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La camarera, su sindicato y Strauss-Kahn

Protegida contra las represalias

Fuentes:

Traducción por S. Seguí

Hay un dato muy importante que ha estado en general ausente en la cobertura del caso de asalto sexual de Dominique Strauss-Kahn, ex jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y principal candidato a la presidencia de Francia: la camarera del hotel que supuestamente asaltó Strauss-Kahn estaba representada por un sindicato.

La razón de que consideremos importante esta parte de la historia es que con toda probabilidad la víctima del señor Strauss-Kahn no hubiera tenido la suficiente confianza para llevar adelante su denuncia ante sus superiores y ante la justicia de no haber estado protegida por un sindicato. La gran mayoría de los empleados de hotel en Estados Unidos, al igual que la mayoría de los trabajadores del sector privado, no gozan de esta protección.

Es una cuestión de importancia porque, con arreglo a la legislación laboral estadounidense, un empresario puede despedir a un trabajador en cualquier momento y por cualquier razón. No obstante, es ilegal que un empresario despida a un trabajador por denunciar un asalto sexual. Si un trabajador puede probar que ésta es razón por la que fue despedido, tiene derecho a la restitución a su puesto de trabajo y, probablemente, al pago retroactivo. (Las sanciones suelen ser triviales, de modo que lo del pago retroactivo por desgracia no es una broma.)

Sin embargo, es completamente legal que un empresario despida a un trabajador que haya denunciado un asalto sexual por otras razones, como haber llegado tarde al trabajo el martes pasado o cualquier otra infracción. Ya que los empresarios conocen bien la legislación, en ningún caso reconocen que están despidiendo a un trabajador por informar de un asalto sexual. Suelen despedir a los trabajadores que denuncian abusos sexuales por otros fallos en el trabajo, reales o inventados.

Así, Estados Unidos se distingue de la mayoría de los restantes países ricos. Por ejemplo, todos los países de Europa Occidental ofrecen a los trabajadores alguna medida de protección del empleo y los empresarios deben esgrimir una razón válida para despedir a sus trabajadores. Los trabajadores, a su vez, pueden impugnar el despido si consideran que la razón no es válida; pero no es así en Estados Unidos, donde no hay recurso.

Imagínense la situación de la presunta víctima de Strauss-Kahn si no hubiera estado protegida por un carnet sindical. Se trata de una joven madre inmigrante que necesita este empleo para mantener a su familia. Aparentemente no conocía la identidad de Strauss-Kahn en el momento en que denunció el asalto, pero sin duda entendía que una persona que pernocta en una suite de 3.000 dólares por noche es una persona rica e influyente.

En estas circunstancias, ¿qué probabilidad habría de que denunciase un asalto sexual a sus supervisores? Las camareras están, generalmente, entre los trabajadores peor pagados de los hoteles, y a menudo ganan apenas el salario mínimo. Es un empleo de alta rotación, es decir, hay muchas probabilidades de que una camarera sea considerada por la dirección como un empleado fácilmente reemplazable.

Si esta camarera no hubiera gozado de la protección de una afiliación sindical, ¿hubiera contado con que sus superiores se hubieran puesto de su lado frente a un huésped importante del hotel? ¿Hubiera estado dispuesta a arriesgar su puesto de trabajo para hacer oír su denuncia?

No podemos saber cómo hubiera respondido esta mujer en particular; por suerte para ella, tenía la protección del sindicato. Sin embargo, es probable que muchos ataques similares no se denuncien porque las víctimas no se atreven a arriesgar sus puestos de trabajo al denunciar su caso. Tienen que aceptar, simplemente, que un ataque de este tipo forma parte del trabajo.

Hay una fina ironía en la situación actual, dada la posición de Strauss-Kahn. El FMI, al igual que otros pilares del establishment económico, han venido presionando desde hace mucho tiempo para que se reduzcan los derechos de los trabajadores en su lugar de trabajo. En concreto, han instado a los países de todo el mundo a adoptar medidas que debiliten el poder de los sindicatos.

También han pedido a los países de Europa Occidental que supriman o rebajen la legislación que impide a los empresarios despedir trabajadores a voluntad. Esta legislación, junto con los sindicatos, se considera una rigidez del mercado laboral que impide que dicho mercado opere eficientemente.

En el mundo soñado de las políticas librescas de los economistas, todos los empresarios tendrían la capacidad de despedir a los empleados a voluntad. No habría ninguna legislación protectora y no habría sindicatos entrometidos.

En el mundo soñado del economista Strauss-Kahn y de cualquier otro individuo poderoso habría la seguridad de poder asaltar sexualmente a las camareras de hotel con total impunidad. Tal vez el FMI adopte ahora una nueva política, consistente en alojar a sus altos directivos masculinos en hoteles no sindicalizados.

Dean Baker es director adjunto del Center for Economic and Policy Research (CEPR) y es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy y False Profits: Recoverying From the Bubble Economy.