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Posada vendió C-4 y silenciadores a capo vinculado a Meyer Lansky

Fuentes: Rebelión

Documentos desclasificados de la CIA exhumados, entre otros, de sitios poco visitados de los archivos del asesinato del ex presidente John F. Kennedy, confirman la extensión de las relaciones de Luis Posada Carriles con connotados gángsters de Miami a los cuales proveyó armas y explosivos mientras informaba a la Agencia y al FBI Los textos, […]

Documentos desclasificados de la CIA exhumados, entre otros, de sitios poco visitados de los archivos del asesinato del ex presidente John F. Kennedy, confirman la extensión de las relaciones de Luis Posada Carriles con connotados gángsters de Miami a los cuales proveyó armas y explosivos mientras informaba a la Agencia y al FBI

Los textos, encontrados por investigadores puertorriqueños, amplían la información sobre la conexión del terrorista hoy radicado en Miami beneficiándose de los privilegios otorgados a los amigos del régimen, con individuos descritos como peligrosos elementos del hampa involucrados en numerosas actividades delictivas.

Entre los documentos así analizados, aparecen numerosos datos recogidos por el FBI acerca del ex dueño del cabaret habanero Sans Souci, Norman Rothman, entonces reciclado en el trafico de heroína y residiendo en la localidad de Surfside, Florida.

Un informe fechado del 31 de marzo de 1967 relata como Posada, en julio de 1965, al informar al FBI – posiblemente para cubrirse – dijo que había sido contactado por un tal Diego Borges interesado en comprar, por cuenta de «tres americanos» pistolas, explosivos, capsulas detonadoras, granadas y silenciadores.

TRES «AMERICANOS MIEMBROS DEL KKK»

La identidad de los «tres americanos» quedaba entonces desconocida pero Posada, frente a sus interlocutores del FBI, pretendió creer «que eran miembros del Klu Flux Klan o de la John Birch Society», escribió con candor el redactor del texto.

En el mencionado reporte a su oficial de caso, Posada aprovechó para denunciar a Herminio Díaz, quién había vendido sesenta granadas a Borges y le había entregado «solo 40»; Ramón Escarda quién había proveído cien libras de Pentolite, un potente explosivo; y Frank Tamayo que vendió por su parte silenciadores al mismo comprador.

Con sus interlocutores de la CIA de la CIA que le enseñaron fotos, Posada identificó al gangster Frank Rosenthal, confirma el documento.

La relación de Posada con Rosenthal ha sido ampliamente descrita por el conocido periodista e investigador Reinaldo Taladrid Herrero, experto del tema, en un articulo titulado Posada Carriles y la otra mafia, publicado el 22 Mayo 2007 por Granma y Cubadebate.

En su meticuloso estudio de la vinculación de Posada con el gangster «bien conocido», Taladradid subraya como Posada Carriles «el luchador y militante anticastrista, patriota, disidente y héroe» de la mafia terrorista de Miami, la «otra» mafia, aparece – según el propio gobierno de los EE.UU. – «como autor de delitos graves en cualquier código penal del mundo, de tráfico de armas y explosivos con la mafia, contrabando de cocaína, falsificación de dinero y secuestro».

MÁS EXPLOSIONES Y MÁS CUERPOS

Otro documento del FBI fechado del 21 de noviembre de 1967 señala como Rosenthal es un hombre violento e imprevisible y como ordena, el 31 de junio y el 16 de mayo, dos atentados con bombas – una especialidad de Posada – en instalaciones de Miami cuyo dueño, Alfred «Alfie» Mart, se encontraba en conflicto con su red de gambling.

El 5 de noviembre de 1965, en otro encuentro esta vez con el FBI, Posada identifica a Norman Rothman como uno de los «americanos» que trabajan con Rosenthal.

Posada confiesa entonces que se reunió con Rosenthal en octubre de 1966 y que el gangster le dijo que los silenciadores que le había entregado eran «pura basura» y que lo tenía por responsable de esta estafa.

«Rosenthal le dijo que sabía que trabajaba con la CIA y que exigía el equipamiento de la CIA», precisa el reporte que señala observaciones similares de Rosenthal acerca de los detonadores proveídos por Posada..

El 22 de junio de 1967, en un almuerzo con los agentes especiales James J. O’Connor y Warren R. Welsh, en el restaurante Dinner Key de Coconut Grove, Posada admite que fue pagado 500 dólares por Rosenthal «por su peritaje» en materia de explosivos.

Unos días después, llama a O’Connor para decir que este mismo 22 de junio, Rosenthal lo contactó para comprar 254 libras de C-4, un gran número de artefactos «tipo lápiz» y un aparato de telecontrol de explosiones «para el cual pagaría 25 veces el precio original si fuera necesario».

Rosenthal anunció a Posada que iban a producirse por lo menos 20 explosiones en la región de Miami «y que otros cuerpos iban a aparecerse».

En encuentros ulteriores, Posada confirma la entrega del material solicitado a Rosenthal y revela que se entrevisto con Domingo Echemendia, hijo del capo cubano del juego Oscar Echemendia, en casa de Olga Chaviano, una bailarina amiga de Rothman.

Echemendia presentó a Posada un chileno – luego identificado como Alberto Larrain-Maestre, que quiso comprar una pistola y artefactos explosivos. Le precisó que este hombre era quién se había encargado de varios atentados organizados por Rosenthal.por cuenta de Rothman, «el representante en Miami de la Mafia».

Posada terminó entrevistándose con Rothman, a la medianoche del 29 de junio 1967, en el bar del hotel Albion de Miami Beach. Echemendia señala que Rothman está trabajando con nada menos que Meyer Lansky, el ex capo de la mafia en La Habana. En otra parte del documento, se señala la vinculación de Rothman con Santo traficante, otra «gloria» de la mafia italiana en La Habana.

El terrorista-informante precisa en otra conversación que Luis Martí de Nueva Jersey es «la fuente de los cubanos en búsqueda de explosivos».

Echemendia señala a Posada que dará uno de los silenciadores a un tal Margosa, un ex sargento de policía en La Habana y guardia «especial» del cabaret Tropicana.

El 14 de julio de 1967, Posada cuenta al oficial Welsh como saco a Rosenthal de su casa amenazandole con «una bala en la cabeza». Rosenthal le devolvió la amenaza asegurandole que tarde o temprano Posada iba a morir «mientras jugará al gin rummy».

Posada anunció unos días más tarde, el 4 de agosto, que iba a viajar a Venezuela donde lo esperaba un «trabajo permanente». Ahí iba a empezar su carrera de tortudador y asesino además de ampliar sus actividades de terrorista – conforme a las orientaciones de sus guías de la inteligencia norteamericana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.