Nos arrancan un centenar de derechos conquistados para luego devolvernos uno, con un no tan sofisticado malabarismo, y nos inyectan luego la falsa sensación de que ¡lo hemos conseguido! «¡Yes we can!» sin tocar ni un pelo del estéril sistema: espejismo como táctica y estrategia.
Mientras los palestinos celebran el triunfo del Partido Demócrata, en Tel Aviv están más que tranquilos: con Donald Trump las estrellas, siempre alineadas para Israel, sólo mostraron más su brillo, quizás demasiado para los ojos del mundo. Saben que nadie como Josep Biden defenderá a Israel como si fuera su propia madre patria: ¿No fue EEUU el inventor del juego «poli malo y poli bueno»?
«Mi nombre es Joe Biden, y todos saben que amo a Israel«, dijo el veterano político (el único amigo de este país que sigue en el poder desde 1973), como aquel místico que ama a su imaginario dios por justo y bondadoso.
Desde hace unas décadas todos los presidentes de EEUU, demócratas y republicanos, se han presentado como mediadores justos en la guerra de Israel contra los palestinos. Han venido diseñando un «plan de paz» cuyo objetivo no ha sido otro que fortalecer la posición de Israel, al que tratan como su Estado número 51, mientras han llevado a los palestinos a un callejón sin salida y han apretado la soga alrededor de su cuello alargando su agonía. El «no» Acuerdo del siglo de Donald Trump, el imprudente Emperador desnudo, sólo evidenció este escenario.
El eje de la política de Josep Biden será «dos estados», forzando a ambas partes por igual a ceder para conseguirlo. Para ello los palestinos deben reconocer el derecho de Israel a existir y «garantizar las fronteras». ¿Pero qué fronteras? Su objetivo central es que el conflicto no amenace los intereses de EEUU en la estratégica región. Trump también estaba en favor de un estado palestino, pero sin territorio.
Lo que hará Biden
En principio, reparar una minúscula parte de los destrozos producidos por Trump:
- Restablecer el pago de unos 60 millones de dólares para los servicios de seguridad palestinos (destinado a proteger a Israel) y también los 200 millones de dólares en ayuda directa al Gobierno palestino, congelados por la Ley Taylor Force.
- Reabrir la delegación de Palestina en Washington.
- Restablecer los fondos a la organización de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), unos 300 millones de dólares, y reanudar las actividades de la USAID (la agencia «humanitaria» de la CIA) en Gaza y Cisjordania: forma parte de la estrategia de Biden crear partidos afines en tierras palestinas con un fondo de unos 20-30 millones de dólares, con colaboración monetaria de los estados árabes.
Los 7 deberes que no hará Biden
«No tienes que ser judío para ser sionista, y yo soy sionista» recuerda el presidente número 46 de EEUU, en cuyo sentimiento exacerbado al respecto no han tenido que influir su nuera y su cuñado judíos.
A pesar de que la posible salida de Benjamín Netanyahu del poder, acusado de corrupción y algo más, le haría más fácil a Biden deshacer los atropellos de Trump contra este pueblo -ya que nadie espera que avance en los derechos palestinos (cuya causa ha sido destrozada por una serie de factores)- PERO NO LO HARÁ:
- «No trasladaría la embajada de Jerusalén» a Tel Aviv, dice Biden. Considera que Trump con esta mudanza cometió un acto «miope y frívolo» al no pedir a los israelíes alguna concesión a cambio, y no porque es una grave violación a las resoluciones de la ONU arrebatando a los palestinos la futura capital de su Estado, como una de sus 16 implicaciones. El senador Biden ya en 1995 apoyó la «Ley del Traslado de la Embajada a Jerusalén hasta 1999», aunque los presidentes Clinton, Bush, Obama e incluso el propio Trump (al principio) se negaron a hacerlo por sus implicaciones.
- No pondrá fin al asedio de Gaza ni lo condenará, solo le enviará los productos caducados de EEUU, haciendo el teatro. En 2013 ante el AIPAC presumió de haber defendido el bloqueo brutal de Israel a la franja: «Israel tiene el derecho de imponer ese bloqueo«, espetó. Una de las consecuencias del asedio, además de matar a cientos de personas «indirectamente» como si de un experimento con humanos se tratase. Una de sus consecuencias fue el asalto de los comandos israelíes en 2010 al barco ayuda humanitaria a Gaza en aguas internacionales, en el que fueron asesinados a tiro diez activistas.
- No impondrá sanciones a Israel por la expansión de los asentamientos ilegales en lo que queda de las tierras palestinas. Biden manifestará su desacuerdo, eso sí, solo verbalmente. El candidato demócrata forzó al sector progresista del partido, dirigido por Bernie Sanders, a eliminar el término «ocupación» del texto electoral sobre palestina al referirse a la anexión de las tierras ocupadas llamándola «actividad de asentamientos». Perteneciente a la ala derechista del partido, Biden se distancia no solo de Sanders, sino también del presidente Jimmy Carter, quien en 2006 utilizó el término «apartheid» para describir la situación de los palestinos. Tel Aviv argumenta que estas tierras, según la Biblia, pertenecían al pueblo judío pero aunque fuese verdad, que no lo es, los actuales territorios de Israel, Turquía, Grecia y casi medio mundo, pertenecían al imperio de Irán, ¿Y qué? Al Qaeda también reclama los territorios del «imperio islámico».
Cuando en 2010 Obama envió a Biden a Israel para desbloquear el acuerdo de paz con palestinos, Netanyahu saboteó el intento con el anuncio de 1.600 nuevas viviendas en el Jerusalén oriental. ¿Cómo reaccionó Biden? Acudió a la cena de sus anfitriones una hora más tarde para mostrar su «enfado», ni siquiera la canceló ni mucho menos impuso sanciones al régimen. A finales de su mandato en 2016 y cuando el Gobierno de Obama-Biden, el dúo hizo la última burla a los palestinos: no votó en favor de la resolución del Consejo de Seguridad que condenaba la «violación flagrante del derecho internacional» por Israel al colocar a miles de colonos en Cisjordania: ¡que no la vetara (lo que hacía siempre) fue considerado un gesto inaudito y positivo por EEUU por aquellos palestinos que han asimilado su propia derrota! Entonces, un sector de los israelíes llegó a tachar de antisemita y musulmán camuflado al presidente Obama: lo mismo hacen los regímenes totalitarios de los países musulmanes acusando de «islamófoba» y «proisraelí» a los opositores a sus atrocidades. El día 5 de noviembre, en medio de las elecciones de EEUU, Israel ejecutó la mayor demolición en años del poblado Khirbet Humsa en Cisjordania dejando a la intemperie a 74 personas, la mayoría niños: fue un mensaje a Biden de «¡Aquí mando yo!«. - No hará nada ante las futuras masacres palestinas: en 2009 su Gobierno se opuso al Informe Goldstone de la ONU en el que determina que tanto Israel como Hamás cometieron graves crímenes de guerra durante la ofensiva israelí de 2008 en Gaza, que dejó cerca de 1.400 víctimas palestinas, la mayoría civiles, y 15 israelíes.
- No condicionará las ayudas militares de EEUU a Israel, como si las cerca de 80 ojivas nucleares que posee el diminuto país no fuesen suficiente para borrar del mapa a todos los países de la región. El candidato Biden obligó al sector progresistas del partido a eliminar la propuesta de condicionar la ayuda militar a Israel a su respeto a la legalidad internacional sobre los derechos de los palestinos: es «nuestro único y verdadero aliado en toda la región», le respondió el futuro presidente, como una de los 14 razones del apoyo incondicional de EEUU a Israel: «Si no hubiera un Israel los EEUU tendrían que inventar uno para proteger sus intereses en la región«, dijo ¡Ah, vale! ¿Por qué pensábamos, entonces, que se trató de dar «un país al pueblo judío» por perseguido? De hecho EEUU se vuelca con el apoyo a Israel solo desde la caída del Sha de Irán en 1979. Aun así, 13 congresistas y senadores demócratas -Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Betty McCollum, Ayanna Pressley y RashidaTlaid entre ellos- han publicado una carta comprometiéndose a «perseguir una legislación que condicione» la ayuda militar estadounidense a Israel de manera que garantice que los contribuyentes «no apoyen la anexión» de Cisjordania. El senador Biden afirmó en 1986 que 3.000 millones de dólares de ayuda militar a Israel era «la mejor inversión que hacemos» para defender los intereses de EEUU. Y en 2016, y con el fin de aliviar el disgusto de los halcones israelíes por el acuerdo nuclear de EEUU con Irán (que en realidad lo desarmaba en favor de Israel), el vicepresidente Biden promovió el mayor paquete de ayuda militar de la historia de EEUU a Israel: 38.000 millones de dólares, mientras seguía destruyendo con sus bombas a países como Siria, Libia, Irak, los rivales de Israel, imponía sanciones paralizantes a Irán e instigaba un golpe de Estado contra el «desbocado» presidente turco, Tayyeb Erdogan. Su lema es garantizar que «Israel mantenga su ventaja militar cualitativa». La administración Biden-Harris seguirá en esta línea. En 2019, el Congreso, de mayoría demócrata, aprobó la Ley de Autorización de Defensa Nacional con un presupuesto de 500 millones de dólares para la cooperación de defensa antimisiles estadounidense-israelí. Según la estimación de Thomas Stauffer, economista consultor en Washington, Israel con unos 9 millones de habitantes, y presumiendo de ser un estado próspero, recibe más ayuda exterior de EEUU del bolsillo de los contribuyentes que el conjunto de los países de América Latina, África subsahariana y el Caribe, con más de mil millones de habitantes.
- Ni apoyará a La Corte Penal Internacional (CPI) por perseguir los crímenes de guerra de Israel: «La extensa destrucción de bienes no militares y las transferencias de población a un territorio ocupado constituyen crímenes de guerra«, relata la CPI.
- No aceptará el BDS. Biden-Harris prometen que su Administración rechazará firmemente este movimiento pacífico que propone el Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel para que ponga fin a inaceptables abusos contra los palestinos. Ahora los defensores de palestina, entre ellos muchos judíos estadounidenses, temen que Biden, el «poli bueno» restrinja o incluso prohíba la actividad de este movimiento mientras Kamala Harris ha adelantado que no atacará la libertad de expresión de los ciudadanos, como si se le tuviera que agradecer.
Lo que sí puede dañar este amor de Biden a su amado Israel es la deuda electoral que tiene con el sector Bernista del partido. Mientras, volverá la política tradicional de EEUU: pagar a Israel por vigilar sus intereses, dando un caramelo y cien balas a los palestinos, cuya situación empeorará sin duda. Es posible que, como católico practicante, Joe sienta culpa por el antisemitismo cristiano y así quiere lavar su pecado sacrificando a los palestinos.
A pesar de que cerca de 30 millones de estadounidenses han perdido sus trabajos bajo el pretexto de coronavirus y la economía estadounidense está devastada, el lobby pro-Israel trabaja para garantizar que los contribuyentes estadounidenses continúen dándole más de 10 millones de dólares por día, denuncia la investigadora estadounidense Alison Weir.
En dos meses que faltan para su marcha de la Casa Blanca, Trump podrá ser peligrosamente imprudente: sigue necesitando el respaldo del lobby proisraelí para su relección en 2024. Por ello ha enviado al Representante Especial para Irán, Elliott Abrams (el viejo criminal de numerosas guerras), a Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos para realizar «consultas sobre Irán».
Palestina necesita una nueva estrategia, una ofensiva diplomática y organizar un amplio frente internacional de solidaridad. Por cierto, ¿qué espera para declarar la instauración del Estado palestino? ¿Se acuerdan de lo que pasó en Rusia en 1917?
Foto de portada: El entonces candidato presidencial Joe Biden como orador en la conferencia de AIPAC (lobby pro-Israel en EE.UU.), marzo de 2020.