Conferencia organizada por el World Affairs Council en Anchorage, Alaska, 2 de noviembre de 2007
Miembros del World Affairs Council, distinguidos invitados, damas y caballeros:
Me complace haber sido invitado para hablarles sobre el Sáhara Occidental. Para prepararme esta visita, he visto antes la película Into The Wild. Esperaba que mi alojamiento fuera un autobús de colegio usado. Pero me he visto gratamente sorprendido cuando me han enseñado una estupenda habitación de hotel. No obstante, voy a tener cuidado con las hierbas que le echo a la ensalada.
Su Consejo, como su propio nombre indica, tiene una sana curiosidad por lo que está sucediendo en todo el mundo. Mis predecesores en esta tribuna han sido los presidentes de Mongolia e Islandia. Me alegro mucho de que la atención de ustedes se centre ahora en África del Norte, Marruecos, y en qué ha hecho y está haciendo la ONU para resolver la invasión y retención por parte de Marruecos de lo que es la última colonia en el mundo: el Sáhara Occidental. Voy a hablarles brevemente sobre la historia del conflicto del Sáhara Occidental, mi papel en el primer y fallido referéndum y las perspectivas de entonces y de ahora, en 2007, para resolver este conflicto. Mi intención es reservar mucho tiempo para sus preguntas, ya que las preguntas del público son siempre la parte más interesante de cualquier presentación.
EL LUGAR
El Sáhara Occidental es un país que ocupa una superficie del mismo tamaño que Colorado, aproximadamente. Se encuentra situado justo debajo de Marruecos, donde su propio nombre indica, en el extremo occidental del Sáhara. Voy a comenzar la historia por la mitad, como dicen que deben empezar las buenas historias, con la sesión del Congreso celebrada en 1995 sobre cómo se gasta la ONU el dinero que nosotros los americanos le asignamos. Se decidió que la ONU organizaría el referéndum para la autodeterminación del Sáhara Occidental. Voy a trasladarme, por último, hasta el presente año, a lo que se está haciendo ahora para resolver esta cuestión.
En enero de 1995 fui testigo en la sesión del Congreso sobre cómo la ONU gastaba el dinero de los contribuyentes americanos. Les voy a hablar de Chuck Lichenstein, antiguo embajador de los Estados Unidos ante la ONU y viceembajador de la embajadora Jeane Kirkpatrick. Pese a su proximidad a la institución, o quizás precisamente por ello, no era un gran entusiasta de la ONU. Puede que aún recuerden sus famosas observaciones de 1983. Chuck dijo: «Si los miembros de Naciones Unidas han llegado a la sensata conclusión de que no son bienvenidos y no son tratados con la amistosa consideración que merecen, Estados Unidos anima encarecidamente a los Estados miembros a que se planteen seriamente abandonar, y que esta Organización abandone, la tierra de los Estados Unidos. No pondremos obstáculo alguno en su camino, y les diremos adiós con la mano desde el puerto mientras se alejan en el ocaso».
Fue precisamente Chuck quien, escandalizado por los actos de la ONU en el Sáhara Occidental, vergonzosos incluso para los principios de la ONU, me cedió su puesto para que pudiera dirigirme al Comité del Congreso aquel día.
UNOS CUANTOS ANTECEDENTES
El Sáhara Occidental fue una colonia española llamada el Sáhara Español. Bajo la presión de la ONU para efectuar una descolonización, España accedió a retirarse del Sáhara Español, no sin antes organizar un referéndum que permitiera a sus habitantes votar sobre su propio y descolonizado futuro. Sin embargo, antes incluso de que España se hubiera retirado del Sáhara Español, Marruecos ya había reclamado su soberanía ante el Tribunal Internacional de la Haya. El Tribunal Internacional rechazó la pretensión de Marruecos y, en su opinión [dictamen], hizo dos observaciones muy importantes: la primera, que Marruecos no tenía derecho a reclamar la soberanía sobre el Sáhara Español, ahora Sáhara Occidental; la segunda, que se debía celebrar el referéndum organizado por España. El día después de que fuera hecho público dicho dictamen, Marruecos invadió el Sáhara Occidental en la que fue llamada «la Marcha Verde». Marruecos ocupa desde entonces el Sáhara Occidental, que se ha convertido en el más prolongado conflicto de la historia de las Naciones Unidas.
Para situarnos en un contexto más familiar: el congresista por Illinois, José Serrano, propuso recientemente una legislación que permitiera a los puertorriqueños decidir, mediante un referéndum, si desean seguir formando parte de los Estados Unidos o convertirse en un Estado independiente. Me tomo la libertad de hacer una burda simplificación de la propuesta de Serrano para poner un ejemplo. Imagínense que la propuesta de Serrano se promulgara en forma de ley y que el Tribunal Supremo dijera que se tiene que celebrar dicho referéndum, pero que el Gobierno estadounidense pasara por alto esa decisión y enviara tropas para tomar la isla como territorio propiedad de los Estados Unidos, y pospusiera indefinidamente el referéndum. Admito que es un panorama muy apocalíptico, pero nos da una idea bastante aproximada de lo que viene sucediendo con Marruecos y el Sáhara Occidental.
Los indígenas del Sáhara Occidental, unos nómadas conocidos como saharauis, emplearon la fuerza para resistirse a los colonizadores marroquíes mediante su brazo armado, el Frente POLISARIO, al igual que antes habían opuesto resistencia a los colonizadores españoles. Finalmente, Marruecos, no sin antes quedar malparado, sofocó al POLISARIO, pese a su escasez de armas y de soldados. Los saharauis no se rindieron, sino que crearon un Gobierno en el exilio en Argelia.
En 1991, el Plan de Paz de la ONU para el Sáhara Occidental consiguió un alto el fuego y un referéndum para la autodeterminación supervisado por la ONU, que permitiera al pueblo saharaui decidir si quería integrarse en Marruecos o convertirse en un Estado independiente. Si alguna vez hubo un trabajo hecho a la medida para la ONU, era éste. Se estableció que el referéndum se celebraría en 1992, pero [luego] se pospuso hasta 1994. En ese momento es cuando yo intervine.
EL REFERÉNDUM
La ONU me contrató para llevar a cabo un referéndum en el Sáhara Occidental. Esa era la principal actividad de la misión de paz de la ONU llamada MINURSO. Todas las misiones de la ONU tienen nombres que suenan a jarabes para la tos, pero creí que la ONU hablaba en serio. Quizá algunos de sus miembros sí hablaban en serio en ese momento, pero el referéndum fue, y sigue siendo, uno de esos fracasos colosales y tremendamente costosos que han hecho de la ONU el hazmerreír del mundo entero.
La tarea de la ONU parecía bastante sencilla: celebrar un referéndum en el que se dilucidara una cuestión: independencia o integración con Marruecos. O eso es lo que parecía. En realidad no fue tan simple. La ONU cedió a Marruecos el control del referéndum. Lo cierto es que no se puede decir de otra forma. Marruecos dictaminó cuándo y dónde debería hacerse el registro de los votos, controló la entrada a las instalaciones de registro de votos de la ONU, e incluso decidió qué saharauis se tenían que registrar.
Los observadores marroquíes de las sesiones de registro de votantes habían observado a bote pronto que la gente del Sáhara Occidental quería la independencia, no la integración con Marruecos. El modo en que Marruecos se enfrentó a esa realidad incómoda fue posponer el referéndum indefinidamente, hasta que no pareciera viable, para poder permanecer exactamente en el mismo lugar donde estaba, controlando el Sáhara Occidental. Justamente lo que hizo.
Cuando estaba acabando mi año en el Sáhara Occidental, me dieron órdenes de que presentara mis informes conjuntamente al representante del Secretario General de la ONU y al representante de Marruecos. Ya ni siquiera se pretendía que hubiera una misión independiente de la ONU en el Sáhara Occidental.
Lo que expuse ante el Congreso sobre la escandalosa actuación de la ONU en el Sáhara Occidental no era una visión personal. El abuso por parte de Marruecos de la gente del Sáhara Occidental, y la impotencia de la misión de la ONU para detener ese abuso, eran públicos y notorios. La misión de la ONU era el hazmerreír de la diplomacia en Rabat. Los cascos azules asignados a esta misión, así como los funcionarios de la ONU, sabían que la misión había desistido de la celebración de un referéndum libre y justo. Por ese motivo, el periodista Chris Hedges, de The New York Times, no tuvo ningún problema en conseguir la información que necesitaba para exponer en letra impresa la vergüenza que constituía el referéndum.
El lenguaje petulante de la ONU y sus apáticos resultados invitaban al escepticismo, pero cuando en 1997 se anunció que Baker, antiguo Secretario de Estado, iba a encargarse de volver a poner en órbita este referéndum, muchos nos quedamos impresionados. Más que impresionados, diría yo. Por primera vez en mucho tiempo, yo tenía esperanzas. Fui a la conferencia que dio en el Capitol Hill [Congreso de EE.UU.], y leí con mucho interés los informes sobre sus reuniones en Marruecos, Argelia, Lisboa y Londres. Él iba a salir del «impasse» o, como él decía, al menos se enteraría de quién estaba ralentizando el [proceso del] referéndum. Él era la gran esperanza de un acuerdo pacífico.
Desgraciadamente, el Secretario [de Estado] Baker fracasó. No sólo no consiguió encarrilar el referéndum, sino que tampoco consiguió averiguar quién lo estaba obstaculizando, aunque no cabía duda de quién era. Propuso un periodo de cinco años del llamado gobierno autónomo de los habitantes del Sáhara Occidental, con el beneplácito de los marroquíes, por supuesto, que iría seguido de un referéndum. Parecía una propuesta absurda. Si después de tantos años y de gastarse tantos millones de dólares en ello, la ONU era incapaz de celebrar un simple referéndum, ¿qué tipo de razonamiento quijotesco podría justificar confiar en la celebración de otro referéndum transcurridos cinco años, durante los cuales los marroquíes seguirían mandando miles de marroquíes al Sáhara Occidental como colonos? La propuesta de Baker favorecía a Marruecos tan claramente que nadie esperaba que los saharauis la aceptaran. Pero sorprendentemente lo hicieron, en un gesto de conciliación. Los marroquíes, en cambio, consideraron que la propuesta era un pacto leonino y la rechazaron. Mira por dónde.
Horacio, el poeta romano, escribió «Las montañas están de parto, y surge de sus entrañas un ratón». Esperábamos un gran Kilimanjaro diplomático de la intervención del Secretario Baker pero, por desgracia, nos ofreció un ratón diplomático.
Es conveniente que hablemos de estas cosas ahora porque el mundo acaba de conmemorar, porque no se puede decir celebrar, el 32 aniversario de la invasión del Sáhara Occidental por parte de Marruecos. No podemos decir celebrar, a no ser que estuviéramos dispuestos a celebrar también la brutal invasión de Timor Oriental por Indonesia, que es lo más parecido a la invasión marroquí.
Otro punto que conviene señalar es el enorme gasto de dinero en el referéndum: se calcula que unos 100.000 dólares al día en fecha tan lejana como 1995. Por entonces eso se consideraba una cantidad escandalosa. Hoy en día se podría considerar calderilla, tras el informe Volcker sobre el escándalo de la ONU del Programa Petróleo por Alimentos. Sin embargo, hay varias similitudes entre ambos casos.
El Secretario General de la ONU, Kofi Annan, cuyo hijo prosperó gracias al escándalo del Programa Petróleo por Alimentos [the Oil for Food Scandal], era el jefe de las fuerzas de paz de la ONU, y por lo tanto de la MINURSO, cuando comenzó el [proceso preparatorio del] referéndum. En la MINURSO mostró la misma negligencia en el cumplimiento de sus deberes de gestión que la que sería documentada más tarde en el Informe Volcker.
Lo que yo había observado en la MINURSO y testificado ante nuestro Congreso fue posteriormente verificado por Human Rights Watch, Amnistía Internacional y diversos periódicos y revistas, como The New York Times, The Economist, y así sucesivamente.
LA MALA FE DE LA ONU
Hay algo peor que el inaudito gasto de esta misión a lo largo de los años: el doble rasero de la ONU en su gestión: la ONU vendió a unos «don nadie», los saharauis -por cuyo derecho a la autodeterminación debía celebrarse el referéndum-, para ganarse el favor de un «alguien», el rey Hasán II de Marruecos, que había invadido el Sáhara Occidental y perdido su reclamación sobre este territorio ante el Tribunal Internacional [de Justicia de La Haya], pero que había conseguido convencer a su viejo compinche norteafricano Boutros Boutros-Ghali para que la ONU corriera un tupido velo sobre la manifiesta agresión y ocupación del Sáhara Occidental por parte de Marruecos. Y éste es un punto importante. Según los propios marroquíes o los multimillonarios grupos de presión [lobbies] que tienen en Washington, el Tribunal Internacional [de Justicia] dictaminó a favor de Marruecos allá por 1975. Como ya he indicado anteriormente, el Tribunal no hizo tal cosa, y les invito a todos ustedes a que busquen en Internet la decisión del Tribunal [TIJ] y la lean ustedes mismos.
QUÉ SALIÓ MAL EN EL [PROCESO PREPARATORIO DEL] REFERÉNDUM [1]
Esos mismos grupos de presión [lobbies] bien remunerados que acabo de mencionar subrayan el gran aliado que tiene Estados Unidos en Marruecos. Bueno, eso es cierto. Marruecos no es la encarnación del mal. La cuestión que nos ocupa es, sin embargo, que por mucho que Marruecos nos esté ayudando a llevar a cabo misiones diplomáticas en otros lugares, sobre todo en Oriente Medio, ese mismo aliado, Marruecos, ha tenido un comportamiento mafioso en el Sáhara Occidental. Por ejemplo:
Portavoces árabes que trabajaban para la ONU me informaron de que los saharauis que se registraban como votantes se quejaban (en hassanía, el dialecto árabe local) de que algunos amigos y familiares suyos se habían registrado para votar en los centros que regentaban los marroquíes, pero que nunca aparecieron en las listas de votantes. Los marroquíes los habían privado del derecho al voto. Otros se quejaban de que sus amigos o familiares estaban en la lista para registrarse como votantes, pero que los marroquíes no se lo permitieron. La policía marroquí mantenía a raya a todo el que no hubiera sido aprobado por las autoridades marroquíes. La gente que venía a registrarse determinado día, ni siquiera podía entrar. Sólo podían hacerlo los que tuvieran el sello de aprobación marroquí. Así, los marroquíes controlaban quién se registraba para votar. Bienvenidos al estado policial marroquí del Sáhara Occidental. Por supuesto, esto no es lo que cabía esperar, y tampoco es el tipo de proceso que se supone que la ONU estaría dispuesta a financiar.
Precisamente por esto, no podíamos invitar a los saharauis a rellenar una solicitud de voto en nuestros centros. No se permitía a ningún saharaui estar en ningún sitio donde el Gobierno marroquí no quisiera que estuviera. No me cansaré de repetirlo: el Sáhara Occidental, bajo el control marroquí, es un estado policial, algo a lo que nosotros los americanos no estamos acostumbrados, un estado policial muy eficaz, que funciona a pleno rendimiento.
Otra observación más: algunos saharauis que informaron de lo que los marroquíes les estaban haciendo, nos pidieron a los de la ONU que les buscáramos en el caso de que desaparecieran. Muchos dijeron que temían por sus vidas si los marroquíes los veían hablando con gente de la ONU. Otros nos pidiéramos que hiciéramos como si no los conociésemos si los veíamos fuera del Centro de la ONU. Decir que estaban aterrorizados es quedarnos cortos. Sus comentarios me recordaban, más que a ningún otro lugar, a Sudáfrica a principios de la década de 1970, cuando los negros te hablaban sin tapujos en la Embajada de Estados Unidos en Pretoria o Ciudad del Cabo, porque se sentían a salvo allí, pero en cuanto salían de allí fingían no conocerte, por si la policía especial sudafricana les veía hablando con «alborotadores extranjeros».
Marruecos no quería y sigue sin querer el referéndum, porque los riesgos superan en mucho a cualquier posible ganancia. Desde su punto de vista, el status quo no es tan malo. Pero, desde el punto de vista de las relaciones públicas, Marruecos no puede permitirse el lujo de parecer el malo de la película y sigue encontrando maneras de retrasar el referéndum hasta que todo el mundo se canse del tema. Es una táctica a largo plazo que, en ocasiones, resultas simplemente absurda. En una ocasión, como si fuera una obra de Ionesco, Marruecos detuvo el proceso de identificación durante más de una semana, a un precio, otra vez, de 100.000 dólares al día, por la cuestión de si un adverbio empleado en un programa propuesto por la MINURSO era el más apropiado. Esto trajo un intercambio de cartas formales y una buena dosis de objeciones petulantes. El muro
Si Marruecos estaba realmente interesado en aclarar el asunto, y no simplemente en retrasar el proceso, se podía haber solucionado en dos minutos, con una llamada de teléfono del antiguo embajador togolés, que hablaba francés y era quien había redactado la carta.
Ese mismo mes, el oficial de enlace marroquí con la MINURSO, un tal Mohammed Azmi, se jactó públicamente en un bar, ante un grupo de trabajadores de la MINURSO, de que él era el único que decidía si iba a continuar la identificación al día siguiente. Y para demostrarlo, cogió el teléfono (era casi medianoche) y, delante de todo el mundo, canceló las sesiones de identificación de la semana siguiente.
Estos son los actos de gente maquiavélica que hace lo que le viene en gana, con impunidad frente a sanciones de la ONU y sin tener el menor escrúpulo por la integridad [honestidad] del referéndum ni por el gasto que están ocasionando.
Estaba previsto que el proceso de identificación comenzara el 15 de junio de 1994, pero su comienzo se retrasó dos meses y medio, con un coste de millones de dólares, mientras la ONU, los saharauis y Marruecos se metían en más negociaciones que representaban una pérdida de tiempo, esta vez sobre cómo llamar a los representantes de la Organización para la Unidad Africana (OUA) que iban a venir a observar la identificación. Los marroquíes habían abandonado la OUA años antes, porque esta Organización había reconocido la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el nombre diplomático de la patria saharaui, y Marruecos decía que no quería que la gente de la OUA participara en el referéndum. Los representantes de la OUA formaban parte del proceso del referéndum y, como bien sabían los marroquíes, tenían que estar allí. Al final se llegó a un acuerdo sobre cómo se les tenía que llamar, y se permitió la entrada a los representantes de la OUA. Lo absurdo es que todo esto ya se había resuelto en 1993, así que no había necesidad de volver a inventar la rueda una vez que había comenzado el [proceso preparatorio del] referéndum.
MATONISMO
A todo el que se registraba para votar le entregaban un recibo y, cuando se hizo pública la lista de los que podían votar, se suponía que las personas que aparecían en dicha lista iban a entregar esos recibos para que les dieran una papeleta. En vez de eso, lo que estaba sucediendo en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental, era que los saharauis que volvían de los centros de registro de votantes eran forzados a entregar sus recibos a los marroquíes. Esto permitía a personas sin derecho a voto presentar los recibos y obtener papeletas. En Chicago lo llamamos voto fraudulento.
El proceso de registro de votantes comenzó de verdad el 28 de agosto de 1994, simultáneamente en el Sáhara Occidental y en Argelia, sede del Gobierno saharaui en el exilio. Podemos decir con toda certeza que, para esta fecha, la MINURSO dejó de ser una operación gestionada por la ONU y pasó a ser el instrumento utilizado por Marruecos para dominar el proceso de identificación de los votantes.
Para comprar espacio en los medios de comunicación marroquíes es necesario obtener un permiso del Gobierno, y Marruecos siempre había negado a la ONU el permiso para comprar espacio en los periódicos o en la radio marroquíes, al objeto de poder informar a la gente de que tenía que registrar su voto. (La libertad de prensa es otra víctima más de un Estado policial). Pero eso era moco de pavo en comparación con lo que iba a suceder después del 28 de agosto. El antiguo Primer Ministro británico, Harold Macmillan, se refirió a la técnica que emplearían los hermanos Borgia para invadir una ciudad del Norte de Italia. Viendo cómo obraban los marroquíes, me acordé de su descripción.
ALGUNOS EJEMPLOS
La noche antes de que comenzara el proceso de registro de votantes en El Aaiún, el enlace marroquí con la MINURSO reconvino al Jefe de la Misión MINURSO, el Sr. Eric Jensen, en una comida ante marroquíes y trabajadores de la MINURSO, y le ordenó quitar todas las banderas de la ONU del edificio de la ONU en el que iba a tener lugar el registro de los votantes, o anularía el registro de votantes. Por desgracia, el Jefe de la Misión no era un John Wayne, y ordenó incluso que quitaran la bandera de la ONU de la sala en la que iba a tener lugar la ceremonia de la apertura.
Durante los días que duraron las sesiones de apertura en El Aaiún, unos supuestos periodistas marroquíes fotografiaron y grabaron en video cada minuto de cada día, e hicieron fotos de cada saharaui que vino para identificarse. Estos supuestos periodistas resultaron ser agentes de seguridad marroquíes, como comprobaron nuestros periodistas y el jefe alemán de los observadores de la policía de la ONU. En la televisión marroquí jamás se emitió ni un segundo de esas horas de supuesto material televisivo.
Unas cuantas semanas después, se encontraron teléfonos intervenidos en las líneas locales y en todas las líneas internacionales en la sede de la MINURSO. Las escuchas desembocaban en una línea local marroquí. Este hecho se silenció. No hubo investigación alguna, pero el empleado de la ONU que instaló los micrófonos ocultos fue apartado secretamente, para evitar cualquier prueba que pudiera implicar a la ONU. El correo había sido interceptado regularmente, y se registraban con regularidad las salas del personal de la MINURSO, pero ésta era una nueva treta. El Gran Hermano nos estaba escuchando y también observando.
Durante las semanas siguientes, Marruecos, y no la ONU, era quien nos daba instrucciones sobre nuestro trabajo y nuestros horarios de vuelo. La ONU trabajaba cuando los observadores marroquíes lo consentían. Los marroquíes insistieron también en que los aviones de la ONU volvieran vacíos, y a un gran coste, de El Aaiún, donde estaban aparcados, cruzando el desierto hasta llegar a los campos de los saharauis en Argelia. Así llevaban a los observadores marroquíes de vuelta a casa y, de paso, demostraban que el proceso estaba bajo su control.
En El Aaiún, los marroquíes trataban las instalaciones de la ONU para identificar a los votantes como si fueran de su propiedad. Entraban en ellas como Pedro por su casa, dejándolas abiertas, si era necesario, para alojar votantes tardíos. En una ocasión, cuando llegó el enlace marroquí con la MINURSO al centro de identificación, entró en cólera porque tuvo que esperar unos minutos a que le abrieran la puerta, para entrar en lo que él llamaba «chez moi», mi casa. El apocamiento de la ONU permitió a los marroquíes considerar las instalaciones de la ONU en El Aaiún, no como un recinto extraterritorial de la ONU [con status diplomático], sino como propiedad suya.
En resumen, durante el tiempo que pasé en el Sáhara Occidental, Marruecos llevó a cabo una campaña de terror contra el pueblo saharaui, sin que el representante elegido a dedo por Boutros-Ghali moviera una ceja. Como ya he señalado anteriormente, no había visto nada parecido desde que vi en acción al Gobierno sudafricano del apartheid contra los negros sudafricanos, cuando visité el país a principios de la década de 1970 con Roy Wilkins, que era jefe de la N.A.A.C.P. (Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color). No es sólo que Marruecos ejerciera influencia en el referéndum, sino que lo controlaba hasta el más mínimo detalle, por ejemplo qué días funcionaba la misión. Marruecos pinchó los teléfonos de la ONU, interceptó su correo y registró con toda impunidad las habitaciones donde vivían sus empleados. Y lo que es más importante, las autoridades marroquíes privaron por doquier del derecho al voto a los votantes saharianos, y los reemplazaron por infiltrados marroquíes.
Los extranjeros como yo, así como los empleados contratados por la ONU y otros profesionales veteranos de la Organización, informaron directamente de estos atropellos al Representante en la MINURSO de Boutros-Ghali, pero podrían habérselo ahorrado. El hombre de Boutros Ghali les despachó sin contemplaciones. Simplemente le faltaba la dignidad o el empuje para enfrentarse al gángster en jefe del Rey en el Sáhara Occidental, Mohammed Azmi. Si leen Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene, podrán reconocerle: un encantador y despiadado policía, como el capitán Segura de Greene, jefe de la policía de Batista.
Antes de dejar la Misión para siempre cuando acabó mi año allí, le envié una carta a Kofi Annan haciendo hincapié en el fraude, el despilfarro y los abusos que había observado en la MINURSO, y me ofrecí a hablarlo con él en Nueva York, cuando volviera allí. Su contestación fue que lo que le estaba diciendo «no era serio» (según sus propias palabras). Cuando testifiqué ante el Congreso, mi testimonio fue recogido por escrito por el servicio de teletipos y llegó a todo el mundo. Fue, por ejemplo, portada en una revista muy popular, Jeune Afrique. Cuando la historia se difundió por los medios de comunicación, el Secretario General de la ONU, como el Capitán Renault de Casablanca, se mostró «horrorizado, horrorizado» al oír que pasaban esas cosas en la MINURSO, apresurándose a poner sobre el caso a un nuevo y flamante inspector general.
Su inspección, como era de esperar, consistió en blanquear la misión, y fue literalmente de risa. John Bolton dijo, por aquel entonces, que si un inspector general federal hubiera hecho un informe así, se habrían carcajeado de él y le habrían echado de la ciudad antes de que se secara la tinta de su firma.
Por ejemplo, el coronel de la Armada de los EE.UU., Dan Magee, que mandaba las tropas estadounidenses en la MINURSO, se había quejado de que un funcionario veterano de la misión despreciaba frecuentemente a sus tropas, refiriéndose a ellas como «una panda de ladrones» porque les dejaba fríos la manipulación de la misión por parte de Marruecos. Magee pensaba que al Inspector General de la ONU le interesaría conocer ese tipo de actitud anti-americana. Pero se equivocaba. Al Inspector General no le interesaba porque el oficial menospreciaba también otras nacionalidades, y, por lo tanto, era un fanático de la igualdad de oportunidades. Increíble pero cierto. Pero, como decía Casey Stengle, «se puede consultar». El hombre del Inspector General le dijo a otra empleada de la MINURSO, una americana de origen libanés llamada Mara Hanna, que estaba consternada por lo que había visto hacer a Marruecos en la misión: «Si contesta con sinceridad a mis preguntas, nunca volverá a trabajar para la ONU». Ella contestó efectivamente con toda sinceridad y, tal como declaró en el edificio de oficinas de la Rayburn House, la ONU la ha vetado desde entonces.
El Consejo de Seguridad, bajo el liderazgo del embajador argentino, Emilio Cárdenas, rechazó el informe estilo Inspector Clouseau del Inspector General a los pocos días de su aparición. Según The Washington Post, el embajador Cárdenas calificó el informe de inspección de «cuentos chinos de la MINURSO».
El motivo por el que el informe de inspección original se hizo de manera tan chapucera fue que, como reconoció posteriormente el propio Inspector General, según la normativa de la ONU, en realidad él no tenía permiso para hacer gran parte de la inspección. Le prohibieron, por ejemplo, considerar la posibilidad de que Marruecos estuviera obrando mal en el [proceso del] referéndum. Hay que tener en cuenta que Marruecos es miembro de la ONU, y el Inspector General de la ONU no estaba autorizado a avergonzar a un Estado miembro reconociendo que había tenido un mal comportamiento durante el [proceso del] referéndum de la ONU. Es como si a un fiscal, en nuestro país, se le prohibiera investigar posibles delitos graves de un alto cargo del gobierno federal porque podría ofender a la persona o al cargo que se está investigando. Bienvenidos al absurdo de la ONU.
La ONG Human Rights Watch, con sede en Nueva York, publicó un devastador informe de 38 páginas sobre la MINURSO, documentando flagrantes violaciones de los derechos humanos y fraude de votos [vote fraud] cometidos por Marruecos en las mismísimas narices de la misión. Como era de esperar, ni la misión ni la ONU hicieron comentario alguno.
Quizá el mejor ejemplo de que la ONU actuaba como si no hubiera pasado nada fuera el que yo hubiera sido invitado, y después ‘desinvitado’, a hablar en el Cuarto Comité de la Asamblea General de la ONU. ¡El Comité sobre COLONIALISMO! Dicho Comité se ocupa de lo que pasa en el Sáhara Occidental porque se trata de la última colonia en el mundo. Considero todo un honor que el propio Boutros-Ghali interviniera personalmente para evitar que el Cuarto Comité oyera lo que yo tenía que decirles sobre la MINURSO. Me dijeron que, en los 60 años de vida del Comité de la ONU, yo había sido la única persona a la que se le había impedido hablar allí. El Secretario General impidió que el Cuarto Comité, compuesto en su totalidad por Estados miembros de la ONU, escuchara a alguien que precisamente podría haberles dicho que la ONU se estaba gastando cerca de mil millones de dólares en una misión y en un referéndum que no iban a ninguna parte.
Para poner la guinda sobre el pastel de la ONU -una cuarta parte de cuyos gastos, aproximadamente, pagamos ustedes y yo y todos los contribuyentes de Estados Unidos-, les diré algo más. Cuando el ex Ministro de Justicia estadounidense Dick Thornburgh trabajaba como Subsecretario de Gestión de la ONU, le presentó a Boutros-Ghali un informe para mejorar su funcionamiento, eliminando gastos innecesarios y fraudulentos y ahorrando cientos de millones de dólares. Boutros-Ghali, como declaró públicamente Thornburgh, ordenó que se suprimiera el informe y se destruyeran las copias que quedaran. (Afortunadamente, Dick conservó algunas).
Pero no quiero abandonar esta tribuna con un malentendido. Pese a todo lo que he dicho aquí hoy, y a que evidentemente me ha decepcionado el comportamiento de la ONU, no estoy en contra de Marruecos. Puede que, salvo en lo que respecta al Sáhara Occidental, pueda ser un buen aliado nuestro. Incluso afirma (erróneamente) que ha sido nuestro primer aliado contra los británicos. El problema que tengo con ellos es que invadieron el Sáhara Occidental tan ilegalmente como Indonesia invadió Timor Oriental, y una vez allí Marruecos se comportó de forma indigna, sin que le frenara el menor temor a [posibles] sanciones de nuestro Departamento de Estado.
Es triste para mí, como estadounidense, haber visto en los países en los que he prestado mis servicios, en Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental, que nuestro Gobierno apoya a los matones que mandan en esos lugares e ignora a la gente de bien que vive allí y quiere y merece algo mejor. Estados Unidos ha doblado el espinazo ante el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Mbasago, porque tiene mucho petróleo que vender, aun cuando sea un ladrón despiadado del patrimonio de su país, un torturador de su pueblo y un dictador que aparece en las listas de los mayores dictadores del mundo (de hecho, en la última ocupaba el número 9). Hace poco, el Secretario de Estado le recibió en el Departamento de Estado, y le llamó «un gran amigo de los Estados Unidos». Tampoco nos hemos enfrentado a la machtpolitik [política de fuerza, en sentido militar] de Marruecos porque Marruecos nos ayuda en otras áreas. Esto explica por qué la declaración aparentemente insípida de David Welch, Secretario del Departamento de Estado para Oriente Próximo, en junio de este año, sirvió para apoyar el plan de autonomía de Marruecos. Simplemente obedecía órdenes, como alguien dijo una vez. El ya fallecido Daniel Patrick Moynihan, en sus memorias como embajador de Estados Unidos ante la ONU, fue más franco. Reconoció que le habían encomendado la tarea de impedir que el Sáhara Occidental se convirtiera en un Estado independiente, y afirmó haberla cumplido muy bien. Claro que eso sucedió durante la Guerra Fría, cuando el Sáhara Occidental tenía los amigos equivocados, y Henry Kissinger no quería otra Angola en la costa occidental africana. Pero la Guerra Fría hace ya mucho tiempo que terminó.
Mis esperanzas fueron muy grandes cuando tuvimos a John Bolton en la ONU. Él sabía dónde estaban enterrados los cuerpos. Es un abogado que no se anda con tonterías y trabajó en el Plan Baker con el Secretario [de Estado] Baker. Si alguna vez hubo razones para esperar que se emprendiera una reforma real en la ONU y se llegara a una solución justa para el Sáhara Occidental, John Bolton era la encarnación de esa esperanza. Sin embargo, por desgracia, John Bolton no estableció políticas nuevas. Llevó a cabo su tarea como hubiera hecho cualquier persona honorable nombrada por la Presidencia, y esa política se inclinaba ostensiblemente a favor de Marruecos.
2007 LAS PERSPECTIVAS DE UNA SOLUCIÓN PARA SALIR DEL PUNTO MUERTO
A mediados de agosto de 2007, poco antes de que los representantes de los saharauis se encontraran con los de Marruecos en Long Island para discutir por enésima vez el futuro del Sáhara Occidental, en esta ocasión el último plan de autonomía concebido por Marruecos, veinticuatro miembros del Congreso estadounidense enviaron una carta al presidente Bush. En dicha carta, le urgían a «tomar medidas que garanticen que su Administración demuestra respeto por el derecho de los saharauis a elegir democráticamente su propio futuro político y económico». Esta frase afecta directamente al mismísimo meollo del conflicto del Sáhara Occidental. Porque, en realidad, El conflicto no lo ha provocado un plan de autonomía, que es sólo la última de la larga lista de ilusiones que Marruecos ha ido creando a lo largo de los años para distraer la atención mundial de la verdadera cuestión: su descarada apropiación territorial del Sáhara Occidental. Una apropiación que les robó a los habitantes del Sáhara Occidental no sólo su patria sino también la capacidad de tener voz y voto en su propio futuro. El delito de Marruecos fue contemporáneo de la ocupación de Timor Oriental por parte de Indonesia, e igual de flagrante. Formó parte de lo que la revista británica The Economist llamó la doble Anschluss [la doble anexión].
Pero los hechos son tozudos y se empeñan en salir a la luz, por más que Marruecos se empeñe en esconderlos. Ya hemos mencionado la opinión [dictamen] del Tribunal Internacional sobre la cuestión, una decisión no favorable a Marruecos que, como era previsible, Marruecos pasó por alto, invadiendo el territorio saharaui. Pese a las docenas de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU desde 1975, reafirmando el derecho de los saharauis a la autodeterminación, y pese al Comité de la ONU sobre Descolonización, que trataba al Sáhara Occidental como colonia marroquí, Marruecos continúa situándose por encima de la ley, bien afianzado en su control del Sáhara Occidental, la última colonia en África. Los abogados anglosajones utilizan una expresión, res ipsa loquitur, que quiere decir que la cosa habla por sí sola, y significa que en ciertas situaciones transparentes como el cristal, la presunción de culpabilidad se deduce de la mera exposición de los hechos. Este es el caso del Sáhara Occidental.
Ahora, los marroquíes proponen un plan de autonomía limitada para el Sáhara Occidental, por supuesto bajo supervisión marroquí. El plan marroquí de autonomía limitada para El Sáhara Occidental podría parecer un paso adelante, al menos cuando no se lee la letra pequeña. Porque el Artículo 6 de este plan estipula que Marruecos conservará sus poderes en todo lo concerniente al ámbito de la Corona, especialmente en cuanto a Defensa, Relaciones Exteriores y las prerrogativas constitucionales y religiosas de su majestad el Rey. En otras palabras, los marroquíes están ofreciendo la autonomía en todo, menos en lo que realmente importa.
El plan se va volviendo cada vez más falso. Los marroquíes dicen que su plan va a ser sometido a un referéndum, ¿pero quién va a votar en ese referéndum? ¿Los marroquíes? Eso sería absurdo. ¿Los propios saharauis? Si así fuera, ¿qué pasa si los saharauis rechazan el plan? ¿Significará eso que consiguen la independencia? Pueden estar seguros de que Marruecos jamás toleraría ese resultado. El único referéndum que merecería la pena tener en cuenta es un referéndum que los saharauis puedan aprobar, es decir, un referéndum que ponga todas las opciones sobre la mesa. Pero no caerá esa breva. Y cualquier otra cosa sería una farsa.
La historia de este conflicto es absolutamente descorazonadora para quien crea en el imperio de la ley. Voltaire, que no tenía mucha fe en el sistema jurídico internacional, fue meridianamente claro tras reseñar el más famoso tratado de derecho internacional de su época, el Droit des Gens de Vattel: «¿Un derecho internacional para todas las naciones? ¡Ya sólo falta que hablen de un código de conducta para los gángsters y salteadores de caminos!» Y las cosas no han cambiado tanto desde entonces. Marruecos se ha comportado sin el menor escrúpulo desde que invadió el Sáhara Occidental porque tiene tremendas presiones internas para hacerlo así. Esas mismas presiones políticas internas requieren, desde que comenzó el conflicto, el gasto de miles de millones de dólares para eliminar la posibilidad de un Estado independiente al sur de Marruecos.
Mina de fosfatos de Bu Craa
Para resarcirse de los extraordinarios gastos de su agresión, Marruecos intentó, entre otras cosas, explotar todos los recursos petrolíferos que pudieran existir cerca de la costa [aguas territoriales] del Sáhara Occidental hasta que, en 2002, el Asesor Jurídico de la ONU, Hans Corell, intervino para señalar que «…la exploración y saqueo de los recursos marinos, y otros recursos naturales, de los territorios coloniales y territorios no autónomos, por parte de intereses económicos foráneos viola las resoluciones relevantes de las Naciones Unidas y es una amenaza para la integridad y la prosperidad de dichos territorios». La traducción de esta jerga jurídica es que Marruecos, como potencia ocupante pero no administradora, debe dejar de esquilmar los recursos naturales del Sáhara Occidental.
Sin haber quedado escarmentado en absoluto por esta amonestación, Marruecos firmó recientemente un Acuerdo de Pesca con la Unión Europea, por el cual la UE paga a Marruecos una inmensa cantidad de dinero por permitir que 119 barcos de países miembros de la UE pesquen en sus aguas atlánticas, incluyendo las aguas del Sáhara Occidental. Por lo menos en este caso, Marruecos no actúa solo en el robo de los recursos naturales del Sáhara Occidental, sino que esto forma parte de una conspiración conjuntamente con la UE. Para Marruecos, ésta es la forma habitual de hacer negocios, pero resulta incomprensible que la UE actúe de la misma manera, sabiendo perfectamente que este modo de actuar hace caso omiso de la declaración de Corell sobre la inviolabilidad de los recursos naturales del Sáhara Occidental.
En la actualidad, 70 países reconocen al Sáhara Occidental, aun cuando Marruecos ha estado intentando intimidar, con tácticas abusivas, a algunos de los países más pequeños para que retiren este reconocimiento. El Sáhara Occidental también es miembro de pleno derecho de la Unión Africana, sucesora de la Organización para la Unidad Africana. Estos hechos exigirían, cuando menos, la contención de la UE, pero no ha sido así.
Pese a toda la verborreíca grandilocuencia diplomática en la ONU, en Washington y en todas partes, sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación, los países que podrían hacerla posible en el Sáhara Occidental están dispuestos a echar por la borda el derecho de una pequeña Nación a decidir sobre su futuro para, así, aplacar a Marruecos y sus indignantes exigencias irredentistas. Cuando los alemanes invadieron Chechoslovaquia hace 70 años, el Primer Ministro, Neville Chamberlain, lo consintió aduciendo la necesidad que tenía Alemania de un lebensraum [espacio vital]. No hay nada nuevo bajo el sol…
Afortunadamente, para todos los interesados en que haya justicia para el Sáhara Occidental, su Consejo [el World Affairs Council] participa ahora en el debate sobre este conflicto. Su labor al organizar esta presentación ha hecho mucho por poner al Sáhara Occidental en el mapa geopolítico para aquellos que no están familiarizados con el tema, y por explicarnos al resto por qué es tan importante, no sólo para los saharauis sino para las grandes potencias, este conflicto que comenzó hace 30 años. También pone de relieve que el Sáhara Occidental no es un telonero [segundón] al que la ONU trate con condescendencia, mientras centra su atención en otros puntos calientes del planeta.
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York, la gente de todo el mundo dijo: «Todos nos sentimos neoyorquinos». Espero que algún día, gracias a congresos como éste, podamos oír a alguien decir: «Todos somos saharauis».
Muchas gracias.
[1] El autor se refiere, en todo momento, al proceso preparatorio del referéndum, ya que éste aún no se ha celebrado (diciembre de 2007).
Fuente (original en inglés): http://arso.org/RuddyAlaskaspeech2007.htm (traducción española): http://arso.org/RuddyAlaskaspeech2007s.htm
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