Cinco mil prostitutas, prostitutos y trasvestís invadieron en los últimos días de junio la ciudad chilena de Valparaíso para acoger a 5 500 visitantes uniformados de EE.UU., el país cuyo Jefe de Estado acusa a Cuba de alentar el turismo sexual. Si el disparate del presidente Bush acerca de la Isla fue grotesco hasta el […]
Cinco mil prostitutas, prostitutos y trasvestís invadieron en los últimos días de junio la ciudad chilena de Valparaíso para acoger a 5 500 visitantes uniformados de EE.UU., el país cuyo Jefe de Estado acusa a Cuba de alentar el turismo sexual.
Si el disparate del presidente Bush acerca de la Isla fue grotesco hasta el punto que su propia prensa se apresuró en desmentirlo -incluso el Miami Herald, donde el viajante puede encontrar siempre una amplia selección de anuncios «exóticos» bastante claros en cuanto a su oferta- la presencia de trabajadores del sexo en la gran ciudad portuaria chilena fue más que real.
Washington ofreció a los porteños el extraño regalo de una visita masiva de millares de los mismos individuos que «liberaron» a Iraq a fuerza de bombardeos, masacres y torturas. Más de 3 500 se encontraban a bordo del USS Ronald Reagan, uno de los portaaviones más grandes de EE.UU., mientras otros 2 000 bajaron de otras naves acompañantes.
El USS Ronald Reagan viajaba desde la costa Este de EE.UU. hacia el puerto de San Diego, en la costa Oeste, cruzando el Estrecho de Magallanes. Se estimó conveniente dejar a la tripulación estirar sus miembros al pasar por el Sur de Chile, convirtiendo esa pausa en el largo recorrido en manifestación de cortesía.
Aparentemente colmado de alegría por el desembarque, el Alcalde de Valparaíso ordenó una limpieza general de la ciudad.
La Cámara Regional de Comercio, siempre atenta a los menores deseos del pueblo, aplaudió frenéticamente al enterarse de esa inesperada lluvia de billetes verdes que iba a inundar las cajas de sus honorables miembros.
El delirio de los comerciantes hacía prever gastos de parte de los marinos norteamericanos, que iban «desde los 800 mil dólares hasta 1,5 millones».
El gobernador de Valparaíso, Iván de la Maza, entre los más optimistas, se atrevió a predecir un millón y medio de dólares para el comercio porteño. «No han bajado en dos semanas, tienen ganas de pasarla bien, de comprar recuerdos y pasear», aseguró optimista.
Un reportero local escribió con la inocencia del racista que ignora su inclinación: «Realmente se trata de una nave cosmopolita donde se encuentran razas de todo el mundo. Entre ellos sobresalen los afroamericanos, aunque también se pueden apreciar ojos rasgados y, por supuesto, el infaltable acento latino».
Sin embargo, consciente de que los guerreros del emperador pueden ser, como los roedores y los rapaces, vectores de enfermedades, una ONG antiSIDA decidió distribuir 10 mil preservativos.
«Estamos trabajando de forma especial con los grupos de riesgo más vulnerables», dijo al diario La Estrella, de Valparaíso, Aníbal Vivaceta, secretario ministerial de Salud, sin extenderse más adelante sobre la amplitud de los daños causados por el turismo imperial.
En el contingente de prostitutas que acudieron -con sus acompañantes- a ofrecer sus servicios, se observó un importante número de chilenas, aunque también, alertadas por los cables de las agencias de prensa sobre la envergadura de la invasión, hubo un gran número de argentinas, acompañadas por brasileñas, bolivianas, peruanas y hasta colombianas.
«Es como si la noticia del portaaviones nos convirtiera, de golpe, en un país bananero, como la Cuba de Fulgencio Batista», comentó Waldo Ortega Jarpa, del diario El Sur, recordando la época cuando la mayor de las Antillas vivía bajo la protección imperial y la bota de un dictador designado por ese mismo imperio.
«Que no se entere Mesa, me refiero al Presidente de Bolivia, que nos tiene como un país serio, estable, que avanza. Se alegrará de la falta de mar, para no tener que hacer la repartija de adminículos», añadía para apuntar luego: «Llega el patrón y hay que barrer el piso de tierra, ponerse la ropa nueva y buscarle compañía».
¿Turismo sexual la visita del USS Ronald Reagan a Valparaíso?
¿Quién se atrevería a decir tal cosa a George W. Bush y a Ronald Rumsfeld, personas tan decentes, que hicieron el honor al gran puerto chileno de una visita de sus tropas?
Aunque el único motivo de tanta cortesía parece ser algo, digamos, equívoco.