Dada la crítica posición en la que quedó Francia en el Sahel, y junto a ella las potencias occidentales con intereses en esa región tras los sucesivos golpes de Estado que se produjeron a partir del 2020 en Burkina Faso, Guinea Conakri, Mali y Níger, la situación exigía una respuesta rápida, no solo para evitar la consolidación de esos movimientos de características revolucionarias, sino también para impedir la propagación de procesos similares en otras naciones del continente.
Asimilado golpe y superado el desconcierto, es difícil comprender, dado lo permeados que estaban esos gobiernos por la inteligencia y la política francesas, semejante fallo al no detectar la voluntad de los jóvenes oficiales que se levantaron en cuatro países diferentes por los mismos motivos.
Francia tiene ya una larga experiencia en intervenir en las antiguas colonias, y para no fallar, en 1958, activó, un sofisticado sistema -creado por Jacques Foccart, (1913-1997) asesor de varios presidentes franceses en temas africanos- que se conoció como domaine réservé (dominio reservado) con el que controló las políticas económicas y militares de lo que se conoce hasta hoy peyorativamente, con el nombre de la Françafrique.
Foccart, al amparo del presidente, Chales De Gaulle, también creó en 1960 el Gaullist Service d’Action Civique o SAC (Grupo de Acción Cívica), una estructura paramilitar que inicialmente operó durante la guerra de liberación argelina y más tarde extendió sus acciones al resto del África francesa, donde fue responsable de múltiples asesinatos de dirigentes y militantes de movimientos de liberación y activo promotor y organizador de innumerables golpes de Estado.
De este plan de dominación participaron presidentes, empresariado y el servicio secreto francés- Y en lo formal funcionaba fuera de los radares del Parlamento. El sistema facilitó las condiciones para establecer un sistema de corrupción que penetró en todas las estructuras gubernamentales en los gobiernos de las antiguas colonias, además de posibilitar más de un centenar de intervenciones militares en las excolonias, sólo entre 1960 y 1990.
Los métodos de la domaine réservé, con algunas variaciones, a lo largo de su historia han seguido funcionando y por estos días están muy activos, como simplemente se puede confirmar en cualquier medio de comunicación.
En estas últimas semanas, casi al unísono, en las cuatro naciones sahelianas señaladas estallaron diversos conflictos: en Burkina Faso repentinas manifestaciones contra el Gobierno del presidente Ibrahim Traore, al tiempo que se produjo la detención de un grupo de militares que confabularon en un intento contrarrevolucionario, además de un extraño episodio fronterizo con dos gendarmes marfileños. En Guinea, al cumplirse dos años de la instauración del Gobierno del Comité Nacional de Reconciliación y Desarrollo (CNRD), presidido por el coronel Mamady Doumbouya tras derrocar Alpha Condé en septiembre de 2021, un colectivo de partidos políticos bajo el nombre de Fuerzas Vivas de Guinea (FVG), en la capital del país, Conakri, produjo una serie de manifestaciones donde la represión dejó al menos cuatro muertos. En Malí el Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimīn (Grupo de apoyo para el islam y los musulmanes), la filial en la región de al-Qaeda, incrementó las sus acciones en el centro norte del país, con el suficiente poder de fuego para mantener desde hace dos semanas un cerco a la ciudad de Tombuctú, de casi 60.000 mil habitantes. Al accionar de los terroristas se suma la ruptura de varios grupos tuaregs con la junta gubernamental de Bamako, dos factores que han puesto contra las cuerdas al Gobierno del coronel Assimi Goitia.
En el caso de Níger, el último de los países incorporado a la liga saheliana antifrancesa, se conoció el anuncio de París, después de dos meses de resistencia, del retiro de su embajador en Niamey, Sylvain Itté, y que comenzará el repliegue de los 1.500 efectivos que mantenía Níger, un descarte de la fracasada Operación Barkhane expulsada de Mali hace más de un año. La actual situación abre un panorama inédito en las relaciones entre Francia y Níger, donde la antigua metrópoli mantiene importantes inversiones en minería vitales para los europeos.
Estados Unidos también en un primer momento “amenazó” con retirar a sus efectivos, unos 1.000 que mantiene en tres bases, si el Gobierno del Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria, presidido por el general Abdourrahmane Tchiani, no repone en su cargo al presidente Mohamed Bazoum derrocado el pasado 26 de julio, aunque la visita de Victoria Nulan, subsecretaria de Estado interina, a Niamey, habría logrado extender la permanencia.
En estos momentos de altísima turbulencia que se vive en el Sahel y otras áreas como Etiopía, Libia, República Democrática del Congo, Somalia y Sudán, entre otros escenarios de menor volatilidad, no puede pasar desapercibida la primera visita oficial del nada menos que Secretario de Defensa norteamericano, Lloyd J. Austin III.
En su gira, que lo llevó desde el Cuerno de África (Djibouti, Somalia y Kenia) hasta Angola, el jefe del Pentágono dejó bien claro que su principal objetivo es contrarrestar en el continente la presencia rusa como gran proveedor de armamento y entrenamiento militar a los ejércitos de la región y pretende obviamente sustituirlos por producción norteamericana.
Además Austin III, sin ambages, se metió en la política interna del continente definiendo, sin nombrarlas, a las juntas militares de la alianza saheliana como “autócratas a los que se les venden (Rusia) armas baratas los mismos que privan de cereales a los hambrientos de todo el mundo”. Para redondear su sentencia, describió a los nuevos gobiernos como quienes “anulan la voluntad del pueblo y anteponen sus propias ambiciones al Estado de derecho y la seguridad, matando a la democracia”.
Una avanzada en desarrollo
Respecto a Burkina Faso, más allá del continuo ataque de las khatibas integristas que desde 2017 no han hecho más que ir en aumento –a pesar de la presencia de los militares franceses de la Operación Sabre, expulsada también después de la llegada de los revolucionarios- no deja de ser sugestivo el episodio del 19 de septiembre en la aldea de Kwame Yar (Burkina Faso), donde fueron detectados y apresados dos gendarmes marfileños destinados al escuadrón Bouna, en el noreste de Costa de Marfil, los cuales, según Abiyán, habían cruzado la frontera “sin darse cuenta” mientras perseguían a mineros ilegales. Un incidente aparentemente frecuente en esa área, donde la demarcación entre ambos países es difusa.
Los gendarmes marfileños, de los que no se conoce su filiación, tras ser detenidos, fueron trasladados a la capital de Burkina, Uagadugú, donde se los investiga. Ya se había producido un episodio similar en marzo último con cuatro policías de Costa de Marfil en la misma área, aunque en esa oportunidad fueron liberados de inmediato.
No es posible ignorar que más allá de este incidente, casi menor, desde el golpe en Níger Uagadugú se ha convertido en un importante aliado de Niamey, mientras que el país marfileño ha sido uno de los grandes impulsores, junto a Nigeria, para realizar una operación militar que restituya al expresidente nigerino Mohamed Bazoum, lo que ha pretendido la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), una organización articulada en las sombras por Francia y Estados Unidos.
Respecto a la detención de cuatro oficiales del ejército burkinés el pasado miércoles 27, en un comunicado leído en la televisión estatal la junta informó de que “un intento de golpe probado fue frustrado el 26 de septiembre de 2023 por los servicios de inteligencia y seguridad de Burkina Faso”. Si bien no hubo más detalles, se sabe que ya han sido individualizadas otras dos personas que se encuentran prófugas y se sigue investigando para llegar al núcleo del complot cuando justamente el 30 de septiembre se cumple un año del golpe. Ya en diciembre del año pasado se había registrado un hecho similar sin mayores consecuencias.
En Mali la situación se concentra, más allá de las operaciones terroristas, en la reciente retirada del Marco Estratégico Permanente (CSP), una coalición de grupos de los movimientos tuaregs con las tropas regulares de Bamako, que servían de contención a los wahabitas y ahora con el argumento de reivindicación de la autonomía de Azawad, la mítica patria tuareg, a mediados de septiembre comenzaron a operar contra diferentes bases de las Fuerzas Armadas de Malí (FAMa). El día 18 habrían arrebatado al ejército el campamento de la ciudad de Léré, y el día anterior el mismo grupo atacó el cuartel general de las FAMa en Niafunké, próxima a la ciudad de Tombuctú, acosada por muyahidines del Grupo de apoyo al islam y los musulmanes. (Ver: Mali, la caja de herramientas francesa)
Mientras, el ejército nigerino continúa profundizando su proceso, que más allá de la expulsión del embajador y las tropas, ha decretado un incremento sustancial a los precios de la explotación de su uranio y otros minerales, quizás el punto más sensible de Francia para haber puesto en marcha la contraofensiva con la que intentará, a precio de grandes cuotas de sangre, no perder sus privilegios en el Sahel. El cambio de opinión de Macron respecto al retiro del embajador y sus tropas, lo habría precipitado el viaje de Nuland, quien podría haber negociado con el general Tchiani la permanencia de sus efectivos a cambio de la salida de los franceses, una muestra más de la ominosa subordinación de París a Washington.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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