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Rajoy no deja un país mejor que el que encontró

Fuentes: Rebelión

Una de las últimas frases que pronunció M. Rajoy desde la tribuna de oradores del Congreso, tras saber que la moción de censura había acabado con su indecente Gobierno, fue la siguiente: «Es un honor saber que dejo un país mejor que el que encontré«. Frase que nos provocaría un ataque de risa, a no […]

Una de las últimas frases que pronunció M. Rajoy desde la tribuna de oradores del Congreso, tras saber que la moción de censura había acabado con su indecente Gobierno, fue la siguiente: «Es un honor saber que dejo un país mejor que el que encontré«. Frase que nos provocaría un ataque de risa, a no ser porque, por incierta y cínica, lo que nos provoca es un ataque de profunda indignación. Rajoy no se va dejando un país mejor que el que encontró, ni siquiera igual, sino que deja un país muchísimo peor, un país «hecho unos zorros» diríase coloquialmente. Es más, podríamos concluir sin temor a equivocarnos que ningún aspecto de nuestra sociedad, ninguna faceta de nuestra vida, ninguna institución del Estado, acaba mejor que antes de los 6 años de infructuoso, intolerante, antisocial, mezquino y detestable Gobierno del PP de Rajoy. Ni en economía, ni en pensiones, ni en política exterior, ni en derechos y libertades, ni en igualdad, ni en servicios públicos, ni en medio ambiente, ni en justicia, ni en cultura… no hay parcela alguna que pueda registrar un saldo positivo tras el paso del caballo de Atila de Rajoy y sus perversas políticas. En justicia, hasta los colectivos de profesionales se han manifestado en contra de las reformas del Gobierno de Rajoy, que eliminó la justicia universal, que no ha dotado de mejores medios materiales ni humanos a la Administración de Justicia, y que ha acortado los plazos de instrucción de los procesos. Asímismo, mediante la famosa Ley Mordaza, ha eliminado el derecho a la tutela judicial efectiva, cuando se dan circunstancias de limitación de libertades públicas básicas.

Reformó el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que junto con la ya referida Ley Mordaza, limitan grandemente nuestro anterior sistema de derechos y libertades. Asimismo, el Gobierno saliente de Rajoy se ha caracterizado por utilizar y poner a su servicio las más altas Instituciones del Estado, como el Tribunal Constitucional, judicializando una serie de procesos que debían haberse tratado únicamente por cauces políticos, tal como el conflicto nacional catalán. Como nos cuenta este reciente editorial del medio digital Contexto: «Deja Rajoy unos derechos fundamentales erosionados, expuestos a una percepción de la seguridad ciudadana, de la tranquilidad pública y de la respuesta a la delincuencia que sólo provocan más sufrimiento en términos colectivos, más cárcel y más temor en el ejercicio de conductas hasta hace poco consideradas derechos sin más, además de un rosario de agravios con sed de sentencia ejemplarizante«. En efecto, sin ir más lejos, y sin actividad armada alguna de la banda terrorista ETA, las denuncias y condenas por enaltecimiento del terrorismo se han visto elevadas frente a anteriores períodos. A ello han contribuido también los medios de comunicación dominantes del sector privado, todos ellos adalides del neoliberalismo más salvaje, y por supuesto, la degradación a la que ha estado sometido el ente público Radio Televisión Española, que ha alcanzado con el Gobierno de Rajoy unos niveles de manipulación informativa nunca antes vista, así como una involución de su programación general que le ha alejado seriamente de su carácter y función como servicio público, y que la ha relegado a una herramienta de propaganda del Gobierno y un instrumento al servicio de la alienación cultural.

El asunto catalán ha sido otro de los caballos de batalla del expresidente que afirmó «dejar un país mejor que el que encontró», pero sin embargo, lejos de reconocer la responsabilidad de su partido en el encono del asunto (pues los orígenes se remontan al recurso que interpuso el PP ante el TC sobre el famoso Estatut de 2006), ha sido absolutamente incapaz de establecer vías de diálogo y negociación con los sucesivos gobiernos de la Generalitat, dejando que el tema se enquistara en la sociedad catalana hasta alcanzar límites desorbitados, que tuvieron como cénit la jornada de violenta represión a la ciudadanía que participó en el referéndum del pasado 1 de Octubre. Rajoy no sólo ha sido un presidente antidemocrático, sino completamente inepto para abordar problemas políticos desde la política, traspasando dichos asuntos a la órbita de la justicia. Bien es verdad que para estas tareas ha tenido como compañeros de viaje al partido que ahora gobierna de nuevo, el PSOE de Pedro Sánchez y a esa nueva derecha de Ciudadanos, que aunque pretende aparecer como renovada y moderna, sigue siendo fiel a los postulados más ultraconservadores. Incluso la Corona desempeñó su detestable papel en este asunto. Pero de dicha institución ya sabemos que nada puede esperarse, salvo su disolución y la transformación de nuestro Estado en una República Federal. El culmen de dicho proceso ha sido la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que ha dejado como resultado un montón de políticos catalanes presos o en el exilio. Un balance absolutamente lamentable.

La mano de Rajoy también se ha dejado sentir en varias Leyes que han sido completamente ninguneadas e ignoradas por su Gobierno, tales como la Ley de Memoria Histórica (sobre la cual se jactaba incluso de haber dedicado «0 euros» a su financiación), la Ley de Violencia de Género, o la Ley de la Dependencia, que han sido igualmente despojadas de presupuesto, lo cual es sinónimo de hacerlas inviables, y por tanto, suponen otra forma de incumplirlas. Tampoco ha sabido o querido dejar solución para algunos temas urgentes de carácter estatal, tal como el sistema de financiación autonómica, que tras muchos años de demanda de las diversas autonomías (incluidas las gobernadas por su propio partido), no han visto satisfechas sus demandas de una mejor financiación. Más bien al contrario, el Ministerio del ex Ministro Montoro se ha dedicado a practicar la guerra interna contra las Administraciones autonómicas, controlando sus cuentas mediante mecanismos como el FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), y exigiéndoles unos niveles de déficit público que les obligaban a no poder financiar el conjunto de sus servicios públicos. Las mujeres han sido otro saldo negativo del ex Presidente, aunque él mantuvo que dejaba «un país mejor que el que encontró». Huelgas feministas, brecha salarial, feminización de la pobreza y de la precariedad, y sobre todo, incremento de los crímenes machistas han sido los principales saldos del Gobierno de M. Rajoy en asuntos de igualdad. La visión transversal de género ha sido una carencia fundamental en las políticas del PP de Rajoy. Su desinterés por las mismas también.

La Ley de la Dependencia ha sido también objeto de acoso y derribo. Rajoy presupuestó 1.400 millones de euros para esta partida, lo que supone un 6,7% menos que en 2011. En 2017 un total de 38.000 personas dependientes fallecieron en nuestro país sin haber recibido prestación alguna. Dos de cada tres dependientes son mujeres, y el 90% de las personas que se ocupan de los cuidados, también. El grave deterioro de la economía que ya sufríamos con los últimos años del Gobierno de Zapatero tampoco fue corregido con Rajoy, por mucho que éste presumiera del «crecimiento económico y el empleo», coletilla que usaba como un mantra incuestionable de sus políticas. Nada más lejos de la triste realidad. El crecimiento económico únicamente ha servido en estos últimos años para acrecentar el número de ricos en nuestro país, para afianzar los beneficios empresariales, y para consolidar una hegemonía de los poderes económicos, que salieron inmensa y mayoritariamente beneficiados con la Reforma Laboral de 2012, toda una contrarreforma que acabó con los (ya mermados) equilibrios anteriores. El «empleo creado» no ha sido tal, sino una transformación de nuestro mercado laboral anterior, una reconversión hacia un mercado mucho más inestable y precario, dependiente de los deseos, necesidades y objetivos de los patronos. Con Rajoy la precariedad se ha convertido en modelo de vida, en norma cotidiana, en registro vital. Incluso los trabajadores y trabajadoras veteranos/as pierden sus puestos de trabajo sin mayores problemas, para que sus empresas contraten después «recursos humanos» jóvenes y precarios. La devaluación salarial ha sido continua, la pérdida de poder adquisitivo en todos los sectores laborales una constante, y el desmontaje de la Seguridad Social (incluso aunque durante algunos períodos haya aumentado el número de cotizantes puntualmente) y del Sistema Público de Pensiones, sus consecuencias más directas. Para una radiografía más completa de los destrozos económicos de Rajoy, véase el artículo de Emilio de la Peña para el medio digital Ctxt.

En el «país mejor» que deja Rajoy, se despide más fácilmente, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social ha sido vaciado, y los pensionistas están en pie de guerra debido a sus míseras pensiones. En el «país mejor» que deja Rajoy, sólo la mitad de los desempleados están cobrando prestaciones, y los jóvenes no tienen expectativa vital de futuro, ya que están abocados a depender de sus familias, de la precariedad, o del exilio laboral. En el «país mejor» que deja Rajoy, la cultura y la ciencia han sido atacadas y desmanteladas, y los artistas tampoco pueden vivir de su trabajo. En el «país mejor» que deja Rajoy, las pocas empresas públicas que quedaban han sido absolutamente privatizadas, los bancos rescatados, las personas desahuciadas de sus viviendas, los clientes estafados, los estudiantes expulsados de la Universidad, y los servicios públicos básicos (sanidad, educación, etc.) disminuidos en recursos y en personal. Un conjunto de Mareas ciudadanas han sido la constante en su expresión de protesta ante los ataques, recortes, privatizaciones y desmantelamientos que estaban sufriendo sus respectivos sectores. En el «país mejor» que deja Rajoy, las políticas destinadas a la mejora y conservación del medio ambiente y a contrarrestar los gravísimos efectos del cambio climático han brillado por su ausencia. Una gran parte de la legislación ambiental existente se derogó, se privatizaron recursos naturales (montes, ríos, playas, costas…), y en el plano energético, ha destacado el freno a la implantación y desarrollo masivo de las energías renovables, dando por el contrario impulso a las prospecciones petrolíferas, facilidades al fracking y mayores poderes al oligopolio eléctrico, lo cual se ha traducido en mayores ganancias para las empresas, incremento del coste de los suministros básicos, y aumento de la pobreza energética.

Pero todavía hay más puntos negros en la España que deja Rajoy. Las cuotas de refugiados no se han cumplido, y ese «país mejor» se ha caracterizado por una agresión constante por todos los medios (tierra, mar y aire) a los migrantes que han intentado llegar a nuestra tierra, desplegando los más execrables mecanismos para impedirlo. La insensibilidad y la inhumanidad han llegado a límites insospechables. Las políticas de Defensa han sido absolutamente desastrosas, aumentando los presupuestos para armamento de forma obscena, multiplicando por tres los gastos dedicados a la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, y plegándose a los requerimientos de la OTAN y de los Estados Unidos de Trump descaradamente. Y por si todo ello fuera poco, Rajoy se atreve a proclamar que deja «un país mejor que el que encontró», cuando la radiografía de la corrupción nos dibuja un paranoma absolutamente deprimente. La corrupción durante los años de Rajoy se ha convertido en realidad cotidiana, y de hecho, como sabemos, él mismo no ha tenido la dignidad suficiente como para dimitir como máximo responsable de su partido, cuando éste está salpicado hasta las cejas por cientos de casos que afectan a dirigentes de su formación. Jamás asumió sus propias responsabilidades, se limitó a mirar para otro lado, a desfigurar la vomitiva realidad, y a atacar a todos los demás para disculpar las indecentes prácticas de su formación política. Tuvo que ser desalojado del Gobierno por una Moción de Censura, cuando la situación era ya de plena salud democrática, de harto insostenible. Rajoy, como decíamos arriba, no ha dejado un país mejor que el que encontró. Pero él, desde su plaza de Registrador de la Propiedad en Santa Pola, seguirá pensando que sí. Ya sabemos por tanto la visión de un «país mejor» que tiene el Partido Popular. 

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

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