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Una evaluación estadounidense

¿Por qué Vietnam sigue siendo importante? (Parte II)

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


 John Fitzgerald Kennedy debería haber conocido mejor el país

 

John Fitzgerald Kennedy y Lyndon Baines Johnson -Foto: Abbie Rowe, John F. Kennedy Presidential Library and Museum, Boston.  

Matthew Stevenson, en exclusiva para CounterPunch, ha viajado desde Hài Phòng y Hanoi, en lo que antes era Vietnam del Norte, hasta las tierras altas centrales y Ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, en búsqueda de los vestigios de la guerra de EE. UU. en Vietnam. Esta es la II Parte de una de serie de ocho (Véase aquí la I Parte).

En mi viaje más reciente a Vietnam, como quería visitar Kontum, Pleiku y las tierras altas centrales, decidí viajar con mi bici. Sabía que empaquetarla y llevarla de forma segura a Hanoi iba a resultar un dolor de cabeza, pero razoné que una vez estuviera en el país ya no estaría a merced de taxistas o guías, y que podría llegar adonde fuera cargándola en trenes, aviones y autobuses. Había viajado antes con la bici por Europa (donde vivo) y por Estados Unidos, y me había servido bien.

En Tennessee y Arkansas, por ejemplo, la había utilizado mucho para desplazarme por el perímetro de varios campos de batalla de la Guerra Civil -sobre todo Franklin, Shiloh y Pea Ridge-, donde hacer el recorrido en coche es como viajar encerrado en una burbuja.

En Francia, me había desplazado en bici desde Metz a Sedan, y gracias a eso había grabado en mi cerebro el paisaje de la guerra franco-prusiana, que tan elusivo me había resultado antes. ¿Podría, quizá, resolver parte de mi confusión sobre aquella guerra el hecho de llevar mi bici conmigo en Vietnam?

En esta ocasión, mi plan era aterrizar en Haiphong, la ciudad portuaria de Hanoi, y desde allí intentar llegar en tren hasta el sur. Para las excursiones locales, dispondría de la bici, especialmente en las ciudades. Temía el tráfico de lugares como Hanoi y Hue, pero pensé que si me desplazaba fuera de las horas punta, podría llegar a algunos de los campos de batalla de aquella trágica guerra.

Estoy encantado de decir que disponer de la bicicleta en Vietnam resultó un éxito rotundo, aunque tuviera que esforzarme mucho para conseguirlo. Lamentablemente, Vietnam ya no es una nación de ciclistas y jaulas de bambú para pájaros, sino uno de los países asiáticos en desarrollo que está ahogándose con los escapes de sus motocicletas Honda y sus todoterrenos.

En algún lugar, aunque sólo sea en mis recuerdos, pueden verse imágenes fugaces de la arquitectura colonial francesa, como en Haiphong, Hanoi y Hue, pero la mayor parte del paisaje urbano vietnamita se ha convertido en una especie de río interminable de tráfico con los deltas del Mekong y el río Rojo haciéndole la competencia a Flatbush Avenue [Brooklyn].

Solía utilizar la bici por la mañana temprano y después de la cena, y en varias ocasiones me la llevé en autobús o tren y la sacaba en las zonas rurales, donde el tráfico era menos feroz. Pero, especialmente en Hanoi y Saigón, iba cabalgando al borde de un torrente que no importa qué hora fuera me hacía desesperarme por el futuro del país.

Ho Chi Minh y sus cuadros vencieron a franceses y estadounidenses en sucesivas guerras coloniales, pero dudo que pudieran derrotar al nuevo imperio de aire contaminado y tráfico letal que se ha apoderado del país.

JFK visita Vietnam

En este viaje no iba tanto buscando lugares específicos -antes ya había visto muchos- sino respuestas a las preguntas que me había ido planteando en el curso de mis lecturas sobre Vietnam. En muchos de mis viajes me volvía especialmente a la mente la especulación tantas veces escuchada de que el presidente John F. Kennedy, en el momento en que le mataron en 1960, sentía cada vez más dudas sobre la guerra y habría retirado a los asesores estadounidenses si hubiera ganado la reelección en 1964. Me gustaría honrar al presidente asesinado y creer que era capaz de tal milagro político, pero respecto a Vietnam, no le acompañaron mucho los aspectos más benévolos de su personalidad.

Pedaleando por Vietnam, especialmente en Saigón, más allá de los extensos terrenos de la antigua embajada estadounidense (que ahora es un consulado excesivo, haciendo quién sabe qué), pensé en la larga asociación de Kennedy con Vietnam y en las dos guerras, la francesa y la estadounidense.

JKF fue capaz de captar y comprender los problemas de la descolonización francesa pero fracasó después como presidente, a la hora de enfrentar esa comprensión anterior con las políticas bélicas de su administración. ¿Por qué?

Como joven congresista (ganó las elecciones al Congreso en 1946), Kennedy llegó a Saigón en 1951, junto con su hermana Pat y su hermano menor Bobby. Fue una especie de viaje de investigación que el joven Kennedy culminó bien. Como hijo de un exembajador de EE. UU. ante la corte de St. James (Londres), Jack tenía acceso a los puestos diplomáticos de avanzada por todo el mundo y utilizó esas conexiones para explorar el mundo a su manera.

Leyó mucho en sus viajes y escribió extensas cartas a su padre y amigos con sus impresiones políticas. No le asustaba correr riesgos.

Tanto antes como después de la II Guerra Mundial, Jack Kennedy viajó extensamente por Europa, los Estados bálticos y Oriente Medio. En 1939, se desplazó por toda Palestina en un viejo automóvil, igual que anteriormente había investigado el corredor polaco y las tierras en disputa de Europa (De Danzig escribe: «Polonia no renunciará a Danzig y… no le concederá derechos de extraterritorialidad a Alemania para carreteras en el corredor. Ofrecerá compromisos pero nunca renunciará».)

En el verano de 1945, pasó varias semanas en Berlín. En el viaje de 1951, se desplazó alrededor del mundo pero efectuó la mayor parte de las paradas sobre el terreno entre Irán y el Lejano Oriente. (En Berlín, cita a Averell Harriman -presente más adelante en su administración-, «que el mayor delito de Hitler fue que sus acciones acabaron abriendo las puertas de Europa del Este a Asia».)

En Saigón, en 1951, JFK estuvo presente en las habituales reuniones informativas diplomáticas de los funcionarios de la embajada de EE. UU. y en una del general francés Jean de Lattre de Tassigny. (En Hanoi, los franceses prepararon un desfile para los Kennedy, probablemente el último que se organizó allí para un político estadounidense.) Pero Jack se saltó también la burocracia para irse de copas con los periodistas locales y oficiales militares de poco rango en el terreno, quienes le dijeron que los franceses nunca podrían ganar su guerra colonial contra el Viet Minh de Ho.

En The Best and the Brightest , David Halberstam describe los viajes de Kennedy a Vietnam (con su escritura apasionada):

Fue, aunque parezca mentira, John F. Kennedy. Había estado dos veces en Indochina, en 1951 y 1953, una vez como congresista y otra como senador: en la primera ocasión, se encontró en el aeropuerto con la mitad del ejército francés dispuesto a informarle para convencerle de la victoria, para presentarle a unos cuantos oficiales vietnamitas reventando en sus uniformes de paracaidistas a fin de demostrar lo comprometidos que estaban los nativos con un tipo francés de libertad. Asistió a las reuniones informativas oficiales pero también se saltó las normas, consiguió los nombres de los mejores reporteros en la ciudad y se presentó sin avisar en sus apartamentos, pareciendo tan joven e inocente que les costó creer que fuera realmente miembro del Congreso de los EE. UU. Allí les hizo sus propias preguntas, consiguiendo información diferente de la oficial: el pesimismo era considerable, los Viet Minh iban ganando la guerra, y los franceses no estaban ofreciendo ninguna forma real de independencia a los vietnamitas (irónicamente, doce años después, exactamente en la misma situación, sobre el mismo suelo, Kennedy indignaría a los periodistas por su pesimismo, al mismo tiempo que le confiaba ocasionalmente a Schlesinger que había aprendido más por sus artículos que por los despachos de sus generales y embajadores.

De regreso de su viaje, Jack acertó cuando dijo que el gobierno de Bao Dai era «un gobierno-títere, manejado frecuentemente por los titiriteros que en otro tiempo se sometieron a los japoneses y que ahora se sometían a los franceses».

Tampoco se equivocaba cuando dijo, más formalmente, en el Congreso:

No podemos aliarnos con sueños imperiales. Somos aliados de nuestros amigos de Europa Occidental y les ayudaremos en la defensa de sus propios países. Sin embargo, apoyar y defender sus aspiraciones coloniales es otra cosa. Ese es un problema suyo, no el nuestro.

En 1954, después de su segundo viaje, dijo también en una entrevista que el pueblo vietnamita necesitaba que le garantizaran su independencia de los franceses y añadió: «Cualquier intervención por parte de EE. UU. está destinada al fracaso».

Kennedy cambia de tono

Sin embargo, a mediados de la década de 1950, Kennedy empezó a cambiar de tono, sobre todo con la llegada al poder, en Vietnam del Sur, de Ngo Dinh Diem, en lo que podría llamarse un resurgimiento católico.

El presidente Diem, un socio de la Guerra Fría, contaba con el apoyo de muchos aliados de la familia Kennedy, incluido el editor de Time, Henry Luce, el cardenal Francis Spellman, de Nueva York, y el senador Mike Mansfield.

Como a JFK le interesaba más postularse para vicepresidente y presidente, sus posiciones favorables a Diem, el anticomunismo y el «Vietnam libre» pesaron más que las conclusiones anteriores, mucho más críticas, a que había llegado en el curso de sus viajes.

Justo antes de la convención nacional demócrata de 1956, en la cual confiaba salir nominado para un cargo superior, describió Vietnam del Sur como «la piedra angular del mundo libre en el sudeste asiático… Son nuestros hijos, no podemos abandonarlos, no podemos ignorar sus necesidades».

Como presidente, Kennedy sólo podía contemplar Vietnam y Diem a través del prisma de la Guerra Fría. Estoy seguro de que en algún lugar de su fría mente analítica comprendía que una guerra terrestre en Vietnam iba a ser un desastre. Después de todo, había viajado bastante por el país para entender que era un paraíso para la guerrilla, un paisaje brumoso de arrozales, montañas neblinosas, junglas, canales y ríos serpenteantes. Pero después de que Nikita Khrushchev se divirtiera con la resolución de Jack durante la cumbre de 1961 en Viena, Kennedy respondió enviando asesores militares a Vietnam (en total, alrededor de 16.000 en 1963), como parte del Gran Juego.

Por último, fueron los hombres de la presidencia de Kennedy -McNamara, Rusk, Maxwell Taylor y el general Paul Harkins- quienes crearon el mito de la invencibilidad estadounidense en torno a Vietnam.

Lyndon B. Johnson pudo haber aprobado las órdenes para aumentar las tropas estadounidenses a medio millón de hombres y bombardear Vietnam del Norte en la Operación Rolling Thunder , pero estaba cantando el libro de himnos de Kennedy junto a su coro.

¿Habría retirado Kennedy a las tropas estadounidenses?

Otra de las razones por las que dudo de que JFK hubiera descubierto una vía para salir de la ciénaga vietnamita es que la administración Kennedy dejó sus huellas por todo el asesinato de Diem, también en noviembre de 1963.

Diem se había convertido en una carga para el esfuerzo bélico, cuando no en un juguete roto en el escaparate de la democracia que supuestamente era Vietnam del Sur. Diem y su cuñada, Madame Nhu, se habían burlado en público de los monjes que se quemaron a lo bonzo en Saigón, y Diem había encarcelado a muchos miembros de la oposición. Tampoco sus generales levantaron un dedo contra el Viet Cong. Vietnam tenía toda la apariencia de una causa perdida.

A finales del verano de 1963, dos funcionarios del Departamento de Estado, W. Averell Harrison y Roger Hilsman, redactaron un memorándum fatídico, describiendo los planes para derrocar a Diem. En él, escriben lo siguiente al embajador de EE. UU. en Saigón, Henry Cabot Lodge:

«Si Diem, a pesar de todos sus esfuerzos, sigue empecinado y se niega, debemos considerar la posibilidad de no poder preservarle…» [ Sugieren que Lodge] «debería examinar urgentemente todos los posibles líderes alternativos y hacer planes detallados para sustituir a Diem si fuera necesario».

El memorando recibió las bendiciones del presidente -en el sentido de que no hizo ningún cambio en el documento-, aunque no lo firmó.

En mi opinión, tras el posterior golpe que mató a Diem y a su hermano, los estadounidenses tomaron posesión de todas las debacles que iban a producirse en Vietnam. Kennedy tampoco pudo percatarse de que tres semanas después sería la víctima de un golpe de Estado similar, también desde las sombras.

La simetría en las muertes de Diem y Kennedy es el tema de una novela de suspense, Tears of Autumn , ambientada en Saigón y Washington. En ella, el novelista Charles McCarry escribe:

«Paul Christopher [agente de la CIA, que cree que los vietnamitas mataron a Kennedy en venganza por la muerte de Diem] había visto morir a muchos hombres a causa de la política, y sabía que esta era apenas la excusa que sus asesinos utilizaron. Los hombres no mataban por una idea sino porque no podían vivir con una herida personal. Y hacía una sencilla conexión entre la herida y la muerte violenta del presidente. Comprendía perfectamente los motivos. Se preguntaba si los asesinos habían previsto que la muerte de Kennedy expulsaría la memoria misma de su existencia de la conciencia del mundo

¿Fue JFK una víctima de Vietnam?

¿Fue Kennedy una primera víctima de la guerra de Vietnam? Para mí, la evidencia apunta en otra dirección, ya que no hubo muchos sicarios vietnamitas que traspasaran el 522 de Camp Street, en Nueva Orleans, ni estaban a nómina de la mafia de Chicago.

Al mismo tiempo, desde la Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles en Cuba hasta los 16.000 asesores militares en Vietnam, Kennedy estuvo repartiendo muchas cartas de póker con grandes apuestas, un juego en el que era difícil tener todas las barajas marcadas.

En Indochina consiguió neutralizar el conflicto en Laos, pero en Vietnam no pudo separar nunca la Guerra Fría ni las lecciones de Munich de la política regional o local, lo que a mi entender fue un fracaso de la amplia imaginación de Kennedy y de la lectura que hacía de la historia.

Dicho esto, David Talbot sugiere en Brothers , una biografía de los dos Kennedy y una descripción del último paseo de Jack por Dallas, que al presidente le asesinaron porque se había resistido al militarismo invasor de la CIA en Cuba y del Pentágono en Vietnam y porque tenía dudas respecto a la premisa de la Guerra Fría.

Su experiencia (prescindible) como joven oficial naval en la guerra del Pacífico le había enseñado a desconfiar de los mandos militares, y los fallos en la Bahía de Cochinos reforzaron su impresión de que, a pesar de ser presidente, era como si todavía estuviera en su lancha torpedera PT-109 en las islas Salomón y que le pedían que emprendiera algo equivalente a una misión suicida.

JFK dijo de los altos oficiales del ejército: «Siempre te cuentan esa estupidez de la reacción instantánea y la sincronización al segundo, que nunca funciona. No es de extrañar que sea tan difícil ganar una guerra». Pero si se negaba a enviar fuerzas a Vietnam -incluso los llamados asesores-, temía ser después el único al que acusarían de haber «perdido Vietnam» ante el comunismo, de la misma forma que, en anteriores elecciones, los republicanos -incluido Richard Nixon- habían sabido sacar tajada de la pregunta «¿Quién perdió China?».

Soy consciente de que rindo homenaje a su legado al decir que JFK habría retirado a los 16.000 asesores estadounidenses; no obstante, en lo que a Vietnam se refiere, Kennedy traicionó sus mejores instintos.

Matthew Stevenson es redactor colaborador de Harper’s Magazine y autor de varios libros, el más reciente de ellos Reading the Rails . Su próximo libro es Appalachia Spring. Vive en Suiza.

Fuente:

https://www.counterpunch.org/2018/03/02/why-vietnam-still-matters-jfk-should-have-known-better/  

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.