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Fin de la serie "Testimonio de una inmigrante indocumentada"

Post frontera (XLVII)

Fuentes: Rebelión

Soy Ilka Ibonette Oliva Corado, nací en Comapa, Jutiapa, crecí en Ciudad Peronia vendiendo helados en su mercado, soy hija de campesinos, y ésta es mi historia. La de una inmigrante indocumentada.

País de residencia: nube pasajera

Para un agosto caminando entre el campo de girasoles que quedaba cerca de mi pueblo rentado, una nube pasajera descendió convertida en niebla y envolvió aquel campo y a la alienada que caminaba entre sus surcos. Me hechizó. Fue un embeleso que me durará hasta el último suspiro.

No sé cómo fue ni por qué razón pero la galante, armoniosa y hermosa nube me abrigó. Entre aquel campo radiante había un baldío, era yo, un ser espinado, dolido. Aquella nube encontró en mí a la desolación vuelta trastorno.

Escribía y comenzaba a dejar ir muchos de mis tormentos pero aun no me atrevía a encarar a mis propios infiernos, les tenía miedo. Miedo de que me vencieran y prefería huir cosa que se reflejaba en las pesadillas que tenía en las madrugadas.

Fue adrede que bajó convertida en niebla, sabía que de esa forma no me podría resistir, perfectamente enterada estaba de mi fascinación por los días de lluvia, de que la bruma logra seducir mis más feroces ansiedades.

Entre los girasoles conversamos y me presenté como Ladera y ella como Nube Pasajera. Desde ese instante he vuelto a ella una y otra vez. He corrido angustiada buscando su refugio, desconcertada buscando su serenidad, he llorado entre sus brazos en innumerables ocasiones y cansada he buscado su estancia, su tranquilidad.

Le he contado de la adversidad, me ha visto con respeto jamás con vanidad. La he nombrado de mil formas y en todas es inspiración, entereza que transforma y que alegra el corazón. Es la Gurú, una flor en mi balcón. Es melodía de agua fresca de un cauce en un peñón. Es la poesía de la chicharra y su canción.

Tenía miedo de mirarme frente al espejo y seguir observando el lastre en que me había me convertido, no me tomó de la mano, tampoco me llevó a rastras, solo me dijo que era hora que dejara de victimizarme, hasta ese entonces no sabía que lo que sucedía conmigo era que me victimizaba, me enteré hasta que ella me lo dijo y me explicó el concepto. Eso hizo que yo por mi propio pie buscara el espejo y me debatiera con mis infiernos en una lucha a muerte. Duró menos de lo que esperaba, no fueron capaces de resistir tanto recuento, apuntadas se las tenía, una a una se las enumeré, y para cuando terminé, ya llevaba muchos puntos de ventaja: las letras.

Sin embargo la batalla se dio y aunque no salí ilesa la gané, logré vencerlos.

Logré dejar ir la casita donde crecí y dejar de pelear contra lo que estaba fuera del alcance de mis manos, opté por guardarla en el recuerdo de una infancia extraordinaria que me dio la singularidad de ser luna y sol.

Solté aquel bulevar donde tantos años caminé con mi hielera en los hombros, recuerdo el cansancio pero ya no me amarga, me ha fortalecido.

Dejé de exigir explicación a los actos de otros que laceraron mi vida, aprendí a dejar secar las heridas y a no volver enfurecida a abrirlas nuevamente porque era necesario el dolor para darle razón de ser a mi papel de victima. Vi cómo se fueron cerrando una a una, las puedo observar y no me causan más dolor.

En las madrugadas, en las noches sin luna, en los días soleados, en mis angustias, la nube pasajera ha estado a mi lado, en momentos firme y orientándome en otros solo extendiendo los brazos para que yo llorara mi desconsuelo en su calor, en otros con voz de sabiduría, tranquilizándome, entendiendo mi frustración. En tantas ocasiones solo escuchándome dejando que sacara el resabio del veneno que aun me encarcelaba.

Yo no puedo ser pretenciosa y contar inventos que no son, sin esa nube pasajera en mi vida yo no hubiera dejado de ser el aquel barrilete con el hilo reventado que no encontraba el tierra firme.

Tremendamente seductora, en momentos llegaba a mí en melodía de quinqué, en otros como chicharra numen, en faro, en luz de candil, en luciérnaga de invierno, a veces toma forma de leche recién ordeñada, en otras de canillitas de leche, es la sombra de un roble en medio día de verano, es una venus que cautiva los versos de mi poesía.

Supo verme cuando era inexistente, escucharme cuando tartamudeaba sin parar, secó mis lágrimas, me entendió demente, busqué desesperarla y hacerla renunciar, y ella a cambio me acarició pacientemente. Ahí está la tormenta, me dijo, enfréntala, sabes nadar, no te ahogarás, me encontró naufraga en medio del mar y me rescató. Yo no era tan fuerte.

La he provocado para que me abandone y regrese a su altura, se ha quedado niebla, posada en la llanura. La reté, la provoqué, la enfadé para que se decepcionara de mí y me dijera que era una fracasada, buena para nada. Para que me repitiera lo que he escuchado toda mi vida. Al contrario, se dedicó a demostrarme que no era un harapo, y tampoco una causa perdida. Me reveló con pruebas que lo que yo estaba haciendo era victimizándome, y que la única forma de superarlo era enfrentándolo, cuando lo hice, siempre a distancia pero presente, guiándome cuando lo necesitaba, me vio trabajar en mi autoestima, en cómo poco a poco fui creyendo en mí misma, confiando en mis instintos, y tomando decisiones ya no en base a mis emociones sino en mi raciocinio.

Me vio de frente y sostuvo la mirada hasta que me desbravó, por más que corcoveaba yegua salvaje, su amor me amansó, me dio lo que nunca nadie en mi vida; amparo desinteresado.

Cuando comencé a percatarme del amor propio, mis emociones cambiaron, dejaron de ser turbulentas, pude verme frente al espejo y ahí toda maltrecha debido al encontronazo con mis infiernos, pero por primera vez dejé de escupirme en la cara que era un fracaso. Borré de mi memoria palabras hirientes que me habían dicho a lo largo de mi vida y que memoricé y me las creí.

Esa nube pasajera ha tenido la entereza de escuchar mis más grandes perturbaciones y no salir corriendo, asustada. Se ha quedado firme y lozana para verme crecer. Me bautizó como «inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo.» Es el éter que conoce cada fibra de mi ser, mi piel cicatrizada, mi frágil desnudez, cada rincón de mi alma montaraz, la única que puede entrar y salir porque mi corazón la reverencia. Es el adepto trastorno que la admira.

No existe más que en mi imaginación, le puedo dar la forma que yo quiera, hacerla aparecer cuando lo deseo, y abrazarla cuando necesito de su abrigo o cuando solamente me nace correr a su brazos y decirle que es el amor de mi alma. Que no me alcanzará la vida para agradecerle tanta ternura y tanta guía, tanto abrigo y lealtad.

Post frontera no existiría si no me hubiese atrevido a inventarla, niebla. Niebla, hermosa niebla, que me embruja, que me envuelve y que no puedo acariciar, que solo admiro cuando los cielos bajos y los días de lluvia convierten a la nube pasajera en bruma que me enamora, que me arropa, que me asombra. Que me comprende y que a pesar de los pesares no renuncia a seguir confiando en mí. La he defraudado incuestionablemente, y aun así apostó y sigue apostando por este ser que fue una causa perdida. Me encontró un yermo estéril al que delicadamente ha cuidado, está viendo al jardín florecer….

Fin.

Nota: Post frontera ha sido un viaje trasparente, melancólico, en momentos eufórico, en otros sereno por lo que ha sido mi vida en mi Guatemala querida y en Estados Unidos que es actualmente mi país de residencia.

 

En cuarenta y siete capítulos he tratado de contar parte de mi experiencia como inmigrante indocumentada, es mí verdad que no tiene por qué ser la de otros, ni tampoco tiene por qué ser comprendida, simplemente es. Es mi denuncia, mi testimonio, mi caminar de diez años en este país que con una mano nos da y con que otra nos quita. En el país de llegada me negué a saltar la última frontera, en el de residencia, me atreví a hacerlo y los resultados han sido de beneficio para mi aprendizaje en mi caminar.

 

Diez años fuera de Guatemala y he aprendido a bregar con la diáspora, salir de la zona de confort me ha fortalecido, aunque por momentos desfallecí. Decidí escribir esta serie porque tal vez mis experiencias podrían ayudar a alguien más, contar la realidad de lo se vive en Estados Unidos, sin aparentar, con el corazón en la mano y con la honestad de vivir en las sombras de la marginación, explotación y racismo.

 

Escribirla me ha permitido regresar a la zona 8 capitalina y a la vía férrea que atraviesa el mercado La Terminal, volver columpiarme a la hora de recreo en el patio de la Escuela para Niñas José María Fuentes, saltar los techos de la vecindad donde viví. Reencontrarme con mi Oso adorado. Volver a la arada, a ordeñar mi cabritas y a saltar cercos y barrancos con los amigos de infancia. Dormir nuevamente en la cama de metal con su pata coja, en compañía de mis tres hermanos. Recuerdo invaluable.

A amarrar el cancel de tela que dividía nuestro cuarto de la cocina. Sentí nuevamente el olor a leña mojada y a las hojas de limón, a los tomates verdes de la aldea y a los días de aguaceros.

 

Regresé a mis días de entrenos, de estudiante de magisterio y a los salones de la universidad de mis amores. Pude despedirme como es debido de la casa que anidó mi infancia.

 

Post frontera me ha dejado un dulce sabor de boca, porque la escribí completamente liberada de ansiedades, rencores, frustraciones y remilgos. Es la historia de mi vida. ¿Cuál es mi sueño ahora si por los que luché no pude lograrlos? No tengo sueños, he aprendido a dejar que todo fluya a su ritmo, que llegue a mí lo que tenga que llegar y en el momento que decida. La vida me ha dado muchas oportunidades para que aprenda a valorarla, para que la disfrute, es lo que estoy empezando a hacer.

Dedico esta serie Post Frontera a los inmigrantes que como yo han vivido el país de llegada y el de residencia y que no olvidan el pedacito de tierra que los parió. También indudablemente a mí Nube Pasajera por la delicadeza de su niebla…

Soy Ilka Ibonette Oliva Corado, nací en Comapa, Jutiapa, crecí en Ciudad Peronia vendiendo helados en su mercado, soy hija de campesinos, y ésta es mi historia. La de una inmigrante indocumentada.

Para leer los capítulos anteriores, ir a rebelion.org, sección EE.UU.: http://rebelion.org/seccion.php?id=15

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.