Una vez más el tema de la discriminación racial es motivo de atención en un discurso del presidente de Estados Unidos. El sábado 7 de marzo se conmemoró el 50 aniversario de la marcha por el derecho al voto de los negros, encabezada por Martin Luther King, que concluyó con la brutal represión policiaca en […]
Una vez más el tema de la discriminación racial es motivo de atención en un discurso del presidente de Estados Unidos. El sábado 7 de marzo se conmemoró el 50 aniversario de la marcha por el derecho al voto de los negros, encabezada por Martin Luther King, que concluyó con la brutal represión policiaca en la ciudad de Selma, en el estado de Alabama, conocida como Domingo Sangriento. «Hay momentos y lugares en la historia de América -sentenció Obama- en la que su destino se ha decidido: Selma es ese lugar. La idea de una América justa y generosa triunfó en este lugar. A 50 años de la masacre en Selma, nuestra marcha no ha concluido, pero nos acercamos cada vez más».
En la semana en que Obama pronunció su discurso, la policía abatía a dos negros en las ciudades de Atlanta, en el estado de Georgia, y Madison, en Wisconsin. De acuerdo con la información de la prensa, testigos presenciales declararon que, en ambos casos, los jóvenes negros no opusieron resistencia cuando los policías les dispararon sin motivo aparente. Los antecedentes dan cuenta de una sistemática discriminación contra la población de color en esas ciudades por parte de la policía. Los mandos policiacos, invariablemente blancos, justificaron la acción de sus subordinados, también blancos por cierto. En referencia a los recientes sucesos en Ferguson, Atlanta, Nueva York y otras ciudades estadunidenses donde la policía también ha abatidos a otros jóvenes negros, Obama recordó que la sombra de la discriminación racial aún se cierne sobre Estados Unidos.
Tal vez el racismo sea difícil de erradicar. Pero lo grave es que en pleno siglo XXI la policía continúe persiguiendo, acusando y castigando sin razón alguna a los ciudadanos cuyos ancestros fueron traídos contra su voluntad para trabajar como esclavos. O a quienes más recientemente llegaron, no para medrar, sino para ser parte esencial del crecimiento de la nación. Obama tiene razón; la marcha por la igualdad no ha concluido. Lo sabe porque él ha sido blanco de la furia de algunos que lo critican, no debido a sus pifias como gobernante, sino porque no han podido concebir que llegara a la primera magistratura del país. Tal vez hubieran preferido que la historia se congelara en 1861, cuando se inició la guerra que dio paso a la emancipación de los esclavos.
Afortunadamente, cada vez es más evidente que para las nuevas generaciones el color de la piel es una cuestión que no cuenta en sus relaciones como seres humanos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/03/16/opinion/015o1pol