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Probablemente, Dios no es africano

Fuentes: sinpermiso.info

África es hoy el gran espacio de «acumulación primitiva» asiática y una de las primeras fronteras de expansión económica y política de China y la India.

África ocupó más de la mitad del tiempo de la última reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, durante esta tercera semana del mes de abril de 2008.

La pauta: el atolladero en las elecciones presidenciales en Zimbabwe y las crisis políticas en la República Democrática del Congo y de Kenya, además de los conflictos armados, en Somalia, en Darfur y en Sudán. Recordando otra vez la imagen de un continente aparentemente inviable, con «estados fallidos», «guerras civiles» y «genocidios tribales», con apenas el 1 por ciento del PIB mundial el 2 por ciento de las transacciones comerciales globales y menos del 2 por ciento de la inversión extranjera directa en los dos últimos años. Sin embargo, África no es tan simple y homogénea; con sus casi 800 millones de habitantes y sus 53 Estados nacionales, que fueron creados por las potencias coloniales europeas, y fueron mantenidos juntos, gracias a la Guerra Fría, que llegó a África Septentrional con la crisis del Canal de Suez, en 1956; a África Central, con la guerra del Congo, en los años ´60; y finalmente, a África Austral, con la independencia de Angola y Mozambique, y su guerra con África del Sur, en los años ´80.

La Independencia africana, luego de la Segunda Guerra Mundial, despertó grandes expectativas con relación a sus nuevos gobiernos de «liberación nacional» y sus proyectos de desarrollo, que fueron muy exitosos – en algunos casos – durante los primeros tiempos de su vida independiente. Este desempeño inicial, sin embargo, fue derrumbado por sucesivos golpes y regímenes militares, y por la crisis económica mundial, en la década de 1970, que alcanzó a todas las economías periféricas, y provocó un prolongado declive de la economía africana, hasta el inicio del siglo XXI. Asimismo, en la década del ´90, luego del fin del mundo socialista y de la Guerra Fría, y del auge de la globalización financiera, el continente africado quedó prácticamente al margen de los nuevos flujos del comercio y de las inversiones mundiales.

Después de 2002, paralelamente, la economía africana resurgió, acompañando al nuevo ciclo de expansión de la economía mundial. El crecimiento medio, que era de 2,4 por ciento en 1990, pasó a 4,5 por ciento, entre 2000 y 2005, y alcanzó las tasas de 5,3 y 5,5 por ciento, en 2007 y 2008, respectivamente. Y para el caso de algunos países productores de petróleo y otros minerales estratégicos, esas cifras alcanzaron niveles todavía más expresivos, como en Angola, Sudán y Mauritania. Este cambio de la economía africana – como en el resto del mundo – se debe al impacto del crecimiento vertiginoso de China y la India, que consumían en 14 por ciento de las exportaciones africanas en el año 2000 y hoy consumen el 27 por ciento, igual que Europa y los Estados Unidos, que son los viejos socios comerciales del continente africano. En la dirección inversa, las exportaciones asiáticas para África vienen creciendo a una tasa media del 18 por ciento al año, junto con inversiones directas chinas e indias, sobre todo en energía, minería e infraestructura. En este momento existen cerca de 800 empresas y 80.000 trabajadores chinos en África, con una estrategia conjunta de «desembarco económico» en el continente, como ocurre también, en menor escala, con el gobierno y los capitales privados indios. En este sentido, no hay más duda, a causa del volumen y la velocidad de los acontecimientos: África es hoy, el gran espacio de «acumulación primitiva» asiática y una de las primeras fronteras de expansión económica y política de China y la India. Aunque, al mismo tiempo, no exista la menor señal de que los Estados Unidos y la Unión Europea estén dispuestos a abandonar sus posiciones estratégicas, conquistadas y controladas dentro de este mismo territorio económico africano.

Tras la frustrada «intervención humanitaria» de los Estados Unidos en Somalia, en 1993, el presidente Bill Clinton visitó el continente, y definió una estrategia de «bajo perfil» para África: democracia y crecimiento económico a través de la globalización de sus mercados nacionales. Pero después de 2001, los Estados Unidos cambiaron radicalmente su política africana, en nombre del combate al terrorismo, y de la protección de sus intereses energéticos, sobretodo en la región del «Cuerno de África» y del Golfo de Guinea, que hasta 2015, tendrá que proveer el 25 por ciento de las importaciones norteamericanas de petróleo. Hace muy poco, los Estados Unidos crearon un nuevo comando estratégico regional en el norte africano, y en este momento, están instalando las bases de apoyo de su más reciente iniciativa militar en el continente: la creación del África Coomand (AFRICOM), que según el diario inglés Financial Times, «marca el inicio de una nueva era de compromiso, sin precedentes, de la Marina norteamericana en la costa oeste de África» (15/04/2008). Este aumento de la presencia militar norteamericana, a su vez, no es un fenómeno aislado, porque la Unión Europea, y Gran Bretaña, en particular, han dedicado una atención cada vez mayor a África. Y Rusia, acaba de firmar un acuerdo económico y militar con Libia, y muy pronto firmará otro con Nigeria, vinculados a la venta de armas y a dos proyectos billonarios de abastecimiento de gas para Europa, pasando por el desierto de Sahara e Italia. En un juego de ajedrez que se complicó mucho más los últimos días, al descubrirse un cargamento de armas chinas enviadas al gobierno de Robert Mubutu, de Zimbabwe, a través de Sudáfrica, y con el apoyo del gobierno sudafricano de Thabo Mbeki. Según denunció, en Zimbabwe, el líder de la oposición, Morgan Tsvangirai.

Este cuadro se complica más, cuando se percibe que todo esto está ocurriendo en el momento en que el sistema mundial ingresa a una nueva » competencia imperialista», entre las «grandes potencias». Como pasó en el primer colonialismo europeo, que comenzó con la conquista de la ciudad de Ceuta, en el norte de África, en 1415, extendiéndose enseguida por la costa africana y transformando a su población negra en la principal commodity de la economía mundial en los comienzos de la globalización capitalista. Después, nuevamente, en la «era de los imperios», al final del siglo XIX, las potencias europeas conquistaron y sometieron – en pocos años – todo el continente africano, con excepción de Etiopía. Y ahora, en este inicio del siglo XXI, todo indica que África será – por tercera vez – el espacio privilegiado de la competencia imperialista que está recién comenzando. A menos que exista otro Dios, que sea africano.

José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez