Es tremendamente triste comprobar como antiguos luchadores por la libertad y los derechos civiles se convierten en meros portavoces de gobiernos que extienden su dominio de terror por todo el mundo. Uno de los últimos casos lo podemos comprobar en un artículo del Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu aparecido en el diario Público […]
Es tremendamente triste comprobar como antiguos luchadores por la libertad y los derechos civiles se convierten en meros portavoces de gobiernos que extienden su dominio de terror por todo el mundo. Uno de los últimos casos lo podemos comprobar en un artículo del Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu aparecido en el diario Público el pasado 16 de Mayo, con el título El barco de las armas. En el mismo se puede seguir las huellas, trazo a trazo, marcadas por el gobierno de EEUU en la actitud del arzobispo Tutu, tanto en los datos que maneja, como en el manejo del lenguaje que emplea y en las opiniones que expresa. Entrecomillados aparecen los extractos del artículo original.
Ya en la primera frase del artículo se refiere al «escándalo sobre el barco cargado con toneladas de armas para Zimbawe», sin explicar en ningún momento que hace este envío de armas más escandaloso que cualquier otro de los miles que se producen diariamente en todo el mundo. A continuación se muestra la preocupación por el escaso control sobre las exportaciones de armas a gobiernos africanos «aunque sepamos que pueden se usados para cometer abusos contra sus propias poblaciones», lo que, entendemos, exculpa a los gobiernos occidentales que suelen emplear asiduamente las mismas armas para extender el terror y la muerte, eso sí, no contra su pueblo sino en aventuras imperialistas, de apoyo a dictaduras o de soporte para la actividad económica de grandes multinacionales. El comentario siguiente, en el que se expresa la impotencia de la comunidad internacional para poner ningún control a este comercio, es, cuando menos, hilarante, teniendo en cuenta que son los países occidentales de esa comunidad internacional los principales suministradores de esas armas, además de los principales clientes del propio sector armamentístico.
En el párrafo siguiente parece que el autor se vuelve contra sus amos porque realiza comentarios como «uno puede exportar armas a un país que cometa graves abusos contra los derechos humanos» (¿puede tratarse de EEUU y de sus invasiones de Afganistán o Irak?) o bien «puede vender costosos equipos a gobiernos que apenas tienen para alimentar o educar a su población» (¿puede tratarse de EEUU y de su, digamos, sistema sanitario que provoca que más de 40 millones de personas carezcan de cobertura de salud, o de los millones de personas sin trabajo o ingresos y que no disponen de ningún servicio social?); es obvio, si se piensa, que al autor no puede referirse a EEUU, porque este país nunca será receptor de esos envíos de armas, contando con la mayor industria de armas del planeta, no necesita importarlas.
A continuación se muestra en el artículo la actitud expresa del gobierno estadounidense para detener el envío de armas que nos ocupa, realizado en el barco An Yue Jiang, podemos entender que provocado por un arrebato norteamericano por controlar los envíos de armas ilegales, aunque, también puede tratarse de que este cargamento en concreto no lo venden ellos y eso si que no puede permitirse en ningún caso.
La voluntad del arzobispo Tutu de que Zimbawe sea objeto de un embargo por la ONU por «la relación de abusos de los derechos humanos» que ha cometido nos hace pensar en otros países que dedican toda su atención a cometer actos como los imputados al gobierno del país africano, pero con mucha más capacidad de hacer daño debido a su poderío armamentístico. El tratado promovido por la misma ONU para controlar los envíos de armas a escala mundial y que provocaría que «los exportadores de armas se verán obligados a paralizar cualquier venta en la que haya evidencia de que las armas pueden ser usadas para violar los derechos humanos» resultaría en la pérdida de mucha mano de obra en el gigante estadounidense pero, por el contrario, lo dejaría a salvo de este control, ya que EEUU no necesita exportar armas, las produce él mismo, y no tendría que dar cuenta de sus actos, como es habitual, a ningún organismo internacional.
Haciendo referencia a la Campaña Armas Bajo Control, el autor ofrece la cantidad de 18.000 millones de dólares anuales como gasto de los conflictos armados en África y su consecuencia de pérdida de oportunidades de desarrollo económico en estos países; podemos creer en la exactitud del importe, tan solo creemos que hay que cambiar el concepto, no se trata de gastos sino de ingresos de la industria del armamento que, por supuesto, no está dispuesta ni a que terminen estos conflictos ni a poner ningún control a sus ventas millonarias.
A continuación se indica en al artículo que «razones legítimas como la defensa o las fuerzas de seguridad no se verían afectadas» por el tratado; entendiendo las guerras preventivas como defensa, al estilo de EEUU, o las fuerzas de seguridad como los ejércitos y la policía de los gobiernos afines, se ve claro quiénes son los objetivos de este acuerdo, teniendo en cuenta que las etiquetas de democrático, terrorista, amenaza, etc. las coloca, de manera arbitraria, el gobierno estadounidense.
Resulta curioso que la noticia de que «el barco y su contenido están de regreso hacia china, la sociedad civil, los sindicatos, los grupos de derechos humanos y otras organizaciones pueden proclamar una victoria momentánea.» implique la asunción del rol de ilegal exportador de armas del gobierno chino, frente a los «fabricantes legítimos de armas» a los que hace referencia al autor.
Cabe destacar, por todo lo enunciado anteriormente, que los aliados de EEUU pueden encontrarse en cualquier lugar y momento, incluso en los más inesperados, incluyendo al arzobispo Tutu.
Artículo original