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Etiopía

Silenciar las armas

Fuentes: Rebelión

Ha pasado ya más un mes y sin noticias de la guerra en el Tigray, Etiopía.

Hace unos meses, en el aeropuerto de Addis Abeba, finalizado nuestro periodo de cooperación en el norte de Etiopía, a un grupo de voluntarias y voluntarios navarros nos llamaron la atención los numerosos y coloridos carteles con el lema 2020  SILENCING THE GUNS. «Silenciar las armas», elegidos para celebrar la 33ª Cumbre de la Unión Africana. Un slogan que no sólo quiere decir paz y seguridad sino que contempla erradicar la pobreza, combatir el cambio climático y lograr un bienestar que incluya a todas las personas del continente. ¿DONDE HAN QUEDADO ESAS PALABRAS?

Terrible paradoja. El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed,  apenas un año después de recibir el Premio Nobel de la Paz, ha llevado a su país a una guerra civil de consecuencias imprevisibles para todo el territorio y quizás también para los países vecinos. A Abiy le sirvió el artificio político de pactar la paz con el presidente eritreo, reconocido como un sátrapa dictador,  para obtener el reconocimiento de la Academia sueca. Sin embargo, nunca se llegó a abrir la frontera, no hay documento alguno sobre ese pacto, no se resolvió el litigio de los límites territoriales, ni se produjeron reagrupaciones familiares, ni el regreso de las miles de personas refugiadas eritreas en el Tigray.

Este brutal ataque ha sido totalmente inesperado y sorpresivo para una población tigriña  que trata de defenderse del coronavirus y de una terrible plaga de langostas que asola sus campos. Se trata de un enfrentamiento directo contra toda la región autónoma del Tigray  y no solo contra sus dirigentes como proclaman en sus arengas los medios oficiales.

Este dislate de guerra no es un episodio aislado desde que Abiy Ahmed llegó al poder hace dos años. Presentado como reformador por el establishment internacional, ha conseguido que Etiopía encabece la lista mundial de desplazados internos, con casi un millón y medio de personas obligadas a huir de sus casas a causa de la violencia étnica iniciada en 2018. Resulta inaudito que no ocupen titulares en los periódicos.

El Gobierno del Tigray no reconoce a Abiy como Primer Ministro por considerar que su mandato habría concluido cuando suspendió las elecciones utilizando la pandemia COVID como excusa. Aunque la pandemia no le ha impedido invadir Tigray, ni a la región llevar a cabo las elecciones en septiembre 2020 a pesar de la prohibición. Elecciones en las que el FLPT logró el 98,2% de los votos.

Tigray nunca ha manifestado sus deseos de independizarse, más bien de querer recuperar su capacidad de influencia en la política  y, por ende, en la economía del país. Las y los tigriños se consideran etíopes.  

Ninguna guerra puede estar justificada. Ésta tampoco. El mundo ha mirado para otro lado ante lo que pasaba en Etiopía en los últimos tiempos y ahora que ha querido informarse para saber lo que está sucediendo en el Tigray, no puede. Los objetivos de las cámaras están ciegos y los micrófonos mudos, incapaces de recoger testimonios y verificaciones  de lo que en muchos medios ya se habla de genocidio. ¿Por qué?

Ha pasado ya más de un mes desde que el flamante Premio Nobel de la Paz decidió invadir una parte de su país y no ha atendido ninguna de las llamadas de la comunidad internacional, incluidas las de los delegados de la Unión Africana para detener la guerra.

Ha pasado ya más un mes desde que el Tigray permanece sitiado y sus habitantes aislados, quizás esperando a que fallezcan también por el hambre y la enfermedad

Ha pasado ya más de un mes y la prensa extranjera no puede acceder a la zona y quienes lo han intentado han sido amenazados y expulsados. Solo los medios oficiales de Addis Abeba aportan su versión unilateral y sin verificación posible

Ha pasado ya más de un mes y en el Tigray seis millones de personas siguen sin acceso a teléfono o a internet y sin poder salir del territorio. Sólo lo han podido hacer las 50.000 personas refugiadas en la vecina Sudán atendidas por las organizaciones humanitarias.

Hace ya más de un mes que las y los 95.000 eritreos que viven en los campos de refugiados en Tigray vieron recortada, hoy ya anulada, su ración alimenticia para sobrevivir al no poder llegar los transportes con los alimentos.

Hace ya más de un mes que no sabemos nada de Maider, una joven  cooperante guipuzcoana en Wukro, ni de José Luis Bandrés, padre blanco navarro en Adigrat con más de 50 años en el Tigray.

Hace ya más de un mes que no sabemos nada de Berhane, Nagasti, Letish, Haizea y  tantas otras niñas y niños de Wukro que quizás en estos momentos vaguen desplazados en medio del desierto en busca desesperada de un campo de refugiados donde la ayuda humanitaria internacional les pueda proporcionar el agua y el pan que les han cortado en sus propias casas.

Hace ya más de una semana que el Gobierno de Abiy Ahmed dio por «reconquistada» la capital Mekelle y finiquitada la guerra tras su autoproclamada «intervención quirúrjica», y avisó vía twitter para que todos los civiles acepten su derrota y si no, que «se atengan a las consecuencias porque no tendrá piedad con ellos». Ha pasado un mes y siguen sin restablecerse las comunicaciones y los accesos al Tigray permanecen bloqueados, incluso para las organizaciones humanitarias. Se desconoce el número de personas muertas, heridas y el nivel de destrucción ocasionado.

Consecuencias devastadoras que ya está pagando la población civil y, especialmente, la población infantil a la que la amenaza de la hambruna y la desnutrición vuelven a aparecerse como una maldición que ya se creía superada.

Seguiremos apostando por la paz y apoyando a toda la gente de buena voluntad capaz de poner cordura en esta locura. Hay que parar esta guerra, silenciar las armas, pero de verdad. Instamos directamente al examen de conciencia de la comunidad internacional y sus mastodónticas organizaciones perdidas en sus lamentos y gastos burocráticos.

Junto a esta reflexión mostramos nuestro agradecimiento a todas las personas e instituciones que nos han apoyado y apoyan en nuestros proyectos a la vez que suplicamos se restablezca la comunicación y se abra la posibilidad de ver de nuevo a aquellas criaturas. De recuperar su eterna sonrisa. Les necesitamos.

Juantxo Pagola (Asociación patinar en Etiopía). [email protected] 

Naiara Altuna  (Hegoak Etiopian Elkartea) [email protected]