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Haciendo el trabajo sucio de Israel

¿Por qué envía Israel demandantes de asilo a Uganda?

Fuentes: Aljazeera

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Mientras consideraba posibles sitios para una patria judía hace más de un siglo, Teodoro Herzl -el padre del sionismo político moderno- propuso Uganda como un refugio temporal para judíos perseguidos.

Irónicamente, Uganda recibe ahora a otros pueblos perseguidos, esta vez a refugiados africanos que han buscado asilo en Israel solo para ser encarcelados y luego devueltos al continente africano.

Como informó el periódico israelí Haaretz en un artículo de febrero de 2014 titulado «Israel aerotransporta demandantes de asilo a Uganda», condiciones duras en los centros de detención más una compensación financiera nominal han facilitado la deportación de numerosos migrantes bajo la guisa de «partida voluntaria».

El artículo cita al director israelí de Línea Directa para Refugiados y Migrantes respecto a esta no-solución a los sufrimientos de los refugiados: «Se sabe que Uganda deporta a demandantes de asilo a sus países de origen».

También se cita la evaluación de la organización de que «‘partida voluntaria’ es el resultado de fuerte e ilegal presión psicológica sobre demandantes de asilo, detenidos, aislados y desesperados, que más de una vez ha incluido amenazas y mentiras». Haaretz menciona además que «la posición del Alto Comisionado de las Naciones Unidas sobre Refugiados es que no se puede considerar que gente esté actuando por su propia libre voluntad si la alternativa que tienen es entre detención y ser devueltos a su país».

Exportando inhumanidad

El motivo para el insincero envío de un éxodo «voluntario» de refugiados es, por supuesto, evitar que un equilibrio demográfico ya precario en Israel se desplace a favor de no-blancos no-judíos. Después de todo, otorgar derechos a semejantes sectores solo pondría en peligro la perpetuación de la etnocracia-disfrazada-de-democracia de Israel.

Otros métodos israelíes de encarar el aparente excedente de africanos en el país han incluido la incitación política a violencia antiafricana y la inyección forzosa de contraceptivos a mujeres etíopes.

Como señaló el periodista israelí-canadiense David Sheen, entre noviembre de 2012 y mayo de 2013, el Estado judío había aprobado solo una solicitud de asilo de una población de aproximadamente 60.000 demandantes de asilo africanos no-judíos en Israel. Casualmente el demandante era albino.

«Cuando Israel hace redadas de y deporta refugiados africanos, se burla de los millones de judíos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial porque nadie les otorgaba refugio», ha observado Sheen.

¿Pero qué puede ganar Uganda gracias a la participación en la exportación de inhumanidad? Un informe de 2013 en la revista Vice detalla las ventajas del asunto: Descuentos por armas y entrenamiento militar para países africanos dispuestos a hacer el trabajo sucio de Israel.

Sin duda, el prolongado éxito de Israel en la opresión de palestinos y otros árabes hace que su experticia sea mercadeable entre Estados abusivos. El interés de Uganda en armas israelíes es tal vez menos que sorprendente en vista de la conducta de su propio ejército y fuerzas de seguridad, caracterizada frecuentemente por tortura y otras violaciones de derechos humanos.

De vuelta en 2003, Haaretz publicó un artículo sobre la visita del presidente ugandés Yoweri Museveni a Israel con el fin de «adquirir armas», una excursión que se dice fue «organizada por un mercader de armas, Amos Golan, de la compañía Silver Shadow que

representa a IAI [Israel Aircraft Industries] y otras industrias de la defensa israelíes en Uganda». Puntos de interés del itinerario incluyeron una exhibición aérea de drones sin piloto.

Naturalmente no se puede esperar que políticas neoliberales comprometidas con el bienestar de la industria de armamentos por sobre el bienestar de seres humanos pierdan el tiempo ayudando a que refugiados encuentren refugio. De un modo bastante auspicioso para la industria mencionada, el régimen israelí insiste en referirse a los demandantes de asilo africanos como «infiltrados», lo que connota criminalidad y facilita la ilusión de un flujo permanente de enemigos que hay que combatir.

La negación de Uganda de la existencia de algún acuerdo de deportación con Israel significa que la rendición de cuentas por la vida humana representa aún menos una opción.

Derecho territorial

El artículo en la revista Vice señala que, hasta septiembre del año pasado, aproximadamente 40.000 «infiltrados» africanos provenían de Eritrea, «un país con uno de los peores historiales de derechos humanos en el mundo».

El autor comenta a continuación, con un sarcasmo bien dirigido, que «esta gente no llega a Israel porque les guste aumentar su consumo de matza o para vivir ilegalmente en tierra palestina; tratan genuinamente de escapar a la persecución y encontrar una manera de sobrevivir».

Por cierto, Israel goza de una especie de monopolio cuando se trata de la práctica de establecerse en el territorio de otros.

La apropiación de Palestina en 1948 -el año de la fundación espontánea de Israel- incidentalmente preparó el terreno para un período menos amigable en las relaciones entre Israel y Uganda. En 1976, miembros del Frente Popular por la Liberación de Palestina y de la banda alemana Baader-Meinhof secuestraron un vuelo de Air France de Tel Aviv y lo desviaron al aeropuerto de Entebbe en Uganda en un intento de lograr la liberación de prisioneros en Israel y otros países. Los militares israelíes realizaron una sangrienta misión de rescate de rehenes que fue condenada por el Secretario General de las Naciones Unidas como «una seria violación de la soberanía de un Estado miembro de las Naciones Unidas».

Ahora, bajo el actual acuerdo de deportación, Uganda está involucrada en nada menos que una misión para asegurar las propias fronteras de Israel, que están amenazadas por «infiltrados» aparentemente tan indistinguibles los unos de los otros por su negritud por lo que pueden ser repatriados a cualquier sitio en África.

La complicidad de Uganda en el dominio de una visión del mundo basada en el apartheid y la limpieza étnica es en sí una violación seria – no de fronteras, sino de la dignidad humana. 

 

Belén Fernández es autora de The Imperial Messenger: Thomas Friedman at Work, publicado por Verso. Es editora colaboradora de Jacobin Magazine.

Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2014/04/uganda-asylum-israel-dirty-work-201445141832792192.html