Cientos de millones de personas en el mundo quizás no conozcan como se mueve un peón o un caballo, pero si oyen decir el nombre de «Bobby» Fischer inmediatamente saben que se está hablando del ajedrez. Fue esa popularidad global que alcanzó el juego ciencia durante su reinado, que permitió al excéntrico ajedrecista norteamericano alcanzar […]
Cientos de millones de personas en el mundo quizás no conozcan como se mueve un peón o un caballo, pero si oyen decir el nombre de «Bobby» Fischer inmediatamente saben que se está hablando del ajedrez. Fue esa popularidad global que alcanzó el juego ciencia durante su reinado, que permitió al excéntrico ajedrecista norteamericano alcanzar la proeza de mito viviente. Con el tiempo ese ídolo se auto desmoronó por su osadía y sus fobias.
Hoy, tras su captura por la policía japonesa en un aeropuerto de Tokio y su posible deportación hacia Estados Unidos, él mismo parece estar atrapado en un red de mate causado por sus propios errores de hace doce años cuando, ante los ojos del mundo, escupió una orden del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que le prohibía jugar un match de ajedrez porque transgredía un embargo económico impuesto, en ese entonces, a Yugoslavia.
Fischer se convirtió en Gran Maestro de ajedrez a los 15 años de edad, en 1958, y fue un héroe de su país durante la Guerra Fría cuando derrotó al entonces soviético Boris Spassky, en la final del Campeonato Mundial que se jugó en Reykjavic, Islandia, en 1972. Se mantuvo como campeón hasta 1975, cuando la Federación Internacional de Ajedrez le despojó del título por rehusarse a jugar con el entonces retador Anatoly Kárpov. Luego desapareció de la vista pública y se refugió en el anonimato. Veinte años después reapareció.
En su primera y única reaparición pública, Fischer jugó nuevamente contra Spassky, lo derrotó por 10 a 5 puntos y ganó 3.35 millones de dólares, que fueron pagados por un empresario yugoslavo de dudosa reputación. El gobierno estadounidense acusó a Fischer de violar las sanciones que las Naciones Unidas habían impuesto contra Yugoslavia por provocar la guerra civil en la aledaña Bosnia-Herzegovina. Era la primavera de 1992, desde entonces Fischer se convirtió en un fugitivo de la justicia norteamericana y él mismo se auto exilió.
Paroxismo antisemita
Por varias referencias de los ajedrecistas que lo vieron y jugaron con él, se sabe que Fischer vivió en varios países como Hungría, Filipinas y Japón. Pero él jamás volvió a conceder una entrevista a los grandes medios de comunicación, excepto a una pequeña radio filipina -Radio Byombo- desde donde lanzaba sus diatribas contra las autoridades de su país.
El climax de su paroxismo antisemita ocurrió el 11 de septiembre del 2001, cuando dijo que su país debió haber sido «destruido» y describió a los judíos como a una «manada de bastardos mentirosos y ladrones», pese a que su origen mismo es judío. Durante años también acusó al gobierno de su país de perseguirlo y de permitir que le robaran sus bienes personales que él dejó guardados en un depósito en California.
Su aversión por las autoridades y su paranoia son de vieja data, pero algunas de sus sospechas han sido confirmadas con el tiempo. Cuando estaba en el ascenso de su carrera, él decía que las autoridades y los ajedrecistas de la entonces Unión Soviética, conspiraban contra él y que lo vigilaban en todas partes.
Por aquel entonces, entre las décadas de los 60’s y 70’s, muchos pensaron que sus declaraciones eran solo las excentricidades de un genio. En 1996, sin embargo, años después de que se había disuelto la Unión Soviética y en el mercado negro se vendieran algunos documentos de la KGB, apareció un libro, «The Russian vs. Fischer», donde dos autores rusos, basándose en documentos alguna vez secretos, demostraron cuan seriamente las autoridades soviéticas tomaron la amenaza de Fischer contra el poderío del ajedrez soviético.
Desde reuniones especiales sobre las estrategias a desarrollar en los encuentros de ajedrez entre Fischer y los grandes maestros de ajedrez soviéticos, hasta estudios específicos del carácter personal de Fischer, aparecen detallados en el libro. O sea, la paranoia del genio tenía una razón de ser.
Y no solo los miembros del espionaje soviético persiguieron a Fischer, las de su propio país también. El año pasado se reveló que el FBI espió a su familia durante tres décadas, porque su madre había vivido en Moscú. Ella, Regina, recaló más tarde en Chicago, donde el 9 de marzo de 1943 nació Bobby -en la Internet hay copias de estos documentos. Cuando ella murió hace unos años, Fischer -por su condición de auto exiliado y fugitivo- no pudo estar presente en los funerales su madre.
Héroe y pendenciero
Alexander Roshal, editor jefe de la revista rusa de ajedrez 64, dijo que tenía sentimientos encontrados sobre Fischer. «Por un lado lo veo como un pendenciero, pero al mismo tiempo me parece un genio del ajedrez, alguien que ha contribuido mucho a este deporte (…) es patológicamente pervertido y antisemita, reniega su origen y sospecho que no es apreciado en EE.UU. Pero de otro lado ha hecho mucho por ese país y fue el único estadounidense en ganarle el campeonato mundial a un soviético».
Susan Polgar, ex campeona mundial de ajedrez, de origen húngaro y ahora residente en Forest Hills, Nueva York, cree que, a pesar de su feroz antisemitismo y los errores que cometió, el ex campeón mundial merece consideración ahora que está a un paso de enfrentar a la justicia norteamericana.
«Yo espero que todas las buenas cosas que él hizo por EE.UU. sean tomadas en consideración», dijo Polgar. «Aunque dijo comentarios controversiales, él en verdad no hizo nada equivocado», añadió la ajedrecista de 35 años quien conoció personalmente a Fischer en 1993, cuando él se auto exilió en Hungría.
La sentencia contra Fischer
Hace varios años, en un artículo publicado en Chess News, comentado la sentencia de un jurado federal contra «Bobby» Fischer -dictada el 15 de Diciembre de 1992- por haber violado una orden presidencial, el GM Larry Evans y Larry Parr plantearon la interrogante de sí para un ciudadano de Estados Unidos era un acto criminal jugar ajedrez en Yugoslavia.
«¿Bobby cometió un acto criminal cuando él empujó su peón rey dos casillas hacia adelante contra Boris Spasski (quien nunca fue perseguido por la justicia de Francia)? ¿Se puede cuestionar si él cometió un acto ilegal cuando violó una Orden Ejecutiva (Nº12810) firmada por el Presidente (George) Bush (padre) y no una ley aprobada por el Congreso? ¿O será que, cómo en el caso de Saddam Hussein, el hijo (George W.) quiere concluir lo que comenzó el padre (George H.)?
Pues bien, las leyes del gobierno federal de los Estados Unidos tienen provisiones para encarcelar a la gente que no obedece una ley que solo lleva la firma del presidente y que no necesita de la aprobación del Congreso -como es el camino regular en la mayoría de las leyes.
¿O acaso la Constitución no es la Ley Suprema? «No» replican Evans y Parr: «La Suprema Corte ha dictaminado que las obligaciones de los Estados Unidos bajo los tratados internacionales toman precedencia sobre los derechos garantizados a los ciudadanos en la Enmienda de los Derechos Civiles de la Constitución». (¿Se aplica eso en Irak?)
Fischer solo liquidó peones, alfiles, caballos, damas y reyes sobre un mar cuadriculado. Sus acciones no produjeron ninguna víctima. Él no mató ni hirió a ninguna persona; él únicamente jugó ajedrez.
Así, la conclusión de Evans y Parr fue: «Donde y cómo jugar ajedrez queda a la conciencia de cada individuo. Nuestra conciencia no nos permitiría jugar en la Yugoslavia donde ocurría una limpieza étnica; la conciencia de Bobby, asumiendo que él tiene una, le permitió jugar y tomar el dinero de los malvados. Bobby puede ser una persona a quien quizá no se le deba dar la mano. Pero él no es un criminal».
¿El rey ha muerto?