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Túnez

Recomienza la insurrección

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Caty R.

La represión policial no cesa

Es obvio que el Ministro del Interior Farhat Rajhi sólo ha saneado relativamente el organigrama de la policía. Por lo tanto no ha cambiado radicalmente su comportamiento violento y nocivo, que es por lo que debería haber empezado. La reivindicación política es cambiar el sistema dictatorial en su totalidad. De la misma forma, la reivindicación ciudadana es cambiar la naturaleza autoritaria de las «fuerzas del orden» frente a la población, incluso frente a los sectores de dicha población que desde su punto de vista son los más «rebeldes». Pero no se percibe ningún cambio en el comportamiento de la policía: ni en sus acciones, ni en su estrategia, ni en su espíritu. Todavía peor, a su arrogancia habitual se ha añadido una vendetta contra los ciudadanos. Hace más de un mes de la huida del general Ben Alí y la policía no ha dejado de reprimir, golpear, torturar, disparar y matar a los ciudadanos.

Es cierto que hace falta tiempo para cambiar medio siglo de prácticas autoritarias, represivas y violentas, sin embargo todavía no hay ninguna señal objetiva, ni siquiera un conato de reforma profunda de la policía más allá de los cambios estructurales. Razón de más para que se adopten algunas medidas simbólicas fuertes para pacificar al máximo la situación, como por ejemplo la decisión de cambiar el emplazamiento del Ministerio del Interior o la de diseñar nuevos uniformes para las diferentes secciones. Esas medidas puramente formales no dejarán de ser mensajes importantes, debido a su carga simbólica, dirigidos al mismo tiempo al cuerpo de policía y a la población civil.

Manifestaciones y motines

En todas las revoluciones ha existido el asalto a un lugar simbólico: la toma de la Bastilla, los locales de la televisión en Rumania, la plaza Tharir, etc. Pero en Túnez la revolución no ha «tomado» ningún lugar para marcar en las conciencias y en el subconsciente colectivo un cambio radical de la naturaleza del régimen dirigente. No es sorprendente que hubiera un intento de «tomar» el Ministerio del Interior el viernes, ¡lo sorprendente es que no hayan intentado tomarlo antes! Es ingenuo y falso, tanto desde el punto de vista político como del filosófico, pensar que se puede combatir una dictadura de medio siglo con una lucha únicamente pacífica y política. La revolución tunecina, por otra parte, lo demuestra. La huida de Ben Alí y la caída del régimen establecido sólo fueron posibles gracias a la conjunción de esa lucha teórica con otra forma más práctica: la insurrección (que dicho sea de paso está admitida por la Declaración de los Derechos Humanos). Las personas que en la actualidad condenan la recuperación de la insurrección se confunden de diagnóstico: el viejo régimen sigue donde estaba.

Sí, hay algunos actos de pillaje y destrozos, pero esas desviaciones leves y aisladas sólo son resultados de la incompetencia y la incapacidad del gobierno provisional, de la policía y del ejército. En primer lugar, a la vista de las enormes manifestaciones en todo el país desde la mañana del viernes, las decisiones políticas deberían haberse anunciado antes de que acabara la jornada. Después, la situación en el centro de Túnez evolucionó poco a poco de una reunión pacífica, e incluso festiva, el viernes por la mañana, a una batalla formal el viernes por la tarde y a los disturbios del día siguiente, sábado, durante todo el día (con algunos actos de vandalismo marginales). Esta evolución in crescendo hacia una situación de alta tensión el domingo, 27 de febrero de 2011, habría podido evitarse si el gobierno provisional, la policía y el ejército hubieran adoptado una actitud diferente a la del viejo régimen frente a las manifestaciones y las reivindicaciones legítimas de cientos de miles de ciudadanos. Por otra parte, si hay milicianos que manipulan o compran los servicios de algunos desocupados con fines de vandalismo y desestabilización, es únicamente responsabilidad, o más bien irresponsabilidad, de los servicios de seguridad nacional y por lo tanto, a fin de cuentas, del gobierno provisional, que es incapaz de encerrar a los milicianos y de dialogar e informar a esos desocupados.

El poder provisional

El primer gobierno provisional y después el segundo recibieron incluso más protestas que el régimen de Ben Alí entre el 17 de diciembre y el 14 de enero. Desde hace mes y medio no han dejado de abuchearlos. Por otra parte los gobiernos nos siguen recordando la imagen del antiguo régimen: ineficacia en las actuaciones, falta total de comunicación con la población, prácticas autoritarias, oídos sordos a las reivindicaciones políticas de los manifestantes, manipulaciones y artimañas, etc. Este poder provisional no es otro que el antiguo régimen maquillado. La dimisión del Primer Ministro Mohamed Ghannuchi no cambiará gran cosa en cuanto a la situación de hecho ni en cuanto a la protesta (o al menos en lo que se refiere a la continuación de la misma).

A la vista de todos estos elementos (continua represión policial, regusto a revolución inacabada, oídos sordos e ineficacia del poder provisional, política de tierra quemada por parte del régimen derrotado y de su milicia todavía en acción aunque debilitada, cambio puramente formal de los medios de comunicación…) es lógico que estemos asistiendo a un recrudecimiento de los enfrentamientos como está ocurriendo en los últimos días, tanto en Túnez como en otras regiones del país. También es previsible que continúen este tipo de insurrecciones mientras permanezcan esos elementos. Un régimen de plenos poderes y un sistema de gobierno y de pensamiento de medio siglo no se destruyen sólo con la huida de un dictador y algunas personalidades indecentes. Se destruyen con una larga lucha y numerosos combates.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.