A 100 días de lo que algunos sabios aseguran es la elección más importante en la historia de Estados Unidos, cuyas consecuencias no se limitarán a este lado de los muros fronterizos y las costas, el futuro depende de la resistencia popular contra las políticas y fuerzas antidemocráticas del régimen en Washington y sus cómplices.
Durante los últimos 58 días el movimiento descentralizado y horizontal de Black Lives Matter se ha convertido en la protesta social más grande en la historia estadunidense transformando el centro del debate público nacional. Trump y sus cómplices han declarado que son anarquistas, terroristas e izquierda radical quienes amenazan al país y su respuesta represiva, que incluye el envío de fuerzas federales paramilitares a varias ciudades, ha sido denunciada como autoritarismo por un amplísimo abanico de voces reconocidas que advierten que esto no tiene precedente en la historia del país.
La resistencia contra este atentado antidemocrático se ha expresado de múltiples maneras desde la elección de Trump, pero ahora está encabezado por Black Lives Matter, el cual está evolucionando en un movimiento multitemático y multirracial, o sea, se está volviendo cada vez más peligroso. Peligroso porque ya no es sólo una protesta contra la brutalidad policiaca hacia los afroestadunidenses, sino que empieza a cuestionar los fundamentos del sistema estadunidense y su injusticia económica, social y política protegida a través de la violencia racista oficial.
Es una de esas coyunturas en la que todo queda al descubierto –en gran parte por la pandemia y sus consecuencias económicas como una catástrofe creada por cuatro décadas de neoliberalismo– y eso está abriendo la posibilidad de una respuesta social colectiva que surge del encuentro de diversos movimientos, la recuperación de la memoria histórica de los de abajo, y con ello, la insistencia en un futuro progresista.
Por ahora su expresión más visual está en las calles, donde lo más espectacular no son las nubes de gas lacrimógeno, arrestos y sangre, sino las movilizaciones incesantes, las asambleas y encuentros, la música y los actos de dignidad ante la violencia oficial, actos que en su abrumadora mayoría son realizados de manera pacífica (para no caer en la trampa de Trump que busca una reacción violenta, argumentan algunos organizadores).
En Portland, Oregon, en respuesta al envío de fuerzas paramilitares federales y un par de noches de represión violenta, de repente aparecieron brigadas de madres para ser escudos humanos –el muro de madres– de jóvenes activistas. Poco después se presentó una brigada de padres contra el fascismo, algunos armados con máquinas portátiles sopla-hojas para dispersar el gas lacrimógeno. Pocos días despues, apareció una columna de veteranos de guerra que se pusieron cara a cara, con las manos atrás, frente a las fuerzas federales, algunos con la bandera estadunidense boca abajo, señal oficial de socorro; uno llevaba una pancarta que exhibió a las fuerzas federales en camuflaje en que se leía: estás viendo hacia el lado equivocado, voltea (https://twitter.com/hashtag/ WallOfVets?src=hashtag_click). También llegaron enfermeras en sus uniformes de trabajo.
Con estas imágenes, entre otras, se rompe la imagen oficial pintada por Trump y su gente de que anarquistas y otros están buscando destruir el país. De hecho, se está mostrando que la amenaza y la provocación del caos proviene de Trump para sus fines electorales.
Estas escenas se empiezan a repetir en otras ciudades en solidaridad con Portland y sumándose a la resistencia contra las medidas represivas de Trump en los últimos días.
El futuro de la superpotencia al otro lado del muro está en juego en las calles y otras trincheras de la resistencia contra el asalto antidemocrático en Estados Unidos. (https://blacklivesmatter.com; https://m4bl.org).
¿Tal vez es hora de una Brigada Abraham Lincoln para asistir en la defensa de los principios democráticos, pero esta vez en la república de ese presidente?
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/07/27/opinion/025o1mun