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Entrevista a Tiken Jah Fakoly, cantante y activista marfileño. Vídeo [4.12m]

Plus Rien Ne M’étonne- (ya nada me asombra)

Fuentes: Rebelión/ Circulo de Bellas Artes

Tiken Jah Fakoly Tras una juventud marcada por su dedicación a la música, Fakoly se hizo conocido en 1993, cuando irrumpió en la escena musical marfileña con un discurso de denuncia y compromiso social en un momento crucial de la historia del país africano: la muerte de Hophuët Boigny, el dictador a la antigua usanza […]

Tiken Jah Fakoly

Tras una juventud marcada por su dedicación a la música, Fakoly se hizo conocido en 1993, cuando irrumpió en la escena musical marfileña con un discurso de denuncia y compromiso social en un momento crucial de la historia del país africano: la muerte de Hophuët Boigny, el dictador a la antigua usanza que dirigió Costa de Marfil entre 1960 y 1993. Como también demuestra el caso del gran Fela Kuti, hablar de un artista africano con un perfil políticamente comprometido es hablar de niveles de influencia política y, por lo tanto, de riesgo, impensables para un artista europeo o norteamericano. En 1999, ya consagrado internacionalmente, un nuevo episodio de inestabilidad sitúa a Tiken Jah Fakoly en el centro de la actualidad política de su país. En este caso, las disputas entre facciones rivales que se produjeron tras el golpe de estado de Robert Guéï constituyeron el trasfondo sobre el que el discurso de Fakoly contra la clase política en general y contra Guéï en particular fue ganando popularidad y, con ella, arreciaron las amenazas directas que terminaron con el incendio de su casa, la muerte de su amigo, el actor Camara ASH, y su exilio en Mali. En 2007, al tiempo que su último disco, L’africain, se convertía en un superventas en Francia, Fakoly anunciaba su intención de volver a actuar en Costa de Marfil, un gesto directamente relacionado con el proceso de reconciliación nacional en marcha en el país, que pretende acabar con siete años de guerra civil. Más allá de sus tomas de partido concretas respecto a la situación política de su país, las canciones de Tiken Jah Fakoly transmiten un mensaje de panafricanismo, laicismo y crítica a las principales instituciones de la globalización.

El pulso de África

Entrevista a Tiken Jah Fakoly de Isidro López

Fuente: http://www.circulobellasartes.com/ag_ediciones-minerva-LeerMinervaCompleto.php?art=236&pag=2#leer

Con frecuencia dices que recordar la historia de África es fundamental. ¿Qué partes de la historia africana habéis olvidado los africanos y qué partes hemos olvidado los europeos?

Ambos hemos olvidado la esclavitud. En África son, sobre todo, los dirigentes políticos los que nos hacen olvidar esta parte central de nuestra historia. Es un tema que potencialmente puede incitar a la rebelión contra los antiguos colonizadores y que no se toca demasiado en las escuelas. Es fundamental que nuestros niños conozcan la historia africana anterior a la colonización; que sepan que había reinos, imperios y civilizaciones muy estructurados que no tenían nada que ver con el caos que reina hoy. En las civilizaciones antiguas africanas se había llegado a una cierta abundancia y a un bienestar infinitamente mayor que el que tenemos en la actualidad. Para nosotros es muy importante conocer este hecho histórico, saber que África no siempre ha sido sinónimo de pobreza. A pesar de lo que se nos intenta hacer creer constantemente, África no tiene por qué ser pobre. Son las instituciones como el Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio las que hacen todo lo posible para que África sea un continente dependiente de los países ricos y no pueda construir su propio camino hacia el desarrollo. Por lo demás, tampoco en Europa se cuenta la verdadera historia de la colonización y de la esclavitud. Y ésta es la causa central de que exista el racismo. A los negros se nos sigue viendo en Occidente como los antiguos esclavos. Resulta fundamental que los occidentales tengan claro quién fue el agresor que organizó la colonización y la esclavitud. Y también que se sepa que en el combate se nos venció por la superioridad de medios técnicos. Para nosotros las guerras se hacían con arcos y flechas, no contra fusiles y hombres a caballo.

A lo largo de tu carrera, ¿qué has tomado de la tradición musical africana y qué has tomado de la tradición jamaicana? ¿El rastafarismo y su simbología han sido una influencia para ti?

He tomado el reggae roots jamaicano y le he añadido instrumentaciones africanas y, sobre todo, unas letras centradas en lo que vivimos nosotros, los africanos. En mi último disco, L’africain, hablo mucho más de mi continente: hay numerosas referencias a la unidad africana, pero también defiendo el derecho de los africanos a moverse libremente por el mundo. Para apoyar este mensaje he utilizado más instrumentos tradicionales africanos como la kora o el balafon. En mi opinión, cuando los africanos hacemos reggae no debemos caer en la tentación de copiar a los jamaicanos que, aunque sean también africanos, no tienen la experiencia real de vivir en África. Por lo demás, yo no soy un rasta religioso; canto reggae y me interesa el rastafarismo como movimiento. Respeto a los rastas jamaicanos, pero, simplemente, no hemos vivido la misma realidad. Yo he nacido en África y, aunque tenga las mismas raíces que ellos, mi historia no tiene nada que ver con la de los afroamericanos que fueron deportados como esclavos. Para ellos, Haile Selassie es un Dios mientras que para mí no es más que un antiguo jefe de estado africano, una persona normal y corriente. Como solía decir Linton Kwesi Johnson, es políticamente importante que el reggae vaya más allá del rastafarismo. Está muy bien lo de cantar a Jah Rastafari y a la ganja [marihuana en el argot jamaicano], pero lo verdaderamente importante es denunciar lo que está sucediendo y proponer soluciones.

Otro músico africano, Fela Kuti, dijo que para un artista africano hablar de la revolución es una obligación y no una opción estética. ¿Estás de acuerdo?

Completamente; nacer y crecer en África y no reaccionar ante lo que se ve allí a diario es prácticamente imposible. En África hay muchos artistas que hacen su música para distraer a la gente, sin mayores pretensiones, pero para los que queremos expresarnos a través de nuestra música, hablar de un cambio radical es inevitable. Ahora bien, en África, tomar partido tiene sus consecuencias. Por ejemplo, los artistas reggae que se han quedado durante estos años en mi país, como Alpha Blondy, no pueden mantener desde dentro un discurso combativo como el mío, es imposible.

¿Es el panafricanismo la respuesta política a esta dependencia forzosa?

Costa de Marfil es un buen ejemplo de un país artificial creado a raíz de la colonización para separar a las poblaciones de una región que siempre ha vivido en el mestizaje y el intercambio. Esta separación sólo sirve para excluir a los africanos de asuntos políticos que les afectan y que son tratados como asuntos internos de otros países. Por ejemplo, en mi país tenemos una guerra económica contra nuestros colonizadores por el control de los recursos naturales. Para que África mantenga una posición de fuerza frente al saqueo de nuestras riquezas es necesario que los africanos hablemos con una sola voz. Occidente puede enfrentarse a un país, pero no a todo un continente. Lamentablemente, el ochenta por ciento de los gobernantes africanos no han sido elegidos democráticamente. Esta falta de representatividad de nuestros políticos hace que la unión de los países africanos no sea una solución que podamos plantear a corto plazo; si no tienen legitimidad en el interior de sus países difícilmente van a poder dirigirse al resto de países africanos para plantear la unidad africana. Sin embargo, es la única vía posible a largo plazo. Lo importante es que desde hoy lancemos el debate y hablemos entre los africanos para sentar las bases de los Estados Unidos de África.

¿Cómo se ve la inmigración desde los países africanos?

Para nosotros la inmigración es algo completamente cotidiano, al igual que lo fue en su día para los españoles o para los franceses. Para un joven africano no hay ninguna posibilidad si se queda en su país. No hay absolutamente nada que hacer. La única solución posible es que los países occidentales nos den la posibilidad de gobernarnos a nosotros mismos y de perseguir nuestra propia vía de desarrollo. Lo que me parece extremadamente injusto es que si un español quiere ir a África se le conceda el visado al día siguiente o que a las empresas europeas se les de todas las facilidades del mundo para que se lleven los recursos de África, mientras que a nosotros se nos bloquea el camino para ir a trabajar. Por supuesto, mantener una postura favorable a la apertura de las fronteras no me impide ver las condiciones en las que viven los africanos que llegan a Europa. En París, por ejemplo, es muy frecuente que siete u ocho africanos compartan una misma habitación. Esto no sucede en África. Sin embargo, allí lo único que se percibe es que los que se han marchado se pueden construir una casa, pagarle un viaje a La Meca a su madre o ayudar a sus hermanos pequeños a ir al colegio.