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Oponernos a la edad del oprobio

Resistir en la era de Bush

Fuentes: Rebelión

Todo parece indicar que la derrota de Kerry es un hecho consumado. Cuando faltan seis semanas, apenas, para las elecciones y las encuestas demuestran que el candidato demócrata no podrá ganar. Solamente queda la esperanza del debate televisado entre candidatos donde Bush se muestre todo lo incapaz que es y Kerry logre impresionar favorablemente a […]

Todo parece indicar que la derrota de Kerry es un hecho consumado. Cuando faltan seis semanas, apenas, para las elecciones y las encuestas demuestran que el candidato demócrata no podrá ganar. Solamente queda la esperanza del debate televisado entre candidatos donde Bush se muestre todo lo incapaz que es y Kerry logre impresionar favorablemente a los electores, todo lo cual parece altamente improbable.

Con la victoria de Bush (salvo que ocurra un milagro), tendremos un nuevo orden mundial neofascista, dictado por un grupo de inescrupulosos agentes de las transnacionales petroleras instalados en la Casa Blanca. Las grandes corporaciones financieras van a dictar una política de rapiña, conquista y saqueo acorde con sus intereses. La desigual e injusta economía de mercado prevalecerá, los programas de beneficio social desaparecerán, los derechos populares serán ignorados y el ciudadano común se verá acorralado, relegado y trasquilado. Los cacareados Derechos del Hombre solamente serán un papel ornamental para justificar la expansión imperial en nombre de la «libertad y la democracia». Las guerras coloniales regresarán. Ya se ha demostrado, en Afganistán e Irak, que países soberanos pueden ser engullidos con el beneplácito de una buena parte de las naciones. Los medios masivos de comunicación han sido devorados, unos tras otro, por vastos monopolios. Estas cadenas publicitarias comprenden periódicos, televisoras, editoriales, radiodifusoras y distribuidoras de los productos inteligentes. Ya no existe opinión autónoma, excepto en algunos medios electrónicos. Con ese enorme poder de persuasión la industria del dominio del criterio, del vasallaje del pensamiento, será capaz de convencer a todos de cualquier cosa. Los sistemas de inspección se han multiplicado hasta hacer imposible la vida privada. Las prácticas de supervisión y espionaje masivo se están volviendo parte rutinaria de la vida cotidiana en los «paraísos» de la llamada civilización occidental. El celo antiterrorista se ha convertido en una paranoia regimentada.

La recién creada Oficina de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y su supervisión constante, está dispuesta a decapitar a quien se salga de las normas estipuladas y para ello cuenta con un perfeccionado sistema de examen y hostigamiento. El uso de la electrónica ha permitido indagaciones más veloces y eficaces.

Según Michel Foucault la toma de conciencia del ciudadano de su propia vulnerabilidad crea el funcionamiento automático del poder. Para Maquiavelo era necesario restringir la voluntad individual para que los humanos no se tornasen en entes salvajes y para refrenarlos nada era tan útil como el temor al castigo. Ya no existe ningún aspecto de la vida humana que pueda ser desconocido para los investigadores. La profecía de Orwell se ha cumplido: el Hermano Mayor nos vigila todo el tiempo.

¿Es primera vez que esto sucede en la historia? No, en los años treinta el nazi-fascismo parecía que dominaría al mundo. Los hombres de buena voluntad se veían al borde de una nueva Edad Media, una época de oscurantismo, atraso, tinieblas, ignorancia y sumisión, tal como se presagia será la Era de Bush. A algunos esa perspectiva les pareció tan insoportable que se suicidaron, como lo hizo Stefan Zweig en Brasil. Sin embargo el mundo reaccionó, las fuerzas democráticas de entonces se organizaron, la resistencia fue creciendo y el nazi-fascismo fue vencido. Otro tanto debe ocurrir ahora. La infamia y la devastación social solamente pueden ocurrir cuando los hombres honestos se cruzan de brazos. En los nuevos tiempos ignominiosos que se avecinan hay que organizarse y combatir. En lapsos futuros serán recordados los seres dignos que se atrevan a decir ¡no! durante los períodos inciertos.

En una época todos los bolcheviques cabían en un salón y pocos decenios después habían emprendido un vasto experimento de reforma sobre la sexta parte del globo terráqueo. Tras el desembarco del yate Granma, en Cuba, Fidel Castro se halló sólo con una docena de seguidores. Mahatma Gandhi comenzó a luchar por la independencia de la India con un puñado, apenas de fieles. Cuando Madero lanzó su grito de liberación contra la dictadura de Porfirio Díaz no fueron muchos los que creyeron en él, en un inicio.

Hay que preparar las condiciones ideológicas de resistencia y rebeldía contra el oprobio. La izquierda debe reorganizarse para una larga lucha combativa. La era de Bush y el neofascismo estadounidense no pasarán indemnes.

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