Apostados en la azotea de un edificio del barrio de Ouakam contemplamos las columnas de humo que tiñen el cielo de Dakar.
– En siete años nunca he visto algo parecido – exclama Nadine.
Nadine es beninesa, trabaja como comercial y llegó a Dakar en 2014.
– No me lo hubiera imaginado ni en sueños. Esto parece la guerra.
La estampa a nuestro alrededor es desoladora: comercios cerrados a cal y canto, neumáticos quemados, piedras esparcidas por doquiera, supermercados desvalijados, estaciones de servicio tomadas al asalto y coches destrozados, son el triste balance de tres días de enfrentamientos con las fuerzas del orden.
Para entender el origen de la revuelta que estos últimos días sacude Senegal, hay que referirse al caso de Ousmanem Sonko, principal líder opositor del presidente Macky Sall. Acusado de haber violado e intimidado a Adji Sarr empleada de un salón de masajes, Sonko fue detenido el pasado miércoles 3 de marzo después de que la Asamblea Nacional decidiera rescindir la inmunidad parlamentaria del diputado. Por su parte Ousmane Sonko siempre ha mantenido su inocencia y la oposición habla de una conspiración orquestada por Macky Sall.
Desde la noticia de su detención la rabia popular recorre las calles de Dakar y del resto del país (Saint-Louis, Ziguinchor, Mbouretc) al grito de “liberad a Sonko” o “Macky Sall dimisión” y las escenas de pillaje, saqueos, incendios y choques contra las fuerzas del orden se han multiplicado hasta el extremo de obligar al gobierno a sacar al ejército a la calle.
Lo cierto es que el arresto de Sonko no es sino la gota que ha acabado desbordando la paciencia de los senegaleses. Si Macky Sall llegó al poder gracias al respaldo mayoritario de una ciudadanía atraída por las promesas de crear empleo, acabar con la emigración forzada y regenerar el tejido económico de un país extenuado, el paquete de reformas ha quedado relegado a una pieza de museo. A eso hay que sumar la voluntad de Macky Sall de concurrir a un tercer mandato, contradiciendo de forma flagrante une de sus promesas electorales.
– Chatarra electoral – comenta Abdou, estudiante de Informática proveniente de la región de Casamance que ha subido a la azotea para ver con sus propios ojos las cargas policiales-. Macky Sall ha mentido a todo el mundo.
Desde la salida de Abdoulaye Wade y la llegada al poder de Macky Sall las cosas no han cambiado mucho. Y si han cambiado ha sido para peor. Con los salarios estancados, el precio de los alquileres en Dakar se ha disparado. Hay barrios en los que el precio es igual o superior al de una vivienda en el centro de París y la especulación inmobiliaria se ha convertido en un jugoso negocio para las clases acomodadas.
– En mi piso somos cinco estudiantes. Compartimos habitaciones y hemos alquilado el salón. Es lo que hay. Los precios son demasiado elevados.
Al alza imparable de los precios se le une la crisis del sector turístico derivada del actual contexto sanitario. En un país donde el turismo representa uno de los pilares fundamentales de la economía, la deserción de turistas y la implantación del principio de reciprocidad que veta la entrada a Senegal de los extranjeros de la Unión Europea, han supuesto un duro varapalo para empresarios y familias enteras dependientes del sector. Pero el descontento y los problemas no acaban ahí. A principios del pasado mes de Enero el gobierno decidió imponer el toque de queda en las regiones de Dakar y Thiès – vigente desde las 21h hasta las 5h y acompañado de otras medidas como el cierre de las playas- para luchar contra la propagación del Coronavirus. La decisión ya levantó una oleada de protestas en la capital.
– Antes trabajaba en un restaurante los fines de semana – prosigue Abdou-. Con el toque de queda no hay trabajo. Ahora dependo únicamente de la pequeña aportación económica que mi familia me envía cada mes. Macky Sall nos ha traicionado. No piensa en su pueblo. Sólo hace lo que mejor conviene a los intereses de Francia.
Al igual que Abdou, no pocas son las voces populares que acusan a Macky Sall de ser un simple emisario de la ex potencia colonial francesa y durante las manifestaciones de los últimos días las empresas francesas de alimentación Auchan, Carrefour y la petrolera Total han sido las víctimas predilectas de los saqueos.
– Yo no estoy a favor de los pillajes ¿pero qué hacer? La gente está muy descontenta.
Estos días las redes sociales se han llenado de videos y mensajes que llaman a la insurrección popular y, como suele ser habitual en los movimientos de protesta de los países del antiguo Sudán francés, las proclamas a favor de la democracia se mezclan con alegatos anticolonialistas que ponen en la picota a las multinacionales francesas. Que bajo el pretexto de pedir la libertad de Sonko se asista a estas escenas de pillaje y se destruya el mobiliario privado de las marcas francesas, es sintomático de una sociedad en donde aún pervive el trauma del colonialismo y en donde cualquier disfunción democrática es excusa suficiente para achacar la culpa a Francia y enarbolar el manido argumento colonialista. ¿Qué tendrá que ver Francia con el caso de Ousmane Sonko? ¿Qué tendrán que ver con todo esto los miles de empleados senegaleses se han visto privados de sus puestos de trabajo por una cáfila de manifestantes convertidos en vándalos? ¿Qué sentido tiene expresar el descontento a través de la violencia y la destrucción? En fin, mañana es otro día.