La egocéntrica Europa impuso durante siglos en la educación de todo el mundo un mapa mundi en el que Europa estaba artificialmente agrandada y África empequeñecida, hasta que Arno Peters, un cartógrafo alemán, puso en evidencia esta deformación de la «grandeza» europea y propuso un mapa más acorde con el tamaño real de cada continente. […]
La egocéntrica Europa impuso durante siglos en la educación de todo el mundo un mapa mundi en el que Europa estaba artificialmente agrandada y África empequeñecida, hasta que Arno Peters, un cartógrafo alemán, puso en evidencia esta deformación de la «grandeza» europea y propuso un mapa más acorde con el tamaño real de cada continente. Europa, sus ciudadanos educados con el mapa de la falsa grandeza europea e informados en los medios que dan una imagen estereotipada y negativa del continente africano, tiene la apesadumbrada sensación de ser responsable de salvaguardar el bien en el mundo, de desarrollar a los africanos, porque ellos solos no son capaces de hacerlo. Sin embargo, la realidad es bien distinta.
Contrario a lo que se pueda creer en Europa, la emigración de África, con más de 1.100 millones de habitantes, se produce dentro del continente, no hacia Europa, aunque cada vez se tiende más a salir del continente.
El África subsahariana cuenta con movimientos masivos de migración. Se calcula que hay más de 40 millones de migrantes dentro del continente. Costa de Marfil, por ejemplo, normalmente recibe cuatro veces más inmigrantes que Francia, de los países vecinos, en busca de trabajo. Sudáfrica, Nigeria, Angola, Libia (hasta la agresión de la OTAN en 2011), estos países son focos de atracción de migración de los países vecinos y lejos de considerarse un problema, tradicionalmente se ha considerado una señal de economía boyante. Según un estudio de Bernard Mumpasi Lututala, investigador de la universidad de Kinshasa, de 2014, el 80% de las migraciones del África subsahariana ocurre dentro de la sub-región, es decir, ocho de cada diez exiliados africanos están en un país vecino al suyo, donde tienen muchas posibilidades de que se hable su mismo idioma y se viva en base a la misma cultura y organización social. Otros estudios, tal vez anteriores, hablan del 90%.
De los 1.100 millones de africanos, el 70% tiene menos de 30 años (la media de edad actual es de 20 años, según datos de la CIA 2014). Es natural que la juventud en edad de trabajar y formar una familia, se desplace a donde tenga oportunidades para ganarse la vida y mantener a su familia con dignidad. Por eso los países subsaharianos cada vez miran más hacia Europa. En primer lugar, cuentan con la población más joven del mundo y Europa, con la más envejecida del mundo. Además, el África subsahariana tiene renta per cápita media 20 veces menor que la de la Unión Europea. Y eso que las estadísticas no miden las desigualdades ni las injusticias. Por ejemplo, la renta per cápita de Guinea Ecuatorial es de 29.000 dólares y la de España es de 22.772 euros (28.393 dólares), prácticamente igual, sin embargo, no hace falta explicar que estas cifras no se corresponden con la realidad. Los guineanos no viven como los españoles.
En esa búsqueda de oportunidades, de lo que verdaderamente huyen los jóvenes, no es solamente de la «renta per cápita media» -calculada con los parámetro europeos- 20 veces inferior, sino de la cruel realidad que no miden las estadísticas: de la injusticia, de la desigualdad, de la falta de oportunidades y derechos, algo que el sistema global, el sistema liberal capitalista, fomenta, normaliza y necesita para subsistir.
En España, la inmigración africana a pesar de ser minoritaria, es la más mediática debido a la trágica ruta de las pateras, a las condiciones en las que llegan las y los jóvenes africanos a las vallas de Ceuta y Melilla; las miles de personas que han perecido en el mar y el sufrimiento humano que supone la travesía.
España acoge a 4.718.864 de extranjeros según el INE a 1 de enero de 2015, de los cuales 224.010 son subsaharianos (170.000 en 2011). El África subsahariana representa el 4,74% (el 4.12 % en 2011) de la inmigración en nuestro país. A pesar de esto, se tiende a pensar que son una amenaza.
Hay que desmitificar la sensación que quieren dar los medios y los responsables políticos de «invasión»: desde hace cinco años, el balance de migración es negativo, es decir, salen más españoles a buscarse la vida al extranjero, que extranjeros vienen a España. De hecho, contamos como inmigrantes en España a personas que no desean quedarse aquí, sino que están de paso y se han quedado atrapados en una maraña burocrática sin salida.
También hay que desmontar la imagen de «pobreza» per se que se nos da de África. No es cierto que África sea un continente pobre, posee unos recursos muy ricos minerales, agrícolas, de hidrocarburos, posee bosque tropical y ecuatorial, recursos pesqueros, biológicos, acuíferos, energéticos y hasta recursos turísticos, es un continente «empobrecido» por los intereses extranjeros, con la complicidad de las elites dirigentes.
Otras ideas a desarmar:
1. Debemos evitar el tratamiento de África como si fuera un solo país. No toda África es igual. Hay 55 países muy diversos, con niveles de desarrollo muy diversos, con diferentes gobiernos, con diferentes idiosincrasias. No es lo mismo Mauritania que Botswana, ni Etiopía que Guinea, ni Sudáfrica o Gabón. Cuando hablamos de «africanos» debemos ser conscientes de que es incorrecto generalizar.
2. Hay que desmontar la idea de que la gente que vive en la miseria es la que emigra, cuando en Europa los políticos alegan para recrudecer las leyes de extranjería, que no pueden hacerse cargo de toda la miseria del mundo. La miseria, la gente que vive en la verdadera miseria, no puede ni soñar con un proyecto tan complejo como la emigración y mucho menos a Europa. Es muy difícil eludir eso que se llama la «trampa de la pobreza».
3. No es lo mismo un migrante que un refugiado. Muchos de los que llamamos migrantes son refugiados de guerras (provocadas y mantenidas por Europa) y estamos obligados por la ley a acogerlos. Europa no tiene derecho a arrogarse el papel de «salvadora» de los refugiados africanos. Por lo general, el 90% de la gente que huye de las guerras, también se suele quedar en un país cercano al suyo. (Por ejemplo, el grueso de los refugiados de Siria, a pesar de lo que podamos creer los europeos, están en los países vecinos como Líbano. De los 10 millones que han huido de la guerra, Europa se rasga las vestiduras por acoger a mucho menos de un millón.)
Insistimos, las causas de la emigración africana se reducen a la falta de oportunidades y perspectivas en el propio país y Europa sí tiene mucho que ver con eso, más que con la acogida de migrantes.
En palabras del escritor keniano Binyavanga Wainaina, la gente joven de muchos países de África «ya no quiere criar pollos y vivir bajo la custodia colonial», se ha cansado de esperar, ya no quiere esperar nada de los colonos, la gente joven tiene «hambre y deseo de controlar el mundo con sus propias reglas, a su manera».
Y nosotros agregamos a esto «y siendo africanos y africanas, los desheredados de la tierra, tiene todo el derecho a hacerlo». Wainaina añade que los gobernantes que no quieran comprender esto, viven en otro plano paralelo al de los jóvenes y no podrán hacer políticas acordes a la realidad.
Blog de la autora: http://africaenmente.blogspot.com.es/2015/09/provoca-occidente-la-inmigracion-de-los_25.html
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