En el marco del Día Internacional de los Trabajadores (May Day) este 1° de mayo, miles de personas –incluyendo trabajadores, inmigrantes, estudiantes y familias– salieron a las calles de Los Ángeles. La principal demanda de los manifestantes fue contra el endurecimiento de las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump, que incluyen la intención de sellar la frontera sur y la expulsión de millones de indocumentados, en lo que el propio Trump denominó «la mayor deportación de la historia de los Estados Unidos».
En respuesta a estas medidas, febrero marcó el inicio de protestas en diversos estados del país, siendo Los Ángeles, por su numerosa población latina, un foco principal. Del 2 al 4 de febrero se produjeron manifestaciones que derivaron en enfrentamientos con la policía cerca del ayuntamiento; las movilizaciones continuaron hasta el 9 de febrero, día en que los manifestantes volvieron a reunirse frente a la alcaldía. El 17 de febrero, «Unión Barrio» y más de 60 organizaciones ciudadanas protestaron en la Placita Olvera. Las demandas por una reforma migratoria impulsaron una nueva marcha de migrantes y activistas el 9 de marzo.
Conversé sobre este panorama de protestas con el Dr. Steven Loza, etnomusicólogo de la UCLA y una figura notable por haber sido, durante casi 30 años, el único profesor de origen chicano en el departamento de música de dicha universidad. Además de su labor como investigador en el Centro de Estudios Chicanos y director del Centro de Artes Latinas, actualmente se encuentra en año sabático colaborando con la Universidad Veracruzana en Xalapa Para el Dr. Steven las protestas de la comunidad Latina en la ciudad de los Ángeles forman parte de una larga lucha por el reconocimiento de los derechos, no solo de los migrantes, sino también de los méxico-americanos. Reconoce que las relaciones entre los migrantes y la llamada comunidad chicana están llenas de matices y por tanto se trata de un fenómeno social complejo. Por ejemplo – me dice – existen el migrante mexicano recién llegado que no habla el idioma y por otro lado el joven méxico-americano que ya no habla español, esas dos figuras podrían ser el blanco y el negro, sin embargo, en medio hay una amplia escala de grises.
Su propia historia está marcada por el fenómeno migratorio, sus padres fueron hijos de migrantes mexicanos. Desde su trinchera, como músico y profesor, ha dedicado su vida a buscar la justicia social dentro de la UCLA para las comunidades negra y latina. En su libro más reciente, titulado La última conferencia de un etnomusicólogo. Música y globalismo, filosofía y religión, da cuenta de ello: “Un acontecimiento social importante que sigue impactándome hasta el día de hoy es la huelga de hambre de 1993 en la UCLA organizada por estudiantes, profesores y miembros de la comunidad chicana, que exigían la creación de un Departamento de Estudios Chicanos. Nueve personas llevaron a cabo la huelga de hambre durante un periodo de dos semanas, arriesgando su salud y sus vidas por una causa que consideraban urgente y necesaria.”
El Dr. Loza recuerda su papel como representante de los huelguistas en las mesas de diálogo con directivos de la UCLA, un proceso que concluyó con la creación del Departamento de Estudios Chicanos. Desde su perspectiva, la lucha de los méxico-americanos en Los Ángeles está profundamente conectada con la de los migrantes mexicanos por sus derechos. Sostiene, además, que esta no es una lucha reciente; sus inicios se remontan a los disturbios del Zoot Suit en 1943 y al movimiento de trabajadores agrícolas de los años sesenta y setenta encabezados por César Chávez y Dolores Huerta, el cual, provocó un florecimiento cultural chicano en las décadas de los ochenta y noventa.
Las nuevas políticas migratorias de presidente Donald Trump nos obligan a mirar con ojo crítico el fenómeno migratorio, pues la comunidad de migrantes mexicanos no solo aportan mano de obra barata para la industria, la agricultura o los servicios en Estados Unidos, también han llevado consigo rasgos de su cultura que fusionados con la norteamericana y otras minorías étnicas, han dado origen a una sociedad multicultural.
Lo que llama la atención de la ola de protestas contra la política migratoria y el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) en Los Ángeles, es la cantidad de banderas de México que portan los manifestantes, personas con matracas, sombreros de palma con los colores de la bandera mexicana, vistiendo zarapes y rebozos. Niñas con trajes de danzantes tradicionales, con sartales en los tobillos, tocados de plumas en la cabeza y huipiles bordados con motivos florales mexicanos danzando en medio de la protesta, sobre la calle Brodway y la rampa al freeway 101 norte; hombres con tlalpilis y pectorales decorados con motivos prehispánicos y copillis de plumas sobre sus cabezas, danzando al ritmo de los huéhuetls sobre la autopista 101, para recordarle al presidente Donald Trump y al mundo que la identidad de los angelinos esta fincada en ambas culturas, que la primer lengua europea que se habló en este territorio fue el español, y que los latinos habitaron esta ciudad antes que los anglosajones, los méxico-americanos del siglo XXI encuentran en la historia antigua de México su propio origen, el sur oeste americano ha sido renombrado Aztlán, la tierra mítica de los antiguos mexicanos.
El término «chicano» se refiere originalmente a los mexicanos que ya residían en los territorios anexados por Estados Unidos tras la guerra México-Estadounidense, concluida con el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848). A pesar de su contribución al desarrollo del país, los chicanos han enfrentado una larga historia de discriminación y una continua lucha por los derechos de las minorías. En Los Ángeles, esta lucha se ha caracterizado por alianzas con otras comunidades, como los nativos americanos y los afrodescendientes. Un ejemplo de esta colaboración son las numerosas manifestaciones contra la Guerra de Vietnam organizadas conjuntamente en los años setenta, y la cercana relación de Coretta Scott King (viuda de Martin Luther King) con César Chávez en la defensa de los derechos de los trabajadores agrícolas.
En la actualidad el termino chicano se usa para referirse de manera más amplia a personas de origen latino en Estados Unidos, independientemente de su estatus migratorio (ciudadanos, residentes legales o indocumentados). La comunidad chicana, con un sólido historial de lucha, se encuentra hoy especialmente unida en la defensa de los derechos de los migrantes, a quienes considera uno de los grupos más vulnerables.
Martha López López. Miembro del seminario permanente universitario del G20
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