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Sahara Occidental: entre el realismo político y la catástrofe humanitaria

Fuentes: L’Avanç

La nueva Resolución de Naciones Unidas deja las cosas tal y como estaban: en una pasividad basada en un realismo político que olvida la realidad humanitaria del pueblo saharaui. Mientras se recortan las ayudas oficiales, los desastres naturales empeoran la situación y la lucha política no da los frutos deseados, los saharauis no descartan el […]

La nueva Resolución de Naciones Unidas deja las cosas tal y como estaban: en una pasividad basada en un realismo político que olvida la realidad humanitaria del pueblo saharaui. Mientras se recortan las ayudas oficiales, los desastres naturales empeoran la situación y la lucha política no da los frutos deseados, los saharauis no descartan el verse obligados a retomar de nuevo la vía militar.

Cuando, ya de madrugada, aterrizamos en el aeropuerto militar de Tindouf, la noche nos ocultaba la verdadera dimensión de la hamada. Solo en la mañana, cuando la plomiza luz del desierto caía sobre nosotros, pudimos ver más allá de lo que se escondía tras la oscuridad nocturna: una nada absoluta. Es imposible el no pensar en este «desierto dentro del desierto» como en una metáfora de la propia situación del pueblo saharaui, arrinconado en uno de los lugares más inhóspitos del planeta y no olvidado, sino algo que es casi peor, humillado por una comunidad internacional pasiva e inoperante ante las violaciones del Derecho Internacional y los Derechos Humanos por parte de Marruecos.

Pero como decía Eduardo Galeano al visitar el último festival de cine del Sahara, esta árida tierra es habitada por las gentes menos áridas que uno pueda imaginar. Porque, si bien es cierto que tienen intereses muy claros en que los que por allí pasamos volvamos con el mensaje diáfano y contundente de la injusticia a la que se han visto sometidos, su bondad, generosidad y entrega van mucho más allá de lo que ese interés pueda inspirar.

Un poco de historia

En 1975 el Gobierno de Arias Navarro (incluido Juan de Borbón) promete al pueblo saharaui, ante el abandono del Sahara por parte del Estado español, defenderle de las posibles agresiones externas. Menos de dos semanas después, ese mismo Gobierno firma en Madrid los acuerdos tripartitos con Marruecos y Mauritania que les da carta blanca para invadir el territorio saharaui. Los bombardeos con naplam y fósforo blanco y la famosa Marcha Verde son respondidos por un Frente Polisario que se ve en la obligación de recurrir a las armas y defender de la guerra a sus familias retirándose, gracias a la solidaridad argelina, a los campamentos de refugiados situados en los alrededores de Tindouf.

Tras los primeros años de éxodo en los que, tal y como nos contaba nuestro anfitrión Mohamed, las madres veían morir de calor a sus hijos en mitad del desierto, en 1991 se llega al primer acuerdo de paz con mediación de la ONU: el Plan de Arreglo. Éste incluye un alto el fuego y la creación de la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental) El Frente Polisario abandona las armas y como contrapartida el gobierno de Marruecos obstaculiza e incumple el Plan acordado envenenando, entre otras cosas, los pozos de agua de la ciudad liberada de Tifariti. El referéndum, fijado para enero de 1992, se pospone indefinidamente.

A partir de este momento la historia de la lucha saharaui recuerda la de Sísifo: la de un constante esfuerzo sobrehumano por alcanzar acuerdos por vía política que una vez refrendados por la comunidad internacional, son rechazados unilateralmente por los gobiernos dictatoriales de Marruecos. Así ocurrió en 1997 con los Acuerdos de Houston y, más recientemente, con el Plan Baker.

La actualidad

Se esperaba con impaciencia la nueva resolución del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas. Mohamed VI, mediante un plan de autonomía, rechazado de plano por el Frente Polisario y acompañado por una visita del monarca alahuita a la zona ocupada que supuso nuevos arrestos y torturas para quienes se manifestaron en su contra, presionaba así al organismo internacional para que esa resolución se acercara más a los intereses marroquíes. Sin embargo, el ambiente que se vivía en la RASD al respecto nos lo resumía Brahim Gali, Delegado del Pueblo Saharaui en el Estado Español, antes de que la ONU se pronunciara: «No creo que Naciones Unidas se vaya a dejar llevar por una maniobra contra sus propias resoluciones y la propia legalidad internacional».

Sin embargo, saltaba la alarma cuando Kofi Annan, Secretario General de la ONU, en el informe prescriptito que debía hacer llegar al Consejo de Seguridad antes de que éste se pronunciara y, a pesar de reconocer por primera vez las violaciones de los DDHH que Marruecos comete en los territorios ocupados, se lavaba las manos y se declaraba incapaz de proponer un nuevo plan que fuera aceptado por ambas partes. Esta posición suponía dejar de lado todos los acuerdos y resoluciones de los últimos 30 años invitando a las partes a unas «negociaciones directas». El Presidente de la RASD, Mohamed Abdelaziz afirmaba: «O bien la ONU defiende sus posiciones, los principios de la descolonización y el derecho de los pueblos a la autodeterminación o bien abdica y consciente de la injusticia queda por encima de la legalidad internacional para la que fue creada».

Esta posición de debilidad era contestada por el Consejo de Seguridad el pasado día 28 a través de una resolución que desdecía al propio Annan, afirmando «su voluntad de ayudar a las partes a llegar a una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable, que permita la autodeterminación del pueblo del Sahara occidental en el marco de los arreglos conformes con los fines y principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas». Una resolución que hacía expresar al coordinador saharaui con la MINURSO, Mhamed Jadad, la «satisfacción» del Frente Polisario «por la sabiduría del Consejo (de Seguridad) que se ha negado a suscribir la desviación que proponía el informe (de Kofi Annan)».

Pero el hecho es que, esta diferencia de opiniones (real o calculada) entre el Consejo de Seguridad y el Secretario General de la ONU, ha hecho que, tras el paso atrás que suponía el informe de Annan, la nueva Resolución haya sido aplaudida por los saharauis cuando en realidad no representa más que un continuismo en la posición de Naciones Unidas. Las medidas de presión esperadas para que Marruecos se vea en la obligación de aceptar las reivindicaciones saharauis han quedado en la determinación de «seguir pendiente del asunto» con la que el Consejo de Seguridad finaliza su Resolución.

El Estado español y la «Realpolitik»

Pero es que quizá el problema esté en esa posición de la comunidad internacional que defiende la necesidad de llegar a un acuerdo «mutuamente aceptable». Una posición que confiere a Marruecos un derecho que la propia ONU no acepta en sus resoluciones. Si alguien vulnera la ley, no tiene derecho a llegar a un acuerdo con quien se ha visto despojado de sus derechos más fundamentales a través de ese acto ilegal.

En un acto de apoyo al pueblo saharaui de las organizaciones sociales del Estado Español, pudimos conversar con Iratxe García, eurodiputada socialista, miembro del intergrupo dedicado a dar a conocer en esa institución la realidad saharaui, y de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Valladolid. Para ella, «la postura del Partido Socialista es la de buscar una solución compartida por las partes». Tal y como escuchamos de muchas bocas, el pueblo saharaui encuentra una diferencia abismal entre las bases socialistas y sus dirigentes. Para la eurodiputada no existe esa diferencia: «las bases socialistas son bases muy implicadas con el movimiento solidario con el Sahara. Intentamos que ese compromiso sea el mismo en todo el Partido Socialista, pero es diferente el compromiso político y la realidad que se puede poner en marcha». La política, desnaturalizada al convertirla en una técnica al margen de la ética, se convierte así no en el medio a través del cual hacer que las cosas se acerquen más a como deberían ser, sino en «realpolitik», es decir, en una forma más de ideología en sentido marxiano: una justificación interesada del estado de cosas. Se da así la razón a Hegel: la realidad es tal y como debe ser. Los posibles discursos a favor de un nuevo ser, se ven sometidos a la dictadura, incontestable, de lo que es considerado real.

Es también terreno común entre el pueblo saharaui, la idea de que el Estado español ha tenido y sigue teniendo una responsabilidad fundamental en la práctica de este realismo político. Para Brahim Gali, «España es la referencia de la Unión Europea en relación al conflicto del Sahara Occidental, y como los gobiernos de España no han tomado la iniciativa que arrastraría al resto de países europeos, se sigue sin reconocer al gobierno saharaui». Cosa que, por supuesto, no acepta el Partido Socialista: «Europa es un ejemplo de cómo los países deben ponerse de acuerdo para impulsar determinadas cuestiones y por tanto todos los estados miembros se deben implicar en este tema», nos decía Iratxe García.

La situación humanitaria y el futuro saharaui

Y mientras tanto, el pueblo saharaui se ve sometido a una situación que le impide mantener su dignidad como pueblo. «La economía de la RASD depende completamente de la cooperación internacional y de la ayuda humanitaria. Vivimos en un estado de emergencia constante. Si a eso sumamos la situación geográfica de los campamentos y las catástrofes naturales como las últimas inundaciones, la situación se agrava todavía más», nos comentaba Salek Omar, Director de la Oficina de Proyectos del Ministerio de Cooperación. Pero aún así Naciones Unidas se permite recortar las ayudas: «de pronto se ha dicho que la ayuda será para una población de 90.000, como si el resto de la gente no existiera», en lugar de respetar el censo elaborado por ACNUR que establece un total de 156.000 refugiados. Y es que más allá de la ayuda humanitaria, que acaba convirtiéndose en un parche mal cosido, el pueblo saharaui necesita de una acción comprometida y valiente que reafirme la autoridad legal y moral de Naciones Unidas: «La verdadera solución es una solución política y no humanitaria», nos reconocía Salek Omar.

¿Y si no se llega a esa solución política? Los ánimos del pueblo saharaui no son ni mucho menos los de darse por vencidos, y no se descarta en absoluto la vuelta a las armas. De hecho son los políticos los que piden paciencia a una población ya muy cansada, nos comentaba Mansur Omar, Gobernador de El Aaiun: «Cuando empezamos a luchar por la vía militar, nos llaman terroristas, y si nos comportamos como santitos, nos olvidan. La comunidad internacional es una hipócrita». De hecho, a mediados de abril, el diario marroquí Ajorurd’hui le Maroc ya preparaba el terreno afirmando que Al Qaeda recluta miembros del Frente Polisario en el norte de Mauritania. Asunto desmentido categóricamente por el Gobierno saharaui.