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Charla a los trabajadores del SU de Huelva

Por nuestros padres y por nuestros hijos

Fuentes: Rebelión

Este texto es un resumen de la intervención de Manuel Navarrete en la asamblea de delegados del Sindicato Unitario de Huelva, el 12/4/2013

Nuestros padres y nosotros

Soy más joven que muchos de vosotros, y por eso me ha tocado vivir en el mundo de la precariedad. Yo soy profesor, tengo una carrera, pero soy profesor interino, temporal, como casi todos los trabajos hoy en día. En teoría cobro 2 mil euros al mes, pero sólo trabajo unos meses al año. En un buen año puedo ganar 8 mil euros. Así que en realidad cobro menos de 700 euros al mes. ¿Con 700 euros se puede vivir hoy en día? ¿Se puede pagar una hipoteca? ¿Se pueden tener hijos?

Mi padre era obrero de fábrica, en la Fasa Renault de Sevilla. No tuvo estudios, pero tenía un contrato fijo, un sueldo fijo, derecho a ponerse malo, a vacaciones. La generación de mi padre pudo tener casa, porque una casa costaba 2 millones de pesetas. Nos llevó a la Expo. Pudo llevarnos a la playa en verano.

La generación de mi padre siempre será del PSOE, porque ese gobierno coincidió con esos años felices. Se acabó la dictadura de Franco, llegaron los fondos europeos y se pusieron a construir carreteras, aeropuertos e infraestructuras. La generación de mi padre creía que la economía siempre iba a crecer, que sus hijos viviríamos mejor que ellos.

Pero se equivocaban. A la vez que Felipe González aceptaba los fondos europeos, aceptaba que este país perdiera toda soberanía. Soberanía significa poder disponer de tus recursos, administrarlos como quieras, tener tu propia moneda, tu propia política económica. La entrada en la Unión Europea significó que el Estado español renunciaba a su soberanía.

Consecuencias de la renuncia a la soberanía

Ahora tenemos bonitas carreteras y aeropuertos, perfectas para que vengan turistas alemanes o ingleses. Pero, a cambio, la Unión Europea nos ha obligado a privatizar las empresas públicas: Telefónica, Endesa, Repsol, Seat, Iberia, Renfe.

La UE impulsó la globalización, es decir, que no existiera soberanía por parte de los Estados, que las empresas compitieran a nivel internacional. Así, gran parte de las industrias empezaron a irse a países donde pudieran pagar salarios más bajos.

Lo que ahora estamos viviendo no es más que la consecuencia de aquello:

1) Al no existir empresas públicas, el Estado no capta ese dinero, que va a manos privadas. El Estado tiene que pedir préstamos, y aumenta la deuda. Para pagar los intereses, el Estado se endeuda aún más.

2) Al no haber industria, España queda condenada a los servicios, el turismo y el sector agrícola. Esto significa subdesarrollo, porque estos productos no pueden competir con la industria, tienen menos valor añadido. Por eso los países más industrializados han sido siempre los más ricos, y los más campesinos los más pobres.

Por tanto, la crisis que vivimos ahora no es algo nuevo, sino que se venía incubando desde hace años. Desde que Felipe González nos metió en la Comunidad Europea, por más que en ese momento pudiéramos vivir una prosperidad aparente.

Y yo os pregunto: ¿algún partido parlamentario, incluso de esos que se llaman muy de izquierdas, cuenta las cosas así? Pues eso es lo que ha pasado, y es innegable.

Movilizarnos sin confusión

Por eso es importante movilizarse. Pero no me gusta el populismo ni la demagogia. Últimamente hay muchas movilizaciones, pero si queremos que lleguen a buen puerto, deben superar la confusión. Porque no basta con estar indignados. Hay que estar organizados. Y porque si no nos representan, tendremos que construir un poder popular que sí sea representativo.

Se dice que «no es una crisis, sino una estafa», y eso es una verdad a medias, es decir, media mentira. No es una estafa, es una crisis con todas las de la ley. Y los que mandan no pueden evitarla.

Sabéis que hoy día son muchos los colectivos de trabajadores que protestan. Pues bien, el sistema no podría satisfacer todas sus demandas a la vez aunque quisiera, porque entonces los ricos dejarían de ser ricos, y eso no puede ser bajo el capitalismo, porque se hundiría. Así que lo que es una verdadera estafa es el sistema capitalista. Y la verdad es que para luchar contra la pobreza hay que luchar contra la riqueza.

Pero hay más confusiones. Como hace unos años se podía vivir aceptablemente y ahora no, se suele culpar al «modelo» de capitalismo actualmente imperante. Es otro error. Bajo el sistema capitalista, en todos sus modelos, siempre hubo desahucios, paro y miseria. Los años de bonanza fueron una excepción histórica, en cuyas causas no vamos a profundizar, pero que tienen mucho que ver con la sobreexplotación del Tercer Mundo y con la existencia de la Unión Soviética. Porque ahora se critica mucho a la URSS, pero la verdad es que los capitalistas se veían obligados a competir con ella en bienestar y otorgar concesiones sociales. En todo caso, las premisas han cambiado, el periodo de bonanza por desgracia ha durado muy poco y, además, no volverá.

La televisión nos inculca la idea de una crisis pasajera, una honda que ahora va hacia abajo pero volverá a subir hacia arriba. Pero eso no tiene por qué ser así necesariamente. ¿Cómo van a dar trabajo a los 6 millones de parados?

La historia demuestra que un país rico puede convertirse en pobre. El caso más reciente: Argentina. Hace no muchos años, los españoles emigraban a Argentina a buscar trabajo. Luego, aplicando las mismas recetas que ahora la UE nos impone a nosotros (privatización, desindustrialización, pérdida de soberanía), se hundieron. Y no volvieron a resurgir hasta que rompieron con esas recetas.

La actitud de «esperar y aguantar hasta que la crisis pase» no es realista. Máxime si, por el camino, nos lo roban absolutamente todo.

Un poder paralelo

Entonces, ¿qué quiero decir? ¿Que no hay solución? ¿Que estamos perdidos?

No. Los de arriba no pueden gobernar sin el consentimiento de los de abajo. Ahora hay un libro muy famoso que se llama «Hay alternativas», y yo digo que sí, hay alternativas… pero no las que dice el libro. Las políticas reformistas, socialdemócratas que propone no volverán nunca porque han desaparecido las premisas que las hacían posibles.

Hay soluciones, sí, pero no las que dice la tele. La solución no pasa por votar a otro partido en las próximas elecciones. Existe una diferencia entre la apariencia de los procesos históricos y su esencia. En apariencia el reformismo negoció concesiones pacíficamente. En esencia, lo que realmente ocurrió fue que existía un gran contrapoder de la clase trabajadora a nivel internacional, que fue el que forzó las concesiones preventivas.

Así pues, la solución pasa porque la clase trabajadora, incluyendo a los parados, se autoorganice. Pasa porque creemos un poder paralelo al de ellos, acumulando fuerzas hasta que algún día seamos más fuertes que ellos. Tenemos que crear asambleas estables en el tiempo en los barrios y en los centros de trabajo. Tenemos que deliberar y tomar decisiones en ellas. Tenemos que solucionar nuestros propios problemas, las necesidades más inmediatas del pueblo.

Pongamos ejemplos. Los Panteras Negras lo hicieron en los barrios negros de los EE UU. Crearon un programa de desayuno gratuito para que los niños no se fueran al cole con el estómago vacío. Pero no hacían caridad como los curas, sino que, al mismo tiempo, le dijeron a la gente que luchara, que se rebelara, que su pobreza era culpa de la riqueza de otros. Y se hicieron con armas para vigilar los abusos de la policía, que les machacaba en los barrios. Y cuando los Panteras Negras aparecieron con sus armas, la policía se lo pensó dos veces antes de maltratar a los negros del barrio. Y así se ganaron el respeto del pueblo.

Experiencias de contrapoder y criminalización

Pero no hay que irse tan lejos. En la corrala la Utopía de Sevilla, un grupo de familias desahuciadas ha ocupado un bloque de viviendas para vivir. En Somonte un grupo de jornaleros en paro ha ocupado una finca abandonada, y la han puesto a producir. Conozco gente que se plantea ocupar fábricas abandonadas y hacer lo mismo. La experiencia de las fábricas recuperadas no sería nueva. Ya se practicó en Argentina, cuando tuvieron su crisis, y es perfectamente posible.

Pero nada de eso lo puede hacer una persona sola. Solos no somos nada. Sólo tenemos fuerza si estamos unidos. Y ese es el único camino para cambiar las cosas. Pero la unidad no debe ser una unidad a secas, sino una «unidad para». Queremos unidad para luchar, no para claudicar, como CC OO y UGT.

Los medios de comunicación son empresas y mentirán. Nos llamarán violentos, pero violentos son ellos. Violenta es la policía cuando reprime a la gente. Violencia es un desahucio. Violencia es que no se respeten los convenios colectivos. Violencia es que la gente esté obligada a hacer horas extra, o si no los echan a la calle. Violencia es que en muchos trabajos sólo se cotice una parte de las horas que realmente se trabajan. Violencia es que suban los precios de todo mientras estancan los salarios o los bajan. Violencia es que casi todos tengamos que estar mal para que unos pocos sean millonarios.

Yo lo tengo muy claro: si vas por la calle y te roban la cartera, te defiendes. Y de igual modo, si la troika, la UE, el gobierno y la patronal nos roban la cartera, tenemos que defendernos y parar esto. Por las buenas o por las malas.

Nosotros y nuestros hijos

Muchos de vosotros tendréis hijos, y otros estaréis pensando en tenerlos. Pero si dejamos que nos roben todos nuestros derechos sociales y laborales, nuestros hijos van a tener una vida deprimente.

Hay trabajadores que no se movilizan porque tienen hijos y no quieren meterse en líos. Pero al no movilizarse meten a sus hijos en el peor de los líos: el lío de toda una vida esclava, trabajando de sol a sol, sin el menor derecho.

La historia misma demuestra que los derechos no caen del cielo, sino que se conquistan por la fuerza, a través de la lucha. Y si dejamos de luchar y de organizarnos, si nos rendimos, pasa lo que nos está pasando ahora. Cuanto más cedamos, más avanzarán ellos.

Hace unas décadas, y no sólo aquí sino en toda Europa, no había derecho a cobrar el paro, a las vacaciones pagadas, a la baja por maternidad, a la baja por enfermedad, al convenio colectivo, a la seguridad social, a la educación gratuita.

Si no nos organizamos, la siguiente generación no tendrá tampoco ninguno de estos derechos. Y la única herencia que le dejaremos a nuestros hijos será una hipoteca, un trabajo precario, una vida miserable y hospitales y escuelas privadas. Está en nuestra mano evitarlo, pero sólo será posible si luchamos en un proceso coherente, con objetivos claros, que amenace al poder. Si luchamos por otra sociedad diferente y más justa. Por la revolución.

Me gustaría terminar compartiendo con vosotros unos versos de Bertolt Brecht que me gustan especialmente. El poema se titula «Oda a la dialéctica»:

Con paso firme se pasea hoy la injusticia. Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más. La violencia garantiza: «Todo seguirá igual.» No se oye otra voz que la de los dominadores, y en el mercado grita la explotación: «Ahora es cuando empiezo.» Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora: «Jamás se logrará lo que queremos.»

Quien aún esté vivo no diga «jamás». Lo firme no es firme. Todo no seguirá igual. Cuando hayan hablado los que dominan, hablarán los dominados. ¿Quién puede atreverse a decir «jamás»? ¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De quién que se acabe? De nosotros también. ¡Que se levante aquel que está abatido! ¡Aquel que está perdido que combata! ¿Quién podrá contener al que conoce su condición? Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana y el jamás se convierte en hoy mismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.