los fondos marinos han sido esquilmados por piratas que capturan todo lo que pillan, incluso alevines». Para Abdoulaye Wade, tanto mal, incluso el mar, aún tiene remedio. «Si nos aliamos para desarrollar el sector pesquero y acabar con la pesca ilegal, la situación podría cambiar y los pescadores quedarse en Senegal». Muy sencillo. Y justo. «Queremos pescar peces, no inmigrantes», insiste el presidente.
La mitad del pescado que se consume hoy en Europa ha sido capturado en los países empobrecidos de forma ilegal. Son peces de contrabando. Nuestro continente se ha convertido en el principal mercado para la pesca pirata, un negocio que mueve cada año más de 14.000 millones de euros. Y la demanda crece. Devora. Devasta. Agota los mares.
La historia se la contó un aldeano mozambiqueño al escritor Mia Couto. «Un mono estaba asomado a un río y vio un pez dentro del agua. Y se dijo: este animal está ahogándose. El mono metió la mano en el agua, cogió al pez y lo sacó. Y el pez empezó a agitarse. El mono se dijo: qué contento está el pez. Y cuando el pez murió, el mono se dijo: lástima, si hubiera llegado antes». En esas estamos, seguimos. Regalamos cañas. Capacitamos pescadores. Patrocinamos carnadas. Montamos alianzas de civilizaciones… Llegamos tarde, una vez más. Y todavía nos da pena. ¡Qué monos!