La televisión internacional muestra el sufrimiento de los habitantes de Luisiana, Alabama y Mississippi pero oculta el terror cotidiano que viven los pobres de Irak, Afganistán y otros lugares del mundo que reciben a diario al huracán que exporta el señor Bush ‘para fortalecer la democracia’. Tampoco le interesa exhibir imágenes de huracanes azotando a […]
La televisión internacional muestra el sufrimiento de los habitantes de Luisiana, Alabama y Mississippi pero oculta el terror cotidiano que viven los pobres de Irak, Afganistán y otros lugares del mundo que reciben a diario al huracán que exporta el señor Bush ‘para fortalecer la democracia’. Tampoco le interesa exhibir imágenes de huracanes azotando a Cuba o a otras pequeñas islas del Caribe. Y también da que pensar la indolencia del jefe del Estado más poderoso del planeta para evacuar a sus compatriotas de la nauseabunda ciénaga en que se convierte Nueva Orleáns. ¿Será porque la mayoría de sus habitantes son pobres y negros? Quizás esté brotando un nuevo conflicto étnico en EEUU.
También invita a pensar la rápida reacción del Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que el viernes anunció el envío de ayuda para las víctimas del sur de EEUU, en un enfoque distinto de la ‘globalización’ que alientan los países más ricos de la tierra, más dispuestos a ayudar… cuando se trata de invadir a Irak. A dos años y medio de terrorismo genocida contra civiles iraquíes indefensos ningún medio ha sido capaz de aclarar que la guerra ya fue perdida por EEUU, el ‘peligroso’ Saddam Hussein está preso sin que nunca se le haya comprobado el ‘delito’ de fabricar armas de destrucción masiva, el país está prácticamente destruido aunque los objetivos militares siguen en la penumbra y el odio justificado de las víctimas fortalece el terrorismo islámico que antes inventó Washington por su propia conveniencia.
EEUU es el único país ‘autorizado’ (por sí mismo) para fabricar ‘armas de destrucción masiva’. Y las bombas que lanzan sus aviones sobre mujeres, niños, ancianos y toda clase de civiles desarmados e indefensos son ‘actos de guerra’, no terrorismo. ‘Terrorismo’ sólo es lanzar bombas a pie, sin aviones.
‘…No soy un drogadicto…’
Por suerte, algunos estadounidenses todavía resisten el lavado el cerebro de la propaganda de los cuatro grandes grupos que controlan los medios de comunicación en ese país (Time-Warner-CNN-AOL, Disney, Viacom y News Corp.-Fox). El alcalde (negro) de Nueva Orleans, Ray Nagin, fue capaz de graficar el abandono cuando este viernes dijo: ‘El Congreso aprobó rápido 8 mil millones de dólares (para comenzar la guerra en Irak) después del 11 de septiembre [Torres de Nueva York]… El Congreso le dio al Presidente (George W. Bush) facultades discrecionales’, [pero el gobierno federal] ‘no tiene idea de lo que está ocurriendo aquí. Que se ponga las pilas, tome su avión y venga de inmediato con la gobernadora’. Pidió buses para trasladar gente, no transportes escolares ni chóferes a pie. Dijo que el viernes todavía hay 50.000 personas que llevan cinco días sin comer ni beber, en peligro de morir de hambre y contraer enfermedades en los refugios tipo ghetto y sobre los techos de sus ex casas. El alcalde añadió una frase críptica, que quizás tenga doble sentido: ‘Yo no soy un drogadicto y estoy pensando con toda claridad’.
Bush debió interrumpir unas vacaciones tan largas que Jesse Jackson Jr. las describió como un record, pero su debilitada mente genocida no atina con medidas cuerdas. No tardó en enviar tropas y ordenó matar -lo que sabe hacer mejor-, o sea, tolerancia cero con los ladrones de víveres. La gobernadora de Luisiana, Kathleen Blanco (que por añadidura luce blanca y rubia, quizás teñida), piensa usarlas para matar más gente, esta vez a los saqueadores que buscan alimentos. ‘Estos soldados acaban de regresar de Irak, están bien instruidos, tienen experiencia, han sido probados en batalla y tienen mis órdenes de restablecer el orden en las calles’, advirtió la gobernadora. ‘Llevan [fusiles] M-16 cargados; esos soldados saben cómo disparar a matar y están más que dispuestos a hacerlo si es necesario, y yo espero que lo harán’, aclaró, para despejar dudas. Estas palabras suena terribles, pero no tanto en un país donde el culto a la muerte es la ideología y religión oficial, entronizada en las mentes por la cultura mediática y hollywoodense.
Quizás Bush y sus asesores gastan su tiempo estudiando cómo vincular a Katrina con Al Qaeda para entrar en acción a su manera, como lo hicieron el 26 y 30 de agosto en los poblados iraquíes de Husaybah y Al Qaim, cerca de Siria. Con bombas de 250 kg arrojadas por aviones F-18 mataron allí a ‘presuntos efectivos de Al Qaeda’. El número de víctimas del bombardeo no se conoce, ni interesa. El aparato de propaganda apenas dijo que el 30 de agosto murieron 56 civiles en Al Qaim y que ‘grupos armados juraron que eso no iba a quedar sin respuesta’. Probablemente preparan el ánimo para lanzar más bombas, en una guerra-pantano que cuesta 5.600 millones de dólares por mes (la de Vietnam costaba 5.100 millones mensuales) y donde cada habitante estadounidense aporta 727 dólares. La carne de cañón viaja a Irak precisamente desde los desesperanzados tugurios pobres del sur de EEUU y de los ghettos hispanos de las grandes urbes. La frase ‘nuestra mejor gente está en Irak’ parece lugar común de tanto que se escucha o lee.
No todos tienen lavado el cerebro
Pero en EEUU todavía existe una esperanzadora minoría de gente pensante. Por ejemplo, CineCanal programó en este septiembre la película ‘Los archivos del Pentágono’, dirigida en 2003 por Rod Holcomb y actuada por James Spader, Alan Arkin, Claire Forlani y Paul Giamatti. Es de las películas que jamás ganarán oscar alguno, por malas que sean, y se exhiben en la clandestinidad del video y a veces por el cable. En Chile pudo verse por ‘VTR’, el monopolio de TV cable autorizado… por la ‘Comisión Anti-Monopolios’ de la administración Lagos.
Se trata de la historia del Dr. Daniel Ellsberg, un halcón del Instituto Tecnológico de Massachussets y asesor del subsecretario de Seguridad que en 1971 viajó a Vietnam y allá se dio cuenta que las tropas del Pentágono se dedicaban a matar civiles, morían también algunos estadounidenses y se engañaba con mentiras a la opinión pública de Estados Unidos para prolongar una guerra que duró 25 años. El halcón se transformó en pacifista.
Tal como escribió Horacio Bernades (Página 12, 3/12/2003), Ellsberg descubrió ‘que todo lo que hasta entonces se había dicho y escrito sobre esa conflagración era mentira, que la moral y convicción del enemigo son considerablemente más altas de lo que los funcionarios y los medios se habían ocupado de reflejar hasta entonces, que las bajas propias han sido muchas más, que el gobierno mintió sistemáticamente sobre las verdaderas razones que lo han llevado a entrar en guerra en una zona tan alejada del globo y, sobre todo, que las posibilidades de ganar esa guerra son más bien pocas’.
Pero esto no ocurrió ayer, sino antes de ayer, 1971. Tampoco fue con Irak, sino con Vietnam. Pero es alentador que se haya hecho esa película en EEUU y en 2003, el año que comenzó la invasión a Irak. También es significativo que el cable la programe. Indica que muchos estadounidenses sobrevivieron al lavado de cerebro orquestado por los grandes medios de comunicación y el presidente Bush -lamentablemente, un poco descerebrado, quizás por consumo excesivo de drogas y alcohol-. El episodio Ellsberg reivindicó también la libertad de expresión y el derecho del pueblo estadounidense a saber por qué y para qué sus gobiernos se empeñan en guerras largas e inútiles que sólo exportan dolor y sufrimiento, aunque estimulan la economía doméstica, producen ganancias a sus corporaciones bélicas y permiten apoderarse de recursos naturales como el petróleo.
Ellsberg tuvo el coraje de dar a conocer a la prensa -en 1971- un archivo confidencial con la historia oculta de la guerra de Vietnam, ‘Los papeles del Pentágono’, 47 volúmenes y 7 mil páginas, que desataron un escándalo que se empató con el Watergate de 1974 y concluyó con la salida forzada de Nixon. El denunciante pasó por la cárcel, por los tribunales y terminó por ingresar a la historia. En 2001 publicó sus memorias (Secrets: A Memoir of Vietnam and the Pentagon Papers) y así inspiró la película The Pentagon Papers. Es la historia de uno de ‘los hombres del Presidente’ que terminó por cambiar de bando, algo impensable hoy en sujetos como Donald Rumsfeld y Cía. Pero lo que dice el protagonista hacia el fin de la película tiene hoy tanta actualidad como hace más de 30 años: ‘Hice mi denuncia para que los próximos 20 años de los EEUU no se parezcan a los 20 años anteriores’. Bueno, se quedó corto… La película puede no ser excelente en su factura estético-cinematográfica, pero así y todo es una flor entre tanta basura.