Los que seguimos la realidad política cotidiana de Marruecos, la victoria del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) no ha supuesto ninguna sorpresa. Me hubiera sorprendido si hubiera ganado con menos margen. Es más, ese resultado se habría dado incluso en las elecciones del 2007, si las autoridades le hubieran permitido presentarse en todas las circunscripciones […]
Los que seguimos la realidad política cotidiana de Marruecos, la victoria del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) no ha supuesto ninguna sorpresa. Me hubiera sorprendido si hubiera ganado con menos margen. Es más, ese resultado se habría dado incluso en las elecciones del 2007, si las autoridades le hubieran permitido presentarse en todas las circunscripciones del país.
Lo cierto es que el PJD va a gobernar en Marruecos con un porcentaje de votos considerable, aunque el sistema electoral marroquí le obligará a buscar aliados para formar una mayoría estable en el parlamento. Va a gobernar en una coyuntura nacional, regional e internacional de gran complejidad y dificultad.
A nivel nacional, Marruecos está afectado por la crisis internacional -a pesar de los buenos resultados macro económicos-, lo que ha tenido repercusiones más graves, si cabe, sobre el poder adquisitivo de la gente, y ello se ha traducido en más descontento social y en conatos de protesta y de revueltas aglutinadas en torno al llamado Movimiento 20F.
En el ámbito regional, hay que observar las siempre difíciles relaciones con Argelia, las revoluciones del norte de África, que tienen sin duda su influencia en la agitación que se vive en las calles marroquíes, sin obviar las relaciones siempre complejas entre Marruecos y España, sobre todo ahora que ha ganado el PP, y con quien históricamente se han mantenido relaciones tensas y difíciles.
En el escenario internacional, la crisis ha llevado, por un lado, a las potencias con intereses en la región, a presionar para acelerar los cambios y a favorecer un entendimiento entre los países de la zona, pero por otro, sus capacidades de imposición por culpa de la crisis y las prioridades que impone, restan fuerza a esa presión. Por lo tanto, la coyuntura en la que debe actuar el PJD no es nada fácil y necesitará de un sostenido esfuerzo de colaboración, de diálogo y sobre todo dar respuestas convincentes a las tantas y acuciantes demandas.
El caso es que al PJD le toca gobernar de la mano de su líder más carismático, pero muy dado a la demagogia, al populismo y a la polémica, cualidades que no sólo utiliza en sus diatribas contra los adversarios políticos, sino hasta con sus correligionarios como cuando se enfrentó en el anterior congreso al secretario general que le cedió el puesto. Sin embargo, justo es reconocer que el PJD es el único partido político marroquí que renovó su secretario general en un reciente congreso, dejando en evidencia a todos los partidos políticos; algún que otro dirigente político y/o sindical ha quedado retratado, más como un dirigente autocrático que como dirigente de una organización democrática con la voluntad de transformar la sociedad. Y hablando de sindicatos, hay que señalar que en poco tiempo el PJD ha podido formar un sindicato afín, siguiendo así la tradición entre los principales partidos marroquíes de crear organizaciones sindicales análogas. En la actualidad, la Unión Nacional de Trabajadores Marroquíes (UNTM) creada por el PJD es una de las organizaciones más representativas en la mesa del diálogo social tripartito y en el Consejo Económico y Social, además de estar representada en la segunda cámara cómo las demás centrales más importantes del país.
Al contrario de lo que se dice y se escribe aquí estos días, el camino que llevó al PJD al poder en Marruecos no deriva de la moda islamizadora que afecta al mundo árabe y el norte de África; es más bien el resultado de una trayectoria de más de veinte años y, sobre todo, de una estrategia bien diseñada que se apoya en la construcción de un sólido tejido social capaz de ofrecer servicios y atender demandas básicas de la gente más necesitada, y que tanto el Estado como los partidos políticos tradicionales habían ignorado.
Su llegada al poder se debe también a una experiencia acumulada en la gestión de la cosa pública, a través de su papel en la oposición al gobierno, donde se caracterizó por un dinamismo extraordinario con diputados y sobre todo diputadas activas, poniendo sobre la mesa asuntos que preocupan realmente a la gente. Se debe, particularmente, a la buena gestión en los ayuntamientos y en las diputaciones que ha gobernado, unas veces en solitario en grandes ciudades, otras en coalición con socialistas y/o nacionalistas, demostrando habilidad y pragmatismo político, que en esta nueva fase de jefatura de gobierno les vendrá cómo anillo al dedo. De hecho, ya han anunciado que formarán gobierno en coalición con los nacionalistas del Istiqlal, con los socialistas del USFP y con los ex comunistas del PPS, todos ellos con experiencia de gobierno, y que les pueden ser útiles en la gestión de los asuntos más complejos cómo las relaciones con el Palacio y las relaciones exteriores. Es obvio, por otro lado, que a través de esa estrategia envían mensajes claros a diferentes destinatarios internos y externos sobre sus intenciones y sus planes. También habrán tomado nota de experiencias propias nefastas cómo las de regidores del PJD acusados de corrupción y de mala gestión, y que a diferencia de otras formaciones se les fulminó sin contemplaciones.
Dos apuntes para terminar:
• A pesar del triunfo del PJD, las movilizaciones del Movimiento 20F no han parado, lo que les obligará a abordar ese problema, sabiendo que es un movimiento que tiene básicamente reivindicaciones sociales (paro estructural, pobreza, vivienda, salud, educación,…), pero también, un movimiento que aglutina dos tendencias, los islamistas radicales ilegalizados y la izquierda radical extraparlamentaria, con objetivos que cuestionan las bases sobre las cuales se fundamenta el Estado. Por otro lado, las mujeres y sus organizaciones feministas ya se han manifestado en la calle la víspera del triunfo del PJD para advertirles sobre lo intocable de las conquistas, y sobre todo para recordarles el resto de las demandas, particularmente las que están estipuladas en el nuevo texto constitucional, y que los nuevos gobernantes tendrán que poner en marcha.
• Desde el día de las elecciones en Marruecos he seguido lo que se ha escrito o difundido en los distintos medios de comunicación españoles, y puedo afirmar que, salvo excepciones, los análisis y hasta las informaciones carecían de rigor, de profesionalidad y en algunos casos no pasaban de un mero ejercicio de inaceptable burla.
El proceso que se ha llevado y se lleva en Marruecos -esto no ha hecho más que empezar-, está lleno de carencias y dificultades, pero lo que es cierto es que no tiene vuelta atrás; estamos ante un proceso que ha empezado hace muchos años, antes de la muerte de Hassan II, y es una conquista del pueblo marroquí, activada por el aliento de las llamadas revueltas árabes y sobre todo por el empuje del Movimiento 20F.