Una isla perdida en la costa de Mauritania, objeto del deseo de distintos reinos europeos ávidos de nuevos enclaves en el continente, como el caso de Prusia, el inesperado descubrimiento de plantas medicinales y las demencias de tiranos gobernadores. Éstos son los ingredientes de un nuevo análisis sobre un tema poco tratado en los estudios […]
Una isla perdida en la costa de Mauritania, objeto del deseo de distintos reinos europeos ávidos de nuevos enclaves en el continente, como el caso de Prusia, el inesperado descubrimiento de plantas medicinales y las demencias de tiranos gobernadores. Éstos son los ingredientes de un nuevo análisis sobre un tema poco tratado en los estudios sobre África: el continente como fuente de medicamentos y no de enfermedades.
«El último enclave comercial brandenburgués (estado alemán que pasó a Prusia) de cierta importancia para la historia de la medicina se encontraba en la isla desértica de Arguin, árida y rocosa, ante la costa mauritana. El islote, de una superficie de aproximadamente 22 km2, sólo figura hoy en algunos atlas.»
Éste es el comienzo del análisis del profesor Marcus Plehn, de la Universidad de Friburgo, publicado en la última edición de la revista L’Ouest Saharien. Se trata de un trabajo dedicado a un enclave codiciado por varias potencias coloniales de la época, entre los siglos XVI y XVII. Un enclave que, curiosamente, tenía poca importancia como fuente de materias primas con la excepción de los productos medicinales. Mejor que hoy, que no tiene ninguna para nadie.
El profesor Plehn ha seguido la pista de estos medicamentos a partir de las huellas que han dejado en los documentos históricos. También encontró evidencias de algunas importantes actividades económicas para la isla, como eran la goma arábica, el ámbar gris y el famoso bezoar, este último producto de origen asiático popularizado recientemente por Harry Potter pero que ya era conocido y valorado en Europa desde el siglo XVI como contraveneno antes de la llegada del mago arribista.
Pero Plehn registra también otros que no eran aptos para la exportación, ya había de sobra en Europa, pero que eran muy útiles para la actividad del cirujano local. «La mirra y la «pulvis adstringens» actuaban de la misma forma. El «spiritus carminativus» y el «pulvis liquiritiae», por el contrario, eran eficaces contra las infecciones gastrointestinales, muy extendidas. La «terra sigillata», una tierra medicinal, se emplea todavía hoy ante los ardores de estómago y las diarreas.
El colaborador de L’Ouest Saharien, además, nos proporciona también datos acerca de la población de la época de esas latitudes mauritanas y de sus prácticas curativas.
«Éstos eran pescadores negros de origen africano y bereber. Cuando sufren contusiones o tienen heridas abiertas, se curan mediante la cauterización a fuego ardiente. Si caen enfermos, lo que sucede muy de tiempo en tiempo, tienen que bailar hasta la extenuación. Cuando ya no pueden bailar, un amigo cercano debe hacerlo mientras el enfermo siga convida. Al morir, se atan los pulgares a los dedos gordos del pie y el muerto se entierra sobre el costado en una fosa cavada en la arena».
Este danzarín ritual terapéutico, según Plehn, proviene probablemente de influencias senegalesas y marroquíes y servía para ahuyentar a los djinn, los espíritus malignos a los que se hacía responsable, en la medicina popular tradicional musulmana, de un número enorme de enfermedades aparecidas bruscamente. Los movimientos rítmicos y la música tenían que molestar y ahuyentar al djinn, causante de la enfermedad. La ceremonia de inhumación corresponde al rito musulmán.
Desgraciadamente para algunas enfermedades dichos medicamentos no eran efectivos: la locura de los gobernadores coloniales de la isla quienes, a causa de la insolación, la depresión, el abuso de alcohol, el calor y la desidia de sus gobiernos, acabaron por perder el sentido de la realidad y adquirir uno muy agudo de su avaricia, cometiendo abusos intolerables contra los nativos y sus propios hombres:
«En abril de 1714 el gobernador Jan de Both abortó con sangre una revuelta de la guarnición. Hizo torturar y colgar a los muertos como «corderos de carnicería». Otros insurgentes fueron conducidos a islas desiertas. De Both transformó Arguin en un nido de piratas, volvió hábilmente a los árabes contra la guarnición y se negó a obedecer al rey de Prusia, proclamando: «Acaso sabe, el cretino, si le soy fiel o no».
Finalmente, en 1721, Prusia se cansaría de sus posesiones africanas y el islote caería en manos de los franceses, luego de los holandeses y de vuelta a los franceses, quienes lo pasarían mal para conservarla hasta 1728. Bajo control local hasta la colonización de Mauritania en el siglo XX, la isla de Arguin perdió su importancia y hoy se encuentra desierta.
Según el profesor Plehn, la isla y su colonización prusiana (1685-1721) tuvo un impacto en la historia de la medicina. El profesor alemán concluye su artículo con una lista de más de setenta medicamentos utilizados a lo largo de la historia y que pueden ser encontrados en la pequeña isla desierta.