George W. Bush regresó de un breve pero difícil merodeo de aprendizaje por Latinoamérica: ¡Vaya, qué grande es Brasil!» Mientras tanto, los ciudadanos norteamericanos se impacientaron con su desempeño. Las encuestas de CBS descubrieron un 35% de aprobación a principios de noviembre. Hasta sus seguidores reconocieron que las políticas de Bush han creado enorme mala […]
George W. Bush regresó de un breve pero difícil merodeo de aprendizaje por Latinoamérica: ¡Vaya, qué grande es Brasil!» Mientras tanto, los ciudadanos norteamericanos se impacientaron con su desempeño. Las encuestas de CBS descubrieron un 35% de aprobación a principios de noviembre. Hasta sus seguidores reconocieron que las políticas de Bush han creado enorme mala voluntad en todo el mundo. Más éticamente preocupante, se quejaron sus críticos, es que esas políticas no nos representan como somos realmente.
La mayor parte de los norteamericanos, por ejemplo, aborrece la tortura. Así que el 7 de noviembre Bush declaró tajantemente; «No torturamos» -justo en el momento en que en las primeras planas aparecían los detalles de cómo el Pentágono acusaba a cinco miembros de una unidad de élite del Ejército por haber pateado y golpeado a detenidos en Irak.
Pocos entendidos en Washington expresaron asombro porque Bush no hubiera sabido de la enorme cantidad de evidencias compiladas por El Centro para Derechos Constitucionales, Amnistía Internacional y la Cruz Roja acerca de la tortura rutinaria de prisioneros en Guantánamo y Abu Ghraib por parte de militares norteamericanos y la CIA. Ni tampoco él pareció molestarse por los informes de prisiones secretas creadas por la CIA en otros países en los se realizaban métodos que Estados Unidos y la mayoría de las otras naciones habían acordado mediante tratados no practicar nunca. La CIA había ocultado prisioneros en una serie de prisiones de «sitios negros» en todo el mundo, donde funcionarios de EEUU los «castigaban» de forma prohibida por la Convención de la ONU Contra la Tortura y Otros Tratamientos o Castigos Crueles, Inhumanos o Degradantes. (Washington Post 2/11/05.)
Interrogadores de la CIA en el extranjero utilizan «Técnicas Ampliadas de Interrogatorio», prohibidas tanto por Naciones Unidas como por el derecho militar de EEUU, tales como el «acuaplano», o hacer creer a un prisionero que se está ahogando. (Washington Post 2/11/05.)
El Post también asegura que «un pequeño círculo de abogados y funcionarios de la Casa Blanca y el Departamento de Estado «aprobó esta política» y trató de afirmar que el «Congreso ya no podría regular la capacidad del presidente para detener e interrogar a combatientes enemigos, de la misma forma que no puede regular su capacidad para dirigir los movimientos de tropas en el campo de batalla».
El 7 de noviembre Bush dijo que no quería que el enemigo supiera qué le podría suceder. «Hay un enemigo que se agazapa y conspira y planea y quiere hacer daño nuevamente a Estados Unidos. Y por tanto, pueden estar seguros de que los perseguiremos agresivamente. Pero lo haremos de acuerdo con la ley». (CNN.)
Bush evadió el servicio militar y Cheney «tenía mejores cosas que hacer»que arriesgar su vida en Viet Nam. El Senador John McCain, por el contrario, quien experimentó la tortura, lideró la batalla para prohibirla. «Someter a prisioneros al abuso promueve la mala inteligencia, porque bajo la tortura un detenido dirá a su interrogador cualquier cosa con tal de que se detenga el dolor», dijo McCain. «Segundo, el maltrato de nuestros prisioneros pone en peligro a las tropas norteamericanas que puedan ser capturadas por el enemigo… Y tercero, los abusos a prisioneros provoca terribles bajas en la guerra de las ideas, porque inevitablemente esos abusos se hacen públicos».
El 7 de octubre otros 89 senadores se unieron a McCain para condenar la tortura, nueve votaron a favor. El bocón radial de Rush Limbaugh dijo que los torturadores sólo «se estaban divirtiendo», obteniendo un «alivio emocional». En su programa del 4 de mayo de 2004, un oyente comentó a Rush por teléfono: «Fue como una broma de iniciación universitaria que forma una pila de hombres desnudos».
LIMBAUGH: ¡Justamente lo que yo decía! Esto no es diferente de lo que sucede en la iniciación de Calavera y Huesos y vamos a arruinar la vida de personas por eso y vamos a entorpecer nuestro esfuerzo militar, y luego vamos a castigarlos porque se estaban divirtiendo. ¿Saben?, a esa gente le están disparando todos los días. Estoy hablando de gente que se está divirtiendo, esa gente, ¿nunca han oído hablar de liberación emocional? ¿Nunca han oído hablar de la necesidad de soltar un poco de presión?
Un día antes, Limbaugh calificó a las mujeres soldados acusadas de abusar de los prisioneros iraquíes de «chicas». Oigan, las fotos publicadas de esos supuestos maltratos parecían como algo que «uno vería a Madonna o Britney Spears hacer en el escenario».
El comentarista radial sin pelos en la lengua hasta satirizó el escándalo de las torturas como algo por lo que uno «puede ganarse una beca de la Fundación Nacional para las Artes… algo que se puede ver todos los días en escena en el Centro Lincoln… quizás en Sexo y Ciudad -la película. Vaya…»
¿Esto no es lo que somos? La tortura y masacre de los indios en el siglo 19, ¿fue un poco de relajamiento por parte de frustrados soldados de EEUU? ¿Y el asesinato y la tortura de filipinos entre 1892 y 1932 no es más que una fiesta de iniciación de una fraternidad universitaria?
¿Por qué -debieran preguntar los periodistas- quería Bush exceptuar a la CIA de la prohibición de tortura? Asegurar que él no quiere que los prisioneros enemigos sepan lo que pudiera pasarles parece contradecir su declaración pública de «No torturamos». «Ellos», declaró Bush, «usan la violencia y la tortura». Nosotros somos libres y democráticos.
En junio en Estambul oí a un grupo de estudiantes retar a un académico norteamericano a que explicara cómo la gente democrática puede elegir a Bush. «Bush no representa realmente al pueblo norteamericano», replicó el académico. Los estudiantes turcos lo presionaron acerca de la invasión de Irak por petróleo y exigieron saber cómo era posible que los norteamericanos votaran por «el carnicero de Bagdad».
«Nosotros no somos eso», les aseguró.
¿No? Desde el siglo 17 la gente decente ha repetido esas palabras para distanciarse de atroces crímenes. Henry David Thoreau y Harriet Beecher Stowe insistían en que la esclavitud y la masacre de los indios no eran lo que nos definía. Después de conocerse los informes de que EEUU había arrojado bombas incendiarias sobre ciudades alemanas y japonesas y lanzado dos bombas nucleares sobre Japón, muchos ciudadanos dijeron: Nosotros no somos así.
El Juez del Tribunal Supremo Robert Jackson fue a Nuremberg para tratar de prohibir las guerras en el futuro: «No debemos permitirnos ser llevados a un juicio de las causas de la guerra, pues nuestra posición es que ninguna queja ni política justifica recurrir a la guerra agresiva. Es totalmente renunciable y condenable como instrumento de una política». (12 de agosto de 1945.)
Otros expertos en jurisprudencia redactaron la Carta de la ONU para mantener la paz y ayudaron a revisar las Cuatro Libertades del Presidente Franklin Roosevelt) palabra y expresión, religión; libertad para no tener miedo y necesidad) para incluirlas en el Convenio de la ONU para Derechos Humanos.
Mientras tanto, otros funcionarios norteamericanos realizaban pruebas de armas nucleares para su uso en futuras guerras y ayudaron a evitar que el Senado ratificara los convenios.
La ley se enfrenta a la ilegalidad. La administración Bush trató de obtener cobertura legal de la ONU para su invasión de Irak antes de violar tanto los códigos internacionales como la denuncia del Juez Jackson de la guerra agresiva. Luego él dio una mano de barniz retórico de democracia a su desnuda agresión.
A fines de septiembre, a fin de demostrar a los del Medio Oriente quiénes éramos en realidad, Bush despachó a Karen Hughes para que promoviera la verdadera imagen de EEUU en Arabia Saudí, Egipto y Turquía.
A Hughes le fue difícil vender la democracia y los derechos humanos a medida que aparecían informes de la rutina sistemática de tortura a prisioneros en Irak y Afganistán. Las fuerzas armadas juzgaron y condenaron a más de 200 miembros del más bajo nivel. Ni un solo general o funcionario civil, incluyendo a los que autorizaron la tortura, ha enfrentado un tribunal.
Mientras Karen Hughes «vendía» el Estados Unidos de Bush, vendedores alternativos en Al Jazeera subrayaban el déficit creciente y la enorme deuda de EEUU y presentaban noticias de cómo los negros pobres siguen recibiendo lo peor de parte del gobierno.
Los norteamericanos creen que viven en un modelo de libertad, oportunidad y prosperidad no disponibles en culturas más antiguas. Los 37 millones que viven por debajo del nivel de pobreza los estremecieron. Así como los más de tres millones de millonarios.
La típica familia blanca tiene $80 000 en valores; la familia negra promedio unos $6 000. Unos 46 millones no pueden darse el lujo de tener seguro de salud, 18 000 de ellos morirán prematuramente por esa razón.
EEUU ocupa en el mundo el puesto 43 en la tasa de mortalidad infantil. Los bebés de Beijing tienen mucho mejor oportunidad de llegar a su primer año que los nacidos en Washington. Los que sobreviven se enfrentan a escuelas en decadencia. Las pruebas de matemáticas y lectura para niños de 15 años sitúan a EEUU en el lugar 24 entre las 29 naciones ricas.
Mientras tanto, 18 ejecutivos corporativos fueron a prisión por fraude de contabilidad corporativa y saqueo. Los compinches de Bush en Enron también pronto se enfrentarán a un juicio por practicar su cultura de «la avaricia es buena».
La guerra cuesta $ 6 mil millones de dólares al mes. En cinco años el conflicto habrá costado $11 300 dólares a cada familia norteamericana. Bush reducirá los programas para los pobres a fin de pagar por la guerra, pero no dará marcha atrás a sus reducciones de impuestos.
A través de la historia de EEUU, norteamericanos realmente piadosos y sensatos han compartido el espacio en la iglesia con fanáticos prejuiciosos. Cotton Maher, el puritano cazador de brujas, y Roger Williams, quien abogó por la libertad religiosa en el siglo 17, tienen como torcidos descendientes a Pat Robertson y Jerry Falwell, quienes se regodean con el hecho de que uno de su propia clase está dirigiendo el país. Del lado de la democracia y la libertad, William Sloan Coffin y los hermanos Berrigan condenan la agresión imperial y la supresión de libertades.
Hilos de racismo y agresión imperial caracterizan el crecimiento y expansión de EEUU desde las 13 colonias hasta llegar a ser la mayor potencia del mundo. También la democracia. Este inextricable amor por la libertad se desarrolló conjuntamente con el racismo y el imperialismo.
¿Quiénes somos? Racistas, imperialistas y demócratas. La lucha ahora, como en el pasado, enfrenta a los que desean que prevalezca el elemento de la democracia y enterrar el mal que ha emanado de los otros dos hilos de nuestra historia.
Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política.