En noviembre pasado estuvo en Caracas, a propósito de la Feria Internacional del Libro, el escritor francés Thierry Meyssan, autor del best seller mundial La gran impostura: ningún avión se estrelló contra el Pentágono el 11S, donde rebate con escalofriantes datos la tesis oficial sobre los atentados del 2001 y en cuyas investigaciones se basaron […]
En noviembre pasado estuvo en Caracas, a propósito de la Feria Internacional del Libro, el escritor francés Thierry Meyssan, autor del best seller mundial La gran impostura: ningún avión se estrelló contra el Pentágono el 11S, donde rebate con escalofriantes datos la tesis oficial sobre los atentados del 2001 y en cuyas investigaciones se basaron aquí decenas de programas de TV del periodista Carlos Sicilia, antes de que lo obligaran, bajo amenaza, a callarse la boca.
Hasta tanto una entrevista que le hice a Meyssan para Telesur no fuese transmitida por ese canal -que la difundió el 19 de enero, víspera de la toma de posesión de Barack Obama-, no quise escribir nada sobre el particular, por respeto al «derecho de primicia» que lógicamente asistía a la antena que controla Andrés Izarra.
Me amarré los dedos para no hacerlo, y por fortuna no lo hice, porque a medida que transcurrió el tiempo surgieron nuevos elementos que -ustedes se harán su propio juicio- abonaron cada vez mayor verosimilitud a la versión que Thierry Meyssan maneja acerca de lo que se esconde detrás de la llegada del primer descendiente de africanos a la Casa Blanca.
Confieso que al principio lo escuché con cierto escepticismo, tal vez por las reservas que frente a la teorías conspirativas sobre del 11-S me manifestó hace unos años el académico estadounidense Peter Kornbluh, director del National Security Archive’s, de la Universidad George Washington , autor de reveladoras investigaciones sobre, por ejemplo, los crímenes de Pinochet y los ataques de EEUU hacia Cuba. Un tipo progresista que goza de todo mi respeto.
Sin embargo, los hechos -testarudos ellos- hicieron que las palabras de Thierry Meyssan resonaran en mi mente como un grito de alerta al menos un par de veces durante todas estas semanas. Y yo sin poder contarlo públicamente.
Golpe en Washington
En dos platos, Meyssan me dijo -en noviembre- que un par de años atrás, el 18 de diciembre de 2006, se produjo en las alturas y trastiendas del poder de EEUU un golpe de Estado. Sí, así como suena. Un golpe de Estado. Su única expresión visible, según el francés, fue la discreta salida de Donald Rumsfeld y su relevo por parte de Robert Gates en la Secretaría de Defensa, o sea, en el Pentágono.
Gates, ex director de la CIA, inscrito en el Partido Republicano, habría llegado allí en hombros de los militares gringos para convertirse en una suerte de «hombre fuerte» detrás del gobierno de EEUU, al más puro estilo latinoamericano, llámese como se llame el ocupante de la Casa Blanca.
¿Las razones? Los militares reaccionaron de esta forma ante la amenaza que contra sus intereses corporativos supuso la política aplicada por Bush, a través de Rumsfeld, para llevar a cabo la ocupación militar de Irak. El empleo de mercenarios civiles, conocidos como «contratistas», en las actividades bélicas propias de los militares profesionales fue un buen negocio desde el punto de vista económico, pues atenuó los gigantescos costos de la guerra, pero estableció un precedente negativo para los militares de carrera, que se vieron a sí mismos, en perspectiva, en peligro de extinción.
Meyssan explica que los mercenarios reciben una paga bastante superior a la oficialidad y la tropa regular, pero en conjunto le salen más baratos al Tesoro de EEUU. «Un mercenario no tiene jubilación, los oficiales sí. Si un mercenario es herido, se acabó su contrato. Si el herido es un soldado profesional, debes atenderlo y eventualmente pensionarlo», ilustra.
Ideal desde el punto de vista económico, la política de privatización de la guerra terminó por enfrentar a la camarilla gobernante en EEUU con el estamento militar, una tensión que según Thierry Meyssan se resolvió a favor de éste último, que impuso a Bush la designación de Robert Gates y la paulatina reversión de aquella política.
El escritor francés sostiene que no se trató simplemente de un relevo de rostros y políticas, sino de un verdadero golpe de Estado que trasladó el poder efectivo de la Casa Blanca hacia el grupo de militares que rodea a Robert Gates en momentos en que la hegemonía económica, política y militar de ese país sobre el resto del planeta se ve amenazada por la grave crisis en que entró, sin muchas perspectivas de salida, el sistema capitalista que le da sustento.
Un dato que eriza
Un chiste de factura latinoamericana dice que en Washington nunca hay golpes de Estado por la sencilla razón de que es la única capital del continente americano donde no existe una embajada de EEUU. Hasta en La Habana funciona una Sección de Intereses.
Esa imagen me hizo archivar las conclusiones de Thierry Meyssan como una posible exageración.
Pero cuando Barack Obama, todavía presidente electo, a apenas un mes de haber ganado las elecciones, anunció el 1 de diciembre de 2008 que dejaría a Robert Gates un año más al frente de la Secretaría de Defensa, las exageraciones del francés comenzaron a dejar de parecerme tales.
Impresión que se desvaneció por completo cuando leí, asombrado, que Robert Gates sería el único alto funcionario del Gobierno de Obama que no asistiría a los actos de su toma de posesión en Washington.
¿La razón? Bush, en acuerdo con Obama, lo designó como «administrador», una figura que lo colocó como tercero en la línea de sucesión presidencial en EEUU. «Si matan a Obama y a su vicepresidente John Biden, Robert Gates será el hombre al mando», reportaron las agencias de noticias, como si fuera un detalle de menor importancia, típico de un traspaso de mando más en Washington.
No sé a ustedes, pero sólo leerlo me erizó. ¿Tendría razón Thierry Meyssan? ¿Será Obama un presidente prisionero de Robert Gates y sus generales? ¿Tendrá, como decimos en Venezuela, que bailar pegado para que no lo maten? ¿Le tienen el ataúd preparado? ¿O hará lo que otros decidan para salvar el cuello? ¿Exageraciones? Los días por venir irán aclarándolo.
Por lo pronto, ha aumentado el respeto que sentía por Meyssan, quien suele publicar sus artículos en www.voltairenet.org, una página alternativa que él mismo dirige. Su abuelo, por cierto, era un coronel francés que comandó las tropas de la ONU en Israel, en 1948, cuyo vehículo fue atacado con bombas por un grupo extremista hebreo -Irgum-, donde perdió la vida un superior suyo. El jefe de los atacantes era Benjamín Emmanuel, el papá de Rahm Emmanuel, un político de doble nacionalidad (israelí y estadounidense) al que Barack Obama nombró como su jefe de Gabinete.