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Renacimiento

Fuentes: La Jornada

En todo el mundo se celebra el primero de mayo, menos en su lugar de nacimiento: Estados Unidos, hasta que primero los inmigrantes y ahora Ocupa Wall Street hicieron recordar ese suceso de indignación. Esta semana, inmigrantes, sindicalistas, estudiantes y el movimiento Ocupa evocan a los mártires de Chicago, cuya lucha se conmemora en todo […]

En todo el mundo se celebra el primero de mayo, menos en su lugar de nacimiento: Estados Unidos, hasta que primero los inmigrantes y ahora Ocupa Wall Street hicieron recordar ese suceso de indignación.

Esta semana, inmigrantes, sindicalistas, estudiantes y el movimiento Ocupa evocan a los mártires de Chicago, cuya lucha se conmemora en todo el mundo como el Día de los Trabajadores. Con banderas por la legalización de inmigrantes, el derecho a la educación y salud para todos, y en defensa de los derechos laborales, este primero de mayo se realizarán marchas y mítines en varias ciudades del país al celebrarse un día para el 99 por ciento, o sea, para los de abajo.

Que la historia sea evocada es algo extraordinario en este país que, tal vez más que cualquier otro, se distingue por su amnesia. Los inmigrantes resucitaron al primero de mayo a mediados de la década pasada, cuando millones se movilizaron ese día en demanda del respeto, la legalización y la dignidad. Con ello, desde sus diversos orígenes en decenas de puntos alrededor del mundo regresaron la memoria de esta lucha al país donde nació.

Noam Chomsky escribió recientemente que «la gente parece saber lo del primero de mayo en todas partes menos donde se originó, aquí en Estados Unidos. Eso es porque los que tienen el poder han hecho todo lo posible por borrar su significado real… Hoy hay una nueva conciencia, nutrida por la organización de Ocupa Wall Street en torno al primero de mayo, y su relevancia para la reforma y tal vez la revolución eventual».

El origen del primero de mayo fue una huelga general nacional que estalló ese día en 1886 en Estados Unidos, con cientos de miles de trabajadores por todo el país en demanda de la jornada laboral de ocho horas. El 2 de mayo de ese año, en una fábrica en Chicago que había expulsado a sus trabajadores, la policía abrió fuego contra los obreros y en respuesta se convocó a un mitin de la indignación en la Plaza Haymarket el 4 de mayo, la cual fue pacífica hasta que provocadores generaron un ambiente tenso y alguien -hasta la fecha nadie sabe quién- arrojó una bomba que mató a varios, incluidos siete policías. Las autoridades acusaron a los líderes del movimiento, los cuales eran anarcosindicalistas. Fueron detenidos, fueron enjuiciados y ejecutados; ahora son recordados como los mártires de Chicago.

Sindicatos y movimientos sociales por todo el mundo difundieron el mensaje de esta lucha y en Estados Unidos movimientos radicales festejaron la herencia de esta rebelión, sobre todo el Partido Comunista en los años 30 y 40, hasta que el macartismo logró sofocar la memoria. En tanto, oficialmente, el llamado Día del Trabajo en Estados Unidos se marca el primer lunes de septiembre de cada año.

Por ello, que esta fecha reaparezca es una hazaña sorpresiva. «El primero de mayo será un grito de emergencia nacional en más de cien ciudades sobre las condiciones económicas en Estados Unidos… otro paso importante en el crecimiento de un movimiento de resistencia popular en la última superpotencia mundial. El primero de mayo, el movimiento Ocupa, el movimiento de derechos inmigrantes, el movimiento laboral y el movimiento estudiantil marcharán en el país y se organizarán en solidaridad por la justicia económica. Somos el 99 por ciento», declaró Ocupa a los medios esta semana.

Douglas Schoen, director de una encuestadora reconocida que trabaja para el Partido Demócrata, afirmó recientemente que el movimiento Ocupa, aun con menos visibilidad en las calles, ha tomado control del debate político en Estados Unidos en este año electoral. Afirma que más allá de que su presencia ha generado un amplio dialogo público, los demócratas y sus aliados han hecho que la injusticia económica -el tema introducido por Ocupa- esté en el centro de su mensaje electoral. En su artículo en The Daily Beast/Newsweek, Schoen indicó que las acciones de Ocupa continúan presionando el debate formal, y que el primero de mayo se mostrará si esto continuará creciendo. No se equivoquen; el impacto de Ocupa Wall Street ya ha sido considerable y el movimiento permanece como una fuerza clara que tendrá que ser reconocida en la elección general y, muy probablemente, por el futuro visible, concluye.

Con el llamado de Ocupa, sindicatos e inmigrantes, algo nuevo brota de algo viejo. El primero de mayo, por definición, es algo que está directamente vinculado a un movimiento que buscaba, en 1886, rescatar algo básico, una medida de autodeterminación de la vida de los trabajadores. También es un momento que involucra la eterna lucha por los derechos laborales, los inmigrantes, también contra la represión y la respuesta del gran capital; o sea, todo lo que está presente hoy día. A la vez es un rescate de la larga tradición radical estadunidense, del anarquismo, el movimiento comunista, de diversos movimientos sociales, desde los de derechos civiles, antiguerra, por derechos de los gays y de la mujer, y el de los estudiantes, como el altermundista, de repente todos reconociendo a los otros bajo el lema: somos el 99 por ciento.

Tal vez no sea más que una muestra de posibilidades, tal vez es ya algo que será cooptado por este sistema brillante que logra absorber estas expresiones una y otra vez, y convertirlas en comercio (camisetas, la música, la moda, etcétera). Pero tal vez es un renacimiento. La historia no sólo es un recuerdo, sino que se vuelve parte del presente, y con ello asoma, una vez más, la posibilidad de que otro Estados Unidos es posible.

A fin de cuentas, ese futuro era el que estaban forjando los mártires de Chicago, y tal vez está por comprobarse de nuevo, este primero de mayo, que todos los que luchan por todos nunca mueren, sino renacen cada vez que se retoma esa lucha.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/04/30/opinion/027o1mun