Hace unas semanas, me encontré por casualidad a una persona miembro de UNICEF que había llegado a Butare (Rwanda) para ver qué podía hacer por la población afectada por el terremoto en Cyangugu. Tuvimos tiempo para sentarnos y conversar. El hombre de UNICEF había volado desde Zimbabwe y la conversación pronto se centró en la […]
Hace unas semanas, me encontré por casualidad a una persona miembro de UNICEF que había llegado a Butare (Rwanda) para ver qué podía hacer por la población afectada por el terremoto en Cyangugu.
Tuvimos tiempo para sentarnos y conversar. El hombre de UNICEF había volado desde Zimbabwe y la conversación pronto se centró en la realidad y política de dicho país.
Yo tenía curiosidad, sobre todo, por saber si los medios de comunicación acertaban cuando definían a Zimbabwe como un caso perdido. Me sorprendió encontrar que la situación era aún más grave, según el señor de UNICEF. En su opinión, la gente no moría en las calles porque había camiones de la FAO dando alimentos a la gente.
Además, vi horrorizado que esta ayuda esencial estaba siendo utilizada. De acuerdo con este señor, el presidente Mugabe usa la ayuda alimentaria como arma para controlar a los ciudadanos de Zimbabwe.
Cuando quiere castigar a las personas que tienen la impertinencia de oponerse a su régimen, deja los camiones de la FAO fuera de la frontera y cuando se da cuenta de que la gente tiene demasiada hambre para preocuparse sobre ser llevados a la cárcel y están a punto de rebelarse, permite entrar a los camiones y es tratado como un héroe, incluso por los que se querían rebelar contra el. Me hizo caer en la cuenta que la FAO, en cierto modo, podría estar ayudando a que Mugabe permanezca en el poder.
Cuando mencioné esto, contestó rápidamente que la FAO no tenía otra opción porque la vida de la gente estaba en juego y que debían tolerar los montajes políticos en pro de un bien mayor.
Sin embargo, debo discrepar con este punto de vista, que probablemente también tengan muchos de los lectores.
El llamado «humanitarianismo» de la ayuda alimentaria que no encara las razones que causan el hambre, no tiene sentido, en mi humilde opinión. Me refiero al dicho chino de «Si le das a un hombre un pez, le alimentas durante un día, si le enseñas a pescar, le alimentas de por vida». ¿No han aprendido esta lección los altos cargos de la ONU y la FAO?
La ayuda alimentaria ha jugado siempre un papel fundamental en las políticas internacionales y los organismos que la han repartido han jugado a menudo un rol negativo a pesar de sus buenos deseos. Miren a Somalia. Los señores de la guerra controlan a la población porque controlan las rutas de los camiones de la ayuda. De hecho, la operación dirigida por EEUU ‘Restaurar la Paz en Somalia’ tuvo lugar porque estos señores de la guerra usaban la ayuda alimentaria como un mecanismo de control y un arma de guerra.
Aún más cerca de mi hogar, ¿quien no se acuerda del problema de refugiados que tuvo Rwanda justo después del genocidio de 1994? Los refugiados, dirigidos por sus antiguos líderes, algunos genocidas, que no todos, se asentaron sobre la frontera del antiguo Zaire en los campos de Mugongo y Tingi-tingi. Muchos de ellos cometieron atrocidades en esos campos, portaban armas y actuaron como una suerte de ejército invasor. ¿Cuál fue la respuesta humanitaria? Darles comida, medicinas y lo que necesitaban para estar en el Congo tan confortablemente como les fuese posible. ¿Se dieron cuenta los trabajadores humanitarios de los genocidios que estaban ocurriendo en los campos? Probablemente. Pero ¿cuál fue su respuesta? ¡Darles más comida!
He aquí lo que creo. La actitud de «todo lo que necesitan es ayuda humanitaria» es errónea. Yo me apoyo más en la idea de que «no sólo de pan vive el hombre». A menos que abordes los factores subyacentes de esas crisis, deberás guardar la ayuda alimentaria para que personajes sin escrúpulos no la utilicen como arma.
En mi opinión habría que dejar de dar ayuda alimentaria sin condiciones. Si usas mi ayuda para hacer cosas que considero injustas, debería cerrar el grifo. Si, la gente pasaría hambre, pero hay un dicho que dice «un hombre hambriento es un hombre enfadado». Ningún estado puede sobrevivir sin el deseo de la gente y, créanme, ningún gobierno puede resistir el poder de ciudadanos con hambre que se dan cuenta de que los líderes son la causa de su sufrimiento. ¿Adivinan lo que ocurriría? Cambios reales y no estómagos llenos durante dos días.
Artículo publicado en la sección Columnistas del diario ‘The New Times’, de Kigali, Ruanda, el 27 de marzo de 2008.
Traducido por Arantxa Freire, para el Departamento África de la Fundación Sur.