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Geopolítica mundial (Análisis de la IVª Internacional)

¿Qué implicaciones puede tener la elección de Donald Trump?

Fuentes: Viento Sur

Con mucha probabilidad, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estado Unidos representa un punto de inflexión en el desorden geopolítico y en la inestabilidad internacional. Sin embargo es muy pronto para medir sus consecuencias. El mismo Trump, y una parte de su equipo, carecen de un pasado político como gobernantes que pudiera […]

Con mucha probabilidad, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estado Unidos representa un punto de inflexión en el desorden geopolítico y en la inestabilidad internacional. Sin embargo es muy pronto para medir sus consecuencias. El mismo Trump, y una parte de su equipo, carecen de un pasado político como gobernantes que pudiera ofrecernos alguna referencia fiable. En EE UU el poder presidencial está constreñido (¡mucho más que en Francia) por el poder del Congreso, de la justicia y de los Estados [federales], como lo ha puesto de manifiesto el pulso entablado tras el decreto que prohibía el acceso al país a las personas provenientes de siete países musulmanes (aunque poseyeran permiso de residencia o fueran residentes en el país). La aplicación del Decreto fue suspendida por los jueces.

Así pues, no se puede establecer un criterio basado únicamente en los tweets, en las llamadas de teléfono o en las declaraciones salidas de tono de las que Trump es un especialista; tampoco sobre las rectificaciones realizadas precipitadamente: sobre Taiwán y la política de «Una sola China», sobre Rusia en Europa oriental… Aún así, es necesario comenzar, desde ya, a definir las grandes cuestiones que están o podrían verse afectadas por la puesta en pie de la nueva administración americana. En este documento solo abordaremos las implicaciones a nivel internacional, dejando aparte las consecuencias de su elección en el interior de EE UU.

Trump y… la inestabilidad. En sí misma, la elección de Donald Trump constituye un factor de inestabilidad internacional. No estaba prevista y los sectores dominantes de la burguesía en EE UU no lo deseaban: perdieron el control del proceso electoral. Que esto haya ocurrido en el principal país imperialista constituye un elemento muy inquietante para los gobernantes de todo el mundo. ¿Cómo hacer previsiones cuando el gobierno de EE UU se convierte en algo tan aleatorio?

Las primeras medidas de Trump no han hecho más que alimentar ese sentimiento de inquietud: retirada de EE UU del Acuerdo Transpacífico de cooperación económica (TPP), críticas a la OTAN, etc. Los espacios de colaboración entre los Estados y las burguesías parecen estar amenazados por una administración que se presenta como unilateralista. El sentido dado al lema «Primero América» se convertiría de ese modo en «Sólo América». La multiplicación de acuerdos bilaterales -en los que EE UU cuenta con una relación de fuerzas favorable frente a su interlocutor- reemplazaría a los acuerdos multilaterales.

Evidentemente existe una continuidad entre las políticas anunciadas por Donald Trump y las de las administraciones precedentes; incluso de la de Obama. Pero también hay posibles puntos de ruptura, una inflexión y una escalada cuando menos verbal. Antes EE UU se presentaba como el jefe de fila de distintas alianzas (aunque, en la práctica, no pudiera asumir esa función); ahora Trump amenaza con ir en solitario. De ese modo, durante su discurso en Davos permitió que el presidente chino Li Xiping se presentara como su sucesor: ¡no se inquiete por el retroceso de EE UU, estamos dispuestos a garantizar que el proceso de globalización capitalista continúe!.

Trump y… la crisis ecológica global. Donald Trump fue elegido en un momento en el que estamos al filo de la navaja en lo que respecta al calentamiento climático. Y la cuestión es que ahora tenemos a un climaescéptico a la cabeza de la Agencia Medioambiental de Estados Unidos. El nuevo presidente hace de portavoz de las industrias extractivistas y rechaza las conclusiones de los estudios científicos al respecto. Se ignora y se niega la dimensión de la crisis ecológica multiforme a la que estamos confrontados así como la extrema gravedad de sus consecuencias.

Los compromisos adoptados por los gobiernos durante la COP21 eran muy insuficientes y las políticas preconizadas (geo-ingeniería…) peligrosas: no permiten contener el calentamiento a 1,5º. Limitarlo a 2º (un nivel demasiado alto) parece también muy difícil. Y si la retirada de EE UU [del acuerdo] se confirma, resultará inalcanzable.

Los recientes grandes acuerdos intergubernamentales sobre el clima estuvieron «determinados» por las negociaciones bilaterales previas entre Washington y Pekín. Es cierto que China y otros «grandes» Estados siguen prometiendo respetar sus objetivos en materia de reducción de emisiones de gas de efecto invernadero, pero el paso atrás dado por Trump servirá de pretexto a otros países. Cada gobierno se dedicará a problemas nacionales importantes (como la polución en China…) o a desarrollar sectores industriales que juzga importantes a nivel internacional, pero la suma de estos egoísmos no se traducirá en una política de conjunto.

Trump y… las mujeres. Donald Trump ha decidido acabar con la financiación a las ONG que tengan que ver con el aborto (y no sólo a las que lo practican). Los presidentes republicanos ya lo hicieron en más de una ocasión en el pasado. Las consecuencias a nivel internacional son muy graves. Una vez que pierdan estas ayudas, muchas de las asociaciones afectadas no dispondrán de medios financieros para continuar desarrollando sus actividades de ayuda a las mujeres [ni en EE UU ni a nivel internacional].

El precio a pagar por la política de Trump corre el riesgo de ser muy grave, porque la extrema derecha reaccionaria (sobre todo la de referencia religiosa) sale reforzada. En muchas ocasiones son las propias iglesias las que se sitúan a la ofensiva contra los derechos de las mujeres: de hecho asistimos a una dramática regresión de la condición femenina en una gran parte del mundo. En esta situación, el papel de la administración Trump puede ser particularmente nefasto, lo que en cierta manera explica el eco internacional que han tenido las Marchas de mujeres que tuvieron lugar en Estados Unidos durante la investidura del nuevo presidente así como el anuncio de nuevas jornadas de movilización a nivel mundial.

Trump y… la reacción ideológica. Donald Trump «rezuma», literalmente, la reacción. Lo que es verdad para las mujeres también lo será, probablemente, para las LGTB+, para el racismo y para el obscurantismo.

Trump no está contra «la» ciencia. Está contra la investigación científica allí donde la misma puede generar un problema a los intereses económicos que defiende, convirtiéndose de ese modo en negacionista. Como antes que él Harper en Canadá (que quería destruir las bases de datos que permitían trazar la historia del clima), quiere controlar la investigación y amordazar a las y los investigadores. Para hacerlo ha adoptado medidas de aislamiento y censura hacia los climatólogos y las agencias medioambientales de una brutalidad excepcional, lo que ha provocado la organización de una gran manifestación de científicos para el próximo abril en Washington.

Aunque «focalizada» sobre cuestiones medioambientales y climáticas, la denuncia de las opiniones científicas por parte de Trump tiene consecuencias más amplias: legitima el obscurantismo en un momento en el que el creacionismo (incluso su versión «dessin intelligent») desarrolla una ofensiva particularmente orientada hacia los programas escolares en numerosos países.

Trump y… las extremas derechas. Para los movimientos de extrema derecha en Europa, la victoria de Donald Trump aparece, antes que nada, como una buena noticia. ¡La prueba de que es posible romper con la «globalización» por la derecha! ¡Igual que rechazar a las «elites» por la derecha!

No obstante, no es evidente que las extremas derechas occidentales deseen identificarse demasiado con Donald Trump. El nacionalismo de gran potencia («Primero América») constituye una amenaza y nadie sabe si su administración logrará estabilizarse. El ridículo puede terminar por matar. Marie Le Pen, dada por vencedora en la primera vuelta de las presidenciales en Francia, no habla «a lo Trump».

Por su parte, las extremas derechas islamistas, fundamentalistas, saludan la elección de Trump como un don caído del cielo. Fue lo que ocurrió en Francia después que Manuel Valls, en su época de Primer ministro, diera su apoyo a los decretos ilegales adoptados por determinados municipios contra el Burkini, descartando de un manotazo la opinión del Consejo de Estado (de ese modo, actuando anticipadamente como Trump: «El Consejo de Estado habla de leyes; yo hago la política», situándose por encima de la Ley. ¿Puede hacerlo un primer ministro?)

Valls no es más que una anécdota (salvo para nosotros, en Francia) que hace reír en el extranjero. El «Muslim Ban» de Trump que prohíbe el acceso a Estados Unidos a los originarios de siete países musulmanes no es para reírse. Las movilizaciones espontáneas en Estados Unidos y en los aeropuertos con el fin de permitir la entrada de residentes extranjeros bloqueados y la suspensión por los jueces del decreto firmado por Trump adquieren una dimensión internacional muy importante. Quiebran la bipolarización extrema deseada tanto por Trump como por las extremas derechas fundamentalistas.

Impacto en el equilibrio de las potencias

Trump y… América Latina. La arrogancia imperial no le ha permitido callar a Donald Trump en lo que respecta a América Latina, su «coto privado». Los jefes de Estado de esta región no debieron de apreciar la brutalidad con la que humilló repetidamente al presidente mexicano a base de Twists, a cada cual más lapidarios.

Ocurre lo mismo con la amenaza de cuestionar de forma unilateral el Acuerdo de libre-cambio norteamericano (Alena) entre Estados unidos, Canadá y México. El primer jefe de todo el continente impulsa una política a base de medidas proteccionistas. La izquierda militante en América Latina va a tener que movilizarse contra los nuevos diktaks imperialistas pero sin, por ello, defender el orden existente y la agenda neoliberal /2.

México es el país de la «línea del frente» con Estados Unidos. Fundamentalmente en lo que respecta a las implicaciones internacionales de la xenofobia y del racismo anti-inmigración, anti-latino, de la administración Trump, simbolizada por una política de expulsiones masiva y a marchas forzadas, y la construcción de un muro en la frontera. ¡Toda la inmigración latina está concernida!. La población musulmana está lejos de ser la única afectada; ni mucho menos.

Trump y… el Oriente Medio. Donald Trump dio un puñetazo en la mesa para denunciar el fracaso de Obama y la OTAN en Oriente Medio. Anunció la retirada de EE UU del teatro sirio-irakí en beneficio de Rusia así como desplazar la embajada de EE UU en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén (lo que le llevaría a reconocerla como capital de Israel, que no lo hará); rompió con la política de dos Estados (palestino e israelí) que constituye el fundamentos de las negociaciones de paz; situó en el punto de mira a Irán y el acuerdo nuclear que se firmó con Teherán, al mismo tiempo que se abrió a Arabia Saudí y a las monarquías del Golfo y aboga por una alianza estratégica que integre a esos Estados y a Israel para… contener a Irán.

Dicho esto, todo deja pensar que Trump no tiene la menor idea de la complejidad del «juego» en Medio Oriente ni, quizás, del hecho de que al respecto las decisiones no le corresponden a su presidencia sino, sobre todo, al Congreso. Más aún que en lo que concierne a estas cuestiones internacionales. Así pues, más vale esperar para hacernos una idea de a dónde llegará la política de la nueva administración.

Trump y… Rusia. En el terreno diplomático parece claro que entre sus prioridades, Donald Trump querría un acercamiento con Rusia y que Moscú cuenta con ello. Pero la situación no está clara. Ya veremos.

En el mundo de Trump, en el que la geopolítica de gran potencia sirve sobre todo para hacer negocios, esta opción (si se confirma) tiene sentido: a diferencia de China, Rusia no es un competidor a nivel mundial. La industria extractivista (petrolera) que quiere encarnar ha tejido lazos estrechos en Rusia. Puede haber convergencia en Oriente Medio. Un eje Washington-Moscú aislaría a Pekin…, el enemigo principal.

Si este esquema se confirma, la posición de Rusia se consolidaría en el teatro de operaciones sirio-iraquí y en Europa oriental a expensas de la Unión Europea.

Trump y… la Unión Europea. Una colaboración ruso-americana tendría muchas implicaciones para la UE, de la que Trump ha dicho todo lo que de mal pensaba. A pesar de las ideas sobre una Europa-Potencia, la UE no ha podido, no ha sabido o no ha querido constituirse como potencia geopolítica mundial. El nuevo presidente estadounidense amenazó con reducir su aportación a la OTAN, rechazando pagar ad vitam aeternan por su defensa. La UE está bajo presión en un momento de crisis: Brexit, heterogeneidad creciente, impopularidad…

La reciente conferencia de Munich (Alemania) en torno a la seguridad -denominada el «Davos de la defensa»- no ha tranquilizado a la UE. Es cierto que muchos de los enviados por Washington intentaron quitar hierro a las declaraciones de Trump (que, por ejemplo, calificaba de obsoleta a la OTAN), pero el vice-presidente Mike Pence ni siquiera ha citó a la Unión Europea en su discurso. Y no se ha avanzado en ninguna cuestión /3.

Los dirigentes europeos plantean el problema del armamento real de Alemania de forma cada vez más urgente. No existe un ejército europeo. Los ejércitos británico y francés no cubren esta ausencia más que parcialmente y, sobre todo, se movilizan en el marco de opciones nacionales. Se han visto confrontados a exigencias contradictorias: reducir los costes debido a las políticas de austeridad al mismo tiempo que se ampliaban sus compromisos en ámbitos extranjeros o, también, internos (Francia). El material y el personal militar están agotados, con riesgo de «quemarse», lo que parece ser la situación en el caso de Gran Bretaña , mientras que en Francia podríamos asistir a una «caída brutal» /4.

En esta situación, puede ocurrir cualquier cosa. Se lanzan globos sonda sobre cuestiones tabú. Un miembro del Partido demócrata-cristiano, Roderich Kiesewetter, declaró que si la América de Trump «ya no quiere ofrecer la garantía de seguridad nuclear, Europa necesita un paraguas nuclear». Un editor del Frankfurter Allgemeine Zeitung, remachó el clavo: dado el rearme ruso y la pequeñez de las fuerzas de ataque anglo-francesas, pensemos en lo «impensable»: nuestra «propia disuasión nuclear» /5.

La primera ministra británica, Theresa May, también se interroga sobre las consecuencias de la elección de Trump en materia de defensa europea. Hace tiempo que Estados Unidos reclama mayores esfuerzos a los miembros de la UE y critica a la OTAN, pero Trump puede pasar a los hechos mientras que Obama, más consciente de la complejidad del asunto, no lo hizo. May es (¿era?) una incondicional de la OTAN. El Financial Times publica ahora un artículo de Anne Applebaum incitando al Reino Unido a impulsar un nuevo pacto de seguridad, a pesar del Brexit /6.

La incertidumbre no solo llega del otro lado del Atlántico. En la UE no puede haber una discusión seria antes de las próximas elecciones en Francia y Alemania. La construcción europea vive una crisis estructural. La Unión es incapaz de desempeñar el papel que debería en el ámbito internacional para garantizar el orden imperialista. Quienquiera que sea el presidente de Estados Unidos, allí nadie sabe qué esperar de los Europeos.

Trump y… China. ¿Cómo va evolucionar la confrontación chino-estadounidense bajo Trump?Esta es una de las cuestiones más importantes que habrá que seguir con atención en el próximo futuro. Un número creciente de comentaristas hace referencia incluso a la posibilidad de una nueva guerra mundial (¿en qué forma?) que se estaría prefigurando en la situación de Asia oriental.

Sin aventurarnos en el debate sobre «la guerra que viene», tomemos nota que Trump tiene enfrente un problema al que Obama fue incapaz de dar respuesta: ¿Cómo recuperar la iniciativa en Asia oriental después de haber dejado durante tanto tiempo la iniciativa a China; más aún, cuando estos últimos años Pekín ha consolidado su control regional? Su actividad económica en la región ha aumentado, así como su peso político y diplomático. La militarización en propio beneficio del mar de la China del Sur es un hecho consumado. La construcción de islas artificiales está suficientemente avanzado como para poner en pie una red de defensa operativa: pistas de aterrizaje, implantación de numerosos lanza misiles tierra-aire, etc. La flota china navega a sus anchas. Se ha dado un paso cualitativo.

Ninguna presión forzará a China a hacer las maletas. Es muy importante lo que está en juego: el control del acceso a los océanos, la influencia dominante en la región (EE UU o China), el nacionalismo de potencia (cemento ideológico del régimen)…

El listón está muy alto. Es verdad que la VIIª flota estadounidense puede navegar en el mar de China, pero no puede expulsar al ejército chino sin, cuando menos, embarcarse en un conflicto activo del que nadie puede prever las consecuencias.

La situación es más controvertida y fluida en Asia del Nordeste con el cara a cara belicoso entre Japón y China. El factor norcoreano y la crisis latente de la península; la identidad propia reafirmada por Taiwán y la necesidad de Pekín de meter en cintura a la población de Hong Kong. Ahora bien, en esta parte del planeta, las relaciones entre las potencias no están fijadas, al contrario de lo que mucha gente trata de creer. La nueva China capitalista ya no está en la posición estratégica defensiva heredada de Mao. Cada vez más, Estados Unidos debe restablecer el liderazgo perdido en el sudoeste. Insegura sobre el futuro, la derecha militarista de Japón presiona para una rearme completo del país. Corea del Norte juega al juego nuclear de la disuasión del débil frente al fuerte, pero desencadena una serie de reacciones imprevistas: implantación por parte de Estados Unidos de una base de misiles de intercepción Thaas en Cora del Sur, susceptible de cubrir una gran parte del territorio chino, que reducen su capacidad de disuasión. Por su parte Pekín decidió desplegar en los océanos sus submarinos con ojivas nucleares para protegerse de un primer ataque enemigo /7.

Este despliegue aún no se ha llevado a cabo, y es más fácil decirlo que hacerlo. Los submarinos chinos con todavía muy «ruidosos» (fácilmente detectables), el alcance de sus misiles balísticos es muy pequeño y China necesita producir más armas con cabezas múltiples que sean tecnológicamente fiables. Por otra parte, disponer de una cadena de mando capaz de actuar en tiempos de crisis es problemático; todo eso cuesta muy caro…

No obstante, la escalada militar en Asia del nordeste adquiere actualmente una dimensión nuclear. De ahí que las potencias «menores» deban mostrar que disponen de una capacidad seria para un «segundo ataque» en caso de que Rusia de un lado y EE UU de otro intenten destruir de un golpe todos sus emplazamientos de lanzaderas. Francia, Gran Bretaña y China no pueden hacerlo. En Europa la cuestión es sólo teórica. Ahora Pekín se inquieta de su vulnerabilidad, como atestigua su programa para el despliegue de los submarinos nucleares.

China y Rusia

China se impone como una «potencia mundial» (sobre todo, con su parque armamentístico nuclear) y como una «zona de influencia regional». A Putin no se le vio aparecer en Davos, como lo ha hecho Xi Jinping, como garante de la globalización capitalista.

China es una potencia mundial con un perfil militar mucho más discreto, si bien en progresión permanente. Ahora bien, su zona de influencia económica y diplomática es ya casi universal. Es la conclusión de una política de expansión desarrollada de forma sistemática desde hace 30 años y de la relación que establece entre los retos nacionales y el despliegue internacional. Como país capitalista que es, China conoce y conocerá crisis. Actualmente contempla un considerable exceso de producción, una crisis inmobiliaria, el endeudamiento, créditos impagables, tensiones en el mercado del trabajo, huida de capitales…

El despliegue internacional responde por una parte a estos factores «internos» de crisis. Debe garantizar el aprovisionamiento regular de la economía en materias primas (compra de tierras, de minas, de compañías de transporte, de puertos…). Para ello invierte de forma masiva en la construcción y la obra pública en el extranjero, ofrece mercados a un sector en gran dificultad a nivel nacional; mercados de salida para su sobreproducción (cemento, acero..). Permite exportar mano de obra y refuerza la ideología del régimen: el nacionalismo de gran potencia.

En diversos países, estas inversiones (financiadas por bancos chinos) están políticamente en riesgo. Un Estado endeudado puede movilizar fácilmente la población contra «los chinos· para desembarazarse de ellos una vez que los trabajos estén finalizados, pero por el momento la expansión china conserva su dinamismo. ¿hasta cuando? He ahí una cuestión importante.

Siendo como es la primera potencia mundial, Estados Unidos ha perdida la iniciativa estratégica: no puede asumir todas sus responsabilidades y sin poder esperar gran cosa de los europeos, dejó a Siria en manos de los rusos y a China en el ámbito internacional. Trump, que parece no conocer ni pio de la relación de fuerzas mundial ni de las combinaciones geopolíticas regionales, comenzó a pedir a la UE y al Japón «que paguen más» (¡devolvedme mi dinero!) y a instituciones como la OTAN que se plieguen a las prioridades definidas unilateralmente por su administración. La realidad no va a plegarse a su imaginación. ¿Cómo va a intentar de contrapesar a China; qué reacciones en cadena puede provocar? Inquietante.

Periodo y solidaridad

La elección de Trump expresa y aviva las contradicciones de la globalización capitalista en tanto que modo de dominación. La libertad del movimiento de capitales se salda por la desafección popular en un número creciente de países, por crisis de legitimidad y gobernabilidad nacionales o regionales. Por otra parte, las funciones monárquicas de los Estados no se han globalizado al mismo nivel que el capital. No hay armonización entre las políticas económica pedradoras de una parte y, de otra, su encuadre ideológico, las políticas securitarias y las guerras cuya responsabilidad incumbe siempre a los Estados (-nación).

Por el momento estas contradicciones no tienen solución. Desde hace varias décadas la burguesía desarrolla una ofensiva de clase frontal para recuperar todo lo que se vio obligada a ceder tras la Segunda Guerra Mundial y las revoluciones del siglo XX. Desde la implosión de la URSS, esta ofensiva ha adquirido una dimensión realmente planetaria. Desde las crisis financieras de 1997-1998 y, sobre todo, la de 2007-2008, adquiere una dimensión cada vez más claramente contrarrevolucionaria. La extrema violencia con la que se han movilizado las múltiples fuerzas de la contrarrevolución en Oriente Medio para quebrar la extraordinaria movilización popular iniciada en 2011 es una muestra de ello.

Hemos entrado en una nueva época. En mi informe ha hablado de un período contrarrevolucionario, lo que ha generado muchas reticencias o incomprensiones. ¿Por utilizar la palabra «periodo» que parece demasiado «largo», poco «clara»? Podría decir «momento» (en el sentido de una duración indeterminada), pero me temo que un término semejante no supere la prueba de las traducciones. Contrarrevolucionario no quiere decir que la contrarrevolución haya vencido sino que es a eso a lo que estamos confrontados; bien de forma abierta como en una gran parte del mundo musulmán, o de manera más sibilina como a menudo en Occidente.

Busquemos las la palabras que expresen mejor la naturaleza del tiempo presente, pero no lo maquillemos.

En una parte del mundo, la violencia de los ataques provoca movilizaciones a veces espectaculares, como en EE UU tras la elección de Trump: marchas de mujeres, apoyo a las víctimas del «Muslin Ban», marcha a favor del día de la tierra y de las y los científicos… Se trata de una ola de protestas de una dimensión excepcional. La «derechización» de los gobiernos suscita también la emergencia de procesos políticos a izquierda, como Corbyn en Gran Bretaña. Lo que ofrece muchas posibilidades de acción para nuestras organizaciones.

En esta medida se puede hablar de bipolarización: reaccionaria y progresista; si bien es necesario precisar que se trata de una bipolarización muy desigual. Theresa May está en el gobierno, Jeremy Corbyn no. El Brexit realmente existente ha abierto la vía a una explosión racista y xenófoba, no a una ofensiva de la clase obrera.

Por otra parte, en la otra punta del planeta, las oportunidades se reducen drásticamente. La lucha popular continua en Oriente Medio, pero en condiciones terriblemente degradadas. Quisiera citar un ejemplo que me ha marcado profundamente. A lo largo de muchos años he estado yendo a Pakistán en solidaridad con luchas ejemplares por su tenacidad. Los fundamentalistas religiosos, los servicios secretos del ejército, los esbirros de los poderosos imponían el terror pero, a pesar de ello, las resistencias populares continuaban siendo importantes. Fue así como llegué a tomar la palabra en mítines de varios miles de personas. En la granja militar de Okara -donde ahora están presos y torturados todos los líderes campesinos junto con los trabajadores del textil de Faisalabad- me encontré con Baba Jan, infatigable militante de Gilgit-Baltistan actualmente condenado a cadena perpetua tras haber sido torturado. Los atentados terroristas se suceden en Lahore, donde suelo residir. En pocos años la situación se ha venido abajo. Continúan las resistencias -y evidentemente merece todo nuestro apoyo- pero en una situación peor que antes.

No voy a tratar aspectos del debate referentes a otros puntos del orden del día («sujeto revolucionario» y los movimientos sociales, la construcción de partidos «útiles» /8), pero quiero concluir sobre nuestras tareas de solidaridad.

Actualmente estamos confrontados a formas de violencia realmente sin límites y, también, sin tapujos. Ya no se niega la hiperviolencia, sino que se hace alarde de ella. Es sobre todo el caso para organizaciones terroristas como el Estado islámico que escenifica la deshumanización de las víctimas, pero esta deshumanización del adversario y de grupos enteros /9 se encuentra también en la «guerra ética» o guerra santa, en el combate del Bien contra el Mal entonado por Bush tras los atentados del 11 de septiembre /10. La «guerra humanitaria» se emancipa del derecho humanitario y del derecho de guerra. Al enemigo «absoluto» no le corresponde ningún derecho: se pudre en las galeras fundamentalistas o en el «pozo negro» de Guantánamo y las prisiones secretas de la CIA. El recurso al «crimen» del blasfemo, de lesa-majestad, de atentado a la seguridad (o a la identidad o al símbolo) nacional brilla por excelencia. En Francia algunos proponen detenciones preventivas en campos de retención de quien sea sospechoso de poder realizar un atentado terrorista en el futuro…

Recordemos de pasada que la deshumanización era uno de los objetivos del régimen concentracionario nazi. El retorno insidioso de la política de deshumanización no es sólo un signo de los tiempos reaccionarios sino de los tiempos contrarrevolucionarios. Define un nuevo terreno de resistencia de cuya importancia hemos de ser conscientes. Ningún fin lo justifica. No se puede negar la humanidad del adversario, sea quien sea. Esa es la cuestión.

La represión sin límites anuncia la expansión de las tareas de solidaridad.

Actualmente estamos confrontados fundamentalmente a tareas de solidaridad «colectiva»: hacia las poblaciones víctima de catástrofes humanitarias de diverso origen; hacia las migraciones y los desplazamientos forzados (mucho más amplios hoy que al final de la II Guerra Mundial); hacia los pueblos agredidos o hacia las y los militantes detenidos en sus países… Debemos acoger a las y los exiliados, personalmente amenazados, con una particularidad: en el exilio, puede que sigan estando perseguidos. Como es el caso de periodistas e intelectuales del mundo árabe contra los que se han lanzados las fatwas. También es el caso de las y los tailandeses «culpables» de lesa-majestad y obligados a ocultarse porque son denunciados por redes ultra-realistas que operan en Francia. Es ya, o lo será, el caso de las y los kurdos y turcos que los servicios secretos de Erdogan han estado o estarán dispuestos a asesinar. No solo debemos y deberemos acogerles, sino también protegerles.

Todo ello exige la reconstrucción de una «cultura colectiva de solidaridad» entre la gente progresista. La solidaridad (bajo múltiples formas humanitarias, políticas y financieras /11) debe formar parte de las tareas «habituales» de las organizaciones populares (asociaciones, partidos, sindicatos…). Colectivizada, la solidaridad concreta es uno de los pilares sobre los que se puede fundar el nuevo internacionalismo que necesitamos /12.

Pierre Rousset

(26/02/2017)

http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article40414

Notas:

1/ La versión actualizada de los proyectos de resolución se publicará a finales de marzo.

2/ ESSF (artículo 40171), Statement (Mexico) : Against Trump and Peña : unity from below and without borders.

3/ Le Monde, 20 /02/ 2017. Disponible en: Au » Davos de la défense «, l’incertitude Trump : Grave crise de confiance entre l’Europe et les Etats-Unis.

4/ Nathalie Guibert, Le Monde, 22 /12/ 2016. Disponible en » Armée bonsaï » – L’armée française craint un décrochage brutal en 2020.

5/ Ver Josef Joffe, 13 /02/ 2017, Financial Times :
https://www.ft.com/content/4a60efd8-f1fd-11e6-95ee-f14e55513608

6/ FT, 15 /02/ 2017 :
https://www.ft.com/content/b3fcd252-f1f0-11e6-95ee-f14e55513608

7/ ESSF (artículo 40404), New arms race – China to send nuclear-armed submarines into Pacific amid tensions with US.

8/ Sobre este último punto, ser fundamentalmente Pierre Rousset, Réflexions sur » la question du parti » (bis) – Un tour d’horizon.

9/ ESSF (artículo 40417), Human Rights : Toxic political agenda is dehumanising entire groups, Amnesty warns.

10/ Daniel Bensaïd, ESSF (artículo 40412), Le nouveau discours de la guerre – » le monde entier en état d’exception permanent «.

11/ En torno a este último aspecto, ver el balance de la actividad de ESSF (artículo 39722), 2005-2015 : Onze ans de solidarité – un bilan des campagnes financières d’ESSF.

12/ Se están construyendo nuevos espacios para colectivizar la reflexión y el intercambio de experiencias con el fin de reforzar las sinergias. Ver, por ejemplo Intercoll en ESSF (artículo 40234), Intercoll : Présentation du groupe de travail » Internationalisme et solidarité internationale «.

[En la reunión del comité ejecutivo de la Cuarta Internacional celebrada a mediados de febrero continuó la discusión de los textos preparatorios de su próximo congreso mundial. Este texto retoma el tema del informe introductorio al primero de ellos, centrándose en los cambios de la situación geopolítica /1 y poniendo el acento en las implicaciones que puede tener el acceso de Donald Trump a la presidencia de EE UU. ]

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article12276#sthash.KC05hWxx.dpuf