La primera generación de cineastas africanos nació de una voluntad implacable de desarrollar una identidad de las culturas nacionales y con un profundo deseo de dar testimonio de las mismas, teniendo por objetivo rechazar la imagen que de ellos había dado el cine durante la época colonial. Las estructuras formales cinematográficas se puede decir que […]
La primera generación de cineastas africanos nació de una voluntad implacable de desarrollar una identidad de las culturas nacionales y con un profundo deseo de dar testimonio de las mismas, teniendo por objetivo rechazar la imagen que de ellos había dado el cine durante la época colonial. Las estructuras formales cinematográficas se puede decir que florecieron en Mali con un cierto orden y lógica. En el año 1962 se creó el OCINAM (Oficina Cinematográfica Nacional de Mali) que abarcaba, en principio, todos los sectores, hasta que en 1966 se creó Scinfoma (Servicio de Información del Cine) incorporado en 1977 dentro del CNPC (Centro de Producción Nacional).
Para conseguir que los africanos pudieran reencontrarse con una identidad que les había sido usurpada y rebajada al rango de la barbarie, los cineastas asumieron el firme compromiso de dirigirse al espectador, de interpelar directamente al africano que se observaba a través del cine, de su cine. Es por eso que el cine de los primeros años posee una marcada tendencia política y didáctica, pues estos pioneros no consideraban al séptimo arte como un entretenimiento, sino como un vehículo ideológico que podía servir para descolonizar las mentes, desarrollar una toma de conciencia y recuperar las herencias y tradiciones auténticamente africanas.
Este es el caso del aclamado Souleymane Cissé, que en 1970, se convirtió en el primer maliense en tener terminado el ciclo completo de estudios en una escuela superior de cine, en concreto, en el Instituto de Moscú. Por esta escuela pasarían figuras claves del cine maliense como Djibril Kouyaté que dirigió durante un tiempo el OCINAM.
Después de los primeros pasos en el cine documental con el sello etnográfico de Jean Rouche, los realizadores y técnicos malienses, formados durante los años 60-70 en la Unión Soviética y en las Repúblicas de Europa del Este (principalmente Yugoslavia), se orientaron hacia la ficción. Estas obras, se inspirarían en el realismo, ofreciendo una mirada aguda y comprometida por el poder y la dictadura de Moussa Traoré instaurada en 1968 afectando a toda la cultura audiovisual.
Entre 1970 y el 2001, Malí había producido y co-producido poco más de 20 largometrajes, 30 documentales y 20 cortometrajes según las cifras del (CNPC). Esta producción tan reducida en una franja de 30 años ha llevado a una drástica reducción en la tasa de asistencia al cine, dejando el campo libre a las imágenes extranjeras, e impulsado por las cintas de vídeo y las cadenas satélites. Parte de esta responsabilidad fue debido a la supresión del OCINAM cuyo papel, entre otros, era el de gestionar las salas de cine y asegurar la programación, distribución y la explotación de las películas de producción nacional.
Además de la eliminación del OCINAM, la ausencia de film político explicaría lo que algunos han denominado «la corriente a través del desierto del séptimo arte maliense». No obstante, el espíritu de lucha, inventiva y crítica de algunos de sus directores ha mantenido al país en el reconocimiento internacional; es el caso del mencionado Souleymane Cissé, de Cheick Oumar Sissoko o de Abdoulaye Ascofaré.
Un celuloide bien dinámico
Actualmente, el Centre National de la Production Cinématographie (CNPC) se encuentra intentando relanzar un sector que aunque nunca ha llegado a detenerse está por ver de qué manera afectará el conflicto actual que está teniendo lugar y que mantiene al país dividido. Prueba de ello es la firmeza que mantiene la UCEAO (Unión de Creadores y Empresarios del Cine y el Audiovisual de África del Oeste), creado en 1996.
Pese al subrayado en rojo de todos los indicadores de organizaciones internacionales que analizan este país, el presente cinematográfico se anto ja dinámico. Así lo demuestran los últimos premios recibidos por películas malienses. El último de ellos ha sido para el film Toiles d’Araignées (Tela de araña) obteniendo el Premio de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) en el marco del festival canadiense International Film Festival Vues d’Afrique 2012. Este largometraje de 92 minutos, producido íntegramente por el CNPC y dirigido por Ibrahim Touré, está basado en la novela de Ly Ibrahim.
Como afirmaba el propio director: «La película revive las páginas oscuras de las dictaduras africanas que sellaron el destino de nuestro pueblo con el silenciamiento de las voces y el aplastamiento brutal a cualquier atisbo de disidencia». Toiles d’Araignées será además una de las seleccionadas para representar a Mali en el FESPACO (Festival Panafricano de Ouagadougou que se celebra bianualmente y que vendrían a ser como los Oscar africanos), en la categoría de mejor largometraje, según anunciaba ayer la web oficial . También lo harán en la categoría de cortometraje Dankuma de Bakary Diallo, y en la de documental Hamou-Beya (Pescadores de arena) de Andrey Samonté Diarra.
Sebastián Ruiz es periodista especializado en Relaciones Internacionales y África Subsahariana.
Fuente: www.wiriko.org