Las tensiones entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda llevan décadas acumulándose a lo largo de los 765 kilómetros de la frontera común y todo parece estar dispuesto para que un nuevo conflicto armado estalle en el continente africano.
Desde que el presidente congoleño, Félix Tshisekedi, firmó en noviembre pasado un acuerdo con el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, para que sus fuerzas armadas ingresen al territorio de la RDC para combatir a las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, por sus siglas en inglés), tributarias del Dáesh y originarias de Uganda, que se han asentado en las provincias congoleñas de Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri y acababan de llevar una campaña de ataques en Kampala y en otras partes de Uganda en los que murieron nueve personas. El acuerdo con Museveni también incluye contratos para la construcción de varias carreteras en el este de la RDC. Tshisekedi también acordó con Évariste Ndayishimiye, el presidente de Burundi, para perseguir al grupo rebelde Red-Tabara (“ayuda” en kirundi), responsable de sangrientos ataques en diferentes regiones de Burundi y que también ha pasado al este de la RDC, mientras esa posibilidad le fue negada a Ruanda, que pretendía ingresar a la RDC para perseguir a los rebeldes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR).
Desde entonces, tanto desde Kinsasa como desde Kigali, se han lanzado acusaciones de haber realizado incursiones armadas en sus respectivos territorios. Al punto que la RDC pretende suspender todos los acuerdos con su vecino, incluido el concerniente a la explotación de oro en el este de la RDC, firmado entre los presidentes Félix Tshisekedi y Paul Kagame en la ciudad de Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte, en junio del año pasado, lo que ha generado extrema tensión, ya que para Ruanda, al igual que para Uganda, el oro extraído en la República Democrática del Congo es la principal exportación. Al mismo tiempo Kigali, también pretende extender su influencia en el este congoleño atraída por otros recursos minerales, esencialmente el coltán, fundamental para la telefonía celular. También el presidente Tshisekedi ordenó la cancelación de todos los vuelos de Rwand Air a la RDC.
La tensión se verifica con las declaraciones del vocero del gobernador militar de la congoleña provincia de Kivu del Norte, fronteriza con Ruanda, el pasado miércoles 22, donde en un acto público advirtió a sus vecinos de que: “Si quieren guerra la tendrán”, una amenaza nada menor si se considera que Ruanda cuenta con uno de los ejércitos mejor preparado del continente. Mientras en la RDC, particularmente en la aislada y extremadamente rica Kivu del Norte, que cuenta con entre el sesenta y ochenta por ciento de las reservas mundiales de coltán e importantes yacimientos de cobalto a más de 2.500 kilómetros de la capital del país y que desde hace décadas se ha convertido en una región altamente volátil, operan docenas de pequeñas organizaciones armadas, particularmente las ADF, que protagonizan de manera casi diaria ataques y atentados tanto contra la población civil como contra las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC) (Ver: ¿Quién llora por el Congo?)
Desde principio de este año a la cantidad de organizaciones armadas que pululan en el este de la RDC se sumó el poderoso M23 (Movimiento 23 de Marzo), fundado en el 2012 por un grupo de desertores de la FARDC que a finales del 2013 anunció el fin de la lucha armada. Tras el reinició de su ofensiva el M23, después de acusar al Gobierno del presidente Félix Tshisekedi de no haber cumplido sus promesas, esta semana tomó el control de la ciudad Bunagana, un centro comercial en la región de los Grandes Lagos, lo que provocó que miles de personas buscaran refugió en la vecina Uganda.
Tras la toma de aquella ciudad Kinshasa reflotó la vieja acusación de que es Ruanda la que apoya al M23 y la complicidad directa del presidente Kagame con la organización insurgente, dado que muchos de sus combatientes son de la etnia tutsi, al igual Kagame. Kigali, por su parte, ha negado cualquier tipo de apoyo al M23 y asegura que no hay tropas ruandesas en la RDC. Al mismo tiempo acusa a las FARDC de apoyar a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), un grupo insurgente ruandés conformado por genocidas hutus que también serían apoyados por las fuerzas de la MONUSCO (Misión de las Naciones Unidas en la RDC), cuya presencia en el este del país desde hace 20 años mantiene una fuerza de 17.000 hombres.
Ya en 2013 varios servicios de inteligencia occidentales confirmaron la colaboración de Kagame con el M23, lo que obligó al entonces presidente norteamericano, Barack Obama, a presionar a Kagame para que retirara su apoyo a la insurgencia congoleña.
Es importante recordar que la RDC dio refugio a los hutus tras el genocidio ruandés de 1994, en el que murieron casi un millón de tutsis. Y que a lo largo de la década de los noventa fuerzas ruandesas ingresaron al Congo en apoyo del líder rebelde congoleño Laurent Kabila para derrocar a Mobutu Sese Seko, momento que aprovecharon para asesinar a hutus locales y refugiados en la RDC.
Uno de los jefes de las fuerzas de las Naciones Unidas, cuya base se encuentra en la ciudad de Goma, advirtió esta semana de que las tensiones con Ruanda no son parte de los objetivos de su fuerza. Al tiempo que, dado el incremento de tensiones entre Kinshasa y Kigali, la Comunidad de África Oriental compuesta por Burundi, Congo, Kenia, Ruanda, Sudán del Sur y Tanzania, que creó a principios de este año una fuerza militar destinada a responder a los problemas regionales, su actual responsable, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, ha propuesto que la fuerza se active de inmediato para desplegarse en el este del Congo, lo que ha sido rechazado por gran parte de la población local.
Abriendo el fuego
Más allá de la aparente calma entre las ciudades gemelas de Gisenyi (Ruanda) y Goma (RDC), uno de los cruces aduaneros más activos de África Central, la tensión está lejos de haber disminuido tras conocerse que el pasado viernes 17 un hombre de las FARDC murió y dos policías ruandeses resultaron heridos en el puesto de Petite Barrière, cercano a Goma, tras un confuso intercambio de disparos.
Por pedido de los mandos del ejército ruandés, el Mecanismo Conjunto de Verificación Ampliado (JVCM), un organismo de mediación regional, abrió una investigación. Por su parte los militares congoleños recuperaron el cuerpo del militar muerto que había quedado en territorio ruandés.
Cuando la columna con el muerto llegó a Goma miles de vecinos salieron a las calles para honrar al militar y protestar contra lo que muchos consideran una agresión de Ruanda. Tras la ceremonia fueron atacadas viviendas y tiendas de ciudadanos ruandeses, ruandófonos y de tutsis congoleños. La violencia se ha extendido a otras provincias como en Maniema, donde un pastor de la tribu banyamulenge, una comunidad de pastores tutsis, llegados a la RDC en el siglo XIX, el sábado 18 fue linchado y después incinerado en Kalima, un pueblo minero al este del país.
Según algunas fuentes, desde el interior del partido gobernante de la RDC, la Unión para la Democracia y el Progreso Social (UDPS) estarían usando las redes sociales para llamar a atacar a personas y bienes de la comunidad tutsi, difundiendo direcciones de ciudadanos ruandeses mientras grupos de jóvenes, presentándose como miembros de una “brigada especial” de la UDPS, se pasean armados con machetes por las calles de la capital amenazando con iniciar una matanza de ruandeses.
La crítica situación se agrava en un momento extremadamente sensible para Burundi, ya que entre el 20 y el 25 de junio Kigali será la sede de la reunión de jefes de Gobierno de la Commonwealth, a la que llegarán una treintena de líderes, entre ellos el Primer Ministro británico Boris Johnson, y en la que sin duda se discutirán las posibilidades de evitar el naufragio.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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