El imperio portugués no se quedo fuera del descarado reparto de las tierras africanas, realizado en la Conferencia de Berlín de 1885. Los imperialistas europeos, a pesar de los debates teológicos y de las rasgaduras de vestiduras por devolverle la libertad a los esclavizados africanos, veían en los territorios del continente madre, una simple propiedad, […]
El imperio portugués no se quedo fuera del descarado reparto de las tierras africanas, realizado en la Conferencia de Berlín de 1885. Los imperialistas europeos, a pesar de los debates teológicos y de las rasgaduras de vestiduras por devolverle la libertad a los esclavizados africanos, veían en los territorios del continente madre, una simple propiedad, que incluía además de la riquezas mineral y forestal, a las personas que allí habitaban. Se oponían al comercio de hombres y mujeres para explotarlos como mano de obra en América, pero no tenían consideración alguna para adentrarse en las costas africanas a saquear productos y forzar para ello a poblaciones enteras. Por supuesto, en cada lugar, se encontraban con residentes sin escrúpulos que traicionaban a su propia gente.
La división geográfica de África fue formando grandes repúblicas y mini repúblicas, de acuerdo al poder de las potencias pretendientes y de los intereses de cada una de ella. Un río y sus márgenes, podía convertirse en un Estado, un grupo de islas, la sospecha de que en determinado periplo puede haber determinado mineral y la solución es pasar rayas y dividirlo para no pelearse entre imperialistas europeas. Basta ver los pequeños estados de la costa de África Occidental, para comprender esta reflexión. En África, un país puede medir de 455 km2 como Seychelles, hasta 2.555.000 de Km2, como Sudán. Aunque eso importa poco para los pueblos originarios, ellos cruzan con sus idiomas maternos las fronteras artificiales, los desiertos, los mares, ellos cruzan África, en un continuo desafiar de la historia oficial impuesta en Europa.
Los portugueses, menos fuertes que los francés y los ingleses, pudieron quedarse con Mozambique, Angola, Sao Tome – Príncipe, Cabo Verde y Guinea Bissau. Sus métodos en nada diferían de sus colegas imperiales: Explotación, imposición del idioma, esclavismo de la población originaria, creación de nuevas élites, torturas y aniquilamiento sistemático de la gente y su cultura.
Amílcar de África
En el pequeño territorio de Guinea Bissau (36.125 Km2), que antes integró la gran cultura Malí (la cual se extendía por toda África Occidental) nació Amílcar Cabral, de familia acomodada, lo que le permitía estudiar en las islas preferidas por los ocupantes portugueses, Cabo Verde, justo al frente de su tierra natal. Cabo Verde, cuya extensión territorial no supera en su conjunto los 1.000 Km2, era para Amílcar, también su pueblo. Al igual que toda Africa debía ser una sola nación. Así pensaba Amílcar.
Así escribía, así soñaba mientras reflexionaba en torno al marxismo y las grandes revoluciones libertarias de la humanidad.
Al contrario de Mándela y Lumumba, que alcanzaron la independencia de sus países, merced a la resistencia pacífica y al atraer la presión internacional, Amílcar, se vio obligado a tomar el camino de la lucha armada, tras de ser expulsado de su país. Lo que para él, era la oportunidad de conocer su patria Africa. Con treinta y un año (1955) se une al Movimiento de Liberación de Angola. Con esa experiencia regresa a Bissau para constituir el «Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde».
El solo nombre del partido es toda una proclama que indica que los africanos debían unirse para independizar a cada pedazo de tierra en esos 30 millones de kilómetros cuadrados. Amílcar proclama a la vez la unidad política de Guinea (omite el Bissau, guiado por el criterio de unificación).
«…La liberación nacional del pueblo es la reconquista de la personalidad histórica de ese pueblo, es su regreso a la historia como un medio de destruir la dominación imperialista a la cual ha sido sometido…Sólo la libertad, y nada más que ella, puede garantizar la normalización del proceso histórico del pueblo. En consecuencia, podemos concluir, que hay liberación nacional cuando y sólo cuando las fuerzas productivas nacionales están completamente libres de dominación extranjera. El fenómeno de la liberación nacional corresponde, esencialmente, a una revolución». (Amílcar Cabral: Discurso en la I Conferencia de los Pueblos de Asia, África y Latino América. En Cuba, febrero de 1966).
Mientras empuñaba su fusil libertario, Amílcar, explicaba al mundo su ideario revolucionario y se sumaba a las corrientes históricas que en el Sur, bregaban libertad. Las ideas y manos de Amílcar se complementaron con las del Che Guevara y con las de Fidel Castro, guiado tan solo por la consigna que orienta a los grandes hombres y mujeres del universo «Patria es Humanidad».
El 1 de enero de 1973, el nuevo año amanece con la muerte del Guerrillero Heroico Africano, el combatiente Amílcar Cabral, solo a meses de la declaración de la independencia (10 de septiembre de 1974). Lo mato el imperio, con sicarios del propio Bissau, en la vecina Guinea (Conakry). Asesinaron al gran pastor de la unidad africana. Porque los imperialistas saben que si Africa se une les cortará esa inagotable fuente de riqueza negada a la propia gente del continente de Amílcar.
«Estamos luchando para que nuestros países, que han sido martirizados y despreciados durantes siglos, no sean gobernados más por los insultos, para que nuestros pueblos más nunca sean explotados por los imperialistas, de paso no sólo por gente de piel blanca, porque no estamos confundiendo la explotación o los explotadores con el color de las piel de los hombres; sino que nosotros no queremos ningún tipo de explotación en nuestros países, ni siquiera por gente negra». (Amílcar Cabral en Cuba, febrero de 1966).
Camarada Amílcar, por un África para África, la lucha sigue.