¿Cómo puede cambiar a una persona ciertos pensamientos ideológicos ya establecidos, que son peligrosos para la unidad nacional, y que se espera que Ruanda acabe con ellos en 15 años y consiga un país más unido, sin tener en cuenta que el genocidio todavía es una amenaza, aunque remota? Esta parece ser la cuestión que […]
¿Cómo puede cambiar a una persona ciertos pensamientos ideológicos ya establecidos, que son peligrosos para la unidad nacional, y que se espera que Ruanda acabe con ellos en 15 años y consiga un país más unido, sin tener en cuenta que el genocidio todavía es una amenaza, aunque remota?
Esta parece ser la cuestión que más preocupa a los funcionarios ruandeses que participaron en un taller de evaluación y consulta de dos días, organizado por el National Unity and Reconciliation Commission (NURC) (Comisión nacional de la unidad y de la reconciliación). Los representantes de 35 divisiones de los tres distritos de Kigali mostraron muchas más dudas que confianza en el fin de la ideología del genocidio.
Ya que se suponía que el taller debía realizar la evaluación y consulta, había una pregunta que se tenía que contestar al final, aunque fuese de forma titubeante, acerca de si había una esperanza de que el país acabase con esa ideología.
Una razón por la que todavía había problemas, según los participantes, es que los funcionarios de los tribunales tradicionales, que juzgan a los responsables del genocidio mucho más rápido que el Tribunal Penal Internacional de Arusha, tienden a aceptar sobornos y ocultan las pruebas de individuos que habían participado en el genocidio. La idea propuesta fue que por ejemplo este problema podría desaparecer con la movilización y estableciendo castigos.
Es difícil decir si los participantes conciben diferencias entre los pensamientos establecidos y las ideologías, y si hay mucho trabajo que hacer para acabar con las ideologías, y que tipo de campañas de movilización pueden conseguirlo.
¿Qué es lo que hace que las personas retengan algunas ideas en sus mentes tras años de arenga y trabajo para eliminar una situación así? ¿Hay algún sector de la población ruandesa que desee que se repita en el futuro lo que ocurrió en 1994?
Hubo un intento en el pasado, no en Ruanda, sino en Tanzania, de descubrir lo que puede llegar a conseguir o no la ideología. Sus resultados fueron más o menos certeros, aunque las autoridades no los habían previsto muy bien.
Quizás Mwalimu Nyerere sabía que los resultados del estudio eran certeros, pero no tenía ninguna razón para darlos a conocer, mientras que por ejemplo, en la Universidad de Dar es Salaam eran muy escépticos sobre el estudio. Dicho estudio estuvo dirigido por John R. Nellis y fue publicado alrededor de 1972, durante el apogeo de la ideología Ujamaa.
Lo que descubrió el Dr. Nellis, tanto en términos de un muestreo de opiniones como del uso de modelos que han sido utilizados en otras partes, fue que dicha ideología podría triunfar, pero sería algo difícil ya que significaría cambiar la forma que tienen las personas de pensar y hacer las cosas, es decir, convertirse en personas nuevas, como luego ocurrió.
No es muy raro oír en la retórica socialista la cuestión de crear un nuevo hombre sin el egoísmo del capitalismo, incluso el lema «fight against fisads» (lucha contra los demasiado corruptos) está encerrado en ese pensamiento establecido, que hace que nos dediquemos a trabajar para aumentar la asistencia social de la población, pero poco. De esta manera consiguen dinero en efectivo por el método de financiación BOT*.
Por supuesto, el tema en Ruanda es diferente, pero si hay una premisa suficiente para llamar «ideología» al pensamiento del genocidio, significa que hay suficientes y profundas raíces para que se tome a dicho pensamiento establecido como un factor independiente en el carácter social del país.
La búsqueda de la forma de solventar la cuestión está condicionada a dos opciones que aparecen en la historia del país, pero que no han sido desarrolladas oficialmente. Hasta ahora el esfuerzo consiste en movilizar a las personas para que abandonen los prejuicios sobre ser Hutu o Tutsi, pero la realidad refuerza diariamente el pensamiento establecido.
En 1987, en el Centre for Black African Studies, en la Universidad de Burdeos I, en Francia, un investigador que había pasado algunos años en la parte este de África, presentó un documento sobre el conflicto de destrucción mutua entre los Tutsis y los Hutus, en los estados del África central.
Expuso su punto de vista, basado en un concepto de grandes olas de sentimientos históricos, del teórico francés de principios del siglo XX, Fernand Braudel, en el que los pensamientos establecidos en una zona etnopolítica dada, como por ejemplo, pensamientos nacionalistas, raciales o religiosos, se mantienen durante largos períodos de tiempo. El agente crucial para la continuación de los sentimientos es la memoria de las guerras, catástrofes y esperanzas.
Hay momentos en los que las catástrofes cambian los pensamientos ya establecidos, por ejemplo, la II Guerra Mundial fue un catalizador que produjo un gran cambio en los pensamientos de los países del Eje, pero que permanecieron intactos en los países aliados, al reforzar sus opiniones en algunos aspectos.
Alemania y Japón, así como Italia, cambiaron profundamente, mientras que Francia mantuvo su estructura e intentó recuperar su orgullo perdido tras haber sido abordada por las fuerzas del mariscal Keitel durante seis meses (no los cuatro años de la I Guerra Mundial). Así luchó durante dos largas guerras coloniales en Vietnam y Argelia, mientras que Gran Bretaña aceptó el cambio y supervisó la descolonización.
La cuestión es si el genocidio ruandés de 1994 es uno de los cambios de los pensamientos ya establecidos, como los países del Eje tras la II Guerra Mundial, o si refuerza aquellos prejuicios como con Francia, además de Estados Unidos y el Reino Unido, ya que aceptaron la democracia y la descolonización.
Habría parecido que los hechos de 1994 no son tan sustanciales para cambiar los pensamientos ya establecidos, en comparación con las catástrofes de Uganda con Idi Amin y el régimen militar de Obote-Okello, y con los cinco largos años de guerra para acabar con este régimen. En adelante, Uganda fue mucho menos tribalista.
La razón por la que los hechos de Ruanda no cambiaron suficientemente los pensamientos establecidos está reflejada en un comentario, a menudo rebatido, del economista de desarrollo británico Geoffrey Kay, que causó un alboroto en círculos marxistas en 1976 al decir que África estaba subdesarrollada como consecuencia del colonialismo, no por haber sido explotada, sino por no haber sido explotada lo suficiente.
El sufrimiento de Uganda llegó a todos los sectores de la sociedad, a todas las tribus y a todas las distintas opiniones, mientras que en Ruanda el asesinato de masas fue paralizado tras 100 días, sin el hambre que golpeó a los Hutus durante el genocidio. También sufrieron represalias por parte del ejército patriótico de Ruanda, en gran parte Tutsis, y que aún permanece de esta manera.
Los acontecimientos históricos tienen una manera de conseguir mayores efectos para que los países pierdan su orgullo y acepten la ley de Cristo de amar al prójimo, y así la I Guerra Mundial tuvo que ser recreada de nuevo, con la II Guerra Mundial, para que Alemania y Francia dejasen de entrar en guerras.
Los suníes y los chiitas lucharon por primera vez en la guerra entre Irán e Iraq durante ocho años y después repitieron el conflicto tras el derrocamiento de Saddam Hussein por parte de Estados Unidos. El objetivo principal fue realizado en menos de un mes, pero la guerra civil continua tras cinco años. Si las guerras étnicas de Ruanda y Burundi no se han satisfecho con sangre, el Seños obliga.
(Publicado en This Day, Tanzania, el 18 de junio de 2009) Traducido por Patricia Herrero Pinilla, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.
* Las siglas BOT se refieren a Build-Operate-Transfer, una forma de financiación, por la que una entidad privada recibe una concesión, ya sea del sector privado o del público, para financiar, diseñar, construir y operar unas instalaciones establecidas en el contrato de concesión. Esto permite al que propone el proyecto de financiación recuperar su inversión.