Estas semanas se ha hablado mucho de lo trascendental que puede llegar a ser la jornada electoral que culmina el tres de noviembre, en el que se definirá si Donald Trump seguirá al frente del gobierno por los cuatro próximos años o lo hará el ex vicepresidente Joe Biden.
Como suele ocurrir con los procesos electorales, y principalmente en el país del marketing y el espectáculo, los medios de comunicación están generando una expectativa en donde se usan palabras como “histórica”, “única”, “parteaguas”, etc. Pero ¿hay algo sustancialmente diferente en esta elección que realmente la distinga de otras del pasado?
Probablemente algunos lectores han reaccionado automáticamente diciendo que “Sí”, pero hacemos una invitación a repasar algunas otras elecciones sobre las cuales se dijo lo mismo: Trump vs Clinton, Obama vs McCain, Bush vs Al Gore, Reagan vs Carter, Nixon vs Kennedy… Si hacemos memoria en todos estos casos se ha hablado en términos similares, y podríamos pensar que por lo menos la mitad de las elecciones en Estados Unidos son anunciadas con una trascendencia similar, y sin embargo, sin negar que ha habido polarizaciones que incluso han involucrado asesinatos consumados y en grado de tentativa hacia presidentes, candidatos presidenciales y otros personajes públicos, da la impresión de que en cada una de esas veces se exageró de parte de los medios, y que las diferencias entre unos y otros resultó menos relevante de lo que se esperaba.
Por otra parte, es innegable que la movilización de grupos civiles que representan posiciones antagónicas ha ido escalando en los últimos meses, pues por un lado los sectores antirracistas y progresistas han protagonizado protestas masivas, y por otro lado los grupos neo-fascistas y supremacistas han exhibido el hecho de que están organizados, convencidos y armados, y que están dispuestos a abrir una confrontación civil armada en contra de los sectores de la población que consideran hostiles al espíritu norteamericano.
Pero, ¿Esta situación nos podría hacer pensar en la posibilidad de una guerra civil o una revolución? Para pensar en una posible guerra civil del tipo de la que ocurrió en el siglo XIX, tendríamos que pensar en una ruptura irreconciliable en el seno de la clase dominante. Por ahora, se pueden observar fisuras que, como toda fisura, si no se atiende, puede derivar en fractura, pero no hay elementos suficientes para afirmar por ahora que el propio Estado norteamericano no podrá manejar dichas fisuras.
Entre las diferencias que exhiben fisuras están asuntos tales como:
- La guerra comercial con China, lo cual en principio perfila como una oportunidad para toda la burguesía imperialista norteamericana, pero por otra parte ha traído pérdidas millonarias a un sector de la misma, quien no quiere seguir adelante con ella
- La política hacia Rusia y sus aliados; pues mientras algunos sectores por ahora ligados a la candidatura de Joe Biden, insisten en la necesidad de escalar la confrontación, otros sectores consideran que eso sólo traerá más problemas a EE.UU., y lo puede distraer de su verdadero objetivo que es China.
- La política interna hacia las grandes minorías que en la política norteamericano se ubican en términos raciales, y donde sobresalen dos, los afro-americanos, y los llamados hispanos o latinos. El debate parece girar en torno a la posibilidad de alguna forma de asimilación a la ciudadanía norteamericana histórica, es decir los blancos, anglosajones y protestantes, o bien quienes no ven esa asimilación posible con esas dos minorías y por tanto optan por una especie de apartheid, en donde haya medidas tanto legales como discrecionales que mantengan a estos dos grupos en una permanente limitación de derechos.
Por otra parte la posibilidad de una revolución, cuando menos en términos leninistas, parece lejana, pues la izquierda norteamericana parece estar dirigida en su mayoría por sectores más bien afines a la social democracia que confían en el efecto favorable que puede generar una serie de protestas pacíficas que vayan modificando lentamente las prácticas racistas del Estado norteamericano, y por otra parte por sectores que aunque radicalizados, parecen tener poca influencia en la mayoría del proletariado y poca intención de darle a las protestas una mayor estructura que pueda orientarse hacia la toma del poder.
Sin embargo, es importante estar alertas, pues mientras arriba, la clase dominante, sin estar tan profundamente dividida, hace creer a su población que sus diferencias son históricas y antagónicas, y esto puede provocar que, tras las elecciones, sobre todo por lo cerrado que puede resultar el conteo, haya brotes de violencia civil armada que pueden salirse de control y que sí pueden generar una escalada conflictos violentos de pronóstico reservado. Esta situación, puede provocar que los grupos burocrático- imperialistas se vean obligados a tomar partido por algunos de estos grupos y con ello se profundicen sus diferencias.
Andrés Ávila Armella: Secretario General del Partido Comunista de México (PCdeM) www.partidocomunistademexico.org; sociólogo y Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM donde labora como docente.
Eduardo Victoria Baeza: Miembro de la Comisión Internacional del PCdeM, sindicalista y periodista en “Radio Centenario».