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Acampada Sol

Reflexión sobre la continuidad, el levantamiento, la reestructuración y el desalojo

Fuentes: Rebelión

Desde hace una semana, en todas las asambleas de «Sol» se está continua y machaconamente buscando el consenso para lisa y llanamente levantar la acampada, si no se ha conseguido es porque siempre, aunque cambie el aforo, la inmensa mayoría de los asistentes está por mantener la acampada. En vista de lo cual, toma el […]

Desde hace una semana, en todas las asambleas de «Sol» se está continua y machaconamente buscando el consenso para lisa y llanamente levantar la acampada, si no se ha conseguido es porque siempre, aunque cambie el aforo, la inmensa mayoría de los asistentes está por mantener la acampada.

En vista de lo cual, toma el relevo otra propuesta la de «reestructurar» el campamento sustituyendo las tiendas, toldos y carpas por un chiringuito (almacén, nave, hangar, bungaló…) prefabricado con paneles ecológicos estando ya disponible y «homologado por las autoridades». Sí, así lo han presentado «homologado por las autoridades». Tal «reestructuración» está abocada a «institucionalizar» la acampada, restringiéndola y desnaturalizándola

El levantamiento, aun siendo un error, se trataría de una decisión, sin connivencia con las «autoridades» ni fruto de la presión y a menazas de las mismas. Sino como una medida reflexiva y autónoma tomada con la intención de impulsar el movimiento.

Sin embargo, la «reestructuración» de la acampada con chiringuito «homologado» (por muy ecológica que haya sido la fabricación de los paneles) significa concesión, reconocimiento y validación de unos interlocutores político-policiales, que si no utilizan sus porras es porque saben que podrían autolesionarse, es decir, por temor a la respuesta popular. Significa además, restringir la libertad de acampar según el criterio de un «ente» (llámese comisión de admisión, recepción, control o lo que sea) con atribuciones emanadas ¡vaya usted a saber de donde! para decidir quién tiene derecho a estar en el chiringuito y quién no.

Es evidente que un campamento tan inédito como el de Sol, ha de tener problemas e inconvenientes y las soluciones hay que inventarlas. Las recetas no existen, ni siquiera existen experiencias análogas. Con frecuencia se ha comparado «Sol» con «Tahrir «y la «Casbah» y aunque se dan algunas características parecidas (el predominio de jóvenes, por ejemplo) las diferencias son demasiadas y demasiado profundas.

Si «Sol» se desmantela porque no es capaz de solucionar los problemas internos que se le presentan, sería un mal augurio para el devenir del movimiento.

Por doquier, el movimiento ha comprendido que para avanzar tiene que extenderse, consolidarse fuera de las plazas centrales, en barrios y centros de trabajo y estudio. Y se está actuando en consecuencia. Pero, en sí misma, la ocupación continuada de una plaza, la acampada, es un acto de protesta que al ser ilícito y en pugna con el poder, es revolucionario. Es un acto de rebeldía permanente, un «jaque» al sistema, una parcela de poder popular conquistado y que hay que mantener y defender. Además, (digo bien «además») es un símbolo dentro y fuera de nuestras fronteras. Y los símbolos en una cultura como la nuestra, hoy por hoy, son importantes, galvanizan, atraen, estimulan. La gente está acostumbrada a ellos, los necesitan. Y en el caso concreto de la ocupación de la Puerta del Sol en su popularización para alcanzar la categoría de símbolo, ha contribuido sorprendentemente una increíble cobertura mediática que ha entrado en millones de hogares, ganándose la simpatía de la gente hacia unos «jóvenes pacíficos, formales y sensatos» movidos por una indignación comprensible para la inmensa mayoría de españoles. Así, la acampada de Sol ha constituido una pieza clave en el surgimiento y extensión del movimiento contestatario actual, y mientras se mantenga seguirá transmitiendo un mensaje de autenticidad y fuerza al movimiento.

La autenticidad dependerá del funcionamiento de su organización interna y de la rebeldía que irradie De su fuerza habla el «pulso» constante a las presiones y amenazas de poderosos sectores retrógrados, encabezados por la administración pepera de la Comunidad y Alcandía de Madrid y «sus» comerciantes (léase Corte Inglés, Zara y Arturo Fdez. Jefe de la patronal madrileña).

Ese «pulso» de momento lo están ganando los acampados. Igual no son conscientes de ello, pero su fuerza es lo que impide poner en marcha el dispositivo para desalojar a los acampados de Sol, diseñado desde hace días por el Ministerio del Interior, que según ha recogido de fuentes policiales El Confidencial Digital, se compone de los siguientes efectivos:

12 grupos de la primera Unidad de Intervención Policial (UIP) de Madrid. Cada grupo está compuesto por cincuenta agentes. En total, 600 efectivos.

3 grupos de la Unidad Central de Intervención (UCI), agentes de reserva que también tienen su sede en Madrid, pero que se mueve por toda España. En total, unos 150.

La característica de las unidades de intervención es que todos los efectivos tienen que estar siempre localizables.

Veamos ¿Por qué no se pone en funcionamiento ese «operativo?

En el PSOE y en el Gobierno (sobre todo Rubalcaba), no quieren quemarse más de lo que están. Saben que la respuesta de la gente iba a ser tan contundente o más que en Barcelona. No sería de extrañar que previamente se produjera una ligera remodelación ministerial para «aliviar» al nuevo candidato presidencial del embolado de la cartera de «Interior». Así la responsabilidad del desalojo recaería en un chivo expiatorio, un nuevo ministro de Interior o en quien desempeñe la Delegación del Gobierno en Madrid.

Tampoco hay que olvidar que la misión que las élites económicas (nacionales e internacionales) le tienen encomendado al «interino» Gobierno PSOE es desmantelar algo que para ellos es más importante que una plaza ocupada. Se trata de dar un paso más en el desmantelamiento de los últimos vestigios del «estado de bienestar». Lo inmediato será el «laudo» que, ante la hipócrita falta de acuerdo entre patronal y sindicatos, promulgará el Gobierno para articular «los mecanismos precisos para dotar de mayor flexibilidad el mercado laboral y la negociación colectiva», es decir,. recortando drásticamente los derechos laborales. Ver Se avecina una avalancha de medidas antipopulares de Arturo Inglott (Rebelión 30.05.2011).

La incapacidad negociadora de los agentes económicos y sociales no es sino una burda treta para pasarle la «patata caliente» al Gobierno. Que sea éste el que se «queme» ante los trabajadores, siempre se le puede sustituir y el recambio ya está preparado, mientras que a unos sindicatos colaboracionistas que todavía encuadran, –mejor dicho, «maniatan»–, a un importante sector de los trabajadores, (incluyendo a íntegros y combativos afiliados que siguen en CCOO por sentimentalismo y fidelidad), no se les puede sustituir, porque la «alternancia» sólo está pensada para los partidos, no para los sindicatos.

En esta situación, que hay que saber aprovechar, mantener «Sol», es lo más acertado.

Si el desalojo policial se produjera, la única medida para evitar una re-ocupación aún más masiva (como ocurrió en Barcelona) sería «cerrar» la Puerta del Sol, es decir, bloquear mediante contundentes retenes policiales todos sus accesos, diez calles y las bocas del Metro, más otros dispositivos en la misma plaza y en los aledaños. Un escandaloso despliegue represivo que aunque impida la re-ocupación incrementará la fuerza y popularidad del movimiento, el símbolo «Sol» seguiría brillando pese al desalojo y «calentando» la rebeldía popular. El movimiento ya es capaz, y con «Sol» ocupado por los robocops lo será más, de hacer que otros muchos astros brillantes aparezcan en las plazas madrileñas y que el «efecto Sol» se multiplique.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.