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Netanyahu en Washington

Sionismo y política exterior estadounidense

Fuentes: Rebelión

La reciente visita del primer ministro israelí al Congreso de Estados Unidos, con discurso incluido, viene a confirmar, entre otras cosas, el notable poder del lobby sionista-estadounidense y su presión continua para que en el Cercano y Medio Oriente estalle una conflagración de mucha mayor proporción que la actual (con el Estado Islámico, Al Qaeda […]

La reciente visita del primer ministro israelí al Congreso de Estados Unidos, con discurso incluido, viene a confirmar, entre otras cosas, el notable poder del lobby sionista-estadounidense y su presión continua para que en el Cercano y Medio Oriente estalle una conflagración de mucha mayor proporción que la actual (con el Estado Islámico, Al Qaeda e Israel como protagonistas), que podría desembocar, a juicio de algunos expertos, en una tercera guerra mundial, considerando que allí convergen y chocan los intereses de Estados Unidos, Israel, China, Rusia y otras potencias. Tercera guerra mundial que ya pudiera estar en pleno desarrollo, tras el decreto, en el 2001, de la famosa lucha global contra el terrorismo, cortesía de George Bush hijo. 

Más aún, la bienvenida que recibió Netanyahu en el Congreso, en medio de una gran ovación, denota claramente la influencia del sionismo en la política interna y externa de la nación norteamericana; el hecho de que este sujeto asistiera sin invitación de la Casa Blanca refleja la desafiante prepotencia de dicho movimiento (sionismo), cuyos capitales han sido fundamentales para mantener el poderío económico y militar de Estados unidos, y su hegemonía en el mundo entero. De cierta forma, el Imperio estadounidense ha sido movido por los hilos sionistas, y sus gobiernos han respondido en parte a los intereses de la entidad político-territorial creada por el sionismo, como es Israel.

Y nada parece cambiar el panorama descrito en el párrafo precedente, más allá de que algunos funcionarios estadounidenses hayan calificado de inconveniente, inoportuno y fuera de tono al discurso de Netanyahu, aparentemente inconforme con un acuerdo nuclear entre el país norteamericano, Rusia, Irán y otras naciones. Las palabras del ministro israelí en tal discurso no trascienden la simple retórica irracional y la preocupación injustificada, en el contexto de las próximas elecciones en Israel y de la situación conflictiva en el Cercano y Medio Oriente, incluida la ocupación progresiva de territorio palestino por colonos israelíes. Considérense, en este sentido, los siguientes elementos: 1) No conviene para nada al Imperio estadounidense, que un Estado con respetable poder militar, y con una influencia relativamente fuerte sobre territorios vecinos, como es Irán, sea, ni por asomo, una potencia nuclear; b) Israel sí cuenta con armas nucleares, es un enemigo mortal para palestinos y otros pueblos del Cercano y Medio Oriente, y apoya de frente a Isis, a Al Qaeda y a otros grupos terroristas. El sionismo es el más grande enemigo de la paz en la región, y acusa a diversos gobiernos de lo que ellos si han hecho muy bien.

La única realidad de las relaciones Israel-Estados Unidos es que hay gran entendimiento y armonía, reflejados, por ejemplo, en la casi sumisión de numerosos grupos y sectores norteamericanos a los intereses sionistas. Además tanto Obama como Netanyahu han admitido en reiteradas oportunidades, que Estados Unidos ha sido un aliado y colaborador «incondicional» del Estado «judío» en diversos aspectos. Tan aliados han sido los gobiernos estadounidenses del sionismo, que la política exterior del águila imperial ha respondido en buena parte a los intereses del perverso movimiento en el mundo entero. En este contexto se enmarca la política agresiva de Estados Unidos en medio planeta, en respuesta a varios factores que han debilitado económicamente al Imperio norteamericano; el poderío creciente de China es uno de ellos, y las corporaciones de ambos países luchan ferozmente por lograr la supremacía mundial de cara un Nuevo Orden Mundial capitalista. Y los intereses sionistas obviamente forman parte de esa lucha.

Para entender mejor lo anteriormente señalado, considérense dos escenarios en los que se aprecia con claridad la intervención sionista en la política exterior estadounidense (sin que los otros carezcan de importancia): El primero, el más evidente ante la opinión pública internacional, en el Cercano y Medio Oriente, donde el accionar de mercenarios como el Estado Islámico, refleja la crudeza de la violencia proisraelí y proestadounidense para la consecución de resultados económicos y geopolíticos. Allí, la guerra contra el terrorismo disfraza la creciente conflictividad entre corporaciones por el control, la administración, el uso y la cotización del petróleo y de otros recursos naturales. Por desgracia centenares de miles pobladores de la región han pagado con su sangre toda la violencia ejercida, en buena medida, por Estados Unidos, Israel y sus aliados políticos y fundamentalistas, quienes a toda costa intentan frenar las apetencias de China y Rusia en la región, sometiendo a pueblos enteros en los ámbitos financiero, comercial e industrial. El mensaje del lobby sionista-estadounidense para China, por ejemplo, es claro: aquí mandamos nosotros. Intereses en juego que han convertido al Cercano y Medio Oriente en un verdadero polvorín, a punto de originar un conflicto de enorme magnitud (como si lo que pasa actualmente fuera poco), bien riesgoso por la existencia de numerosas armas nucleares, la casi totalidad en manos de las potencias globales.

El otro escenario es América Latina, región en la que es notable la creciente presencia de China en diferentes sectores: energético, telecomunicaciones, transporte, construcción, minería, textil, bancario, entre otros. Como respuesta del Imperio estadounidense, para intentar preservar su alto perfil y su hegemonía en este lado del planeta, no se ha hecho esperar la presión por distintos medios a casi todos los gobiernos regionales, incluso desde el punto de vista militar. Y está plenamente demostrada la intervención sionista en planes y acciones imperialistas, justificada en parte por la participación de Irán en el ámbito comercial latinoamericano, y por la supuesta «amenaza», contra los intereses judíos, de terroristas musulmanes que habrían estado operando en varios países. Claro que en la realidad lo que preocupa a los sionistas, tal como en otras partes del orbe, es proteger sus privilegios económicos frente a la competencia capitalista global. Tristemente la lucha intercorporativa en América Latina, y la pérdida de poder del Imperio estadounidense, ha desencadenado intervenciones violentas indirectas en ciertos países, como en Venezuela, cuyo gobierno no es realmente enemigo del imperialismo norteamericano, ni es socialista o algo por el estilo, pero su fuerte alianza comercial con China, la presencia en su territorio de empresas iraníes, y sus vínculos militares con Rusia, habrían generado mucha molestia en el lobby sionista-estadounidense, y la participación de éste en la actual ola de violencia sociopolítica de la nación suramericana. Incluso se podría estar preparando, desde Washington y otras capitales, la caída sangrienta del gobierno de Nicolás Maduro.

A manera de conclusión, es más que evidente la influencia del sionismo en la política externa de Estados Unidos, con participación directa en la prolongada intervención imperialista en el Cercano y Medio Oriente, y en otras partes en las que los intereses sionistas han entrado en escena. Y en el marco de la actual «crisis» capitalista, con la economía estadounidense como protagonista, el sionismo espera sacar el máximo provecho posible en la competencia global por la supremacía.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.