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Pillaje, guerra e imperialismo en Africa

Fuentes: Gara

A De Beers, la poderosa compañía que controla el mercado mundial de diamantes, le preocupó saber (¡la imagen, ya se sabe!) que movimientos pacifistas, con ocasión de una campaña contra la comercialización de los llamados «diamantes ensangrentados», pretendían sustituir su sugerente eslógan «un diamante es para toda la vida» por el brutal «una amputación es […]

A De Beers, la poderosa compañía que controla el mercado mundial de diamantes, le preocupó saber (¡la imagen, ya se sabe!) que movimientos pacifistas, con ocasión de una campaña contra la comercialización de los llamados «diamantes ensangrentados», pretendían sustituir su sugerente eslógan «un diamante es para toda la vida» por el brutal «una amputación es para toda la vida», en recuerdo de las múltiples manos que el RUF (Frente Revolucionario Unido) de Sierra Leona amputó a la población civil durante los diez terribles años en los que cambió armas por diamantes saqueados que acabaron en algún lugar civilizado, pacífico y democrático del Primer Mundo. Bastante a menudo, esos refulgentes cristales de no sé cuantos quilates que se exhiben o se guardan en las cajas fuertes tienen su origen en el expolio, la guerra y la sangre de Africa. Al igual que otras piedras y metales preciosos, otros recursos energéticos, y otros minerales estratégicos como el coltan o el niobio, imprescindibles para nuestros móviles, y que acaban «blanqueados» a buen precio en los mercados metropolitanos, una parte significativa de esos diamantes que se regalan como «muestra de amor eterno» está estrechamente ligada, por medio de una complicada red de contrabandistas, traficantes de armas y gentes de las altas finanzas, a organizaciones armadas «rebeldes» africanas, que utilizan la violación, la tortura y la explotación sistemáticas para aterrorizar a la población de las zonas con ricos yacimientos, y así poder monopolizarlos, saquearlos y cambiarlos por armas. El negocio perfecto… para las transnacionales y para los intereses económicos y geoestratégicos de Francia, Gran Bretaña y USA, primeros beneficiarios del saqueo actual de Africa y principales exportadores de armas que «curiosamente» sirven para estimular y alargar conflictos en las zonas más ricas en oro, platino, diamantes industriales, petróleo, estaño, manganeso, cobalto y otros varios recursos estratégicos de los que depende su voraz capitalismo monopolista, sobre todo el yanki, cuyo intervencionismo militar en Africa va en claro aumento.

Angola, Uganda, Ruanda, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Sudán, República Democrática del Congo… todos ellos son países que han padecido o padecen aún larguísimos conflictos armados relacionados directamente con la lucrativa explotación y contrabando de sus recursos, bajo la cobertura de la guerra. Países cuya riqueza natural es paradójicamente su desgracia: un cuarto de los conflictos armados activos en 2003 tenía relación directa con el pillaje y con la mano alargada de los gobiernos y las multinacionales del Primer Mundo. Los presidentes congoleños Lumumba y Kabila fueron asesinados por querer controlar el acceso de las multinacionales a sus riquezas, y las atrocidades cometidas en este riquísimo territorio tienen relación con negocios que operan en Europa, Asia y Norteamérica. El presidente de Ghana fue derrocado cuando intentó hacer lo propio. En Angola, cuando triunfó un gobierno socialista, la CIA potenció y pagó a los rebeldes de UNITA en una interminable guerra que costearon «vendiendo» diamantes por 3.5 billones de dólares, que acabaron comercializados por De Beers. USA, que, ante la volatilidad de Oriente Medio, ha declarado el petróleo africano «de interés estratégico nacional» (para 2015 quiere que el 25% de su combustible sea africano), ya ha decidido que la próxima área «inestable», es decir, con serio riesgo de conflicto, sean los países de Africa Occidental, en torno al Golfo de Guinea (Nigeria, Guinea Ecuatorial, Santo Tomé y Príncipe, Camerún, Chad, Gabón, Congo Brazzaville…) poseedores, al parecer, de unas inmensas reservas petrolíferas, y sobre las que aumentan la presión y los desacuerdos fronterizos. De hecho, según «Le Monde Diplomatique» de julio, la actual estrategia estadounidense en África se basa en dos ejes: por un lado, conseguir un acceso ilimitado a los recursos estratégicos y a los mercados clave y, por otro, asegurar militarmente las vías de comunicación para el transporte terrestre y marítimo de petróleo y otras materias primas de Africa a EEUU.

Lo que ocurre en Africa es como una maldición bíblica: cuanto más ricos son en recursos naturales, más dependen de ellos y más atraen la voracidad de las transnacionales, con lo que localmente se siembra la corrupción, se alimentan las contiendas entre grupos «insurgentes» que ven la posibilidad de enriquecerse, se asienta la neocolonización económica y política del territorio, se «justifica» el activismo militar, «humanitario» de las potencias (sobre todo de Washington), y, finalmente, empeoran las condiciones de vida de la población en general, incapacitada de salir de la pobreza, el subdesarrollo y la subordinación al Primer Mundo. Duro destino el del continente africano al que, en esta fase de lucha del imperialismo contra la crisis económica, le toca padecer una vez más, como durante»the scramble for Africa» (la lucha interimperialista por Africa) del S. XIX, el pillaje de sus inmensos recursos (y la conflictividad consiguiente) para satisfacer, entre otros, la insaciable glotonería del imperialismo yanki, principal consumidor e importador de materias primas esenciales y de metales y minerales estratégicos de los que carece y que necesita, por tanto, tener bajo control y a bajo precio.

Aunque Marilyn Monroe nos intentara convencer de lo contrario, cuando cantaba aquello de que «los diamantes son los mejores amigos de las mujeres», las piedras preciosas y demás riquezas naturales sólo podrán ser compañeros de viaje de los y las antiimperialistas en la medida en que dejen de ser producto del pillaje, la explotación y la sangre de nuestros desposeídos camaradas africanos o de cualquier otro lugar del mundo.