Las desapariciones forzadas han sido uno de los mecanismos del horror utilizados más frecuentemente por los Estados para reprimir, amedrentar, pero también como una manera de borrar corporalidades incómodas al capitalismo. Es así que los cuerpos racializados y feminizados han tendido a ser los más afectados por esta política de aniquilamiento.
Las desapariciones producto de la instauración de dictaduras, de la trata de personas, por el accionar de empresas extractivistas, que derivan en feminicidios, responden a violencias políticas que poseen como común denominador la producción de un cuerpo ausente, un cuerpo que es y no es, que se espera y añora, que se sueña, que se llora, y que se espera. Es la imposibilidad del duelo, del tránsito a otro mundo, el de las y los muertos. Es habitar el vacío, la imposibilidad, pero al mismo tiempo las comunidades, organizaciones, familias y amistades devienen en el cuerpo colectivo en que se hacen presentes las y los desaparecidos.
Hace más de cinco meses que en el territorio llamado Chile, en Wallmapu, territorio mapuche, en la comuna de Máfil, región de Los Ríos, que una mujer mapuche, campesina, madre y abuela, de 72 años, está desaparecida junto a su perro Cholito. Es la papay (expresión cariñosa para hablar de una mujer mayor) Julia Chuñil Catricura, de la comunidad de Putreguel, defensora de un bosque nativo aledaño a su territorio, y de las tierras ancestrales, y como señalara su nieta Lyssette Sánchez “amante de los animales a tal nivel que hablaba con ellos y le entendían, una mujer que desde muy pequeña supo lo que era trabajar duro, es una mujer orgullosa de sus raíces”.
El día 8 de noviembre 2024 Julia se dirigió a buscar a sus animales junto a tres perros, como diariamente lo hacía, en un cerro cercano a su casa, donde se encuentra un bosque nativo en pleno territorio mapuche recuperado. Fue la última vez que se supo de ella, de hecho sólo dos de sus perros regresaron a su hogar, desapareciendo con ella el perro más pequeño llamado Cholito. En el lugar la familia encontró sus huellas y en las cercanías las huellas de un vehículo de gran tamaño, posiblemente una camioneta. Rápidamente la familia, vecinos y comuneros comenzaron su búsqueda ante la ausencia de organismos municipales o estatales, quienes llegan al territorio a semanas de la denuncia realizada por la familia, sumándose en la búsqueda diversos equipos de profesionales y grupos de voluntarios.
Han pasado más de 5 meses y aun no hay rastro de Julia y su perro, pero además la búsqueda oficial ha cesado. La familia ha iniciado un proceso judicial que ha operado en un manto de secretismo, es así que recién hace unos días se pudo contar con la carpeta investigativa, donde se constató que a quienes se ha investigado es a la propia familia, la cual se ha visto asediada por la policía, viviendo siete allanamientos reiterativos, interrogatorios, retención de sus celulares, excavaciones cerca de las casas, entre otras acciones de gran hostilidad.
Rememorando conversaciones con Julia, la familia recuerda la siguiente frase “si algo me pasa ya saben quién fue”, ante las constantes amenazas y hostigamiento del empresario agro-ganadero y forestal Juan Carlos Morstadt, descendiente de colonos alemanes, quien sostuvo un contrato con la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, Conadi, para la adquisición de tierras, las cuales habían sido recuperadas por la comunidad de Julia. Morstadt nunca realizó el pagó por ello, además dando inicio a la tala del bosque nativo y la comercialización de leña, siendo el único predio en que no poseía la titularidad el de Julia, convirtiéndose en el principal sospechoso para los cercanos de la papay, realizándose una constancia de aquello el 13 de noviembre del 2024, lo que hasta el momento no se ha considerado como parte de la investigación.

El caso de Julia ha sido abordado por más de tres fiscales. La carpeta investigativa debía ser pública el 20 de enero de 2025, siendo aplazada por 40 días, y el lunes 3 de marzo, día de su apertura, el fiscal de entonces a cargo inició sus vacaciones de verano.
Actualmente la causa se encuentra en manos de la fiscal Claudia Baeza, quien ha dado orden de allanamiento de las casas de los hijos de Julia. Dos días previos a la apertura de la carpeta, vehículos policiales blindados de Carabineros y de la Policía de Investigaciones, PDI, se dirigieron al terreno donde por última vez se supo de Julia, el cual hoy es de propiedad de Juan Carlos Morstadt, estando presente en las pericias que se llevaron a cabo, lo que ha sido denunciado por la familia como una de las tantas irregularidades de la investigación.
A más de cinco meses de la desaparición de Julia Chuñil y su perro Cholito, la familia acusa de un montaje, en que a toda costa se quiere inculpar a la familia de lo sucedido, ante un estado racista que por el solo hecho de ser mapuche y personas del campo, les estigmatiza como violentos, y por ende como los principales sospechosos.
Han sido cinco meses de grandes movilizaciones, tanto en diversos territorios de Chile, como en países de América Latina y Europa, emergiendo como consigna “el estado es el culpable, que nos digan dónde está, que si fue la policía o si fue la forestal”, ante la indolencia del gobierno de Boric y de los diversos organismos estatales como Fiscalía y CONADI, ante una comunidad, una familia, que exige saber del paradero de Julia Chuñil, que, al igual que otros defensoras y defensores de las aguas y los territorios, ha vivido el horror de las políticas ecocidas y de la desaparición forzada.
¿CHEW MÜLEY JULIA CHUÑIL? (dónde está Julia Chuñil)
Francisca “Pancha” Fernández Droguett pertenece al Movimiento por el Agua y los Territorios MAT / Escuela Popular Campesina de Curaco de Vélez.