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«Septiembre del 75» de Adolfo Dufour

Fuentes: Viento Sur

Recuperar la memoria histórica no es un ejercicio de nostalgia, ni siquiera lo es solamente de justicia, porque fundamentalmente es una tarea necesaria para construir el futuro, el nuestro, con nuestras manos. El pasado 6 de noviembre se presentó en Madrid Septiembre del 75. Se trata de una película documental de Adolfo Dufour sobre los […]

Recuperar la memoria histórica no es un ejercicio de nostalgia, ni siquiera lo es solamente de justicia, porque fundamentalmente es una tarea necesaria para construir el futuro, el nuestro, con nuestras manos.

El pasado 6 de noviembre se presentó en Madrid Septiembre del 75. Se trata de una película documental de Adolfo Dufour sobre los Consejos de Guerra sumarísimos que concluyeron en los últimos fusilamientos del franquismo ocurridos en la fecha que da nombre al film. Pero también gira en torno a la lucha de Flor Baena, hermana de Xosé Humberto Baena, por conseguir la nulidad de dichos Consejos de Guerra. Ambos aspectos de la película forman parte de una misma unidad y permiten comprender mejor la situación narrada. La película viene avalada por el segundo premio de la Seminci de Valladolid en la sección Tiempo de Historia. Su director, Adolfo Dufour, es un veterano realizador ya que ha dirigido a lo largo de su carrera más de cien documentales históricos, muchos de ellos para la serie de TVE, Memoria de España. Sin embargo, en esta obra ha intentado, y creemos que conseguido, unir el rigor de la narración de lo histórico y la curiosidad y la emoción por la evolución de todas las personas protagonistas de estos acontecimientos. Su idea es narrar estos episodios de la historia para «evitar que se repitan».

Flor Baena, retomó la lucha de sus padres para reivindicar el nombre de su hermano, juzgado sin ninguna garantía en un juicio sin testigos, ni pruebas que le traería una condena a muerte como a otros de los acusados. El Consejo de Ministros del 26 de septiembre indultó a seis de los condenados a muerte y da el «enterado» para otros cinco. Dichas penas de muerte se ejecutaron al día siguiente, sábado 27 de septiembre. Su fusilamiento en Hoyo de Manzanares, junto a José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, miembros del FRAP y Juan Paredes Manot (Txiqui) y Ángel Otaegui de ETA, no pudo ser evitado a pesar de las fuertes protestas y movilizaciones nacionales e internacionales.

Franco había ignorado todas las peticiones de clemencia que le habían llegado, desde el Papa de Roma de la Iglesia Católica hasta el primer ministro sueco el socialdemócrata Olof Palme o el presidente de México. En el País Vasco se convocó una Huelga General que fue seguida mayoritariamente, en el resto del Estado español hubo múltiples movilizaciones -si bien no todas las que se podía y debía haber organizado-, en algunas ciudades europeas hubo grandes movilizaciones (París, Londres, Berlín, Roma, Lisboa…) y en el mundo el clamor contra las ejecuciones no cesaba. Un mes y medio después murió el dictador.

No es la primera vez que estos hechos se llevan al cine. La noche más larga, película dirigida por José Luis García Sánchez, que toma su título de la canción de Aute, Al alba, ya los trató en 1990 de una forma más novelada. Esta vez el director optó por un dinámico relato documental. Creemos que ambas opciones, como en su momento mostró también la película Salvador -centrada en el caso de Puig Antich militante del MIL asesinado y torturado a garrote vil- son válidas para recuperar desde el cine la batalla de la verdad frente al ocultamiento.

El guión de la película utiliza como vehículo conductor la narración de la vida de Xosé Humberto Baena en palabras de su hermana Flor y va incorporando la de sus compañeros y compañeras del FRAP, la de sus amigos y amigas, las de algún ex militante de la LCR y recorre las características de las luchas del tardofranquismo, incluida la durísima represión contra las personas disidentes, el movimiento social y las organizaciones sindicales, sociales y políticas de izquierda.

El film aborda, entre otras, tres importantes cuestiones. En primer lugar la falsedad del mito de la dictablanda en el final de la vida del dictador (la lista de víctimas es larga, está incompleta y es una tarea a concluir). En segundo lugar supone una reflexión sobre la violencia y su dinámica: la violencia del opresor engendra una espiral de violencia que se autoalimenta. En tercer lugar la distancia existente entre las posibilidades y las capacidades. Sobre este aspecto cabe detenerse ya que por un lado eran mayores las posibilidades efectivas de actividad opositora al régimen que la capacidad de organizarla; por otra parte era superior el grado de audacia y entrega de la juventud de izquierdas radical que el grado de organización y maduración política de parte de algunos de los partidos y organizaciones que los encuadraban; y finalmente el retraso en el arraigo social de las organizaciones que intentaban dar cauce al descontento social dificultaba explotar todas las posibilidades de la disposición creciente a la movilización por parte de las clases trabajadoras y los estudiantes.

Hay momentos de especial intensidad narrativa cuando de forma objetiva y clara muestra como fueron explotadas por la dictadura todas las posibilidades de convertir la pantomima en juicio, al evitar la presentación de pruebas o testigos de la defensa, pero también de los reclutados por la propia acusación. Las mínimas garantías procesales de la propia legislación franquista fueron abortadas con un «no hay lugar». Cabe también destacar la capacidad de mostrar la trágica realidad de forma contenida con un lenguaje cinematográfico sobrio sin apelar al sentimentalismo o el efectismo en los momentos del relato entrecortado de las torturas que narran propios detenidos que sobrevivieron. Reconstruir los hechos con rigor y respeto a la verdad, mediante recursos que permiten la intensidad, reconocer a sus protagonistas, saber cuál es nuestro pasado más real suponemos que eran los objetivos perseguidos por el director. Si así es, lo logró.

El temor que tenemos frente a una película como ésta, en un lugar donde no existe una tradición de relativo éxito en taquilla para esta manera de acercar la historia, es que no llegue a un público amplio. Por ello recomendamos su visión y además invitamos a que se corra boca oído y por todos los circuitos posibles el interés del film en una nueva versión del «lee y difunde» o del «pásalo» porque ello contribuye a romper el silencio que gravita sobre el tardofranquismo y la transición, producto del pacto entre las fuerzas de la derecha y las mayoritarias de la izquierda que han logrado imponer la amnesia, la ignorancia y la mistificación sobre nuestra reciente historia. Recuperar la memoria histórica no es un ejercicio de nostalgia, ni siquiera lo es solamente de justicia, porque fundamentalmente es una tarea necesaria para construir el futuro, el nuestro, con nuestras manos.

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