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Sahel, una bola de nieve en el desierto

Fuentes: Rebelión

El Gobierno de George W. Bush abrió una agenda conocida como la Guerra Global contra el Terror, tras los «sorpresivos» ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 a las torres de Nueva York y el Pentágono.

A poco de cumplir veinticuatro años es evidente que si aquello de la guerra fuera cierto, y no solo una excusa para entrar a saco a donde se les ocurriera, hacer lo que quisieran y salir sin mayores consecuencias, ha sido quizás el mayor fracaso en la historia de los Estados Unidos.

Para confirmar esto no queda más que recordar el remedo patético de la Operación Frequent Wind, en el turbulento Saigón de abril de 1975, jugado el aeropuerto de Kabul, en agosto de 2021, todavía más burdo y más patético, después de que los talibanes entrasen victoriosos a la capital afgana y pusieran al ejército más poderoso del mundo en fuga tras veinte años de una guerra inútil.

Por lo que fue evidente que aquella Guerra Global contra el Terror no había avanzado un milímetro, dejando a los mullahs en el mismo lugar que los habían encontrado en diciembre del 2001.

La resistencia afgana a la presencia estadounidense además alentó el surgimiento de numerosos grupos armados en Asia central, principalmente en Pakistán, como el Tehrik-e-Talibán Pakistán, o remozó las organizaciones separatistas baluchis, cachemires o pastunes, que con sus operaciones agregan mayor perturbación a una sociedad ya muy golpeada por las castas políticas y la crónica crisis económica.

Aunque sí habría que anotar como un único éxito que el actual presidente sirio sea el antiguo emir de al-Qaeda y luego del Daesh, Abu Mohamed al-Golani, ahora remixado, Ahmed Hussein al-Shar’a, reconvertido como por arte de magia de un muyahidín comecorazones en un lamebotas capaz de competir hasta con el propio Volodímir Zelenski. (Ver: Siria, la nación amancebada.)

Donde al parecer nunca llegó la Guerra Global contra el Terror fue a África, hoy un continente encendido por la actividad terrorista. Los ataques han crecido de manera exponencial a partir de la caída del coronel Gadafi en 2011, que había sido una valla natural al integrismo islámico, evitando que la guerra civil argelina (1992-2002), que dejó doscientos mil muertos, se replicara en otros países de la región.

Allí las khatibas vinculadas a al-Qaeda y más tarde al Daesh comenzaron a consolidarse o extenderse desde el norte de Mali en 2012, hasta abarcar unos quince países que además de Mali incluyen: Burkina Faso, Níger, Chad, Togo, Benín, Costa de Marfil, Mauritania, Nigeria, la R. Democrática del Congo, Ruanda, Camerún, Uganda, Egipto, Túnez, Somalia y Mozambique.

Fue esta crisis de seguridad la que provocó que la oficialidad joven de Malí, Burkina y Níger a partir del 2020, tras golpes de Estado que desplazaron gobiernos corruptos profranceses y proestadounidenses, instalaran procesos nacionalistas poniendo el punto final al colonialismo francés y a la regencia de los Estados Unidos. Exigiéndoles no solo el retiro de sus representaciones diplomáticas, sino también el fin de sus misiones militares.

Promoviendo alianzas militares, políticas y comerciales con Rusia, China, Irán e incluso Corea del Norte, que envió una dotación de setecientos hombres a Burkina Faso para fortalecer las escoltas personales de los líderes burkineses, particularmente la de su presidente, el capitán Ibrahim Traoré, quien se está elevando a la categoría de líder continental, lo que, de profundizarse el rechazo a las políticas prooccidentales, cerraría para siempre las puertas de África.

Las sucesivas revoluciones en esas tres naciones del Sahel, con un mismo origen y una misma dirección, el anticolonialismo, hicieron que casi naturalmente se creara la Alianza de Naciones del Sahel o ANS (Mali, Burkina Faso y Níger), en la que el propio capitán Traoré funge como principal líder.

Obviamente Washington no está dispuesto a permitir que este nuevo núcleo se consolide y pueda incluir otras naciones como Chad, Senegal y Guinea-Conakri, lo que amenazaría con convertirlo en una bola de nieve que continúe incrementando su volumen.

A medida que los movimientos militares fueron descubriendo su perfil anticolonialista, las dos khatibas que operan en el Sahel, Daesh para el Gran Sahara (ISGS), del que se estima que el noventa por ciento de sus operaciones a nivel global las realiza en África, y el Grupo de Apoyo al Islām y los musulmanes resurgieran con un fervor renovado como si un nuevo financista estuviera colaborando.

Mientras en los grupos separatistas tuaregs, del norte de Malí, que desde hace décadas propugnan por la recreación de Azawad, su mítica nación, que habían estado prácticamente dormidos desde las rebeliones del 2012, también aparecieron, con operaciones financiadas y organizadas por la inteligencia ucraniana, Francia y Estados Unidos, centradas específicamente contra las Fuerzas Armadas de Malí (FAMa).

La gran prensa internacional, que nombra a la región de la ANS como el “cinturón golpista del Sahel”, donde se habla de las masacres cometidas por el Africa Corps (ex Grupo Wagner), que parece estar destacado solo para asesinar civiles e impedir que cualquier tipo de ayuda llegue a las poblaciones más comprometidas por las acciones terroristas, las que raras veces son informadas por los medios occidentales.

A pesar de que se conoce que más allá de que parte de sus operaciones son autofinanciadas por los recursos conseguidos en los ataques que se multiplican semana a semana, sumados a los secuestros extorsivos, exacciones impositivas a las poblaciones locales, agricultores, comerciantes y transportistas, peajes en las rutas que controlan a contrabandistas de oro, ganado, droga y de personas.

¿Cómo se derrite una bola de nieve en el desierto?

Mientras la Alianza de Naciones del Sahel resiste la embestida de los terroristas, que generan decenas de muertos en el norte de Burkina Faso, norte y centro de Malí y noroeste de Níger, donde aldeas, convoyes militares y comerciales son atacados dejando importante cantidad de muertos, las inteligencias occidentales trabajan a toda velocidad para desestabilizar desde el interior a los ejércitos de la ANS.

A mediados de agosto último fue desbaratada una célula que trabajaba para conseguir la voluntad de militares malíes. Desde Bamako se anunció la detención de un grupo marginal de las fuerzas armadas al que se abrieron causas por intento de desestabilización.

Las autoridades responsables de comunicar esta información señalaron que: “Gracias al profesionalismo y la vigilancia de los servicios especializados, la conspiración fue desbaratada y los autores detenidos el primero de agosto”.

Entre los detenidos se encuentra un agente francés llamado Vizilier Yann, que operaba como nexo entre la inteligencia francesa y algunos sectores políticos, económicos y de las fuerzas armadas opositores a la Junta de Gobierno encabezada por el general Assimi Goïta.

Entre los detenidos se encuentran oficiales de alto rango, como los generales de brigada Abbas Dembélé, exgobernador de la región de Mopti, y la general Nema Sagara, una de las mujeres con más alto rango en las FAMa. Además, la inteligencia malí consiguió detener otros cincuenta oficiales de menor rango con terminales golpistas, en lo que no es el primer intento de derrocar a las autoridades de Bamako. Ya en 2022 el Gobierno neutralizó un intento de golpe en la noche del 11 al 12 de mayo.

Por su parte las autoridades de Burkina Faso anunciaron la detención en Uagadugú, a finales de julio, de otro ciudadano francés que utilizaba como cobertura un empleo en una ONG, desde donde aportaba información y asesoramiento a los bolsones golpistas. El agente infiltrado fue alojado en la Dirección de Seguridad del Estado (DSE). El espía francés conocido solo como Jean-Christophe P. aparecía como director de la Organización Internacional de ONG para la Seguridad (INSO).

También en abril también las autoridades de Uagadugú contuvieron un complot planeado por militares en actividad, retirados y líderes, que, en una base de Costa de Marfil, entrenaban para atacar el palacio presidencial y derrocar al capitán Traoré, previo al desarrollo de acciones terroristas, que incluían ataques indiscriminados en la capital, para sembrar terror y confusión en la población, para luego poner al país bajo la supervisión de una organización internacional, la que no fue mencionada. Desde la toma del poder en 2022, el movimiento liderado por el capitán Traoré es, por lo menos, el tercer intento desbaratado por la inteligencia burquinensa.

Respecto a Níger, si bien hasta ahora no ha sido detectado y desmantelado algún intento golpista desde el interior de las propias fuerzas armadas, es cierto que sí se ha notado un incremento constante de acciones terroristas en la región de Tillabery, en la que desde agosto de 2023 se registraron en más de trescientas acciones un total de casi mil quinientos muertos entre militares y civiles, con lo que se intenta en las tres repúblicas del Sahel detener esa bola de nieve que amenaza arrasar para siempre la voluntad colonial de Francia y los Estados Unidos.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.