País de residencia: La casa (I) Una de las ilusiones de quien emigra sin documentos, es la de juntar dinero y comprar un terreno en su país de origen, construir una casa o comprar una. Ahorrar para poner un negocio. Eso así es. Quién no lo dice, quién no lo sueña, quién no lo tiene […]
País de residencia: La casa (I)
Una de las ilusiones de quien emigra sin documentos, es la de juntar dinero y comprar un terreno en su país de origen, construir una casa o comprar una. Ahorrar para poner un negocio. Eso así es. Quién no lo dice, quién no lo sueña, quién no lo tiene como meta fija. Para que cuando el retorno llegue tenga algo de qué disponer para vivir y techo fijo. ¿Cuántos lo logran? ¿A costa de qué? ¿A cuántos la familia les ha metido un puñal por la espalda y se quedan con los ahorros? ¿A cuántos la ilusión se les convierte en pesadilla? ¿A cuántos debido a su condición de indocumentados, estafan abogados, agentes de bienes raíces? Es triste porque los casos son infinitos. Bajeza la de un ser humano que se aprovecha de otro y más si lo hizo gracias a la ventaja de haber tenido educación superior. ¡Inconcebible!
Ya no sé ni cuántos casos de esos se han archivado en mi memoria de migrante y duele porque los que se quedaron no tienen noción del infierno que es migrar sin documentos y vivir entre las sombras de la marginación, la xenofobia y el constante acoso de la migra. No saben como para que encima todavía se aprovechen de la desgracia de otro.
He visto desfilar abogados y agentes de bienes raíces que llegan a los consulados y ofrecen sus servicios de buenos letrados -solo para la estafa- con sus asesorías, carpetas, precios fijos y alterados, ofertas, sus corbatas, con sus sonrisas de estafadores, claro que sí.
Llegan cómodamente con boleto de avión que pagan a costillas de los necesitados, hotel y comida, y hasta viáticos para las parrandas y las noches de sexo en casas de citas donde se sabe que hay esclavas sexuales de todas partes del mundo. Ellos también son parte del tráfico de mujeres con fines de explotación sexual y lo saben, pero lo único que les interesa es poder violar a una asiática, europea, una mulata africana, a una latinoamericana de las que nunca ni el tercer día de goma imaginaron poder saludar siquiera, sienten estos hombres una inferioridad terrible si simplemente se sentaran junto a ellas, con todos sus títulos no logran llegar a la altura de la dignidad, por esa razón buscan poseerlas a la fuerza para demostrarse a sí mismos que son capaces de tener a la mujer que deseen, si es por transgresión eso no importa; se sienten bizarros, potentes, dueños del cuerpo que en ese momento están ultrajando y cuando con un convicto gemido dan por terminada su violación, a prisa se suben la cremallera para regresar a sus vidas mediocres de letrados aprovechados, tan inferiores son y lo saben que son incapaces de ver a los ojos a las niñas, adolescentes y mujeres que acaban de vulnerar. Estados Unidos ofrece variedad y cantidad de mujeres de todas partes del planeta para saciar las más bajas pasiones de los profanadores.
Los he visto con sus camisas arremangadas en noches de discoteca, la corbata guardada en la bolsa del saco, ofrecen raudos sus tarjetas de presentación, abogados y agentes de vienes raíces, para servirle a usted cuándo y cómo guste. Ajá. El dinero con el que pagaron la bebida y la entrada es el sudor de los que trabajan en los mil oficios en este país.
También en reuniones comunitarias en donde los presentan como iluminados, cuando lo que debe dar un título de universidad es humildad y responsabilidad no ego ni avaricia. Claro, es cuestión de cada quien, no vamos a culpar a la educación superior por tener entre sus filas a oportunistas.
Es raro el que hace su trabajo como es, cobra el precio justo y brinda asesoría con la conciencia de un ser humano cabal.
Qué decir cuando la infamia llega por parte del conyugue que se quedó, de los padres, de la familia. El dolor es insoportable. ¿Quién no ha enviado dinero para enganchar un terreno, una casa y se lo han robado? Me cuento entre ellos. Con lo que cuesta juntar el dinero y con la ilusión que uno envía la remesa, haciendo castillos en el aire, para que otro descarado se aproveche, sea esta persona «el amor de su vida», la madre de sus hijos, la hermana, los padres, los abuelos, los tíos, el mejor amigo. Gente que desconoce el valor de la lealtad y que se apoca con el dinero.
Estar fuera del país de origen y habiendo remesas de por medio pone a prueba la amistad, el cordón umbilical y el amor de pareja. Pocos sobreviven a las embestidas de las traiciones y la estafa.
Al principio nos sucede a la mayoría de recién llegados, traemos fecha para el retorno hasta la anotamos en el calendario, no queremos estar fuera del país tanto tiempo porque queremos ver crecer a nuestros hijos, a nuestros hermanos, estar con nuestra familia, disfrutar de nuestro entorno con la oportunidad ya de una entrada económica básica que de no haber emigrado sería miserable, eso es el retorno para el indocumentado y más si es de pueblo y de arrabal.
Pero qué sucede cuando el fraude es descomunal que por mínima que sea la cantidad de dinero que se envió fue robada, se esfuman las esperanzas, la desilusión es letal. La mayoría que se queda viviendo en este país y lo hace el de residencia permanente -hasta que llegue la migra y los deporte, regresen por su propio pie, o con los pies por delante- no porque sea el de las oportunidades, el de la magia, el de la libertad y porque la fachada de comodidad los conquiste; se quedan los millones y millones porque en el país de origen solo quedan los rostros de quienes los estafaron, los traicionaron y no supieron valorar el esfuerzo, sean: hijos, padres, pareja, amigos, de pronto el lazo se rompe y quedan a la deriva los de aquí y bien cómodos los de allá.
¿Qué sucede con los que están a la deriva? Los he visto inyectarse todo tipo de droga, beber hasta perder el sentido, maldecir sus míseras existencias, internarse en horas exhaustivas de trabajo, perder el apetito y el sueño, ver la vida pasar como quien se enfrenta con un espectro que no es más que el propio reflejo suyo en el espejo. Perder la ilusión, las ganas de vivir. Es mejor entonces quedarse en el extranjero y seguir siendo marginado, explotado y agredido en su condición de indocumentado que, regresar y tener que verles las caras a quienes fueron capaces de jugar con sus sentimientos y aprovecharse de sus buenas intenciones. ¿Qué sucede cuando este golpe viene del vientre materno? ¿O de aquella persona que juró amor eterno y lealtad? ¿Cuándo es un amigo del alma? Es terrible.
Del indocumentado se aprovecha el país de origen, el de traslado y el de llegada -posteriormente el de residencia- como también los seres en los que éste depositó toda su confianza. Pocos son los honestos, consientes y leales. Los responsables y fieles. Los seres cabales que respetan lo que no es de ellos. Pocos de los que se quedan aun siguen contando a los que se van como miembros de la familia.
Existen las excepciones y estos que le ponen el pecho, le meten el hombro y apoyan a los que envían las remesas son dignos de llamarse seres iluminados. Ellos sí. Porque simplemente hacen lo que para los ruines es imposible. Muchas veces el hombro amigo llega de quien uno menos se lo espera, en el tiempo preciso, es por eso que como dice la canción: la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios.
Rezagada mi nostalgia del país de llegada entrando al de residencia me aferré a la casa donde crecí y quise recuperarla, mis padres la habían vendido finalizando la década del 90. Era para el añorado retorno, regar los jardines y sembrar hortalizas, para embelesarme con mis montañas verde botella, volver a caminar en las aldeas vecinas y admirar sentada en el tapial el terreno de La María del Tomatal, donde tantas veces salté sus cercos de alambrado. Era para volver a mi mercado, sentarme bajo la sombra del Pinito, beberme una cerveza en la cantina Las Galaxias junto a mis amigos de infancia, volver al único lugar que he considerado mi nido y que me fue arrebatado por las cabezas deschavetadas de mis padres que jamás se enteraron que parieron 4 hijos, era para volver a mi gran amor: Ciudad Peronia.
¿Qué sucedió? ¿La pude recuperar?
(Continúa.)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.