La información que los medios de comunicación nos van ofreciendo sobre los secuestros de barcos atuneros frente a las costas de Somalia ha ido, gota a gota, matizándose. Aunque se siga hablando de piratería, se ha explicado como en esas aguas muchos países desarrollados hemos ido vertiendo residuos tóxicos. Sabemos también que una de las […]
La información que los medios de comunicación nos van ofreciendo sobre los secuestros de barcos atuneros frente a las costas de Somalia ha ido, gota a gota, matizándose. Aunque se siga hablando de piratería, se ha explicado como en esas aguas muchos países desarrollados hemos ido vertiendo residuos tóxicos. Sabemos también que una de las razones por las que se llega a esta situación ha sido la pesca ilegal, la pesca en aguas territoriales somalíes, y siempre a unos ritmos y cantidades que dejan los caladeros al borde del colapso. Entre los barcos responsables está la flota española que ha sido además altamente subvencionada por la Unión Europea para éste, digamos, ecocidio. Por ejemplo, el Alakrana, barco recientemente secuestrad,o recibió una ayuda para su construcción de más de cuatro millones de euros.
Pero aún hay un nuevo dato que añadir -y muy significativo- que demuestra el terrible daño que hace esta flota extractiva saqueando en territorios dónde la pobreza y el hambre están instaladas. Este último año los pescadores locales de Kenia, al sur de Somalia, llegan cada día a puerto con capturas cómo hacía años no recordaban. Cuentan que vuelven a pescar atunes, barracudas o rayas gigantes porque la presencia de los «piratas» somalíes ha ahuyentado y alejado mar adentro a las grandes factorías flotantes. En el pequeño pueblo de Malendi un pescador puede estar ganando más de 200€ diarios, cincuenta veces más que el salario medio de la población. Un salario más que digno. Hemos de tener en cuenta que los grandes barcos en sus capturas de atunes pescan también muchas otras especias que simplemente descartan. Hoy sin estos barcos, la pesca de atún y los «descartes» son fuentes de ingresos y de proteínas para la población local. También se ha beneficiado el sector de la pesca deportiva donde las cámaras fotográficas vuelven a encuadrar grandes piezas antes de devolverlas al mar.
Por lo tanto, si en lugar de medidas de militarización de los buques españoles se planteara la prohibición de la pesca industrializada en el continente africano, se podría por un lado dedicar esos fondos en potenciar una política europea y española a favor de la pesca artesanal, local y sostenible, que tanta falta hace, y por otro, contribuiríamos en el desarrollo de los pueblos africanos con mucha mayor eficacia que con muchos programas de solidaridad. Respetando, como debe ser, la propia soberanía alimentaria africana.
Un vídeo, oleadas de satisfacción: http://www.
Gustavo Duch Guillot, Ex Director de Veterinarios Sin Fronteras
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