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¿Qué hay detrás de la reconciliación entre Hamas y Fatah?

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

El entusiasmo de Egipto por arbitrar entre las dos facciones palestinas enfrentadas, Hamas y Fratah, no es fruto de una súbita concienciación. De hecho, El Cairo ha desempeñado un papel destructivo manipulando a su favor la división palestina al tiempo que mantenía el paso de Rafah cerrado a cal y canto.

Sin embargo, los dirigentes egipcios actúan claramente en coordinación con Israel y Estados Unidos. Aunque el lenguaje utilizado por Tel Aviv y Washington es bastante cauteloso respecto a las actuales negociaciones entre ambos partidos palestinos, si se observa con detenimiento, su discurso político no es enteramente desdeñoso respecto a la posibilidad de que Hamas participe en un gobierno de unidad encabezado por Mahmoud Abbas.

Los comentarios del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a primeros de octubre dan validez a esta afirmación. No rechazó categóricamente un gobierno de Fata y Hamas, pero según Times of Israel, exigió que «cualquier futuro gobierno palestino disuelva el ala armada de la organización terrorista (Hamas), rompa toda relación con Irán y reconozca el Estado de Israel».

También al presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sisi le gustaría ver un Hamas más débil, un Irán marginado y un acuerdo que vuelva a situar Egipto en el centro de la diplomacia de Oriente Próximo.

Bajo los auspicios del dictador egipcio, el antaño papel fundamental de Egipto en los asuntos de la zona se ha debilitado hasta convertirse en uno marginal.

Pero la reconciliación entre Hamas y Fatah está dando a el-Sisi una oportunidad de ofrecer una nueva imagen del país que en los últimos años se ha visto empañada por ofensivas brutales contra la oposición del país y sus mal calculadas intervenciones militares en Libia, Yemen y otros lugares.

En septiembre el-Sisi se reunió públicamente con Netanyahu por primera vez en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Nunca se reveló totalmente la naturaleza exacta de lo que habían hablado, aunque algunos reportajes de los medios señalaron que el dirigente egipcio había tratado de convencer a Netanyahu de que aceptara el acuerdo de unidad de Hamas y Fatah.

En su discurso en la Asamblea General el-Sisi también hizo un apasionado e improvisado llamamiento a la paz. Habló de una «oportunidad» que se debe aprovechar para lograr el anhelado acuerdo de paz y pidió al presidente de Estados Unidos Donald Trump «escribir una nueva página de la historia de la humanidad» aprovechando esta supuesta oportunidad.

Cuesta imaginar que el-Sisi, que tiene una influencia y preponderancia limitadas sobre Israel y Estados Unidos, sea capaz de crear sin ayuda de nadie el entorno político necesario para la reconciliación entre las facciones palestinas.

En el pasado se produjeron varios intentos similares, pero fracasaron, particularmente en 2011 y en 2014. Sin embargo, ya en 2006 el Gobierno de George W. Bush prohibió esta reconciliación y utilizó amenazas y retiró fondos para asegurarse de que los palestinos continuaban divididos. El Gobierno de Barack Obama hizo lo mismo, asegurarse de que Gaza permanecía aislada y los palestinos divididos al tiempo que también apoyaba las políticas israelíes al respecto.

A diferencia de los Gobiernos anteriores, Donald Trump ha mantenido bajas las expectativas respecto a negociar un acuerdo de paz. No obstante, desde el principio se puso de parte de Israel, prometió trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén y nombró embajador estadounidense en Israel a un miembro de la línea dura y sionista por excelencia, David Friedman.

Es indudable que el pasado mes de junio Trump firmó una orden temporal para mantener la embajada de Estados Unidos en Tel Aviv, lo que decepcionó a muchos de sus seguidores pro-Israel, pero la medida no es en absoluto un indicio de un cambio serio de política. «Quiero dar una oportunidad (a un plan para la paz) antes de pensar siquiera en trasladar la embajada a Jerusalén», afirmó Trump recientemente en una entrevista televisada. «Si podemos hacer la paz entre los palestinos e Israel, creo que eso llevará a la paz definitiva en el Oriente Próximo, lo que tiene que suceder».

A juzgar por los precedentes históricos, es bastante obvio que Israel y Estados Unidos han dado luz verde a la reconciliación palestina con un claro objetivo en mente. Israel, por su parte, quiere que Hamas rompa con Irán y abandone la resistencia armada, mientras que Estados Unidos quiere «dar una oportunidad» a hacer política en la zona y que en cualquier solución los intereses israelíes sean primordiales.

Al ser el receptor de una generosa ayuda militar por parte de Estados Unidos, Egipto es el conducto natural para guiar el aspecto de reconciliación de la nueva estrategia.

Lo que sugiere fuertemente que hay actores poderosos detrás de los intentos de reconciliación es lo tranquilo y poco conflictivo que ha sido hasta ahora todo el proceso, algo totalmente diferente a años de intentos fallidos y acuerdos repetidos con resultados decepcionante.

A lo que en un principio parecía otra ronda fallida de negociaciones con Egipto como anfitrión pronto siguieron más cosas: primero, un entendimiento inicial, seguido de que Hamas accediera a disolver el comité administrativo que creó para gestionar Gaza, a continuación una exitosa visita a Gaza del Gobierno de Consenso Nacional y, por último, el respaldo a los términos de la reconciliación nacional por parte de los dos organismos más poderosos de Fatah, el Consejo Revolucionario de Fatahy el Comité Central.

Puesto que Fatah controla la Autoridad Palestina (AP), este respaldo defendido por Mahmoud Abbas era un hito importante, necesario para que avanzara el proceso mientras tanto Hamas como Fatah se prepararon para unas negociaciones más trascendentales en El Cairo.

A diferencia de acuerdos anteriores, el actual permitirá a Hamas participar activamente en el nuevo gobierno de unidad. Lo confirmó un alto cargo de Hamas, Salah Bardawil en una declaración. Con todo, Bardawil también insistió en que Hamas no depondrá sus armas y que la resistencia a Israel no es negociable. Al margen del poder de Estadios Unidos-Israel-Egipto, este es, de hecho, el quid de la cuestión. Como es entendible, los palestinos están deseando alcanzar la unidad nacional, pero esta unidad se debe basar en unos principios que son mucho más importantes que los intereses egoístas de los partidos políticos.

Por otra parte, hablar de paz (o incluso lograrla) sin abordar las parodias del pasado y sin acordar una estrategia de liberación nacional para el futuro cuya base sea la resistencia, el gobierno de unidad de Hamas y Fatah resultará ser tan insignificante como todos los demás, los cuales operan sin una soberanía real y en el mejor de los casos con un discutible mandato popular.

Peor aún, si la unidad se guía por el apoyo tácito de Estados Unidos, un consentimiento israelí y una agenda egipcia que solo vela por sus intereses es de esperar que el resultado sea lo más alejado posible de las verdaderas aspiraciones del pueblo palestino, al que sigue sin convencer la imprudencia de sus líderes.

Aunque Israel invirtió años a mantener la división palestina, las facciones palestinas estando cegadas por los lamentables intereses personales y el inútil «control» de una tierra bajo ocupación militar.

Debería quedar claro que cualquier acuerdo de unidad que preste atención a los intereses de las facciones a expensas del bien colectivo del pueblo palestino es una farsa; aunque al principio «tenga éxito», a la larga fallará, ya que Palestina es más grande que cualquier individuo, facción o potencia regional que busque el consentimiento de Israel y las limosnas de Estados Unidos.

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20171011-what-is-behind-the-hamas-fatah- reconciliation/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.