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Entrevista a Gilbert Achcar, profesor de estudios sobre desarrollo y relaciones internacionales en la School of Oriental and African Studies de la University of London

Rebelión popular, plan imperialista

Fuentes: New Left Project

Traducido del inglés para Rebelión por Elisa Viteri

Gilbert Achcar es profesor de estudios sobre desarrollo y relaciones internacionales en la School of Oriental and African Studies de la University of London. Es autor de varios libros sobre política internacional, el imperialismo en Oriente Medio y, más recientemente, sobre «los árabes y el Holocausto: la guerra entre las narrativas árabe e israelí», traducción del título de su libro The Arabs and the Holocaust: The Arab-Israeli War of Narratives. En esta ocasión, conversa con Tom Mills sobre la rebelión en Libia y los motivos que se esconden tras la intervención de la OTAN.

-Al comienzo de la operación conjunta para la protección de Libia de la OTAN, la justificación principal era que las fuerzas de Gadafi iban a masacrar a la resistencia y a los civiles residentes en las zonas tomadas por la resistencia, en especial Bengasi. ¿Qué enseñanzas se han extraído desde entonces y qué probabilidad había de que esto ocurriera?

-En situaciones urgentes, no hay mejor juez que las personas directamente implicadas, y en este caso hay unanimidad. ¿Alguna vez has oído que algún grupo significativo de Bangasi se opusiera a la petición que se le hizo a la ONU de una zona de restricción aérea? ¿Y que defendiera otra forma distinta de evitar que las tropas de Gadafi tomaran la ciudad? Todos vimos el descomunal alivio popular, que fue expresado a través de las extraordinarias explosiones de júbilo que siguieron al anuncio de que la ONU había aprobado la resolución. Además, los periodistas y reporteros que estaban cubriendo los hechos en el terreno coincidían en que las fuerzas de Gadafi no hubieran tenido ninguna dificultad en capturar la ciudad. Cualquiera puede ver todavía los restos de los tanques y vehículos que estaban concentrados a las afueras de Bengasi y que fueron destruidos por las fuerzas aéreas francesas. Me lo han dicho.

Más allá de eso, hemos visto cómo las fuerzas de Gadafi, bien armadas, bien entrenadas y bien armadas desde hace tiempo, fueron capaces de llevar a cabo una ofensiva tras otra, a pesar de estos varios meses de bombardeos de la OTAN, así como la dificultades y el costo en vidas humanas que ha pagado la resistencia, primero para asegurarse Misrata, mucho más pequeña que Bengasi, y después para romper el bloqueo del frente occidental antes de entrar en Trípoli. Cualquiera que, desde lejos, cuestione el hecho de que Bengasi hubiera sido totalmente aplastado no tiene decencia, desde mi punto de vista. Decirle a un pueblo sitiado, desde la seguridad de una ciudad occidental, que son unos cobardes -porque a eso equivale cuestionar si se estaban enfrentando a una masacre- es una indecencia, simplemente.

-Eso era sobre el equilibrio de fuerzas. ¿Qué pasa con la probabilidad de que si Bengasi hubiera caído, hubiera habido una masacre? ¿Es todavía materia de especulación?

-No, para nada. Déjame que recuerde que la represión que Gadafi desplegó en febrero, desde el principio del levantamiento en Libia, fue bastante más intensa que todo lo que hemos visto hasta ahora. Por ejemplo, tomemos el caso de Siria: hoy día, varios meses después de que el movimiento de protestas comenzara en marzo, se estima que el número de muertos en Siria llega a las 2.200 personas. El rango en el que se mueven los cálculos de las cifras de fallecidos en Libia sólo el primer mes, antes de la intervención occidental, empieza ya sobrepasando esta cifra y llega hasta los 10.000. Gadafi utilizó toda clase de armas, incluida sus fuerzas aéreas, de una manera más extensiva e intensiva que nada de lo que hemos visto hasta ahora en los demás países árabes.

Además, Gadafi y su hijo, Saif el Islam, nunca escondieron sus intenciones lo más mínimo. Desde el principio dijeron que no iban a tener piedad y que aplastarían la rebelión como a las ratas y a las cucarachas, además de otras bonitas palabras para describir a las masas de manifestantes, su propio pueblo. Sabemos qué tipo de regímenes usaron esos términos para hablar de sus enemigos en el siglo XX, y qué masacres y genocidios se han cometieron. A mediados de marzo ya se produjeron asesinatos masivos en varias ciudades libias. Dado que Bengasi ha sido el corazón de la rebelión desde el principio y se convirtió en una ciudad liberada, apenas hay dudas de que las fuerzas de Gadafi, de haberse hecho con la ciudad, hubieran cometido una terrible masacre.

Siempre pongo el ejemplo del régimen sirio porque comparte algunos rasgos con el régimen libio, a pesar de que, hasta cierto punto, es menos sangriento y asesino. En 1982, cuando Hafez al Asad aplastó la rebelión de los Hermanos Musulmanes contra él en la ciudad de Hama, que era uno de los baluartes de esta organización, los cálculos aproximados del número de víctimas mortales oscila entre los 10.000 y los 40.000 muertos, siendo 25.000 la cifra que más se cita. Esto ocurrió en una ciudad que en 1982 tenía sólo un tercio de la población de Bengasi hoy en día. Así sabemos a lo que nos estamos enfrentando, y podemos hablar de otros ejemplos en la historia.

Cuando las tropas de Adolphe Thiers se volvieron a hacer con París en el tiempo de la Comuna de 1871, con armas mucho menos letales mataron y ejecutaron a 25.000 personas. Ese es el tipo de masacre a la que se estaba enfrentando Bengasi, y por eso digo que en esas circunstancias -cuando la población de la ciudad y la rebelión pidieron, imploraron incluso, que la ONU les concediera la protección aérea ante la ausencia de otra alternativa- no es aceptable ni ético que desde la comodidad de Londres o Nueva York se diga: «No a la zona de exclusión aérea». Los que hicieron eso desde la izquierda reaccionaron, desde mi punto de vista, en un acto reflejo de anti-imperialista, sin preocuparse demasiado por la gente afectada en el terreno. Para mí, eso no es lo que significa ser de izquierda.

Dicho eso, nunca he sostenido que la gente de izquierdas, yo incluido, teníamos que apoyar la intervención de la OTAN en Libia, o ni siquiera apoyar la resolución de la ONU. Critiqué esa resolución y denuncié desde el primer día el motivo real de la intervención y el hecho de que tiene un regusto a petróleo. Pero al mismo tiempo dije que no podíamos oponernos a ella por los motivos que acabo de explicar. En el momento que el peligro que amenazaba Bengasi desapareció -y eso era cosa de unos cuantos días, una semana o diez días, después de que las fuerzas aéreas de Gadafi hubieran sido dañadas sin posibilidad de reparación- se hizo posible, e incluso necesario, oponerse a que los bombardeos continuaran, bombardeos que sobrepasaron claramente su misión inicial y oficial de protección. Aquí de nuevo, en línea con mi concepción de lo que es la izquierda -ante todo no es un anti-imperialismo que salta como un acto reflejo, sino sobre todo una preocupación por la liberación de los pueblos contra la opresión- hice una llamada a la izquierda para hacer campaña contra la continuación de los bombardeos, con la condición de que fuera acompañada de una campaña para que se distribuyeran armas a los rebeldes. Los propios rebeldes solicitaron armas muy pronto, y las siguieron pidiendo cada vez más según fueron pasando las semanas y los meses.

He sido consecuente en mi postura, que era que no debíamos hacer campaña en contra de la intervención siempre que fuera necesaria para evitar una masacre. Al mismo tiempo, debemos seguir la situación de cerca y denunciar cualquier cosa que vaya más allá del propósito inicial. Lo llevo diciendo desde el primer día, en mi primera entrevista, publicada en ZNet el 19 de marzo, la que provocó un aluvión de debates. Y de hecho, una vez que se cumplió el propósito inicial, lancé una campaña con dos demandas inseparables: ¡Paren las bombas! ¡Manden armas a los insurgentes!

-Bueno, si hablamos de la misma OTAN, y dada su justificación humanitaria de la misión, es importante saber cuál es el impacto humanitario que han producido las acciones de la OTAN. ¿Cuánto se sabe sobre las muertes, civiles o no, que ha causado la OTAN? ¿Qué hay de los impactos de otro tipo sobre el bienestar de los libios?

-El pretexto humanitario es, claro está, pura hipocresía. Nadie debería creerse ni por un segundo que lo que motiva a la OTAN son sus sentimientos humanitarios. Hemos oído el discurso humanitario muchísimas veces en las dos última décadas y ya sabemos de qué va exactamente. Tanto en Iraq, Kósovo o Afganistán, se ha venido repitiendo este pretexto hasta que se ha desgastado completamente. Desde el principio dije que las intervenciones de las potencias occidentales tienen regusto a petróleo.

Sin embargo, sí que había un interés humanitario indirecto, como traté de explicar, y es que si se hubiera producido la masacre, los gobiernos occidentales hubieran tenido que hacer lo que ahora están haciendo en Siria. Si sigues las noticias, sabrás que acaban de decidir que se van a aplicar sanciones contra el petróleo sirio. Si se hubiera producido una masacre en Bengasi, hubieran tenido que hacer lo mismo, por no decir que la masacre hubiera sido a mucha mayor escala de lo que ha visto Siria hasta ahora. Esto se hubiera traducido en la imposición de un embargo al petróleo libio, una medida que, con las condiciones actuales del mercado del petróleo y la economía mundial, habría sido muy perjudicial para ellos. Entonces, en vez de reaccionar después de una masacre y llevarse las culpas de que hubiera sucedido, han preferido intervenir. Esta decisión está fuertemente relacionada con el hecho de que Libia es un país productor de petróleo clave y que este embargo hubiera tenido un impacto real en la economía mundial (no como ocurre con Siria).

Entonces, incluso si no fueron allí por humanidad, al invocar esta pretensión humanitaria tenía que intentar -todo lo que pudieran y atacando desde miles de metros de altura- minimizar el número de víctimas. En las guerras post-Vietnam, desde la de Iraq en 1991, hemos visto que están intentando minimizar el número de víctimas usando sus nuevas tecnologías. No es que los imperialistas se hayan convertido en gente humanitaria; sólo saben que los pueblos occidentales tienen sentimientos humanitarios y no pueden aceptar, desde el punto de vista moral, ver a sus gobiernos matando civiles a gran escala. Este fue uno de los motivos principales del enorme movimiento antibélico en tiempos de [la guerra de] Vietnam.

Asimilaron las lecciones de la Guerra de Vietnam. Cualquiera que esté familiarizado con la evolución de las doctrinas militares occidentales lo sabe. Así, para ir sobre seguro, intentaron minimizar las bajas civiles en Libia. El número de misiones aéreas y de bombardeos (los más numerosos) ha sido de alguna manera de menor si se compara con las campañas aéreas en las guerras de Iraq, Afganistán o Kosovo. Incluso han intentado más que nunca minimizar las víctimas civiles, ya que están llevando a cabo esta campaña bajo la protección de la ONU y supuestamente para la protección de civiles. Esta es la razón por la que el número de víctimas civiles causadas por la operación de la OTAN, a pesar de que los militares las llaman cínicamente «daños colaterales», se ha mantenido relativamente bajo.

Uno debe comparar las bajas que han producido los bombardeos de la OTAN con las víctimas civiles potenciales que se han prevenido al limitar la capacidad de ataque de las fuerzas de Gadafi contra las zonas habitadas y controladas por los rebeldes. No tengo ninguna duda de que, incluso después de todos estos meses de bombardeos de la OTAN, las víctimas civiles ocasionadas por las bombas son aún muchas menos de las que habrían sido si las tropas de Gadafi hubieran ocupado Bengasi y la insurrección hubiera rendido el país entero. Dicho esto, el hecho de que la OTAN decidiera continuar con los bombardeos por un periodo de tiempo más largo, el hecho de que intentaran secuestrar la insurrección libia y dominarla haciéndose con el control de los acontecimientos, al mismo tiempo que se negaba a proporcionarle a los libios los medios para contraatacar a las fuerzas de Gadafi, superior en alcance y en potencia*, de manera efectiva y autosuficiente, el hecho de que la OTAN se impusiera como un participante de pleno derecho en la guerra desde su fase inicial; todas estas cosas, qué duda cabe, aumentaron el número de civiles muertos por los bombardeos de la OTAN.

Ahora que si el número de civiles asesinados por la OTAN fuera la única consideración para oponerse a una intervención continua, cualquiera podría decirme, ya que abogo por la entrega de armas a los insurgentes como alternativa, que si la guerra civil hubiera durado más o los insurgentes hubieran contado con armas más pesadas, esto podría haber llevado un número más alto de víctimas civiles. Algo bastante probable, la verdad, pero esta cuestión es claramente pura especulación, nada seguro. Lo más importante aquí es ser consciente de los planes que ha establecido la OTAN para imponer su voluntad al pueblo libio a través de la intervención y para defender el derecho del pueblo a la autodeterminación. Son los propios libios los que han pedido e insistido constantemente en que se les entregaran armas para luchar su propia guerra.

-Has sugerido que el motivo original fue básicamente poder mantener el flujo de petróleo. Pero después, una vez que la operación está ya en curso, ¿cuál es el objetivo actual de la operación de la OTAN y cuál podría ser la influencia que tendrán Francia, Reino Unido y los Estados Unidos?

-No he dicho que fuera para mantener el flujo de petróleo. Sólo he mencionado el tema desde su forma negativa únicamente. Querían evitar el verse obligados a imponer sanciones al petróleo libio tal y como han hecho ahora en Siria. De lo contrario, sin duda alguna, hubieran dejado que Gadafi cometiera una masacre y él les hubiera seguido vendiendo petróleo sin ningún problema. Ya firmó contratos petroleros con todos los países occidentales, especialmente con Italia, pero también con Alemana, Reino Unido, España, etc. No estamos ante una situación en el que el régimen es anti-occidental.

Las sanciones que Occidente le impuso a Gadafi fueron levantadas en 2004, después de que les regalara los oídos a George Bush y Tony Blair diciendo que había quedado tan impresionado por ellos que iba a deshacerse de sus armas de destrucción masiva. Estos se alegraron bastante porque pensaron que el pretexto de las armas de destrucción masiva para la invasión de Iraq ganaba credibilidad, en un momento en el que no lograban fabricar ninguna prueba de que allí hubiera este tipo de armas. Desde entonces, la mayoría de los líderes occidentales se han pasado a visitar a Gadafi a su jaima, así como hicieron también Richard Perle, Bernard Lewis, Francis Fukuyama, el teórico de la tercera vía Anthony Giddens, etc. Todos fueron a visitarle, y fueron generosamente recompensados por ello. Así, no se ve ningún tipo de impulso por parte de Occidente para cambiar el régimen en Libia en los años anteriores a 2011.

Cuando empezó el levantamiento árabe, y después de que las masas triunfaran en Túnez y en Egipto al derrocar a sus dictadores pro-occidentales, las potencias occidentales se sintieron obligadas a hacer como si apoyaran este movimiento generalizado por la democracia. Al principio de las protestas en Túnez, el gobierno francés apoyó a Zine El Abidine Ben Ali, un hecho que le abochornó sobremanera en la política doméstica. Nicolas Sarkozy necesitaba distanciarse de su vergonzosa actitud. De este modo, intentó pujar cada vez más alto por ver quién apoyaba más a la revolución libia, lo que fue bastante más fácil para él, ya que Francia no se encuentra entre los países que mantienen lazos privilegiados con la Libia de Gadafi.

Washington mantuvo una postura cautelosa al comienzo de la «Primavera árabe», aunque más tarde sintió que tenía que acudir en apoyo de la democracia. Así lo hizo en Egipto, aun cuando el dictador egipcio era uno de los mejores aliados de Estados Unidos. Washington, Londres o los líderes occidentales en general, con la excepción de la Italia de Silvio Berlusconi, no le tenían, en ningún caso, más aprecio a Gadafi que a Mubarak. Entonces, cuando Gadafi inició su frenética campaña de represión y asesinato contra aquellos a los que denominó ratas e insectos, los líderes occidentales no pudieron mirar hacia otro lado, especialmente cuando se encontraron una petición directa de ayuda de la población de Bengasi, que también le planteó la cuestión a los regímenes árabes, con las mismas demandas. Esto llevó a que la Liga Árabe abogara por pedir una zona de restricción aérea en la resolución de la ONU.

La situación se desarrolló de tal manera que las potencias occidentales debían intervenir por todas las razones que acabo de describir, con el petróleo en un lugar central. Ahora, una vez que empezaron su intervención y Gadafi resultó ser más terco de lo que se esperaba, y su régimen incluso más fuerte, tuvieron que continuar con los bombardeos hasta que cayera el régimen, o se doblegara. De lo contrario, habrían quedado mal, habrían perdido su credibilidad, como les gusta decir. Así, su única preocupación pasó a ser cómo conducir la guerra de manera que llegara al mejor escenario que podía ocurrírsele. ¿Cuál es el mejor escenario? Dada la terquedad de Gadafi, necesitaban quitarle de en medio.

Pero sobre todo, lo que quieren es un gobierno estable en Libia, que sea capaz de seguir haciendo negocios, como solía, con las empresas y gobiernos occidentales. Por eso es que la mayor preocupación de la OTAN haya sido asegurarse de que el «ejemplo iraquí» no se repita. Se refieren a lo que las capitales europeas consideran un error garrafal, cuando la administración de Bush desmanteló el estado del partido Baaz al invadir Iraq. Acabaron con todas las estructuras claves del Estado, lo que incluye el ejército, el aparato represivo, el partido gobernante; todo se desmanteló. Como la ocupación de Iraq resultó ser un desastre para Estados Unidos y Reino Unido, llegaron a la conclusión de que lo que necesitaban hacer en Libia era asegurar una transición que dejara el grueso de las instituciones del régimen en su sitio.

Esta es la razón por la que han llevado a cabo esta campaña de relativamente baja intensidad, al mismo tiempo que se negaban a entregar armas a los insurgentes y mantenían negociaciones intensivas con el régimen de Gadafi. Se han filtrado a la prensa internacional noticias sobre negociaciones directas o indirectas entre los gobiernos occidentales y miembros del entorno de Gadafi, como su hijo Saif al Islam. Querían lograr un acuerdo con los hombres del régimen y después presionar a los rebeldes para que lo aceptaran. También el Consejo Nacional de Transición mantuvo contactos con el régimen de Gadafi bajo la presión de la OTAN, pero las negociaciones no llegaron a ninguna parte. El mayor impedimento era el propio Gadafi. No había ninguna posibilidad de que la rebelión hubiera aceptado que conservara nominal y oficialmente la jefatura del Estado libio y él se negó a abandonar el poder. Sin embargo, la OTAN siguió con su combinación de bombas y negociaciones, con la esperanza de que, una vez sufriera un revés militar, el séquito de Gadafi se diera cuenta de que las cosas se les estaban poniendo feas, dejaran de lado a Gadafi y firmaran un trato con la OTAN, la cual se lo impondría a los rebeldes.

La idea de la OTAN era básicamente patrocinar un acuerdo entre los grupos que lideran el régimen de Gadafi y la rebelión, con la OTAN en el papel de mediador, el árbitro de la situación. Londres desempeñó un papel excepcional en el diseño de este plan. Un editorial del Financial Times dijo, sólo unos pocos días antes de la liberación de Trípoli, que los rebeldes no debían lanzarse a un asalto a la ciudad. El pretexto que dieron es que, si lo hacían, se iba a producir un baño de sangre, por lo que era preferible presionar al régimen para que eliminara a Gadafi. The Economist ya había dicho lo mismo con anterioridad. Estos son los principales portavoces de la clase gobernante británica.

Eso era en lo que la OTAN estaba pensando. Hoy día, sin embargo, parece que este escenario está condenado al fracaso, debido al repentino colapso de las estructuras del régimen en Trípoli. Parece que la OTAN sólo se estaba haciendo ilusiones al pensar que podrían conservar las estructuras represivas de un régimen que se ha perfilado durante décadas como el negocio y la milicia privados de la familia gobernante. No puede funcionar en una situación en la que la población está armada, en la que la mayoría de los rebeldes armados son civiles que se han convertido en soldados para la ocasión. Es una revolución popular real, una revolución popular real. Muchos de los rebeldes no hubieran aceptado que se conservaran las estructuras del régimen de Gadafi.

-Algunos han sugerido que la OTAN ha usurpado a los propios rebeldes, pero lo que tú estás diciendo que el plan real era conservar el régimen y usar a la rebelión para presionar a Gadafi hasta que se fuera. ¿Lo que estás diciendo es que la OTAN ha fracasado a este respecto? ¿Dónde se colocan los rebeldes es esta imagen? Se ha señalado que algunos de los antiguos miembros del régimen están liderando la rebelión.

-Por supuesto que hay antiguos miembros del régimen entre la gente que está liderando la rebelión. ¿Qué esperas tras cuarenta años de régimen totalitario? ¿Te sorprende que haya personas que han ocupado puestos en el estado, dentro del régimen, que no tenía apenas otras opciones para ganarse la vida en un país donde el estado es omnipresente, y que no comulgaran con la dictadura y la locura del dictador? Sabemos, gracias a las entrevistas que les han hecho a colaboradores cercanos a Gadafi, que a muchos les horrorizaba su ridículo comportamiento. A cualquiera con un mínimo de inteligencia le molestaría este tipo. Este es el porqué, a excepción de los admiradores incondicionales del líder y de la gente que se está beneficiando de su generosidad, muchos individuos se cambiaron de bando, desde las filas del régimen a las de la oposición, tan pronto como empezó el movimiento.

Si hay alguna razón para mantener una actitud negativa frente a la insurrección libia, ¿qué puede uno decir sobre Egipto? Allí se ha considerado que el ejército apoya las protestas, en el sentido que se negó a reprimirlas y finalmente se desligó de Mubarak. ¿Qué hay ahora en Egipto? En esencia, la continuación del mismo régimen. Esto no significa que lo que ha pasado en Egipto no sea importante. Fue una covulsión muy importante, pero el proceso revolucionario todavía sigue en marcha y están estallando las luchas políticas. En Libia será igual, la caída de Gadafi no será el fin de la historia. La lucha continuará -esperemos que sea política, no militar. Uno de las cuestiones principales en juego será, por supuesto, la naturaleza del nuevo estado y la profundidad de la ruptura que debería producirse con las instituciones anteriores.

The Transitional National Council circles include a few champions of neoliberal reforms – more in the executive committee, i.e. the cabinet, than in the TNC itself. Among those who came back from exile, there is Khalifa Haftar, a CIA asset. Such people are there. But as far as we know, they carry little weight in the rebellion and are actually resented and ostracised by a lot of the rebels. When the TNC makes big proclamations of gratitude towards NATO, we know from many reports that among the rebels there is no real gratitude towards it, there is rather a sense of frustration over the way in which NATO has dealt with the situation.

El los círculos del Consejo Nacional de Transición incluyen a un puñado de campeones* de las reformas neoliberales -más bien en el comité ejecutivo, i.e. el gabinete, que en el propio Consejo. Entre lo que han vuelto del exilio está Jalifa Haftar, un activo* de la CIA. Este tipo de gente está presente pero, hasta donde sabemos, no tienen mucho peso dentro de la rebelión y son rechazados y excluidos por parte de muchos de los rebeldes. Cuando el Consejo Nacional de Transición hace grandes proclamas* de gratitud a la OTAN, sabemos por muchos testimonios* que los rebeldes no guarda un verdadera gratitud a la OTAN, sino que en su lugar hay una especie de sentimiento de frustración producido por la manera en que la Alianza ha gestionado la situación.

Muchos libios creen que de alguna manera alquilaron los servicios de la OTAN de la misma manera que Gadafi estaba contratando a mercenarios. Pidieron ayuda y la consiguieron a través de las potencias occidentales, que esperan con ilusión ser recompensadas por ello, al mismo tiempo que se les asegura de que la recompensa llegará. Te dirán: «De todos modos vamos a seguir haciendo tratos con ellos, justo como el régimen de Gadafi». Creerse esto es de ilusos, por supuesto. Pero creerse que la OTAN puede controlar la situación desde lejos y sin botas sobre el terreno es otra ilusión. Muchos dentro de los círculos de la OTAN son conscientes de ello, y en consecuencia han diseñado otros planes para enviar tropas sobre el terreno.

Sin embargo, y por muchas razones, políticas, financieras y militares, la OTAN tendría muy difícil el enviar tropas occidentales. La razón principal es que los rebeldes no quieren tropas extranjeras en tierra libia, y esta ha sido su postura desde el primer día que pidieron ayuda. Dijeron: «Queremos una zona de restricción aérea, pero no tropas en el terreno». Lo importante es que, sin dichas tropas, la OTAN se encontrará con que tiene poco peso una vez que Gadafi haya desaparecido del mapa. Todo porque la influencia que tienen ahora mismo se debe, en su mayoría, a su calculada indispensabilidad para los rebeldes en su lucha contra las fuerzas de Gadafi. Sin embargo, una vez que esta etapa llegue a su fin, su peso caerá en picado, y por eso es por lo que están planeando otros escenarios, con una intervención terrestre bajo la protección de la ONU, con fuerzas de algunos países árabes y puede que africanos, estrechamente ligados a las potencias occidentales, además de Turquía, miembro de la OTAN. Turquía está ahora mismo al frente de la operación de la OTAN en Libia y tiene la esperanza de desempeñar un papel protagonista en el país y así obtener importantes beneficios económicos.

Ahora, incluso si ponemos que el Consejo Nacional de Transición aceptara este escenario de un despliegue de tropas extranjeras (una hipótesis que es bastante improbable en el escenario actual, que no ha visto un caótico deterioro de las condiciones del país), se vería en un aprieto al intentar vendérselo a la rebelión, a las masas populares que lucharon por su libertad y autodeterminación. La situación en Libia muestra que hay una gran distancia entre los planes de la OTAN y lo que vemos en el terreno. No sería la primera vez que vemos esta divergencia entre los planes imperialistas y la realidad. Piensa en Afganistán, piensa en Iraq. Será el caso de Libia también; tanto más cuando no hay tropas occidentales en el terreno y sí un genuino levantamiento popular.

Tom Mills es un investigador autónomo afincado en Londres que está desarrollando sus estudios de posgrado en la University of Strathclyde, así como coeditor del New Left Project.

Fuente: http://www.newleftproject.org/index.php/site/article_comments/popular_rebellion_and_imperialist_designs1